Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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2.4.21

Las indulgencias



Indulgencia es la remisión de la pena temporal debida por el pecado, después que éste ha sido perdonado en cuanto a la culpa y a la pena eterna por la absolución sacramental. Las indulgencias constituyen un tesoro espiritual, formado de las satisfacciones de nuestro Señor Jesucristo y las de sus Santos, y de este tesoro podemos nosotros tomar a manos llenas, por decirlo así, de las arcas que la Iglesia tiene siempre abiertas para sus hijos.

Los Santos después de haber satisfecho plenamente a la divina justicia, siguieron acrecentando más y más sus méritos y satisfacciones con penitencias voluntarias, enfermedades, persecuciones y otras penalidades, de tal manera que llegaron al fin de su vida con un gran caudal de satisfacciones, de las cuales no teniendo ellos necesidad, fueron a parar al erario común de la Iglesia. Las satisfacciones de Jesucristo son infinitas, y a muchísimos de los Santos les sobraron, como hemos dicho, con gran exceso, sobre todo a la Reina del cielo, que no habiendo jamás manchado su purísima alma, no tuvo nada que satisfacer.

12.4.22

Qué son los votos personales (y qué no son)



Muchas personas piadosas hacen votos y promesas a Dios muchas veces, bien para obtener alguna gracia, o para adquirir más perfección y agradar más a nuestro Señor. El voto es una promesa deliberada hecha a Dios de una cosa mejor. No son votos los sencillos propósitos que hacemos a Dios, o en nuestro interior, de alguna materia, sino que el voto es una promesa formal, deliberada, advertida, considerada, con la cual nos comprometemos seriamente y bajo pecado a alguna cosa. Si no hubo advertencia plena, intención de obligarse y libertad de cumplir, el voto no vale nada, y es como si no se hubiera hecho. Y cuando uno mismo duda de si hizo voto o sencillo propósito, no se tenga por obligado como voto.

Puede uno obligarse con voto, según cada uno quiera, o bajo pecado mortal o bajo pecado venial. Pero ahora bien, es de advertir que no se puede uno obligar bajo pecado mortal cuanto la materia es leve, por ejemplo a rezar una vez tres Avemarías. En cambio, puede obligarse bajo pecado venial, aunque la materia sea grave (por ejemplo, hacer voto por erigir un templo).

Consejos acerca de los votos:
- No se hagan sin reflexionar.
- No se hagan votos numerosos, es mejor hacer pocos y cumplirlos.
- No se hagan votos sobre cosas muy difíciles.
- Consultar antes a un director espiritual prudente.
- Cuando se tenga dificultad real y manifiesta en cumplir un voto, acudir a un confesor.

En general, es mejor contentarse con hacer propósitos sin más, y cumplirlos, y sólo dejar los votos para los casos más graves, o para estados en los que son necesarios (sacerdocio, matrimonio, consagración...). Con cumplir los propósitos que realicemos ya tendremos tarea más que suficiente, sin necesidad de acudir a votos estrafalarios. Hacer votos a la ligera cuando estamos en dificultades o en situaciones extremas (enfermedad mortal, gran desgracia personal...) no es nada aconsejable, dado que podríamos incurrir en pecado cuando, una vez superada la situación, nos olvidemos del voto o no estemos en condiciones de cumplirlo. Por ello, los votos siempre han de darse en situaciones de paz espiritual, y de equilibrio emocional y en profunda serenidad.

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17.5.21

Santos y beatos dominicos con indulgencia plenaria



Santos y beatos de la Orden que tienen indulgencia plenaria confesando, comulgando y haciendo visita a la iglesia.

Enero:
- Día 16. Los protomártires de la Orden de San Francisco, Berardo, Pedro y socios. Indulgencia plenaria. (18 Octubre 1844).
- Día 30. Santa Jacinta de Mariscottis, Virg. 3 O. Indulg. plen. (17 Noviemb. 1807).
- Día 31. B. Luisa de Albertoni, Vid. 3 O. Indulg. plen (8 Agosto 1862).

Febrero:
- Día 5. SS. Pedro Bautista y Socios, mrs. del Japón. Indulg. plen (15 de Julio 1739).
- Día 22. Sta. Margarita de Cortona. Indulg. plen (26 Julio 1728).

