Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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25.4.17

La Iglesia, congregación de mártires


"El recuerdo de estos heroicos testimonios antiguos y recientes nos confirma en la conciencia que la Iglesia es una Iglesia de mártires. Ellos han tenido la gracia de confesar a Jesús hasta el final, hasta la muerte. Ellos sufren, ellos donan la vida, y nosotros recibimos la bendición de Dios por su testimonio". Lo ha recordado el Santo Padre Francisco durante la Liturgia de la Palabra en memoria de los "Nuevos Mártires" del siglo XX y XXI, que ha presidido en la tarde del sábado 22 de abril en la Basílica de San Bartolomé en la Isla Tiberina, de Roma, confiada a la Comunidad de San Egidio, y que se ha convertido en el lugar memorial de los "Nuevos Mártires", en la que se encuentran custodiadas varias reliquias.

El papa ha recordado que "existen también tantos mártires escondidos, esos hombres y esas mujeres fieles a la fuerza humilde del amor, a la voz del Espíritu Santo, que en la vida de cada día buscan ayudar a los hermanos y de amar a Dios sin reservas". La causa de toda persecución hay que buscarla en el odio: "del príncipe de este mundo hacia cuantos han sido salvados y redimidos por Jesús con su muerte y con su resurrección".

29.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (136)



CAPÍTULO 32.
Se muestran los dos provechos que se obtienen al negarse con respecto de las gracias sobrenaturales.


1. Además de los provechos que el alma consigue en librarse de los dichos tres daños por la privación de este gozo, adquiere dos excelentes provechos.
El primero es engrandecer y ensalzar a Dios; el segundo es ensalzarse el alma a sí misma. Porque de dos maneras es Dios ensalzado en el alma: la primera es apartando el corazón y gozo de la voluntad de todo lo que no es Dios, para ponerlo solamente en Él. Lo cual quiso decir David en el verso que hemos alegado al principio (Sal. 137, 6) de la noche de esta potencia, en donde (Sal. 63, 7) se dice: "Se acerque el corazón hacia lo alto, y será Dios ensalzado" (nota del corrector: en realidad el salmo al que hace referencia el santo menciona: Fraguan planes nefandos, / ocultan los planes fraguados, / y la mente y el
corazón de cada uno son recónditos", pero para la cuestión tratada no es demasiado importante; el salmo al que hace referencia al principio el santo no lo menciona, pero hemos creído conveniente incluirlo nosotros, así como una traducción más comprensible al castellano actual del salmo comentado) porque, levantando el corazón sobre todas las cosas, se ensalza a Dios en el alma sobre todas ellas.

2. Y porque de esta manera pone solamente a Dios por encima de todo, se ensalza y se engrandece a Dios, manifestando al alma su excelencia y grandeza. Y es que en este levantamiento de gozo en Él a su vez le da Dios testimonio de quién es, lo cual no se hace sin vaciar el gozo y consuelo de la voluntad acerca de todas las cosas, como también lo dice por David (Sal. 46:10), diciendo: "Estad quietos y ved que yo soy Dios". Y otra vez (Sal. 62, 3) dice: "En tierra desierta, seca y sin camino, me aparecí delante de ti, para ver tu virtud y tu gloria". Y pues es verdad que se ensalza Dios poniendo el gozo en Él y apartando dicho gozo de todas las otras cosas, mucho más se ensalza apartándole de las que son más maravillosas para ponerlo sólo en Él, pues son de más alta entidad siendo sobrenaturales. Y así, dejándolas atrás por poner el gozo sólo en Dios, es atribuir mayor gloria y excelencia a Dios que a ellas, porque cuanto uno más y mayores cosas desprecia por otro, tanto más le estima y engrandece.

3. No es esto todo sino que también es Dios ensalzado de una segunda manera: apartando la voluntad de este género de obras. Y es que cuanto Dios es más creído y servido sin testimonios y señales, tanto más es del alma ensalzado, pues cree de Dios más de lo que las señales y milagros le puedan dar a entender.

4. El segundo provecho en que se ensalza el alma es porque, apartando la voluntad de todos los testimonios y señales aparentes, se ensalza en fe muy pura, la cual le infunde y aumenta Dios con mucha más intención, y juntamente le aumenta las otras dos virtudes teologales, que son caridad y esperanza. Gracias a esto el espiritual goza de divinas y altísimas comunicaciones por medio del oscuro y desnudo hábito de fe, y de gran deleite de amor por medio de la caridad, con lo cual ya no se goza la voluntad en otra cosa que en Dios vivo, logrando una mayor satisfacción en sus pensamientos e interior por medio de la esperanza. Todo lo cual es un admirable provecho que esencial y directamente incide con mucha importancia, a los que disponen de estas virtudes o bienes sobrenaturales, para la unión perfecta del alma con Dios.


