Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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29.4.18

De las virtudes y de los vicios: Segunda familia de virtudes. Humildad


"Donde hay HUMILDAD, allí también hay sabiduría". Pr 11, 2.

"Miró (Dios) la bajeza de SU ESCLAVA". Lc. 1, 48.

"Nada hagáis por porfía, ni por vanagloria, sino con HUMILDAD, teniendo cada uno por superior a los otros". Flp 2, 3.

"Y todos inspiraos la HUMILDAD los unos a los otros, porque Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes". I P 5, 5.

19.8.18

El combate espiritual. Tratado segundo: el alma debe negarse a toda consolación y contento


- Que el alma debe negarse a toda consolación y contento, porque en esto consiste la verdadera humildad y pobreza de espíritu con que se adquiere esta paz interior. -

Si deseas entrar por esta puerta de la humildad, que es la única que existe, debes trabajar con todo el esfuerzo y diligencia posible, principalmente al principio, en abrazar las tribulaciones y cosas adversas como a tus mas queridas hermanas, deseando ser despreciado de todos, y que no haya alguno que te favorezca o te consuele, sino solamente tu Dios. Procura fijar y establecer en tu corazón esta máxima: que solo Dios es tu bien, tu esperanza y tu único refugio, y que todas las demás cosas son para ti espinas que si las acercas al corazón, no podrán dejar de herirte y lastimarte. Cuando recibas alguna afrenta, súfrela con alegría, y gloríate en ella, teniendo por cierto que entonces está Dios contigo. No desees o busques jamás otra honra que padecer por su amor y por su gloria. Pon toda la atención posible en alegrarte cuando alguno te dijere palabras injuriosas, o te reprendiere o te despreciare, porque es grande y muy precioso el tesoro que se halla escondido en este polvo, y si lo tomas con gusto te hallarás rico en breve tiempo, sin que lo advierta el mismo que te hace este presente. No procures ni quieras jamás ser conocido y estimado de alguno en esta vida, para que todos te dejen solo padecer con Cristo crucificado, sin que alguno te lo impida.

Guárdate de ti mismo como del mayor enemigo que tienes en este mundo. No sigas tu voluntad, tu parecer o tu capricho, si no quieres perderte. Por esta causa necesitas precisamente de armas para defenderte de tí mismo; y así todas las veces que tu voluntad se inclinare a alguna cosa, aunque sea no solamente lícita, sino santa, la pondrás primeramente sola y desnuda delante de Dios con profunda humildad, diciéndole que en ella se haga y cumpla, no tu voluntad, sino la suya, y ejecutarás esto con fervientes y encendidos deseos, sin alguna mezcla de amor propio, conociendo siempre que de ti nada tienes y nada puedes. Guárdate de todas aquellas opiniones y sentimientos propios que llevan consigo apariencia y especie de santidad y celo indiscreto, del cual dice el Señor: "Guardaos de los falsos profetas que vienen en traje de corderos, y son lobos voraces; por sus frutos los conoceréis" (Matthæi, VII, 15, 16); sus frutos son dejar en el alma ansia, inquietud y afán.

5.5.18

De las virtudes y de los vicios: Pudor Espiritual


El Pudor del alma consiste en un vergonzoso rubor que le causa la santidad que en si lleva, es decir, la posesión completa en más o menos escala de las virtudes todas, que es lo mismo; y este Pudor, es el que atrae sobre el alma mis miradas de complacencia amorosa y tierna.

En este Pudor en el alma, una vergüenza santa que causa produce en ella la Modestia y la Humildad profundísima, y llega esta virtud sublime a unirse de tal manera al alma que la posee, que lo que es sobrenatural y mucho, llega a aparecer como natural en ella, por el nuevo ser que le ha comunicado esta misma virtud.

16.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (153)



6. De este tipo de imperfecciones llegan algunos tener muchas y muy intensamente, y también llegan a mucho mal en ellas. Obviamente algunos tienen menos, algunos más, y algunos solo como unos primeros movimientos o poco más. Sin embargo apenas hay unos pocos de estos principiantes que en el tiempo de estos fervores no caigan en algo de todo esto.