5.12.20

El riesgo de dilatar la penitencia. Segundo ejemplo



La memoria del Juicio Final inquieta y turba a todos los cristianos, y les estimula al bien obrar.

En las crónicas de la Orden de Predicadores se refiere que enfermó de muerte un religioso de pocos años, pero muy virtuoso; y estando para morir cerró los ojos con sus manos, y con señales de regocijo comenzó a reírse. Extrañados, los religiosos que allí estaban le preguntaron la causa, a lo cual respondió diciendo: "Porque me ha venido a visitar San Raimundo, mártir y rey de esta provincia, y toda la celda está llena de ángeles". Y luego dio muestras de gran contento, diciendo: "Nuestra Señora la Virgen María ha venido: saludémosla todos". Lo hicieron cantando una Salve.

"¡Oh, y con cuánta alegría - dijo -, ha oído la Soberana Virgen esta salutación!". Abrió después los ojos, y miró a la puerta, diciendo: "Ahora viene Cristo Nuestro Señor a juzgarme".

1.4.21

Cómo distribuye Dios los sufragios comunes. Testimonio



En cierta ocasión dijo el Señor a Santa Gertrudis, que al alma que sale de este mundo y entra en el Purgatorio con más pecados se le aplican con más limitación los socorros, sufragios y favores que la Iglesia ofrece en común por los fieles difuntos que a aquellas otras que salen de la presente vida con menos reato de culpas.

Y continuó diciéndole Su Majestad: "Has de saber y tener por cosa cierta, que la gravedad del peso que tiene oprimidas a aquellas almas, se va aligerando y aliviando con el transcurso del tiempo, con cualesquiera oraciones, trabajos y sacrificios que me ofrecen sus amigos con pura y sencilla intención por ellas. Por lo cual, según más o menos son favorecidas de sus parientes y amigos, y cuanto las oraciones son más afectuosas y fervorosas, y cuanto las mismas almas lo merecieron más por su particular devoción a las llaves de San Pedro y tesoro de la Iglesia, tanto con mayor presteza son liberadas de las prisiones y cadenas de fuego que las atormentan, y son purificadas con más brevedad de las manchas que las afean, para gozar de la vista hermosa de Dios".

(Revelaciones de Santa Gertrudis, lib. V, cap. XIX)

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24.12.20

La sepultura de los cadáveres



Sabido es que una de las obras de misericordia es la de enterrar los muertos. El cuerpo del hombre que fue un día templo vivo del Espíritu Santo, y compañero inseparable de un alma criada a imagen y semejanza de Dios, merece ser conservado y devuelto a las entrañas de la tierra de la cual fue tomado. Esto hacemos enterrando los muertos. La Iglesia, Madre siempre cariñosa con sus hijos, los acompaña a su última morada, bendice el sepulcro y el cuerpo del difunto al borde mismo de la tumba, y el ministro de Jesucristo tomando un puñado de tierra la arroja sobre el cadáver, y dándole el postrer adiós, dice: "Vuelva el polvo a la tierra de donde salió, y el alma a Dios que la ha dado. ¡Descanse en paz! Amén".

Desde los más remotos tiempos sabemos que se conservó constantemente en el mundo la costumbre de sepultar los muertos con honor. ¿Quién no ha oído hablar de las famosas pirámides de Egipto, construidas para sepulcro de sus reyes? La mayor de todas, que nosotros hemos visitado, llamada Cheops, del nombre del Monarca que la fundó, costó veinte años de construir, trabajando en ella trescientos sesenta mil hombres, como refiere Diodoro; es decir, que se empleó constantemente en esta obra la tercera parte de la población del Egipto, turnando en ella por provincias. ¿Y quién ignora el cuidado que tenían en preservar los cadáveres de la corrupción y disolución, empleando todos los medios para conservar sus formas por medio de aromas, fajas, ligaduras y sarcófagos, a lo cual se debió el arte de embalsamar llevado a la mayor perfección, como se ve por las momias que todavía se conservan, sobre todo en la ciudad del Gran Cairo? El pueblo de Israel puso también todo esmero en enterrar a sus muertos, como lo vemos en el Génesis con Abrahán, Isaac, Jacob y el hijo de éste, el patriarca José. Tobías debió al ejercicio de esta piadosa ocupación los más singulares beneficios.

