Sí, menuda pregunta, ¿verdad? ¿Quién la es capaz de responder? "Sí", "no", "sí existe en parte", "no existe pero existe algo parecido"... Nadie actualmente se aclara a este respecto, sea cualquiera la confesión religiosa o cristiana que sea, no hay tema en el que no haya más confrontación, dudas, interrogantes, e incluso abierta incoherencia.
Y más aún últimamente, donde ha cobrado fuerza una corriente de opinión que niega la existencia del purgatorio, e incluso niega el mismo infierno. Esa creencia ha partido de influencias evangélicas, que rechazan el purgatorio, y ha cobrado gran fuerza por el apoyo de algunos papas. De hecho, Benedicto XVI ha llegado a negar el mismo infierno, afirmando que tanto el purgatorio como el infierno son simplemente "estados del alma". Ahora bien, ¿cómo se ha llegado a semejante disparate? Para entenderlo hay que entender qué es en lo que creen (más bien, en lo que no creen) los evangélicos y luteranos, que es de donde parte la raíz de todo esto embrollo.
Ellos -los evangélicos- afirman que no hay ninguna parte dentro de la Biblia en donde se hable explícitamente del purgatorio, y añaden que, dado que el sacrificio en la cruz de Cristo ya valió y pagó por todos nuestros pecados, pensar que tenemos que pagar con penas y sufrimientos por ellos nosotros es invalidar el sacrificio en la cruz.
De hecho este pensamiento para ellos es una constante sobre la que se asienta y sustenta todo el fundamento de su doctrina: estamos en este mundo para gozar, porque Cristo "ya pagó por todos" lo que había que "pagar" o el sacrificio de reparación que había de hacerse a Dios. Penas, tristezas y castigos que tengamos aquí no sirven para nada, "porque Cristo ya pagó por nosotros". Ante este panorama cualquier pecado que el cristiano cometa es inapreciable y sin importancia, y el cristiano es libre de hacer lo que se le antoje porque, de hecho, sus pecados están perdonados en el sacrificio de la cruz y aquí puede cometer cualquier acto delictivo que, salvo las penas civiles, no tendrá ningún castigo ni manchará su alma, "lavada en la sangre del Cordero de Dios" para siempre. Podríamos extendernos muchísimo comentando y mostrando los errores de semejantes barbaridades (que, para más asombro, muchos se las creen), pero solo diré, y será suficiente, que con esta filosofía los evangélicos niegan valor alguno a los mártires, a las ofrendas de olor agradable a Dios de los pobres y enfermos, e incluso llegan a quitarle el valor al martirio y muerte de los mismísimos apóstoles. Según ese pensamiento evangélico, los mismos apóstoles y primeros mártires cristianos habrían muerto "para nada", solamente "por divertimento para Dios", porque al Señor "le apetecía". Si quitan de buenas a primeras, como ellos hacen, el valor de las penas y el dolor, de la humildad y la sobriedad, le quitan la misma esencia de la creencia cristiana, ya que creemos en un crucificado. Pero qué puede esperarse de una religión -la evangélica- que tiene como eje central el poder, el placer y el dinero, y creen que todo cristiano debe ser rico y poderoso. Sirven al dinero, no a Dios (Lucas 16:13), y ante esa realidad poco se puede objetar.
Lo peor es que en nuestro tiempo esas sectas son tan poderosas que han llegado a influir en algunos papas, como Juan Pablo II y el mismo Ratzinger. Ellos afirman que el purgatorio son "estados del alma", pero bien, no pueden decir eso y quedarse tan anchos, antes conviene aclarar: ¿qué es un "estado del alma"?
Es crucial, por tanto, explicarlo. Todos nosotros en cualquier momento de nuestra vida terrenal podemos estar en tres estados del alma diferentes, y pasar de uno al otro en sucesivos momentos de la vida. Uno de los estados es el de santidad. Ese es el estado en el que nos encontramos inmediatamente después de una buena confesión o, en su caso, tras haber realizado actos de contricción y arrepentimiento de pecados veniales.
Un estado por debajo del de santidad es el estado de gracia. En este estado estamos la mayoría de cristianos. Se le llama "de gracia" porque las gracias divinas se derraman sobre nosotros diariamente (sí, cada día), y aún nos inspiran y nos inundan, aunque no estemos cien por cien libres de pecado.