19.7.22

Imitar la paciencia de Dios



Jesucristo, nuestro Señor, no se contentó con enseñar la paciencia de palabra, sino que la enseñó sobre todo en sus actos. En la hora de la pasión y de la cruz, cuántas befas ofensivas escuchadas pacientemente, cuántas burlas injuriosas no soportó hasta el punto de recibir salivazos, Él, que con su propia saliva había abierto los ojos a un ciego. Fue coronado de espina el que corona a los mártires con flores eternas; fue despojado de sus vestiduras el que reviste a los demás de inmortalidad; alimentado con hiel el que da un alimento celestial; obligado a beber vinagre el que nos hace participar de la copa de la salvación.

Él, el inocente, el justo, o mejor dicho, la misma inocencia y la misma justicia, puesto en la hilera de los criminales; falsos testimonios aplastan a la Verdad Suprema; se juzga al que ha de juzgar; la Palabra de Dios, callada, es conducida al sacrificio. Después, cuando se eclipsan los astros, cuando los elementos se perturban, cuando tiembla la tierra, Él no habla, no se mueve, no revela su majestad. Hasta el final lo soporta todo con una paciencia inagotable y perfecta que encuentra su término en Cristo. Después de todo eso, todavía acoge a los homicidas, si se convierten y vuelven a Él; gracias a su paciencia, a nadie cierra su Iglesia. A sus adversarios, los blasfemos, los eternos enemigos de su nombre, no sólo los admite a su perdón si se arrepienten de su falta, sino que incluso les concede la recompensa del reino de los cielos. ¿podría alguien citar a alguno más paciente, más benévolo?

San Cipriano


Nota: San Cipriano, natural de Cartago, una vez convertido del paganismo llegó a ser obispo de su ciudad; escribe estas palabras en tiempos de persecución de la Iglesia, y sufrió el martirio (210-258).

11.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (88)



12. De lo uno y de lo otro tenemos testimonios claros en la sagrada Escritura. Porque, acerca del conocimiento espiritual que se puede tener de las cosas, dice el Sabio (Sab. 7, 17­21) estas palabras: "Me dio Dios ciencia verdadera de las cosas que son: la constitución del universo y las propiedades de los elementos, el comienzo, el fin y el entretiempo; las posiciones del sol y la alternancia de las estaciones, los ciclos del año y el movimiento de las estrellas; las diferentes especies y el comportamiento de las fieras salvajes; el poder de los espíritus y los problemas de los hombres; la variedad de las plantas y las propiedades de sus raíces. Supe, pues, todo lo que está oculto y todo lo que se ve, puesto que la sabiduría que lo ha hecho todo me lo enseñaba. En ella se encuentra un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, ágil, móvil, penetrante, puro, límpido, no puede corromperse, orientado al bien y eficaz".
Y, aunque este conocimiento que dice aquí el Sabio que le dio Dios de todas las cosas fue infuso y general, por esta autoridad se prueban suficientemente todas las experiencias que particularmente infunde Dios en las almas por vía sobrenatural cuando Él quiere. No porque les de hábito general de ciencia, como se dio a Salomón en lo mencionado anteriormente, sino descubriendoles a veces algunas verdades acerca de cualesquiera de todas estas cosas que aquí cuenta el Sabio.
Cierto es que Nuestro Señor acerca de muchas cosas infunde hábitos a muchas almas (aunque nunca tan generales como el de Salomón), tal como aquellas diferencias de dones que cuenta san Pablo (1 Cor. 12, 8­10) que reparte Dios, entre los cuales pone sabiduría, ciencia, fe, profecía, discreción o conocimiento de espíritus, inteligencia de lenguas, declaración de las palabras, etc. Todas esas destrezas o conocimientos son hábitos infusos, que gratis los da Dios a quien quiere, ahora natural, ahora sobrenaturalmente. En forma natural como a Balam y otros profetas idólatras y muchas sibilas a quien dio espíritu de profecía; y sobrenaturalmente, como a los santos Profetas y Apóstoles y otros santos.

Pero, aparte de estos hábitos o gracias "gratis data", lo que decimos es que las personas perfectas o las que ya van avanzando en perfección, muy ordinariamente suelen tener ilustración y noticia de las cosas presentes o ausentes, lo cual conocen por el espíritu que tienen ya ilustrado y purgado. Acerca de esto podemos entender aquella autoridad de los Proverbios (27, 19), que dice: "De la manera que en las aguas se reflejan los rostros de los que en ellas se miran, así los corazones de los hombres son manifiestos a los prudentes", por lo que se entiende referirse a aquellos que tienen ya sabiduría de santos, de lo cual dice la sagrada Escritura que es prudencia (Pv. 9, 10). Y a este modo, también estos espíritus conocen a veces sobre las demás cosas, aunque no siempre que ellos quieren, que eso es sólo para los que tienen el hábito, y aun esos no tampoco siempre en todo, porque es como Dios quiere dotarles.