24.4.21

Estragos de la sensualidad



Poco mas o menos se expresa así el P. Nieremberg en las "Obras espirituales", tomo 2.°, página 463:

Considera los daños gravísimos que trae consigo la pestilencia del pecado de la carne, pues derrama la hacienda, pierde la fama, quita la salud, acorta la vida, apresura la vejez, embota la memoria, oscurece el entendimiento, estraga la voluntad, destierra la quietud del alma, es seminario de enemistades, muertes, violencias, inficiona la república y la entrega a sus enemigos, y priva a los que posee de su libertad, los hace esclavos y sujetos a sus antojos y desvarios. ¿Qué hacienda hay tan gruesa, qué tesoro tan rico que la sensualidad en poco tiempo no lo consuma? Pues la fama, ¡cuan presto se amancilla y ensucia! ¿Hay vicio que así avergüence y salga al rostro como la deshonestidad? Por eso los libidinosos, cuando quieren cometer su maldad, se esconden y buscan lugares secretos y solitarios, y las tinieblas y obscuridad de la noche.

¿Qué diré de la salud que se pierde? ¿Qué de la vida que se acaba? ¿Qué de la vejez que llega antes de tiempo a los torpes y deshonestos ? Por estos y otros estragos que causa este vicio en las potencias del alma, ¿quién no ve cuan acertadamente se compara el lujurioso al perro por su desvergüenza; al puerco, porque se revuelca en el cieno de sus inmundicias; al escarabajo, que vive en los muladares, y su contento y gusto es en la suciedad y en la basura; al ratón, que roe y consume todo lo precioso; a la serpiente, que escupe ponzoña y anda pecho por tierra? Y a otros viles animales.

21.1.21

El Purgatorio del deseo



¿Qué viene a ser eso? Dirá quizás algún crítico desenfadado, pensando tal vez que tocados de la comezón de decir cosas peregrinas, nos entramos sin discreción ni juicio en un campo desconocido, abierto a los cuatro vientos, sin guía, camino ni vereda.

No lo permita Dios: conocemos muy bien las declaraciones hechas por el Santo Concilio de Trento en la sesión XXV, "Decreto sobre el Purgatorio", en las cuales se ordena a los Obispos que no permitan se divulguen y traten cosas inciertas o que tengan vislumbres e indicios de falsedad, y por lo tanto, nada más lejos de nuestro ánimo que infringir directa ni indirectamente estos preceptos. Porque al decir "Purgatorio del deseo", no tratamos de enseñar que haya más Purgatorio que el definido por la Iglesia, aunque muy bien puede Dios purificar a un alma fuera de aquel lugar, y algunas veces lo hace, como lo atestiguan diferentes revelaciones.

7.1.21

Pena de sentido



No tratamos aquí de definir el Purgatorio; decimos solamente que es aquél un lugar saturado de fuego y de otros suplicios que no nos es dado comprender. Si a un hombre se le encerrase en un profundo calabozo, tan angosto que no pudiera mover un pie, tan lóbrego que le fuera imposible el percibir objeto alguno, y que sin saber de dónde ni cómo le venían descargasen sobre él tremendos golpes, y le aguijoneasen con hierros candentes, ¿cuánto más lo sentiría, que si pudiese ver a cara descubierta a aquellos que le atormentaban, y probar a moverles a compasión por todos los medios que pudiera sugerirle lo crítico de su situación?

Esta caliginosa noche y ciega nebulosidad donde se produce la conflagración de un fuego devastador, constituye, según parece, los tormentos que se padecen en el Purgatorio. Aquel fuego se cree generalmente que es corpóreo y elemental, semejante al de este mundo, aunque dotado de una actividad y ardor inmensamente superiores. San Gregorio el Grande, hablando de la materialidad de este fuego, dice: "Sicque fit, ut res corporea incorpoream exurat". Es decir, que una cosa de su naturaleza corpórea, quema y abrasa a la que es incorpórea, o sea al alma.

30.11.20

Miserias de la vida y necesidad de la penitencia



Entre los bienes naturales ninguno conocemos que pueda compararse con la vida; éste es seguramente el mayor bien que hay en el mundo: por eso los hombres apetecen tanto el vivir largo tiempo, para lo cual casi siempre se hallan dispuestos a hacer cualquier género de sacrificios.