Pero los que en este tiempo van en perfección, muy de otra manera proceden y con muy diferente temple de espíritu. Porque se aprovechan y edifican mucho con la humildad, no sólo teniendo sus propias cosas en nada, mas también poseen una muy poca satisfacción y estimación de sí mismos. A todas las demás personas tienen por muy mejores, y les suelen tener una santa envidia, con gana de servir a Dios como ellos porque, cuanto más fervor llevan y cuantas más obras hacen y gusto tienen en ellas, como van en humildad, tanto más conocen lo mucho que Dios merece y lo poco que es todo cuanto hacen por Él. Así es que, cuanto más hacen, tanto menos se satisfacen. Que tanto es lo que de caridad y amor querrían hacer por el Señor que todo lo que hacen no les parece sino nada, y tanto les solicita, ocupa y embebe este cuidado de amor, que nunca advierten en si los demás hacen o no hacen, y acaso algo de eso advierten todo es, como digo, creyendo que todos los demás son mucho mejores que ellos. De donde, teniéndose en poco, tienen gana también que los demás los tengan en poco y que los desprecien y desestimen sus cosas (obras, pareceres, opiniones, etc). Y aún más: que, aunque de fuera se les quiera alabar y estimar, ellos en ninguna manera lo pueden creer, y les parece cosa extraña que digan de ellos aquellos halagos.

7. Estos, con mucha tranquilidad y humildad, tienen gran deseo que les enseñe cualquiera que los pueda aprovechar; harta contraria cosa de la que tienen el tipo de personas de las que hemos tratado líneas arriba, que lo querrían ellos enseñar todo, y aun cuando parece les enseñan algo, ellos mismos toman la palabra de la boca como que ya se lo saben. Pero éstos otros, estando muy lejos de querer ser maestros de nadie, están muy prontos para ponerse a andar y tomar por otro camino del que llevan, si se lo mandaren, porque nunca piensan que aciertan en nada. De que alaben a los demás se gozan, y sólo sienten pena de que no sirven a Dios como lo sirven los demás que, a su parecer, son más perfectos.

No tienen gana de decir sus cosas, sus hechos, sus experiencias, porque las estiman en tan poco, que aun a sus maestros espirituales tienen vergüenza de decirlas, pareciéndoles que no son cosas que merezcan hacer lenguaje de ellas. Más gana tienen de decir sus faltas y pecados, o que los entiendan como llenos de faltas, que no sus virtudes. Con esto se inclinan más a tratar su alma con la persona que menos pone en valor sus cosas y su espíritu, lo cual es propiedad de espíritu sencillo, puro y verdadero, y muy agradable a Dios. Porque, como mora en estas humildes almas el espíritu sabio de Dios, luego las mueve e inclina a guardar adentro sus tesoros en secreto y echar afuera sus males. Porque da Dios a los humildes, junto con las demás virtudes, esta gracia, así como a los soberbios se la niega (Sant. 4, 6).

8. Darán éstos la sangre de su corazón a quien sirve a Dios, y ayudarán, cuanto en esto dependa de ellos, a que sea Dios servido. En las imperfecciones que se ven caer, con humildad se sufren, y con blandura de espíritu y temor amoroso de Dios, esperando confiandamente en Él (nota del corrector: para que venga a rescatarlos y a socorrerlos).

Pero almas que al principio caminen con esta manera de perfección, entiendo son, como queda dicho, las menos y muy pocas; tanto que nos quedaríamos contentos con que simplemente no cayesen los que estén en este camino en las cosas contrarias. Que, por eso, como después diremos, pone Dios en la noche oscura a los que quiere purificar de todas estas imperfecciones para así llevarlos hacia adelante.


18.6.18

De las virtudes y de los vicios: Claridad de Conciencia


JESÚS: La Sencillez y la Claridad de conciencia son hijas muy queridas de la Humildad y las más parecidas a su madre.

EL ALMA: ¿Y la Humildad, Jesús mío, de dónde nace, de dónde procede esa Perla divina sin cuyo esplendor ninguna virtud vale, sin cuyo brillo ninguna virtud es pura?

JESÚS: La humildad es hija del Verbo y nace como de su Sustancia. (Véase las virtudes de Humildad.)

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

4.6.21

Letanía de la humildad



¡Oh Jesús, manso y humilde de corazón,
haz mi corazón semejante al tuyo.

¡Oh Jesús, manso y humilde de corazón,
Escuchadme.