14. Pero es de saber que estos que tienen el espíritu purgado, con mucha facilidad llegan a tener la habilidad natural para conocer, y unos más que otros, lo que hay en el corazón o espíritu interior, y las inclinaciones y talentos de las personas, siendo esto por indicios exteriores, aunque sean muy pequeños, como por palabras, movimientos y otras muestras. Porque, así como el demonio puede esto, porque es espíritu, así también lo puede el espiritual, según el dicho del Apóstol (1 Cor. 2, 15) que dice: "El espiritual todas las cosas juzga". Y otra vez (1 Cor. 2, 10) dice: "El espíritu todas las cosas penetra, hasta las cosas profundas de Dios". De donde, aunque materialmente no pueden los espirituales conocer los pensamientos o lo que hay en el interior de las personas, por ilustración sobrenatural del Espíritu Santo o por indicios bien lo pueden entender. Y aunque en el conocimiento hecho por los indicios que les llegan muchas veces se pueden engañar, la mayoría de las veces aciertan. Mas ni de lo uno ni de lo otro hay que fiarse, porque el demonio se entromete aquí enormemente y con mucha sutileza, como luego diremos, y así siempre se han de renunciar y rechazar las tales inteligencias y noticias.


28.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (135)




CAPÍTULO 31.
Se muestran los daños que le sobrevienen al alma cuando pone el gozo de la voluntad en este género de bienes sobrenaturales.


1. Tres daños principales me parece que le pueden ocurrir al alma cuando pone el gozo en los bienes sobrenaturales, conviene a saber: engañar y ser engañada; detrimento en el alma acerca de la fe; vanagloria o alguna vanidad.

2. Cuanto a lo primero, es cosa muy fácil engañar a los demás y engañarse a sí mismo gozándose en esta manera de obras. Y la razón es porque para conocer estas obras, cuáles sean falsas y cuáles verdaderas, y cómo y a qué tiempo se han de ejercitar, es menester mucho aviso y mucha luz de Dios, y lo uno y lo otro impide mucho el gozo y la estimación de estas obras. Y esto por dos cosas: por una parte, porque el gozo embota y oscurece el juicio, y por otra, porque con el gozo de esas obras no sólo se es más propensa la persona a deleitarse en ellas, sino que es también aún más empujada a que realice esas obras sin tiempo (nota del corrector: es decir, fuera de lugar o en un momento no adecuado).
Y dado el caso de que estas virtudes y estas obras que se ejercitan sean realmente verdaderas, bastan estos dos defectos para engañarse muchas veces en ellas, o porque no las entiende como deben entenderse, o no aprovechándose de ellas y acabando por no usarlas cómo y cuando es más conveniente. Porque, aunque es verdad que cuando da Dios estos dones y gracias les da a las personas también luz de ellas y el movimiento de cómo y cuándo se han de ejercitar, todavía ellas, por la propiedad e imperfección que pueden tener acerca de estas obras, pueden errar mucho, no usando de esas obras, bienes y/o virtudes con la perfección que Dios quiere, y cómo y cuando Él quiere. Como ejemplo podemos poner lo que quería hacer Balam cuando, contra la voluntad de Dios, se determinó a ir a maldecir al pueblo de Israel por lo cual, enojándose Dios, le quería matar (Nm. 22, 22­23). Y Santiago y san Juan querían hacer bajar fuego del cielo sobre los samaritanos porque no daban posada a nuestro Salvador, a los cuales Él reprendió con firmeza por ello (Lc. 9, 54­55).

3. Con todo esto se ve claro cómo a esas personas les hacía determinar a hacer estas obras alguna pasión de imperfección, envuelta en gozo y estimación de ellas, cuando no convenía. Porque, cuando no hay semejante imperfección, solamente se mueven y determinan a obrar estas virtudes cuándo y como Dios les mueve a ello, y hasta entonces no conviene mostrarlas o ejercerlas. Precisamente por eso se quejaba Dios de ciertos profetas por Jeremías (23, 21), diciendo: "No enviaba yo a los profetas, y ellos corrían; no los hablaba yo, y ellos profetizaban". Y más adelante dice (23, 32): "Hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les mandé". Y allí también dice (23, 26) de ellos que ven las visiones de su corazón y cuentan lo que esas visiones dicen, lo cual no caerían en este error si ellos no tuvieran esta abominable propiedad de imperfección en estas obras.