¡Cuántos, por conservar la vida han renunciado a toda su hacienda! ¡Y qué pruebas tan crueles no sufren muchos por recuperar la salud perdida! Abstinencias, dietas, amputación de miembros, medicinas hediondas y abominables, tratamientos dolorosos y sufrientes..., y otros mil nauseabundos y molestísimos remedios.

26.12.20

Un lugar llamado Purgatorio. El Viejo Testamento



Hay un lugar llamado Purgatorio, donde ciertas almas padecen temporalmente después de esta vida.

Para demostrar que hay Purgatorio, además de las muchas apariciones de almas, tenemos:

- 1. Las Escrituras del Antiguo Testamento.
- 2. Las Escrituras del Nuevo Testamento.
- 3 Los Concilios.
- 4 Los Padres de la Iglesia.
- 5 La razón teológica.

28.2.21

Obligación de rogar por los difuntos



La caridad, que es hija de Dios, nos impone el deber de amar a nuestros semejantes, como miembros que somos de un mismo cuerpo místico cuya cabeza es Jesucristo. Entre los que vivimos en este mundo y los del Purgatorio existe una unión íntima que nos constriñe fuertemente, y no podemos prescindir de ella sin faltar a lo que a nosotros mismos nos debemos, puesto que el Evangelio dice que con la misma medida con que midiéremos a los demás, seremos también medidos.

En virtud de la comunión de los Santos, las almas del Purgatorio forman parte lo mismo que nosotros de la gran familia de Cristo, y como sus intereses nos son comunes, nuestras han de ser igualmente sus pérdidas y quebrantos, toda vez que en una familia bien regulada no puede darse que sufra un miembro sin que los demás se resientan.

12.5.21

Propiedades agua bendita



Ventajas del uso del agua bendita, que consiguen los fieles que la toman o emplean devotamente, como leemos en las oraciones con que la bendice la Iglesia para remedio de nuestras necesidades espirituales y corporales.

UTILIDADES ESPIRITUALES

- 1.a Dice así el Misal al echar sal en el agua: "Que seas hecha sal exorcizada o conjurada para la salud de los creyentes". "Ut efficiaris sal exorcizatum in salutem credentium".

- 2.a Y se aparte y huya del lugar donde fueres derramada, toda fantasía, maldad, astucia y engaño del diablo. "Et effugiat a loco in quo aspersum fueris, omnis phantasia et nequitia, vel versutia diabolicae fraudis".

- 3.a Conjurado por El (por Jesucristo), expele toda infección del espíritu inmundo, o sea toda tentación lasciva. "Adjuratus per eum, discedit omnis spiritus immundus".

- 4.a Se perdonan por ella los pecados veniales. "Sit omnibus sunmentibus, salus mentis".

- 5.a Aleja todas las asechanzas ocultas del enemigo. "Discedant omnes insidiae latentis inimici".

- 6.a Por la invocación del santo nombre de Dios se libra uno de los malos pensamientos. "Per invocationem Sancti Nominis Dei, omnis infestatio immundi spiritus abigatur".

- 7.a Y a todos los que pedimos con viva fe la asistencia del Espíritu Santo, donde quiera que nos hallemos se nos da. "Et praesentia Sancti Spiritus nobis misericordiam tuam poscentibus ubique adesse dignetur".

12.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (89)



15. Y de que también de los hechos y casos de los hombres puedan tener los espirituales noticia aunque estén ausentes, tenemos testimonio y ejemplo en el cuarto libro de los Reyes (5, 26) donde, queriendo Giezi, siervo de nuestro Padre Eliseo, encubrirle el dinero que había recibido de Naamán Siro, dijo Eliseo: "¿Por ventura mi corazón no estaba presente cuando Naamán revolvió de su carro y te salió al encuentro?", lo cual aconteció espiritualmente, viendolo con el espíritu como si pasase en su presencia. Y lo mismo se prueba en el mismo libro (4 Re. 6, 11­12), donde se lee también del mismo Eliseo que, sabiendo todo lo que el rey de Siria trataba con sus príncipes en su secreto, lo decía al rey de Israel, y así no tenían efecto sus consejos, hasta tal punto que viendo el rey de Siria que todo se sabía, dijo a su gente: "¿Por qué no me decís quién de vosotros me es traidor acerca del rey de Israel?". Y entonces le dijo uno de sus siervos: "No es así, señor mío, mi rey, sino que Eliseo profeta, que está en Israel, manifiesta al rey de Israel todas las palabras que en tu secreto hablas".

