Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

9.6.18

De las virtudes y de los vicios: Meditación


La meditación es hija de la Soledad del alma, y a medida que crece el vacío en ésta, por el despojamiento de las pasiones, (para lo cual es una arma poderosa la misma Meditación), el alma va adquiriendo luz y conocimiento más y más claro para conocerse a sí..., y conocerme a Mí...

Es muy útil la meditación para todo hombre que vive sobre la tierra, y para la vida espiritual es indispensable. En ella bebe el alma la luz, la fuerza, la energía, la constancia, la humildad, la obediencia y todas las demás virtudes, adquiriendo además el conocimiento de ellas, para su fruto y provecho.

El mundo se pierde porque no medita.




La Meditación es la puerta que conduce a la santidad y la escala para llegar a la Oración.

El hombre que medita, se salva, porque la Meditación es el pararrayos del pecado, y el hombre que no peca es mío, y yo le premiaré como a tal.

Toda la vida del hombre debiera constituirse en la Meditación, porque de la Meditación nace la alabanza, y el hombre a su paso por la tierra no debiera hacer otra cosa que alabarme, y constantemente alabarme.

Con este altísimo fin lo crié y puse en su camino tan incontables bienes, para que todo le sirviera para ir a Mí por medio de la Meditación y de la alabanza que de ella procede. Ningún hombre puede meditar, sin que de sus labios y de su corazón conmovido broten espontáneamente alabanzas hacia Mí, ya de gratitud, ya de admiración o ya de profunda reverencia amorosa.

Yo soy el único digno de la alabanza y del amor de todos los corazones, y todo el que se aparta de este Objeto único, que soy Yo, yerra y se desordena.

La Meditación arrastra al hombre a la práctica de una vida cristiana, recta y ordenada.

La Meditación no impide la vida activa: antes la prepara, vigoriza y hace al alma sobrenaturalizarla.

¡Cuántos males incalculables se evitarían con la práctica santa de la Meditación! ¡En ella está la fuente de las enseñanzas divinas!
La Meditación es la puerta que conduce a los divinos favores, y la Oración es la llave de esa puerta de oro.

Satanás aborrece la Meditación, porque es la gran arma con la cual el alma se defiende de sus asechanzas y astucias.

El alimento precioso de la fe es la Meditación, que descubre al alma humilde y limpia los campos infinitos de las Verdades eternas.

La Meditación continuada arranca innumerables luces para el alma y descubre ante su vista, en cuanto es posible en esta vida, el velo de los santos y divinos Misterios.

Por la Meditación recibe el alma innumerables gracias. Ella conduce al hombre con paso firme al profundo conocimiento de su nada.., ella le enseña de dónde viene..., y a dónde va... Ella quita de su camino los tropiezos del pecado y le señala su último fin; desata sus dificultades, refrena sus vicios y pasiones, endereza en su espíritu lo que está torcido, y cual una madre amorosa, lo lleva en sus brazos librándolo de infinitos males.

Ella prepara al alma para la perfección, y su misión en la vida espiritual es muy alta, elevada y de copiosísimos frutos.

Ella es la escoba que barre la basura de las almas; es el agua que las purifica con la contrición, haciéndoles ver, tocar y aborrecer sus pecados y faltas: es la luz que ilumina las tinieblas que envuelven el camino del hombre sobre la tierra. Por ella descubre el alma las redes de Satanás y se libra de sus traidoras acechanzas.

Es tan importante y laboriosa la misión que la Meditación tiene que desempeñar en el hombre que no hay criatura que pueda medir su extensión.

Es una virtud activa que no descansa en el alma que la lleva consigo. Ningún santo ha dejado de llevarla por querida y amada compañera, y ha sido el alimento, el descanso y la perfección de muchas almas.

La Meditación es el taller donde se arreglan las virtudes en la forma y medida necesaria para cada alma.

Es el expendio donde estas virtudes se compran.

Ella es, en fin, un tesoro escondido que hace rico y poderoso a quien lo posee.

La Meditación es una lente de aumento que descubre a la mirada del espíritu, con claridad asombrosa, los secretos divinos; es la puerta que conduce a la purificación del alma y a la limpieza del corazón.

No hay palabras humanas con que encarecerla.

Un alma que no medita no puede emprender el camino espiritual, sencillamente porque no tiene luz para ver y lavar sus manchas; y como la vida o camino espiritual exige la pureza del alma para emprenderse, el alma que no medita y que por consiguiente no se purifica no puede entrar en él debidamente.