4. Con estas declaraciones con la autoridad de la Sagrada Escritura se da a entender que el daño de este gozo no solamente llega a usar inicua y perversamente de estas gracias que da Dios, como Balam y los que aquí dice que hacían milagros con los que engañaban al pueblo, mas aún hasta llegar al punto de usarlas sin haberselas Dios dado, como el caso de los que profetizaban sus antojos y publicaban la visiones que ellos componían o las que el demonio les representaba. Porque, como el demonio los ve aficionados a estas cosas, les da en esto largo campo y muchas materias con las que enredarse, entrometiendose de muchas maneras, y con esto tienden ellos las velas y cobran desvergonzada osadía, alargándose y explayéndose en estas prodigiosas obras.

5. Y no para esto solamente, sino que a tanto hace llegar el gozo de estas obras y la codicia de ellas que hace que, si los tales tenían antes pacto oculto con el demonio (porque muchos de estos por este oculto pacto obran estas cosas), ya vengan a atreverse a hacer con el ser maligno pacto expreso y manifiesto, sujetándose, por concierto, por discípulos al demonio y a los allegados suyos. De aquí salen los hechiceros, los encantadores, los mágicos aríolos (adivinos por agüeros) y los brujos.
Y a tanto mal llega el gozo de estos sobre estas obras, que no sólo tienen la osadía de querer comprar los dones y gracias por dinero, como quería Simón Mago (Hch. 8, 18), para servir al demonio, sino que aún procuran hacerse con las cosas sagradas y hasta (lo que no se puede decir sin temblar) con las divinas, como ya se ha visto haber sido usurpado el sacratísimo y santísimo Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo para uso de sus maldades y abominaciones. ¡Alargue y muestre Dios aquí su gran misericordia!

6. Y cuán perniciosos son este tipo de personas para sí mismas y perjudiciales para la Cristiandad, cada uno podrá bien claramente entenderlo. Donde es de notar que todos aquellos magos y aríolos que había entre los hijos de Israel, a los cuales Saúl arrojó de la tierra (1 Sm. 28, 3) por querer imitar a los verdaderos profetas de Dios, habían dado en tantas abominaciones y engaños.

7. Debe, pues, el que tuviere la gracia y don sobrenatural, apartar la codicia y gozo del ejercicio de ese don, tratando de no abusar de su ejercicio porque Dios, que le da esos dones sobrenaturales para utilidad de su Iglesia o de sus miembros, le moverá también sobrenaturalmente cómo y cuándo lo deba ejercitar. Y dado pues que mandaba a sus fieles (Mt. 10, 19) que no tuviesen cuidado de lo que habían de hablar, ni cómo lo habían de hablar, porque era negocio sobrenatural de fe, también querrá que, pues el negocio de estas obras no es menos, se aguarde el hombre a que Dios sea el obrero, moviendo el corazón, pues en su virtud se ha de obrar toda virtud (Sal. 59, 15). Es por eso que los discípulos en los Hechos de los Apóstoles (4, 29­30), aunque les había infundido estas gracias y dones, hicieron oración a Dios, rogándole que fuese servido de extender su mano en hacer señales y obras y sanidades por ellos, para introducir en los corazones la fe de nuestro Señor Jesucristo (nota del corrector: y no por otras causas o razones).