16. La una y la otra manera de estas noticias y experiencias, también como de las otras, acontecen en el alma pasivamente, sin hacer ella nada de su parte. Porque ocurrirá que, estando la persona descuidada y remota, se le pondrá en el espíritu la inteligencia viva de lo que oye o lee, mucho más claro que el sonido de la palabra y, a veces, aunque no entienda las palabras si son en latín o en otro idioma y no lo sabe, se le representa el significado de esas palabras aunque no hable ese idioma.

17. Acerca de los engaños que el demonio puede hacer y hace en esta manera de noticias e inteligencias habría mucho que decir, porque son grandes los engaños y muy encubiertos que de este tipo de experiencias hace, por cuanto por sugestión puede representar al alma muchas noticias intelectuales y ponerlas con tanto asiento, que parezca que no hay otra cosa y, si el alma no es humilde y recelosa, sin duda la hará creer mil mentiras. Porque la sugestión hace a veces mucha fuerza en el alma, mayormente cuando participa algo en la flaqueza del sentido, en que hace pegar la noticia con tanta fuerza, persuasión y asiento, que tiene que ejercer el alma entonces harta oración y fuerza para echarla de sí. Porque a veces suele representar pecados ajenos, y conciencias malas, y malas almas, falsamente y con mucha luz, todo con la intención de difamar y con gana de que se descubra aquello, para que se lleven a cabo pecados, poniendo celo en el alma de que es para que los encomiende a Dios o disfrazándolos y vistiéndolos de apariencia de bondad. Que, aunque es verdad que Dios algunas veces representa a las almas santas necesidad, si es de sus prójimos es para que las encomienden a Dios o las remedien, así como leemos que descubrió a Jeremías la flaqueza del profeta Baruc (Jr. 45, 3) para que le diese acerca de ella doctrina. El demonio falsamente simula algo parecido muy muchas veces para inducir en difamación, pecados, tropiezos y desconsuelos, de lo cual muchos tenemos muy mucha experiencia. Y otras veces pone con gran ímpetu otras noticias y las hace creer.

18. Todas estas noticias, ahora sean de Dios, ahora no, muy poco pueden servir al provecho del alma para ir a Dios si el alma se quisiese sujetar a ellas. Más aún, antes si no tuviese cuidado de negarlas en sí, no sólo la estorbarían, sino aún la dañarían harto y harían errar mucho. Porque todos los peligros e inconvenientes que hemos mencionado, puede haber en las aprehensiones sobrenaturales de las que hasta aquí hemos tratado, y más aún en este tipo de experiencias sobrenaturales. Por tanto, no me alargaré más aquí en esto, pues en renglones pasados hemos dado bastante doctrina, sino sólo diré que debe haber gran cuidado en negarlas siempre, queriendo caminar a Dios por el no saber, y siempre dando cuenta de estas experiencias a su confesor (o maestro) espiritual, estando siempre a lo que éste dispusiere respecto de las mismas. El cual debe hacer pasar al alma espiritual muy de paso por todo este tipo de experiencias, como de refilón, no haciéndola cargar con nada para así poder avanzar en su camino de unión; pues de estas cosas que pasivamente se dan al alma siempre se queda en ella el efecto que Dios quiere, sin que el alma ponga su diligencia para lograrlo. Y así, no me parece hay por qué explicar aquí el efecto que hacen las experiencias verdaderas ni el que hacen las falsas, porque sería cansar y un no acabar, ya que los efectos de estas no se pueden cobijar bajo una doctrina superflua y fugaz por cuanto, como estas experiencias son muchas y muy variadas, también lo son sus efectos, pues que las buenas los hacen buenos, y las malas, causan malos, etc. Así que diciendo que absolutamente todas se nieguen, queda dicho lo suficiente para no arriesgarse a errar.