Y el tercer y último estado es el estado de pecado mortal o de condena. Si muriésemos en ese estado, irremediablemente acabaríamos en el infierno y, para salir de él, además de un arrepentimiento necesitamos una confesión y un dolor de pecado. En este estado aún se pueden recibir las gracias divinas (porque Dios no abandona a nadie), pero no estamos con la misma claridad ni predisposición para recibirlas y aprovecharlas como en el estado de gracia. Por eso es mucho más difícil que una persona en pecado mortal se arrepienta sinceramente de sus pecados, a que lo haga una en estado de gracia.
El estado de pecado mortal es el que se incurre con graves pecados: el asesinato, el adulterio, o la negación de Dios y cerrazón a su bondad. Es, en otras palabras, un estado en el que nos negamos a nosotros mismos no solo a no reconocer a Cristo como nuestro Salvador y Redentor, ni siquiera la mayoría pueden oír o soportar hablar no solo de Dios, sino de su doctrina o de nada que haga referencia a la salvación. Es un estado de condenación absoluta.
En el estado de santidad, una vez muertos, directamente iríamos a la presencia de Dios, gozaríamos sin más ni más de las excelencias divinas. En éste estado es en el que han fallecido algunos santos y mártires.
En el estado de pecado mortal, el ánima iría directamente al infierno, y se perdería para siempre.
Ahora bien, en el estado de gracia, que es, insisto, el estado en el que casi todos los cristianos solemos estar, el cristiano no tiene el alma absolutamente limpia. Esto se explica porque, a diario, cientos de tentaciones y de amenazas tanto exteriores como interiores nos van dañando y empañan nuestra alma y, aunque la luz divina nos ayuda a evitarlas y a darnos cuenta de ellas, van creando en nuestra alma imperfecciones e impurezas que conviene limpiar, por confesión o, a veces, por contrición sincera, según el caso. Quien muera en ese estado no puede acceder directamente a Dios por pura y simple incompatibilidad de esencia: porque nada imperfecto, ni una mota de polvo, puede presentarse en la perfección absoluta que es el Señor Dios. Obviamente, esa ánima tampoco acudiría al infierno.
Si la comunión de los santos, en la que creemos y declaramos en el Símbolo, alcanza a todo el cuerpo místico cristiano de la iglesia, es lógico que, participando de la misma los santos que ya están en la gloria, y los cristianos sobre la tierra, lo hagan también los que aún están en camino para ir a Dios, contrinstándose por sus imperfecciones y purificándose, lo que se suele decir como purgando sus penas, o sea: en el Purgatorio.
Si negamos el purgatorio de un plumazo estaríamos tachando de mentiroso, e incluso más: de fraudulentos, a San Simón Stock, a Santa Faustina Kowalska, y tantos santos y santas, religiosos y religiosas que, a lo largo de muchos siglos, han presenciado y visto, así como testificado, la existencia del purgatorio.
Más aún: estaríamos negando las apariciones de la Virgen de Fátima, y de tantas otras, que han declarado también sobre el purgatorio dándonos motivos y pruebas de su existencia. Obviamente como los evangélicos no creen en nada de eso, tampoco creen en todos los mensajes que esas apariciones y santos y santas han dicho y, para ellos, todo eso no son más que burlas demoníacas o, simplemente, cuentos. Solo creen, eso sí, en el poder material, el poder que puedan ver y tocar. O, dicho de otro modo: no tienen fe, y sin fe, simplemente, andan cegados en estos mundos espirituales. Son como tantas otras herejías que a través de la historia ha tenido que enfrentar la misma Iglesia. No es nada nuevo, siempre ha pasado y siempre han tenido sus momentos de éxito y fama, hasta desaparecer en el tiempo, como muchas otras corrientes de pensamiento parecido antes. Solo la Iglesia permanece porque solo la Iglesia la sustenta Dios. Así de simple. El resto, como obra humana que es, acabará diluyéndose tal como apareció.