8. El segundo daño que puede venir de este primero, es el detrimento acerca de la fe, el cual puede ser en dos maneras:
La primera, acerca de los otros porque, poniendose a hacer el milagro o virtud sin tiempo y necesidad, aparte de que es tentar a Dios (lo cual es ya un gran pecado) podrá ocurrir el no conseguir llevarlo a cabo y terminar por suceder lo contrario, es decir, hacer surgir en los corazones menos crédito y desprecio de la fe. Porque, aunque algunas veces logren realizar las prodigiosas acciones sobrenaturales por quererlo Dios por otras causas y motivos, como la hechicera de Saúl (1 Sm. 28, 12 ss.), si es verdad que era Samuel el que parecía allí, no dejan de errar ellos y ser culpados por usar de estas gracias cuando no conviene.
La segunda manera de daño en detrimento de la fe es acerca del mérito de la misma fe, porque haciendo esa persona mucho caso de estos milagros, se separa mucho del hábito sustancial de la fe, la cual es hábito oscuro y escondido y así, donde más señales y testimonios concurren, menos merecimiento hay en creer (nota del corrector: porque menos presencia tiene la fe). De donde San Gregorio dice que no tiene merecimiento cuando la razón humana experimenta esa fe.
Y así, estas maravillas nunca Dios las obra sino cuando simplemente son necesarias para creer. Por eso, porque sus discípulos no careciesen de mérito si tomaran experiencia de su resurrección, antes que se les mostrase hizo muchas cosas para que sin verle le creyesen. Tengamos en cuenta que a María Magdalena (Mt. 28, 1­8) primero le mostró vacío el sepulcro y después que se lo dijesen los ángeles -porque la fe es por el oído, como dice san Pablo (Rm. 10, 17)- y oyendolo, lo creyese primero que lo viese. Y aunque le vio fue como hombre común, para acabarla de instruir, en la creencia que le faltaba con el calor de su presencia (Jn. 20, 11­18). Y a los discípulos primero se lo envió a decir con las mujeres, después fueron a ver el sepulcro (Mt. 28, 7­8; Jn. 20, 1­10). Y a los que iban a Emaús primero les inflamó el corazón en fe para que le viesen, yendo Él de forma disimulada con ellos (Lc. 24, 15). Y, finalmente, después los reprehendió a todos (Mc. 16, 14) porque no habían creído a los que les habían dicho su resurrección; y tampoco olvidemos a Santo Tomás (Jn. 20, 29), el cual quiso tener una experiencia física y real en sus llagas, cuando le dijo que eran bienaventurados los que no viéndole le creían.

9. Y así, no es una de las condiciones de Dios el que se tengan que hacer milagros porque, como se dice, cuando los quiere realizar los puede hacer sin impedimento alguno y con todo poder. Y por eso reprendía el Señor a los fariseos, porque no daban crédito ni creían sino por señales, diciéndoles: "Si ustedes no ven señales y prodigios, no creen" (Jn. 4, 48). Pierden, pues, mucho acerca de la fe los que aman gozarse en estas obras sobrenaturales.

10. El tercer daño es que comúnmente por el gozo de estas obras las personas que las operan caen en vanagloria o en alguna forma de vanidad, porque aun el mismo gozo de estas maravillas o prodigios, cuando no es puramente, como hemos dicho, en Dios y para Dios, entonces es vanidad. Lo cual se ve en haber reprendido Nuestro Señor a los discípulos por haberse gozado de que se les sujetasen los demonios (Lc. 10, 20), y es que dicho gozo, si no fuera vano, no los hubiese reprendido.


1.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (78)



CAPÍTULO 22.
En que se afronta la duda respecto a cómo es que no es lícito ahora en la ley de gracia preguntar a Dios por vía sobrenatural, como lo era en la Ley Vieja. Se prueba recurriendo a la autoridad de san Pablo.


1. De entre las manos nos van surgiendo las dudas, por lo que no podemos correr con la prisa que querríamos para ir avanzando. Porque, así como esas dudas van emergiendo, estamos obligados a retirarlas necesariamente, para que la verdad de la doctrina siempre quede despejada y en su fuerza. Pero las dudas siempre llevan consigo, aunque nos impidan el paso un poco al principio, el servir aún para más doctrina y claridad de nuestro intento, como se verá en la duda presente.

2. En el capítulo precedente hemos dicho cómo no es voluntad de Dios que las almas quieran recibir por vía sobrenatural cosas distintas de visiones o locuciones, etc. Por otra parte hemos visto en el mismo capítulo y colegido de los testimonios que allí se han alegado de la sagrada Escritura que se usaba el dicho trato con Dios en la Ley Vieja y era lícito, y no sólo lícito, sino que Dios se lo mandaba. Y, cuando no lo hacían, los reprendía Dios, como es de ver en Isaías (30, 2), donde reprende el Señor a los hijos de Israel porque, sin preguntárselo a Él primero, querían descender hacia Egipto, diciendo: "No preguntasteis primero a mi misma boca lo que convenía". Y también leemos en Josue (9, 14) que, siendo engañados los mismos hijos de Israel por los gabaonitas, les nota allí el Espíritu Santo esta falta, diciendo: "Recibieron de sus manjares, y no lo preguntaron a la boca de Dios". Y así vemos en la divina sagrada Escritura que Moisés siempre preguntaba a Dios, y el rey David y todos los reyes de Israel, para sus guerras y necesidades, y los sacerdotes y profetas antiguos, y Dios respondía y hablaba con ellos y no se enojaba, y era bien hecho; y si no lo hicieran estaría mal hecho, y así es en verdad. ¿Por qué, pues, ahora en la Ley Nueva y de gracia no lo será como antes lo era?