Del deseo de ser estimado,
Libradme, Señor.

Del deseo de ser amado,
Libradme, Señor.

Del deseo de ser honorificado,
Libradme, Señor.

Del deseo de ser alabado,
Libradme, Señor.

Del deseo de ser preferido a los demás,
Libradme, Señor.

Del deseo de ser consultado,
Libradme, Señor.

Del deseo de ser aprobado,
Libradme, Señor.


Del temor de ser humillado,
Libradme, Señor.

Del temor de ser despreciado,
Libradme, Señor.

Del temor de ser rechazado,
Libradme, Señor.

Del temor de ser calumniado,
Libradme, Señor.

Del temor de ser olvidado,
Libradme, Señor.

Del temor de caer en ridículo,
Libradme, Señor.

Del temor de ser injuriado,
Libradme, Señor.

Del temor de ser incomprendido,
Libradme, Señor.



- Que los demás sean más amados que yo,
Jesús, dadme la gracia de desearlo.

- Que los demás sean más estimados que yo,
Jesús, dadme la gracia de desearlo.

- Que los demás se engrandezcan en la opinión del mundo y yo disminuya,
Jesús, dadme la gracia de desearlo.

- Que los demás sean escogidos y yo dado de lado,
Jesús, dadme la gracia de desearlo.

- Que los demás sean ensalzados y yo despreciado,
Jesús, dadme la gracia de desearlo.

- Que los demás puedan ser preferidos siempre a mí,
Jesús, dadme la gracia de desearlo.

- Que los demás sean más santos que yo, para que yo sea lo más santo que pueda ser.
Jesús, dadme la gracia de desearlo.



Concededme, Señor:

- El conocimiento y el amor de mi nada,
- El perpetuo recuerdo de mis pecados,
- La persuasión de mi mezquindad,
- El aborrecimiento de toda vanidad,
- La pura intención de servir a Dios,
- La perfecta sumisión a la voluntad del Padre,
- El verdadero espíritu de compunción,
- La decidida obediencia a mis superiores,
- El odio santo a toda envidia y celo,
- La prontitud en el perdón de las ofensas,
- La prudencia en el callar ante los asuntos ajenos,
- La paz y la caridad con todos,
- El ardiente anhelo de desprecios y humillaciones,
- El ansia de ser tratado como Tú y la gracia de saber aceptarlo santamente.


María, Reina, Madre y Maestra de los humildes...
Rogad por mí

San José, protector y modelo de los humildes...
Rogad por mí

San Miguel Arcángel, que fuiste el primero en abatir a los soberbios...
Rogad por mí

Santos de mi devoción y mis patrones...
Rogad por mí

Santos todos, santificados por el espíritu de humildad...
Rogad por mí



Oración
Señor Jesús, que siendo Dios te humillaste hasta la muerte y muerte de cruz para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio, concédeme la gracia de imitar tu ejemplo para que, humillándome como corresponde a mi miseria en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén

5.8.22

Importantes cuestiones sobre cómo debemos orar y los errores más comunes al rezar


La oración correcta ha de ser, sobre todo, atenta. La atención es una condición imprescindible sin la cual, como escribe San Ignacio, cualquier oración "no es oración. ¡Está muerta! Son inútiles palabras huecas que perjudican al alma y ofenden a Dios". El monje Doroteo, asceta ruso del siglo XIX, decía: "Quien reza con los labios y no se preocupa del alma ni cuida el corazón, reza al aire, y no a Dios, y se esfuerza en vano, puesto que Dios atiende al espíritu y al esfuerzo, no a la palabrería". No se refiere a cuando nos esforzamos pero nos distraemos, sino a cuando no nos obligamos a estar atentos y simplemente recitamos una oración de forma mecánica.

La falta de atención es uno de los fenómenos más peligrosos de la vida cristiana. Uno puede acostumbrarse tanto a ella que puede llegar a olvidar la propia oración. El abad Serafín lo expresó admirablemente al decirle a un monje cuyas cuentas (del rosario) centellaban de lo rápido que las pasaba: "Tú no rezas ninguna oración, simplemente te has acostumbrado a sus palabras, como algunos se acostumbran a los improperios". El peligro de tal hábito no radica solo en que el hombre se quede sin oración, sino en que pueda empezar incluso a enorgullecerse de su devoción oracional.

