Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

12.8.18

El combate espiritual: evitar errar en el camino de perfección cristiana


- De algunas razones por que los hombres viven descuidados, sin llorar las ofensas de Dios, y sin aspirar a la virtud ni a la perfección cristiana. -

Las razones por qué el hombre duerme profundamente en su tibieza, y no se levanta del pecado, ni se da a la virtud como debe, son diversas y, entre otras, las siguientes:

La primera es, porque no habita dentro de sí, ni ve lo que se hace en su casa, ni sabe quién la posee; mas, vago y curioso pasa sus días en divertimientos y vanidades, y aunque se ocupe en cosas lícitas y buenas en sí mismas, no obstante, de las que pertenecen a la virtud y conducen a la perfección cristiana ni se acuerda ni tiene pensamiento alguno.

Y si tal vez se acuerda y conoce su necesidad, y es inspirado por Dios a mudar de vida, responde "¡bah, bah!", "después, después", y nunca dice con resolución "hoy" ni "ahora".




Otros hay que persuadiéndose y convenciéndose a sí mismos que la verdadera mudanza de la vida, y los ejercicios de la virtud, consisten en ciertas devociones particulares, gastan todo el día en repetir muchas veces el Pater noster y Ave María, sin trabajar ni poner la mano en la mortificación de las pasiones propias, que los tienen asidos a las criaturas.

Otros se dan a los ejercicios de la perfección, mas edifican sin los fundamentos de las virtudes, porque cada virtud tiene su propio fundamento, como la humildad tiene por fundamento el deseo de ser estimado en poco, y parecer vil y despreciable a los ojos de todos. Quien abre la zanja y edifica el fundamento de la humildad, recibe luego con alegría las piedras de esta fábrica, que son los desprecios, las afrentas y las ocasiones de producir actos de dicha virtud. Con lo cual aumentándose el deseo de ser tenido en baja estimación y concepto, y recibiendo los desprecios con alegría, va creciendo el edificio de la humildad; y para que éste llegue a su perfección, se debe pedir continuamente a Dios por los méritos de su Hijo humillado.

Algunos hacen todo esto, mas no por amor a la virtud o por agradar a Dios. De donde nace que su virtud no es uniforme, pues en el trato con los demás, son humildes con unos y soberbios con otros: humildes con los que han menester, y soberbios con aquellos cuya estimación no conduce ni aprovecha para sus fines.

Otros hay que, deseando la perfección cristiana, la procuran por sus propias fuerzas (que son muy débiles y flacas), y por sus industrias y ejercicios, y no estriban en Dios desconfiando de sí mismos; por lo cual antes retroceden que adelantan. Ni faltan algunos que apenas han entrado en el camino de la virtud, se persuaden que han llegado ya a la cumbre de la perfección, y desvaneciéndose en sí mismos, se desvanece también su virtud.

Si quieres, pues, adquirir la perfección cristiana, desconfía primero de ti misma; y después, confiada en Dios procura con todo estudio encender en ti un vivo deseo de alcanzarla, renovando y aumentado cada día este deseo. Además de esto estate advertida, y cuida de que no se te huya de las manos ocasión alguna de ejercitar la virtud, ya sea grande, ya pequeña, y si alguna dejaste escapar, mortifícate y castígate en alguna cosa, y no omitas jamás esta mortificación o castigo.

Aunque aproveches y adelantes mucho en la virtud, haz de cuenta que empiezas cada día, y procura ejecutar cualquier acto con tanta diligencia y cuidado, como si en él solo consistiera toda la perfección; y lo mismo que hicieres en el primer acto has de hacer en el segundo y en el tercero, y en los demás. Guárdate de los defectos pequeños con el mismo cuidado que de los grandes.

Abraza la virtud por la virtud, y por agradar a Dios, no por tu propia satisfacción, pues de este modo serás siempre una misma con todos y una misma ya estés sola, ya acompañada; y sabrás tal vez dejar la virtud por la virtud, y a Dios por Dios. No declines ni a la diestra ni a la siniestra, ni vuelvas atrás. Procura ser discreta, amiga de la soledad, de la oración y de la meditación, pidiendo a Dios que te dé la virtud y la perfección que vas buscando, porque Dios es la fuente de toda la virtud y perfección a que nos llama a cada hora.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com