2.12.20

El riesgo de dilatar la penitencia



Cosa arriesgada es y que difícilmente dejará de pagarse en el otro mundo, el aplazar la penitencia para lo último de la vida. Cierto e indubitable es aquello del Maestro de las Sentencias: "Que el tiempo de la penitencia dura hasta el último instante de la vida". Ciertamente; en cualquier tiempo que el pecador se volviere a Dios, le hallará con los brazos abiertos, dispuesto siempre á recibirlo en el paterno hogar. Por eso dice el Señor: "Si el impío hiciere penitencia de todos sus pecados..., de cuantas maldades hubiere cometido no me acordaré Yo". Pero si esto es de fe, y por lo mismo no debe el hombre vacilar nunca tratándose de apelar al seguro de la divina clemencia, preciso es también que esta seguridad de parte de Dios no presumamos hacerla extensiva a nosotros mismos, siendo como es evidente, que ninguna cosa firme y estable se puede fundar sobre un cimiento tan movedizo y tan frágil como lo es de suyo la naturaleza humana.

El venerable Escoto, tratando de lo sospechosa y difícil que es la penitencia que se deja para la hora de la muerte, propone sobre este punto una conclusión, la cual prueba por las cuatro razones siguientes: La primera dificultad es por el gran impedimento que ponen los dolores y angustias de aquella hora, lo cual es causa del entorpecimiento que experimenta el uso de la razón y del libre albedrío.

16.2.22

Novena a San Ignacio de Loyola (6)



Por la señal...


- Acto de contrición:
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.

Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna.

Amén.

- Oración para todos los días:
Glorioso patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús, si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor; y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de Dios.

- Oración para el día sexto:
Jesús mío dulcísimo, que con el ejemplo y las palabras nos enseñaste el continuo ejercicio de la oración, y a vivir con el cuerpo en la tierra y en el cielo con el espíritu, os ofrezco los merecimientos del glorioso San Ignacio, y especialmente los de su continua y perfectísima oración con que vivió entre los ángeles, mientras moraba entre los hombres para conducirlos con sus trabajos y fatigas a la patria bienaventurada.

Os suplico, Señor amantísimo de mi alma, que me concedáis el don de la oración perfecta en aquel grado que me conviene para mi salvación, y para llevar a otros muchos a la gloria, así como la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, honor de San Ignacio, y bien de mi alma. Amén.


(Se rezan ahora tres padrenuestros y tres avemarías y tres glorias a la Santísima Trinidad, en obsequio de la devoción que San Ignacio tuvo a este inefable e incomprensible misterio).


- Oración para todos los días:
Santísimo patriarca San Ignacio, a quien Jesús escogió para capitán de su sagrada Compañía, y adornó con todas las virtudes que pedía este supremo cargo. Ángel en la pureza de cuerpo y mente; arcángel encargado de tantos negocios por la mayor gloria de Dios y bien de las almas; principado excelentísimo en la dirección de tantos millares de espíritus felices; potestad podedorísima para echar a los demonios de los cuerpos y de las almas; virtud prodigiosa en tantos y tan estupendos milagros; dominación suprema de la Compañía que formó tan dignos ministros evangélicos, y ahora continúa en formarlos desde el cielo; trono elevadísimo, en quien descansó la mayor gloria de Dios corriendo en vuestra fogosa alma por todas las partes del mundo; sapientísimo querubín, cuya mente ilustrada por el Espíritu Santo, dictó sabiduría celestial a su pluma; serafín fogosísimo, que aspiró en su vida y aspira continuamente desde el cielo a encender todo el mundo en llamas del dividno amor; abreviado paraíso de todas las virtudes y gracias, que a competencia de vuestra gran alma yo, patriarca amantísimo, me gozo de veros tan superior a cuantos elogios puede daros mi balbuciente lengua, y concebir mi tardo entendimiento, aunque inspirado de una voluntad ansiosa de amaros, y de que os amen todos los hombres.

Confiado en vuestra piedades, imploro vuestra benignísima caridad para que me alcancéis que viva yo una vida verdaderamente cristiana, conforme a las obligaciones de mi estado, observando perfectamente la ley santa de Dios y los consejos evangélicos que me pertenecen, y que no buscando en todas mis acciones otra cosa que la mayor gloria de Dios, consiga una muerte dichosa en los brazos de Jesús, en el amparo de su Santísima Madre María, y en vuestra presencia. Espero, San Ignacio dulcísimo y suavísimo, me alcancéis estas gracias tan importantes para mi eterna salvación, y el favor que os pido en esta novena si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro, y provecho de mi alma. Amén.


-Se hace ahora la petición que se desea alcanzar en la novena-.