Una de las mayores controversias que Lutero denunció y que algunos de esa misma opinión esgrimen, es que si el purgatorio existiese y las ánimas del mismo se vieran recompensadas por las indulgencias que la iglesia les ofrece, los ricos y poderosos tendrían más ventaja que los pobres, porque podrían, por ejemplo, encargar más misas para sus familiares que los mismos pobres.
Por desgracia nadie dentro de la Iglesia cristiana ha entrado apenas a debatir ese extremo, y creo que conviene hacerlo y hacerlo con claridad, para que todo el mundo lo entienda. Si los ricos y los poderosos pueden encargar más misas, y hacer con ello uso a su favor de "la comunión de los santos", no debemos olvidar algo que mencionamos anteriormente: los sacrificios. Los pobres, con sus penas y sufrimientos agradabilísimas al Señor, tienen esa ventaja ya de por sí, sin necesidad de "ayuda externa", por decirlo así. En ese sentido, el Señor, en su gran bondad e inteligencia, ya preveyó y se cuidó de que esa alma no se viera en desigualdad frente a ánimas de ricos y poderosos, e incluso se viere con ventaja. Recordemos el pasaje evangélico de las ofrendas en el templo: Cristo explica en él que la anciana ha dado mucho más que todos los demás, más ricos, aunque su dinero materialmente valiera menos (Lucas 21:4). Por eso mismo podría decirse que una sola misa u oración, o acto de devoción, proveniente de una familia pobre, vale más ante los ojos del Señor que cien misas ofrecidas por una familia poderosa sin el mismo fervor o con mucha mayor riqueza. El sacrificio de la misa es infinitamente valioso para el Señor, pero aplicar cien misas por un rico que puede pagarlas, puede ser lo mismo ante el Señor que dos de un pobre que lo hace por devoción y sin poder pagar más. Hacer misas u oraciones como "intercambio de cromos" ante Dios no es solo negar su inteligencia, es burlarse de Él, es negar su bondad y, en última instancia, es, encima, un gran pecado.
Por otro lado, e insistiendo en el tema de las misas por los difuntos (por los que han partido a la casa del Padre), conviene recordar que hasta el más pobre puede ofrecerla a nivel individual, simplemente asistiendo a la misma y sin pagar nada de su bolsillo. ¿Puede alguien pensar que es menos valiosa esa oración y esa Eucaristía ante los ojos de Dios? Por supuesto que no. En último témino, y en definitiva, al final lo que importa es el espíritu y predisposición del hombre y, como en muchas partes de los evangelios queda en evidencia, Dios presta atención sobre todo al corazón (Juan 4:24), de manera que una misa ofrecida con verdadera intención de reparación para las almas purgantes tiene una fuerza descomunal tanto o más que cien ofrecidas tirando de bolsillo, de cheques, de influencias con obispos, de fama, de poder mundano y de monedas.
Asimismo, los remedios "gratuitos" que Dios ha previsto y nos ha ofrecido para todas las ánimas del purgatorio son tan numerosos y abundantes que solamente podrían provenir de la generosidad divina, que no conoce límites y que, por tanto, alcanza a todos, y a los más pobres con preferencia sobre todos los demás: la oración de Santa Gertrudis, que permite sacar del purgatorio a mil almas "ipso facto", las oraciones del rosario y diversas indulgencias gratuitas que cualquiera puede destinar a esas ánimas y, sobre todo, la promesa del santo escapulario, donde la mismísima Virgen María del Monte Carmelo intervendrá para llevarnos con ella y como eficaz y poderosa mediadora ante su Hijo para interceder por nosotros.
Con todo esto, ¿cómo algunos pueden pensar que Dios ha abandonado a su pueblo, o que solo unos pocos ricos pueden librarse del purgatorio? Más bien el pueblo ha abandonado a su Dios, por desgracia, e incluso ha ido en estos tiempos más allá: no solo niega la existencia de un mundo tras la muerte, sino que niega la mismísima bondad del Señor. El siguiente paso será entonces negar la misma vida eterna, la resurrección, y decir y defender que el único reino de Dios está aquí y ahora, como algunos ya están diciendo. Que Dios se apiade de todos los que se dejen influenciar por esa nueva corriente de herejía, una más de tantas entre las cuales los cristianos hemos tenido que convivir y a las que hemos tenido que enfrentarnos. Pero Cristo, siempre, siempre, resultará vencedor. Que nadie lo dude.
| Redacción: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
La Salvación no se gana tras la muerte física, los Salvos van directos a la presencia del SEÑOR una vez muertos, no hay nada que el hombre pueda hacer por una persona muerta.