20.6.17

Ser un miserable o "parecer" un miserable


Habiendo el género humano pecado y rebelado contra el Señor, y no merecer más castigo que la ira de Dios, el hombre tenía como justo destino la perdición eterna. A los ángeles rebelados así les ocurrió, convirtiéndose en lo que nosotros llamamos como demonios, con Satanás a la cabeza, que fue el primero en tener la osadía de querer suplantar a Dios y, con él, arrastró a unas cuantas huestes diabólicas. No se conoce el número (algunos tratados hablan de miles de millones), pero en cualquier caso, obviamente, son muchos más los coros de ángeles celestiales que se mantuvieron fieles al Señor.

Aún así, si cada uno de nosotros posee un ángel de la guarda, y hay varios ángeles que, como patrones en diversas funciones, nos cuidan y protegen, de la misma manera existen facciones demoníacas pero con distinto cometido: el de perdernos. Se podría pensar que cómo es que los demonios invierten tanto tiempo, energía y estrategia, en hacer perder al género humano, si es que no tienen mejores cosas que hacer. La verdad es que no, no tienen muchas mejores cosas que hacer.

28.8.18

De las virtudes y de los vicios: Paciencia



La Paciencia tiene algo de la Humildad, pero la da el Espíritu Santo: esta virtud es tan grande que hace fuerza al mismo cielo, y crece con el Sacrificio.

La Paciencia espiritual perfecta es una virtud bellísima e indispensable para caminar en la vida interior. Destaca esta virtud entre muchas otras, y el alma que en ella persevera tiene un gran premio en el cielo.

Esta virtud tiene tres grados perfectos prácticos y de gran mérito a los ojos de Dios.

9.6.18

De las virtudes y de los vicios: Meditación


La meditación es hija de la Soledad del alma, y a medida que crece el vacío en ésta, por el despojamiento de las pasiones, (para lo cual es una arma poderosa la misma Meditación), el alma va adquiriendo luz y conocimiento más y más claro para conocerse a sí..., y conocerme a Mí...

Es muy útil la meditación para todo hombre que vive sobre la tierra, y para la vida espiritual es indispensable. En ella bebe el alma la luz, la fuerza, la energía, la constancia, la humildad, la obediencia y todas las demás virtudes, adquiriendo además el conocimiento de ellas, para su fruto y provecho.

El mundo se pierde porque no medita.

21.5.18

De las virtudes y de los vicios: Ira


La Ira es hija de Satanás, y lleva en su ser la soberbia más refinada. Es la Ira una pasión ciega que en sus desenfrenadas manifestaciones ofusca la razón y la turba.

Este horrible vicio de la Ira siempre es vehemente y aturdido: muy lejos de él, ciertamente, se encuentra la paz del Espíritu Santo y el Reposo, la Serenidad, Prudencia, Justicia, Dominio propio, Humildad y otra multitud de virtudes.

En el alma iracunda, habita Satanás, y la Ira, repito, procede directamente del foco de la soberbia y del orgullo que es él; y ese vicio entraña el ardor vivo y emponzoñado de la venganza. La ira es una pasión de fuego que incendia el corazón, alborotando las potencias del alma y envenenando sus actos.

25.5.18

De las virtudes y de los vicios: Orgullo


El Orgullo es el padre del Escándalo y la Soberbia es la madre del Orgullo.

Este vicio o pasión del Orgullo lleva consigo infinitos males, y miles de pecados se derivan de él.

Es el Orgullo el aliento de Satanás y su propia substancia: todo su espíritu, es decir, todo él se compone de esta substancia de Orgullo.

Es el Orgullo un levantamiento constante del corazón que busca las alturas, pavoneándose en ellas, y viendo a los demás, desde ese pedestal, bajos, indignos y despreciables.

El Orgullo es un denso humo que levanta y envuelve la imaginación entre vanos y ficticios nubarrones que en las alturas se disuelven.

7.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (84)




6. El efecto que hacen en el alma estas visiones es quietud, iluminación y alegría a manera de gloria, suavidad, limpieza y amor, humildad e inclinación o elevación del espíritu en Dios, unas veces más, otras menos, unas más en un aspecto, otras en el otro, según el espíritu en que se reciben y Dios decida.