- Oración final:
¡Oh Dios, infinitamente bueno y misericordioso! Pues he recibido de vuestra Majestad todos los dones naturales y sobrenaturales que tengo, deseoso de ser en alguna manera agradecido a vuestras misericordias, os vuelvo cuanto me habéis dado con esta oferta familiar en el corazón y en los labios del glorioso San Ignacio:

"Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Vos me lo dísteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro. Disponed de todo según vuestra voluntad, y a mí dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta".



- Conclusión (en latín):
Similabo eum viro sapienti, qui aedificavit domum suam supra petram.

Amavit cum Dominus et ornavit eum.
R.: Stolam gloriae induit eum.

Oratio:
Deus, qui ad maioren tui nominis gloriam propagaudam novo per Beatum Ignatium subsidio militantem Ecclesiam roborasti; concede, ut eirus auxilio et imitationes certantes in terris, coronari cum ipso mereamur in coelis. Per Christum Dominum nostrum. Amen.


- Conclusión (en español):
Le compararé al hombre prudente que edificó su casa sobre piedra.

El señor le amó y le distinguió.
R.: Le vistió vestidura de gloria.

Oración:
Oh Dios, que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio, alcánzanos que con su ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

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17.8.18

De las virtudes y de los vicios: Duda


La Duda es hija de la Soberbia y hermana de la Inquietud y de la Ceguera. Es un desorden que existe en el entendimiento del hombre del cual pasa a la voluntad, alimentado con el Orgullo.

Las Dudas voluntarias y consentidas en materia de fe, son pecados de los más graves que existen sobre la tierra, a los cuales Yo más rechazo, porque van amasados con el amor propio del hombre.

16.5.21

Normas para poner los Via Crucis



1.° Las catorce cruces, que deben ser de madera, bajo pena de nulidad, pueden ir unidas a otros tantos cuadros pintados o esculpidos, los cuales de ninguna manera se requieren para la validez de las estaciones.

2.° Las cruces se han de bendecir por el sacerdote que tenga legítima facultad; los cuadros se bendicen por congruencia.

3.° La bendición de las cruces, tanto válida como lícitamente, se puede hacer antes o en el tiempo mismo de fijarlas. Dicha bendición debe hacerla el erector no privadamente en su propia casa, sino en el mismo lugar donde se ha de hacer la elevación.

4.° No está obligado el erector a colocar las cruces por sí mismo; otro cualquiera las puede fijar y colocar privadamente y sin ceremonias, y aún en otro tiempo.

15.10.23

Examen de conciencia: quinto mandamiento



El quinto mandamiento nos dice:

No matarás.


Se incluye en este mandamiento toda clase de muerte, también la muerte por negligencia, por profesión (militar, policía...), y no solamente el asesinato.

También se comprenden en él otros tipos de "muertes" menos físicas pero también gravosas: iras, rencores, difamaciones (que matan la honra), dureza con el prójimo, etc.

13.1.21

Sobre la pena de daño. Testimonio



En los Diálogos de Cesario, se escribe de un joven que entró en religión, y hecha la profesión comenzó a llevar una vida muy distinta de los demás, afligiendo su carne con penitencias a su capricho.

Lo peor fue que, reprendido por su abad, se mantuvo firme en su juicio sin hacer caso de él, hasta que por fin su dureza e indiscreción lo llevaron al sepulcro. Pasados algunos días, el dicho superior vio delante de sí una sombra, y preguntado quién fuese le respondió:

- Soy el alma de aquel joven monje.

- Y bien - preguntó el abad -, ¿cómo estás?

- Estoy bien, padre - contestó -, porque por sola la misericordia de Dios no me he condenado; mas mis penas son tan acerbas, que ningún idioma humano puede explicarlas, y si sufro tanto es por haber querido vivir a mi antojo. Poco faltó para condenarme, y me fueron de gran ayuda las oraciones de los otros monjes cuando estaba para morir, porque concebí una gran contrición de mis pecados, sin que sepa si mis padecimientos durarán o no hasta el día del juicio final. Mi mayor pena es no poder ver a Dios, no poder gozar de Jesucristo, y el verme alejado de María Santísima. El Señor me ha mandado aquí para que no se haga nada contra la obediencia, si no se quiere poner en peligro la eterna salud. Y vos, padre mío, y los demás hermanos, apiadaos de mí y ayudadme con vuestras oraciones.

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