3. A lo cual se ha de responder que la principal causa de por qué en la Ley de letra escrita eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe ni establecida la Ley evangélica, y así era menester que preguntasen a Dios y que Él hablase, ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y semejanzas, ahora entre otras muchas maneras de significaciones, porque todo lo que respondía, y hablaba, obraba y revelaba, eran misterios de nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas a ella. Así que, por cuanto las cosas de fe no son del hombre sino de boca del mismo Dios (las cuales por su misma boca habla, por eso era menester que, como hemos dicho, preguntasen a la misma boca de Dios), y por eso los reprendía el mismo Dios cuando no lo hacían y cuando en sus cosas no recurrían al Señor para que Él respondiese, con el fin de ir encaminando sus casos y cosas a la fe, que aún ellos no tenían sabida, por no estar aún fundada. Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la Ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué ya preguntarle de aquella manera, ni para que Él hable ya ni responda como entonces. Porque en darnos como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.

4. Y este es el sentido de aquella autoridad con que comienza san Pablo (Heb. 1, 1­2) a querer inducir a los hebreos a que se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios de la Ley de Moises, y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: "Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez". En lo cual da a entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no tiene más que decir, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo.

5. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad.
Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: "Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿que te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en Él, porque en Él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en Él aún más de lo que pides y deseas. Porque tú pides locuciones y revelaciones en parte, y si pones en Él los ojos, no solo hallarás esa parte sino que lo hallarás todo; porque Él es toda mi locución y respuesta y es toda mi visión y toda mi revelación. Lo cual os he ya hablado, respondido, manifestado y revelado, pues os lo he dado por hermano, compañero y maestro, precio y premio. Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre Él en el monte Tabor, diciendo (Mt. 17, 5): "Hic est Filius meus dilectus, in quo mihi bene complacui, ipsum audite", ("este es mi amado Hijo, en que me he complacido, oídle a Él", ya alcé yo la mano para abandonar todas esas maneras de enseñanzas y respuestas y se la di a Él. Oídle a Él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar. Que, si antes hablaba, era prometiendo a Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles. Mas ahora, el que me preguntase de aquella manera y quisiese que yo le hablase o algo le revelase, sería de alguna forma pedirme otra vez a Cristo, y pedirme más fe, y ser falto en ella, que ya está dada en Cristo de manera más que suficiente. Y así, haría mucho agravio a mi amado Hijo, porque no sólo en aquello le faltaría en la fe, mas le obligaba otra vez a encarnar y pasar por la vida y muerte primera. No hallarás qué pedirme ni qué desear de revelaciones o visiones de mi parte. Míralo tú bien, que ahí lo hallarás ya hecho y dado todo eso, y mucho más, en Él".

6. "Si quisieres que te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo, sujeto a Mí y sujetado por mi amor, y afligido, y verás cuántas te responde. Si quisieres que te declare yo algunas cosas ocultas o casos secretos, pon solos los ojos en Él, y hallarás ocultísimos misterios y sabiduría, y maravillas de Dios, que están encerradas en Él, según mi Apóstol (Col. 2, 3) dice: 'En el cual Hijo de Dios están escondidos todos los tesoros de sabiduría y ciencia de Dios'. Los cuales tesoros de sabiduría serán para ti mucho más sublimes y sabrosos y provechosos que las cosas que tú querías saber. Que por eso se gloriaba el mismo San Pablo (1 Cor. 2, 2), diciendo que no había el Apóstol dado a entender que sabía otra cosa, sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y si también quisieses otras visiones y revelaciones divinas o materiales, mírale a Él tambien humanizado, y hallarás en eso más de lo que piensas, porque también dice el Apóstol (Col. 2, 9): 'In ipso habitat omnis plenitudo divinitatis corporaliter', ('en Cristo mora corporalmente toda plenitud de divinidad')".


25.1.18

En el recuerdo: Domund 93


Dios y Padre de todos:

Agradecemos tu mensaje de fraternidad universal que nos transmitió tu Hijo Jesucristo.

Agradecemos el don del Espíritu que acompaña a la Iglesia en el desarrollo de la misión de Jesús.

Nos comprometemos a cooperar para que tu mensaje y tu gracia llegue a todos los pueblos de la tierra.

Queremos servir a las Iglesias Jóvenes y recibir de ellas los testimonios y bienes espirituales que nos ofrecen.

Te pedimos que fortalezcas a la Iglesia para que doquiera anuncie a Jesús, Cabeza de la humanidad y fundamento de la solidaridad universal.

Te pedimos que ayudes a la Iglesia misionera para que camine siempre hacia un mundo sin fronteras.

Ponemos nuestra oración en manos de Santa María, Madre de la Iglesia y de todos los pueblos.

Dígnate escucharnos por Jesucristo el Señor, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

16.4.17

Oración de triduo o novena del Venerable Aita Patxi


¡Señor mío crucificado!

