Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

23.4.18

Diario de Santa Gemma Galgani [8]


Miércoles, 25 de julio de 1900
¿Y de hoy, qué diré? No encuentro paz; la soberbia me domina más que otros días. Para hacer un pequeño acto de humildad, tengo que sufrir mucho.

De lo que me sucedió ayer ([Como se echa de ver, la Santa escribió lo que precede el 25 de julio, y el resto el 26, dejando la misma fecha 25.]) hablaré bien poco: tengo una lengua muy larga y por ello sufren otros por culpa mía.

El confesor me ha impuesto por obediencia que hable poco, y nunca con personas que sepan mis cosas. Hace unos días vino el P. Norberto, ([P. Norberto de San José, misionero Pasionista.]) y escapé en seguida; vino otra vez e hice lo mismo; a decir verdad, estaba dispuesta a obedecer, pero, ¿qué sucedió luego? Pasados unos días tuve ocasión de hablar de esto con otro fraile, e inventé una hermosa mentira, diciéndole que había sido la señora Cecilia la que me había mandado esconder; y no fue así: había salido de mí.




No sé cómo vino a saberlo el susodicho Padre Norberto, y vino en seguida a contárselo a la señora Cecilia, la cual se molestó bastante; no menos disgusto me causó a mí. Ella me preguntó si de verdad no se lo había dicho a nadie; le respondí que no, pues no me acordaba de nada; pero no faltó quien me lo recordase todo; vino el Ángel de la Guarda y me comenzó a reñir diciendo:

- Pero, ¡cómo, Gema! ¿También mentiras? ¿No te acuerdas cómo hace días, en castigo de haber contado las cosas al Hermano Fabián ([Fabián del Sagrado Corazón, lego pasionista, que, siendo postulante del vecino retiro del Ángel, paraba a menudo en casa Giannini. La Santa se entretenía de buena gana con este humilde y sencillo religioso, que luego, en los procesos de beatificación, nos ha dejado hermosos testimonios de la virtud de Gema.]), te hice estar media hora...?

Entonces me acordé de todo (he de decir que el Ángel de la Guarda me castiga siempre que hago alguna cosa mal: no pasa noche que no le tenga), y él me mandó que se lo fuese a contar todo a la señora Cecilia y la rogase me perdonase en nombre suyo.

Prometí hacerlo, ¡pero sí!, pasó todo el día, llegó la noche, y yo sin hacer ese pequeño acto de humildad. Volvió a avisarme el Ángel, diciéndome que si no se lo decía todo a la tía, durante la noche vendría el diablo.

Al oír esta amenaza no pude resistir más y me fui a su habitación. Estaba en la cama, y la luz apagada; no me parecía verdad: así no sería vista. Del mejor modo que me fue posible lo dije todo, pero con gran esfuerzo; era una vergüenza para mí el no ser capaz de humillarme. Por último, después de haberme dicho que todo lo olvidaría, me fui a acostar. ¡Olvidarlo! Así lo decía ella, pero no era posible. Pedí muchas veces perdón a Jesús, a mi buen Ángel, y me fui a la cama. ¡Qué noche tan perra! El Ángel de mi Guarda, por la mucha dificultad que mostré en hacer este acto de humildad, me dejó sola, y el enemigo no dejó de hacerme alguna visita. Dormir no podía, por tener la conciencia intranquila; ¡qué mal que estaba!

Santa Gemma Galgani | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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