Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

20.8.18

De las virtudes y de los vicios: Contrición


La Contrición es hija del purísimo Amor de Dios, sin mezcla de ninguna otra cosa. La Contrición siempre anda acompañada de una profundísima Humildad. La Contrición es un dolor interno del alma con el cual ella se detesta, abominando el pecado, ama purísimamente a Dios, y está con una vergüenza tan grande, corno es la Confianza en la Infinita Bondad de que está llena.

La Contrición es uno de los dolores que existen más aceptos a mi Corazón. La Contrición en un instante purifica, y hace de mis enemigos herederos del cielo. El Buen Ladrón tuvo una Contrición perfecta, y ya saben el modo tan tierno con que mi Corazón lo aceptó.




Esta contrición fue el único consuelo que tuvo en la Cruz mi Corazón amargado, fuera del que llenaba a mi alma al cumplir en todas sus partes la voluntad santísima de mi Padre. Mas de parte de los hombres fue el único consuelo; y por eso amo tanto la Contrición, pues en ella descuella mi Misericordia, desplegándose en favor de esta virtud bendita.

La Contrición es la llave del cielo, con la cual se puede abrir a todas horas.

La Contrición rompe las cadenas de la Justicia.

La Contrición lleva dentro de sí tal fuego divino que en un instante quema, transformando al pecador en santo, consumiendo con su fuego hasta las pajas de las imperfecciones. El Bautismo y la Contrición en alto grado son las dos cosas que en un momento dejan al alma limpia de culpa y pena.

Es admirable el efecto de la Contrición en las almas, y el grado de limpieza que deja en ellas.

La Contrición es el más sólido fundamento o cimiento de la vida espiritual, pero se entiende de la Contrición perfecta, que consigo lleva la más profunda Humildad, y al Amor de Dios más puro y encumbrado. En la Contrición el alma muere a todo propio interés, y sólo busca a Dios. El alma verdaderamente contrita ama a Dios por ser quien es, sin pretender nada absolutamente que no sea su divina Voluntad.

La Contrición verdadera humilla al hombre con el conocimiento de su propia miseria, vileza y malicia que lo confunde, haciéndole entender también algo quién es Dios y lo que a Él le debe. Para la vida espiritual perfecta es indispensable esta limpieza de alma, pues mide una pureza singular y muy alta. La Contrición es una espada de dos filos, con uno hiere lo más íntimo del alma, despedazándola con la pena terrible de haber ofendido a su Dios, y con el otro hiere la Fuente de la Divina Misericordia, haciéndola derramarse en torrentes sobre el alma arrepentida, limpiándola y purificándola.

Esta Contrición puede practicarse y se practica por las almas puras, alcanzando siempre mayor limpieza por medio de actos purísimos de amor, aquilatándose mutuamente ambas cosas: el Amor y el Dolor.

Los enemigos capitales de la Contrición son: el Mundo, el Demonio y la Carne. En el alma soberbia jamás se asoma, en las almas sin Fe, tampoco; la Contrición necesita de la Humildad por puerta y por compañera. En el humilde aunque esté lleno de pecados descansará la Contrición más o menos tarde. Una cosa aleja a la Contrición de los corazones más que la misma Frialdad, y ésta es la Tibieza. La Tibieza es el polo contrario de la Contrición. Un corazón frío está mejor dispuesto para recibirla, mas un corazón tibio la repele, y casi nunca, a no ser por una gracia muy especial del Espíritu Santo, llega a experimentarla en su seno. Esta Tibieza maldita hace horribles estragos en las almas, y jamás deja entrar en ellas al Espíritu Santo, ni a las verdaderas y sólidas virtudes.

La tibieza es la venda obscura que cubre todo un mundo de almas que se creen piadosas y no lo son. Es uno de los vicios capitales que más aborrezco, pues sólo Yo sé medir los males infinitos que causa en toda clase de personas. La Tibieza es el veneno de los claustros y la antagonista de la Contrición. ¡Feliz el alma que se libra de ella!

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com