Por tu mediación doy las más rendidas gracias a la Trinidad Beatísima, por todos los singulares favores concedidos al Venerable Aita Patxi, particularmente el carisma suyo de asistencia a los enfermos, de devoción al sacramento de la Eucaristía y el rezo del santo Rosario. Animado por la confianza de tantos favores concedidos por su mediación, acudo también a ti, esperando obtener la gracia especial que te pido (expresar la gracia que se desea), si es para gloria tuya y bien de mi alma.

Al mismo tiempo, te ruego hagas brillar en la Iglesia la gloria de sus virtudes, si ha de contribuir al bien de las almas y la gloria de la Trinidad, a la cual sirvió en su vida con humilde constancia.

Amén.
(Padrenuestro, Ave María y Gloria).

20.4.21

Todo viene de Dios



Todo cuanto en el mundo se contiene, de Dios es. "Mía es toda la tierra" (Exod. XIX, 5) ha dicho el Excelso. "Mía es la plata y mío es el oro" (Ageo, II, 9), dijo igualmente por un Profeta. Y como haciéndose eco de estos oráculos, repite el Salmista: "Del Señor es la tierra, y su plenitud; la redondez del orbe, y todos sus habitantes". En una palabra, la Sagrada Escritura nos ofrece diversos testimonios de que Dios, Creador del universo, es Señor absoluto de cuantos bienes y riquezas hay en El. Por eso en otro de los libros del Antiguo Testamento se lee: "Tuya es, Señor, la grandeza, y el poder, y la gloria, y la victoria; y a Ti la alabanza (es debida), porque todas las cosas que hay en el cielo y en la tierra, tuyas son. Tuyo es el reino,y Tú eres sobre todos los príncipes".

Como arbitro que es Dios de las obras de sus manos, distribuye los bienes temporales para su gloria; ora sean riquezas, nobleza, salud, talentos, hermosura y demás, como lo declaró la madre del profeta Samuel, con estas palabras: "El Señor es el que quita y da la vida. El que empobrece y enriquece, abate y ensalza". Esta misma contestación debiera darse a aquellos que, descontentos de su suerte, se lamentan al ver que otros abundan de los bienes que ellos no tienen: Dios lo quiere; Dios lo ha dispuesto así por sus ocultos y sapientísimos juicios.

13.12.17

La importancia de la oración


Petite et dabitur vobis ..., omnís enim qui petlt, accipit.
Pedid y se os dará..., porque todo aquel que pide, recibe. (Lc., 11, 9-10).


No sólo en éstos, sino en otros muchos lugares del Antiguo y Nuevo Testamento promete Dios oír a los que se encomiendan a Él: Clama a Mi, y te oiré (Jer., 33, 3). Invócame..., y te libraré (Sal. 49, 15). "Si algo pidiereis en mi nombre, Yo lo haré" (Jn., 14, 14). "Pediréis lo que quisiereis, y se os otorgará" (Jn., 15, 7). Y otros varios textos semejantes.

La oración es una, dice Teodoreto; y, sin embargo, puede alcanzarnos todas las cosas; pues, como afirma San Bernardo (Serm. 5, in Fer. Ciner.), el Señor nos da, o lo que pedimos en la oración, u otra gracia para nosotros más conveniente.

1.6.17

¿Dios puede darnos la espalda? ¿O somos nosotros quienes le damos la espalda a Dios?


Dios es bueno e inmutable y está exento de pasiones. Si se considera como razonable y verdadero que Dios no está sujeto a cambios, no se entiende cómo puede alegrarse con los buenos, despreciar a los malos, encolerizarse con los pecadores, y luego, si se le rinde culto, tornarse propicio. Hay que decir, sin embargo, que Dios ni se alegra ni se enfurece, porque la alegría y la tristeza son pasiones. Es absurdo pensar que la divinidad se siente bien o mal a causa de las acciones humanas.

Dios es bueno y solo obra el bien, no perjudica a nadie y permanece siempre igual. Cuando nosotros somos bondadosos, actuamos en comunión con Él por semejanza a Él y, cuando nos domina el mal, nos separamos de Dios, por desemejanza con Él. Viviendo virtuosamente, somos hijos de Dios; cuando nos domina el mal, nos vemos apartados de Él; pero esto no significa que Él se encolerice con nosotros, sino que nuestros pecados no permiten que Dios resplandezca en nosotros, ya que nos unen a los demonios torturadores. Si con plegarias y obras ganamos la absolución de los pecados, esto no significa que contentamos a Dios y lo cambiamos, sino que mediante estas acciones y nuestra conversión a Dios, al sanar el mal que hay en nosotros volvemos a hacernos capaces de gozar de la divina bondad; por eso, si decimos que Dios se retrae de los malos es como decir que el sol se oculta a quien le falta la vista. Es decir, cuando llevamos una vida justa y recta, vivimos según los mandamientos y nos arrepentimos de infringirlos, entonces nuestra alma se une al Espíritu de Dios y nos sentimos bien.