Es un error creer que el camino espiritual se puede emprender sin la previa purificación del alma, y por esto hay tanto engaño en esta materia.

El verdadero camino del espíritu no lo pueden cruzar sino las almas limpias y sacrificadas. ¿Por qué? Porque lleva consigo muchas espinas..., y muchos primores..., y ambas cosas exigen la pureza de un corazón sacrificado, amante y abnegado.

La Meditación contiene muchos grados y escalones: son de una variedad asombrosa y llevan en su fisonomía diferentes colores. Tiene la Meditación la propiedad, corno la Oración, de acomodarse a todos los entendimientos y corazones, produciendo siempre en las almas dispuestas abundantes frutos para su santificación.

De todas las cosas criadas se sirve ella, en el corazón del hombre, para conducirlo hacia Mí, su principio, su fin y su todo. Nada existe en el orden natural, y aún divino, de que ella no pueda servirse para el mismo objeto.

El mundo se pierde, repito, porque no se detiene a considerar su ruina... La fría disipación lo envuelve, la soberbia ofusca su mente, la adulación lo adormece, y la cobardía y el respeto humano lo precipitan en la vacilación, en la duda y en la oscuridad tenebrosa de mil pasiones que lo hunden en el espantoso fango de todos los vicios. Las almas se pierden porque falta la Meditación, y también el Sacrificio que con ella anda sin separársele jamás.

La Meditación de los Misterios y de mi santísima vida es de mucho fruto para las almas; pero la Meditación de mi Pasión debiera ser el pan cotidiano del hombre.

Esta Meditación de mi Pasión y de mis dolores tiene o lleva en sí la virtud de encender a las almas en el fuego de mi amor y en el sacrificio.

Las almas que con frecuencia meditan mi Pasión no tardarán mucho, si están limpias, en arder en el divino fuego.

No existe en la tierra combustible más a propósito para encender los corazones en el amor santo, que la meditación continuada de mis dolores por el hombre.

La Meditación que alcanza a mis dolores internos raya en Oración, por los divinos frutos que ella trae a las almas.

¡Felices las almas que llegan a internarse por la llaga de mi Costado hasta el fondo de mi Corazón divino!

Ahí, en esa fuente de dolor y de amor, es donde todo amor propio se ahoga y muere, y el alma, entonces, comienza a vivir de sólo Cristo...

La Meditación hace cruzar al alma por la vía Purgativa e Iluminativa; ésta última se encuentra muy principalmente en mi Corazón divino.

Ahí es donde se conoce el alma y me conoce, se aborrece el alma y me ama; muere a sí para comenzar a vivir en Mí, y por Mí, y para Mí...

Ahí es donde toma vuelo para llegar a la Unión con el Espíritu Santo.

Ahí comienza para ella la más fina y pura crucifixión; ahí se sumerje en el crisol más ardiente de otra clase de purificación interior y se prepara a los dolores internos..., y a los divinos amores.

Ahí dentro aprende y practica, o comienza a practicar, las hermosas virtudes espirituales perfectas.

¿Ves, hijo mío, hasta donde lleva la Meditación al alma feliz que la práctica?

Propiamente la Meditación y la Oración no son virtudes, sino unas escaleras misteriosas y divinas que llevan hasta el cielo por medio de las virtudes, facilitándolas, a las almas intrépidas que por ellas suben.

Los enemigos de la Meditación son los escuadrones enteros de Satanás, multiplicados; los cuales, por cuantos medios están a su alcance, impiden al alma dedicarse a ese espiritual ejercicio.

Es terrible la guerra que estos malos espíritus hacen al alma que quiere ascender por esta escala de la Meditación. Se necesita para vencerlos las virtudes guerreras de la firmeza, energía, constancia y vencimiento. La correspondencia y la fidelidad también son indispensables para derrocar a estos incansables enemigos.

Una cosa sobre todo necesita el alma que emprende la ascensión laboriosa de la Meditación, una virtud hermosa e indispensable en la que necesita descansar esta escalera para que no se vengan abajo; ¿sabes cuál es esta virtud, cimiento de la Meditación, y de la Oración, sobre todo?

La Humildad, la Humildad y la Humildad; y mientras más profundo sea este cimiento, más firme y más elevada será esta escalera o edificio.

Toda Meditación que no se apoye sobre tal cimiento de profunda humildad caerá por tierra más o menos tarde.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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