7. Puede también el demonio causar estas visiones en el alma mediante alguna luz natural, en que por sugestión espiritual aclara al espíritu las cosas, ahora sean presentes, ahora ausentes. Sobre este asunto recordemos el Evangelio de san Mateo (4, 8) donde dice que el demonio a Cristo le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de esos reinos; algunos doctores aseguran que el maligno lo hizo por sugestión espiritual, porque con los ojos corporales no era posible abarcar a ver tanto, ya que es imposible que se pudiera ver todos los reinos del mundo y su gloria en una única y sola visión corporal.
Pero de estas visiones que causa el demonio a las que son de parte de Dios hay mucha diferencia. Porque los efectos que estas hacen en el alma no son como los que hacen las buenas, antes hacen sequedad de espíritu acerca del trato con Dios e inclinación a estimarse, y a admitir y tener en algo las dichas visiones, y en ninguna manera causan inclinación a la humildad y amor de Dios. Ni las formas de estas se quedan impresas en el alma con aquella claridad suave que las otras, ni duran, antes se arrastran luego del alma, salvo si el alma las estima mucho que, entonces, la propia estimación hace que se acuerde de ellas de forma material e imaginativa, mas es muy secamente y sin hacer aquel efecto de amor y humildad que las buenas causan cuando se acuerda uno de ellas.

8. Estas visiones, por cuanto son de criaturas, con quien Dios ninguna proporción ni conveniencia esencial tiene, no pueden servir al entendimiento de medio cercano para la unión de Dios. Y así, conviene al alma mostrarse rotundamente negativa en ellas, como en las demás que hemos dicho, para ir hacia adelante por el medio más próximo, que es la fe. Por lo tanto de aquellas formas de las tales visiones que se quedan en el alma impresas no ha de hacer archivo ni acopio el alma, ni ha de querer arrimarse a ellas, porque sería estarse con aquellas formas, imágenes y personajes, que respecto de su interior reciben, aprisionada, y no iría por negación de todas las cosas a Dios. Y dado caso que aquellas formas siempre se representan en su interior, no la impedirán mucho si el alma no quisiere hacer caso de ellas. Porque aunque es verdad que la memoria de ellas incita al alma a algún amor de Dios y contemplación, mucho más incita y levanta la pura fe y desnudez en la oscuridad de todo eso, sin saber el alma cómo ni de dónde le viene.
Y así, acontecerá que ande el alma inflamada con ansias de amor de Dios muy puro, sin saber de dónde le vienen ni qué fundamento tuvieron esas ansias. Y fue que así como la fe se arraigó e infundió más en el alma mediante aquel vacío y tiniebla y desnudez de todas las cosas, pobreza espiritual (que todo lo podemos llamar una misma cosa), también juntamente con ella se arraiga e infunde más en el alma la caridad de Dios. De donde, cuanto más el alma se quiere oscurecer y aniquilar acerca de todas las cosas exteriores e interiores que puede recibir, tanto más se infunde de fe y por consiguiente, de amor y esperanza en esa fe, por cuanto estas tres virtudes teologales andan en uno. (Nota del corrector: fe, esperanza y caridad).

9. Pero este amor algunas veces no lo comprende la persona ni lo siente, porque no tiene este amor su asiento en el sentido con ternura, sino en el alma con fortaleza y más ánimo y osadía que antes, aunque algunas veces redunde en el sentido y se muestre tierno y apacible. Por lo tanto para llegar a ese amor, alegría y gozo que le hacen y causan las tales visiones al alma, le conviene que tenga fortaleza y mortificación y amor para querer quedarse en vacío y a oscuras de todo ello, y fundar aquel amor y gozo en lo que no ve ni siente ni puede ver ni sentir en esta vida, que es Dios, el cual es incomprehensible y sobre todo conocimiento. Por eso nos conviene ir a Él por negación de todo, porque si no, dado caso que el alma se vuelve tan sagaz, humilde y fuerte, que el demonio no la pueda engañar en ellas ni hacerla caer en alguna presunción como lo suele hacer, no dejarán de todos modos ir al alma hacia adelante por cuanto pone obstáculo a la desnudez espiritual y pobreza de espíritu, y vacío en fe, que es lo que se requiere para la unión del alma con Dios.