ResponderEliminarLos Salvos lo son por el SEÑOR desde antes de la creación del mundo, por eso que no es poco y por la muerte de CRISTO para limpiar TODOS los pecados de los Cristianos por FE, no tiene sentido el purgatorio.
*Efesios 1: 3-14
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,
4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,
5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,
6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,
7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,
8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,
9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en si mismo,
10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.
11 En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad,
12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.
13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.
*Romanos 8:29-39
29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.
31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
36 Como está escrito:
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero.
37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Amén
*La soberanía de Dios en la salvación: https://www.youtube.com/watch?v=iPWrcRYVuR4
en eso te equivocas, querido amigo. Tanto Cristo como San Pablo hablan claramente del Purgatorio. Y pensar que no existe no es solo ir contra la tradición de la iglesia desde sus primeros tiempos, sino contra la opinión de grandes santos (todos ellos creían en el purgatorio, y muchos escribieron sobre él).
ResponderEliminarLa soberbia es un gran pecado, hay que tener cuidado no caer en él creyéndonos que somos superiores a todos, e incluso a los santos. No viene mal un poco de humildad.
No sabía que citar textualmente la Biblia era de soberbios, no he dicho nada que no esté escrito en la Biblia, y la Biblia es clara al respecto, solo adoradás y glorificarás al SEÑOR, pero bueno, que cada uno crea lo que quiera.
ResponderEliminarNo voy a juzgar a nadie, no soy quien para ello y lamento que te sientas así ya que no era mi intención, solo digo lo que digo, y lo que digo es lo que está en Biblia, de los márgenes de la Biblia nunca me salgo.
La iglesia, cuerpo de Cristo.
1 Corintios 12:11-27
11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.
12 Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo.
13 Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
14 Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos.
15 Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?
16 Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?
17 Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?
18 Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso.
19 Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
20 Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo.
21 Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.
22 Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios;
23 y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro.
24 Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba,
25 para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros.
26 De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.
27 Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.
28 Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.
29 ¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros?
30 ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos?
31 Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente.
Amén
Apolino, querido amigo, es que ese es un pensamiento que proviene de los evangélicos, esa creencia la han implantado los luteranos hace siglos.
ResponderEliminarDecir que no hay purgatorio es como afirmar que Nuestra Señora del Carmelo miente. Eso no lo voy a permitir, más que nada porque soy carmelita y por mi Madre voy a muerte. Y de quien menos me lo esperaba era de alguien tan católico y creyente como tú. No me apena oir esas cosas de otros, pero de mis hermanos en Cristo sí.
ResponderEliminarHola Bianamaran, Si crees en el Evangelio de Cristo y en el PADRE ya es más que suficiente, lo demás ya es por añadidura, no vayamos a discutir por detalles, ya sabes que hasta dentro de la iglesia hay sus dimes y diretes.
Solo digo que nunca pierdas la vista de CRISTO que debe ser nuestro eje central y nuestro principal referente, porque si quitamos a CRISTO de la Biblia ¿Qué nos queda? …. Yo también soy Católico y doy gracias por serlo, pero con el tiempo me he centrado más en la figura de Jesucristo.
Te pido disculpas Bianamaran si te ha molestado algún comentario, haya paz, que para pocos Católicos que somos y menos que vamos quedando, debemos de dar ejemplo.
Solo hay que ver la inquina con la que el demonio ataca a los creyentes, no estamos pasando precisamente por la mejor de las épocas: https://infovaticana.com/categoria/noticias/cristianofobia/
Muchas gracias por tus palabras Apolino, y no, no me molesta, tranquilo. Lo único decirte que, si amas al Señor, por obviedad y por lógica tienes que amar a su Madre. Yo nunca fui muy "mariano", pero en lo personal la Santísima Virgen me ha ayudado mucho, ella es el mejor camino que nos lleva a Cristo, y no es una frase hecha, es que es así. Ojalá lo experimentes tú también en tu vida. Oraré por ello.
ResponderEliminarGracias hermano.