El Pudor del alma consiste en un vergonzoso rubor que le causa la santidad que en si lleva, es decir, la posesión completa en más o menos escala de las virtudes todas, que es lo mismo; y este Pudor, es el que atrae sobre el alma mis miradas de complacencia amorosa y tierna.
En este Pudor en el alma, una vergüenza santa que causa produce en ella la Modestia y la Humildad profundísima, y llega esta virtud sublime a unirse de tal manera al alma que la posee, que lo que es sobrenatural y mucho, llega a aparecer como natural en ella, por el nuevo ser que le ha comunicado esta misma virtud.
Este grado eminente y sublime de las virtudes de Modestia y Humildad que producen en el alma el Pudor santo, sólo el Espíritu Santo lo regala y comunica, y tan sólo a muy escogidas almas. Yo no me desposo jamás, sino con las almas pudorosas, y ¿saben cuáles son éstas? Las que, teniendo mis riquezas, son como si no las poseyeran..., las que, escuchando mis ternuras, se esconden, y levantándolas Yo, se abajan. Estas son las almas que Yo escojo para llamarlas mías.
Los enemigos del Pudor exterior son muchos. Una vez desatados hacen terribles estragos en las almas; pero el Pudor espiritual e interno, de que he hablado, no tiene enemigos, porque existe en unas regiones tan íntimas en las que sólo Yo me comunico, que ningún enemigo puede entrar a perturbarlo. En mi reino, Satanás no entra: en lo que es mío, él no tiene ni puede tener parte.
Al Pudor del alma pura, también lo acompaña siempre la Presencia divina, y ella es su centro, su vida y su envoltura; porque en el pudor del alma, todo es divino, y la naturaleza no penetra ahí. El alma con Dios, y Dios con el alma escogida, sin testigos, se introduce dentro de aquellas Regias Cámaras donde vive el Esposo.
Este santo Pudor del alma ruborizó a María en la Anunciación. La vergüenza de verse tan pura y descubierta a los ojos del Altísimo, la turbó y tuvo unos momentos de vacilación, en que la vergüenza de lo divino campeaba... Ella era llena de gracia, pero al escuchar los oídos de su alma, más que los de su cuerpo purísimo, el saludo del Ángel, sufre, al sentirse descubierta ante su Dios y Señor.
Este Pudor santo sonrojó a María más que a ninguna otra criatura, porque su profundísima Humildad y Modestia también eran inmensamente mayores que las de cualquiera otra. Mas Yo precisamente buscaba este Pudor virginal para gozarme en él y formar ahí mi descanso.
Luego que María, en sus excelentes virtudes, se rindió al peso de las Bondades divinas, y hundida más y más, en el vergonzoso Pudor de su Humildad incomparable, (pero superando en ella sólo una cosa, porque sólo ésta debe superar al Santo Pudor del alma), superando, digo, la voluntad divina, que era para ella y debe ser para cualquiera alma que me ame su todo, confundida respondió: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su Palabra".
¡Yo me gozo en la vergüenza de las almas puras...! Yo me gozo en sus luchas y congojas, y las sigue y las persigue mi purísima mirada hasta los ocultos senos en donde se esconden. ¡Si supieran cuánto amo Yo esos suplicios de las virtudes, esos despojamientos sublimes de lo Mío, de la Pobreza espiritual perfecta de estas almas que llegan al avergonzamiento pudoroso de mis Gracias y de mis Dones...! Porque es fruto muy escogido en el mundo.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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