10. Y, porque acerca de estas visiones sirve tambien la misma doctrina que en los capítulos 19 y 20 dimos para las visiones y aprehensiones sobrenaturales del sentido, no dedicaremos aquí más tiempo en abundar sobre ellas.


20.8.18

De las virtudes y de los vicios: Contrición


La Contrición es hija del purísimo Amor de Dios, sin mezcla de ninguna otra cosa. La Contrición siempre anda acompañada de una profundísima Humildad. La Contrición es un dolor interno del alma con el cual ella se detesta, abominando el pecado, ama purísimamente a Dios, y está con una vergüenza tan grande, corno es la Confianza en la Infinita Bondad de que está llena.

La Contrición es uno de los dolores que existen más aceptos a mi Corazón. La Contrición en un instante purifica, y hace de mis enemigos herederos del cielo. El Buen Ladrón tuvo una Contrición perfecta, y ya saben el modo tan tierno con que mi Corazón lo aceptó.

23.4.18

Diario de Santa Gemma Galgani [8]


Miércoles, 25 de julio de 1900
¿Y de hoy, qué diré? No encuentro paz; la soberbia me domina más que otros días. Para hacer un pequeño acto de humildad, tengo que sufrir mucho.

De lo que me sucedió ayer ([Como se echa de ver, la Santa escribió lo que precede el 25 de julio, y el resto el 26, dejando la misma fecha 25.]) hablaré bien poco: tengo una lengua muy larga y por ello sufren otros por culpa mía.

El confesor me ha impuesto por obediencia que hable poco, y nunca con personas que sepan mis cosas. Hace unos días vino el P. Norberto, ([P. Norberto de San José, misionero Pasionista.]) y escapé en seguida; vino otra vez e hice lo mismo; a decir verdad, estaba dispuesta a obedecer, pero, ¿qué sucedió luego? Pasados unos días tuve ocasión de hablar de esto con otro fraile, e inventé una hermosa mentira, diciéndole que había sido la señora Cecilia la que me había mandado esconder; y no fue así: había salido de mí.

14.8.18

De las virtudes y de los vicios: Perturbación


La Perturbación es otra arma de Satanás, con la cual se da gusto en las almas que de veras me sirven; pues aunque la emplea en el mundo y en otras mil ocasiones, tiene su campo favorito en las almas que tratan de oración y espirituales.

La Turbación puede, a veces, ser buena y producida por la profunda humildad en un alma pura. La Limpieza y la Delicadeza la llevan muchas veces consigo; pero siempre para mayor bien del alma; mas la Perturbación viene solamente de Satanás, y es producida únicamente por él, pues el Espíritu Santo jamás perturba, y sí, muchas veces, como ya dije, turba al alma ligeramente, o mejor y con más propiedad permite esta Turbación inocente y humilde, digna de merecimientos y recompensas.

20.5.18

De las virtudes y de los vicios: Soberbia Espiritual


Existe una Soberbia clara, (en cuanto a ella se le puede aplicar esta palabra), que es la menos dañosa y más fácil de quitar.

Otra hay, espiritual, la cual es la ponzoña de las Religiones y la destrucción de ellas. ¡Oh!, ¡y cuántos daños hace y cuántas almas engaña y precipita a la ruina sin que apenas ellas lo conozcan!

Pero la más perjudicial, la que roe los corazones ocultísimamente, la que mata y sin embargo pasa desapercibida en su mayor parte, es la Soberbia espiritual perfecta, así la llamaremos, porque es tan fina y delicada, cuanto venenosa y dañosa... Esta es la que sólo reina en las almas que se llaman Mías... Allá está escondida en los más ocultos pliegues del entendimiento, memoria y voluntad. No se conoce, si con luz divina no se le busca, ¡tan disfrazada está!... Generalmente las almas en que tiene su nido, pasan por santas, a los ojos del mundo.

12.8.18

El combate espiritual: evitar errar en el camino de perfección cristiana


- De algunas razones por que los hombres viven descuidados, sin llorar las ofensas de Dios, y sin aspirar a la virtud ni a la perfección cristiana. -

Las razones por qué el hombre duerme profundamente en su tibieza, y no se levanta del pecado, ni se da a la virtud como debe, son diversas y, entre otras, las siguientes:

La primera es, porque no habita dentro de sí, ni ve lo que se hace en su casa, ni sabe quién la posee; mas, vago y curioso pasa sus días en divertimientos y vanidades, y aunque se ocupe en cosas lícitas y buenas en sí mismas, no obstante, de las que pertenecen a la virtud y conducen a la perfección cristiana ni se acuerda ni tiene pensamiento alguno.

Y si tal vez se acuerda y conoce su necesidad, y es inspirado por Dios a mudar de vida, responde "¡bah, bah!", "después, después", y nunca dice con resolución "hoy" ni "ahora".

28.8.18

El combate espiritual. Tratado segundo: las tentaciones se convierten en bien



- Que Dios nos envía estas tentaciones para nuestro bien. -

Para entender más particularmente que las tentaciones nos vienen de Dios para nuestro bien, se debe considerar que el hombre por la depravada inclinación de la naturaleza corrompida es soberbio, ambicioso y amigo de su propio parecer, presumiendo siempre de sí mas de lo que verdaderamente es. Esta presunción es tan peligrosa para el progreso espiritual, que solamente el olor es suficiente para no dejarnos llegar a la perfección. Por esta causa Dios con la providencia y paternal cuidado que tiene de cada uno de nosotros, y particularmente de los que se han entregado de veras a su servicio, toma por su cuenta el ponerse en estado en que podamos salir de tan peligrosa ilusión, y vengamos como forzados a tener verdadero conocimiento de nosotros mismos, como hizo con el apóstol san Pedro, cuando permitió que lo negase (Matth. XXVI), para que de este modo se conociese a sí mismo, y perdiese esta peligrosa presunción, y no se fiase en adelante en sus propias fuerzas. Y con el apóstol san Pablo, cuando por preservativo de esta peste del alma, y del abuso que podía hacer de las altas revelaciones con que lo había favorecido, le dio una molestísima tentación (I Corinth., c. XII, 7), que le hiciese conocer la fragilidad y flaqueza natural, y lo tuviese sujeto y humilde. Dios, pues, compadeciéndose de nuestra miseria y perversa inclinación, permite que nos vengan estas tentaciones, y que tal vez sean horribles y formidables, para que nos humillemos y nos conozcamos bien, aunque nos parezca que nos son inútiles y de ningún provecho.

En esto se descubre su bondad y sabiduría infinita, pues con lo mismo que a nosotros nos parece mas nocivo, más nos aprovecha, ya que venimos a humillarnos y a confundirnos, que es lo que principalmente ha menester nuestra alma. Pues ordinariamente sucede, que el siervo de Dios que se halla en tal estado, juzga que las tentaciones, la indevoción, la tibieza y sequedad de espíritu que siente en sí, proceden únicamente de sus imperfecciones, y de que no puede haber persona alguna tan imperfecta y defectuosa como él, ni que sirva a Dios con tan grande tibieza y flojedad; y se persuade por tanto a que las imaginaciones y pensamientos que le combaten no vienen sino a las almas perdidas y desamparadas de Dios, y que por esta causa merece también la suya ser tratada con el mismo rigor y desamparo. De donde resulta, que el que antes presumía ser algo, después con esta amarga medicina que le ha venido del cielo se tiene por el peor hombre del mundo, y se considera indigno aun del nombre de cristiano; y no hubiera venido jamás a tan baja estimación o sentimiento de sí mismo, ni a tan profunda humildad, sin el remedio de estas amarguras y tentaciones extraordinarias, lo cual es una gracia muy singular que Dios hace en esta vida a las almas que se ponen y resignan enteramente en sus manos para que las cure de sus dolencias y enfermedades, como sea de su agrado, y con la medicina que solamente su Majestad conoce perfectamente que las es conveniente y necesaria para su salud y bien.

31.10.18

De las virtudes y de los vicios: Presencia



La Presencia de Dios nace del Silencio interno y de la Modestia espiritual perfecta en sus dos grados. La Presencia de Dios sólo habita en las almas puras o purificadas, pues esta divina Presencia es tan limpia y delicada, que no admite cerca de sí la menor mancha en el alma.

Existen diversos grados de Presencia de Dios, los cuales da el Espíritu Santo cómo y a quien le place.

La Presencia de Dios es a veces tan intensa que raya en Oración altísima y elevada que casi llega a Unión.

Otras veces es menos vehemente, diré, y sólo experimenta el alma el indecible bienestar que le produce.