23.4.18

Diario de Santa Gemma Galgani [8]


Miércoles, 25 de julio de 1900
¿Y de hoy, qué diré? No encuentro paz; la soberbia me domina más que otros días. Para hacer un pequeño acto de humildad, tengo que sufrir mucho.

De lo que me sucedió ayer ([Como se echa de ver, la Santa escribió lo que precede el 25 de julio, y el resto el 26, dejando la misma fecha 25.]) hablaré bien poco: tengo una lengua muy larga y por ello sufren otros por culpa mía.

El confesor me ha impuesto por obediencia que hable poco, y nunca con personas que sepan mis cosas. Hace unos días vino el P. Norberto, ([P. Norberto de San José, misionero Pasionista.]) y escapé en seguida; vino otra vez e hice lo mismo; a decir verdad, estaba dispuesta a obedecer, pero, ¿qué sucedió luego? Pasados unos días tuve ocasión de hablar de esto con otro fraile, e inventé una hermosa mentira, diciéndole que había sido la señora Cecilia la que me había mandado esconder; y no fue así: había salido de mí.

29.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (76)



6. Y sobre que también Dios, aunque responda a las tales pretensiones algunas veces, se enoje, aunque con lo anterior queda bastante dado a entender, todavía será bueno probarlo con algunas autoridades de la sagrada Escritura.
En el primer libro de los Reyes (28, 6­15) se dice que, pidiendo el rey Saúl que le hablase el profeta Samuel que estaba ya muerto, se le apareció el dicho profeta y, con todo eso, se enojó Dios porque luego le reprendió Samuel por haber solicitado tal cosa diciendo: "¿Por que me has inquietado en hacerme resucitar?".
También sabemos que, no porque respondió Dios a los hijos de Israel dándoles las carnes que pedían se dejase de enojar mucho contra ellos, porque luego les envió fuego del cielo en castigo, según se lee en el Pentateuco (Núm. 11, 32­33) y lo cuenta David (Sal. 77, 30­31) diciendo: "Aún teniendo ellos los bocados en sus bocas, descendió la ira de Dios sobre ellos".
Y tambien leemos en los Números (22, 32) que se enojó Dios mucho contra Balam profeta porque fue a los madianitas llamado por Balac, rey de ellos, aunque Dios le dijo que fuese sólo porque Balam tenía ganas de ir y así se lo había pedido a Dios, puesto que estando ya en el camino se le apareció el ángel con la espada y le quería matar, diciéndole: "Tu camino es perverso y a Mí contrario". Y por eso le quería matar.

7. De esta manera y de otras muchas condesciende Dios enojado con los apetitos de las almas. De lo cual tenemos muchos testimonios en la sagrada Escritura, y sin eso muchos ejemplos. Pero no son menester ir describiéndolos en algo que está tan claro. Sólo digo que es cosa peligrosísima, más peligrosa de lo que yo sabría decir, el querer tratar con Dios por tales vías y que no dejará de errar mucho y hallarse muchas veces confuso el que fuere aficionado a tales modos. Y esto el que hubiere hecho caso de ellos me entenderá por la experiencia. Porque aparte de la dificultad que hay en saber no errar en las locuciones y visiones que provienen de Dios, hay ordinariamente entre ellas muchas que son del demonio, porque comúnmente anda en el alma en aquel traje que anda Dios con ella, poniendole cosa tan verosímil y parecidas a las que Dios le comunica, por injerirse él a vueltas y mezclarse entre ellas como el lobo entre el ganado con pellejo de oveja (Mt. 7, 15), que apenas se puede discernir. Porque como dice muchas cosas verdaderas y conformes a razón y cosas que resultan luego salir verdaderas, las gentes se pueden engañar fácilmente pensando que, pues sale verdad y cierta en lo que está por venir, que no será entonces sino Dios. Porque no saben que es cosa facilísima, a quien tiene clara la luz natural, conocer las cosas, o muchas de ellas, que fueron o que serán, en sus causas. Y como quiera que el demonio tenga esta lumbre tan viva, puede facilísimamente deducir tal efecto de tal causa, aunque no siempre salga así, pues todas las causas dependen en última instancia de la voluntad de Dios.

8. Pongamos ejemplo: conoce el demonio que la disposición de la tierra y aires y término que lleva el sol, van de manera y en tal grado de disposición, que necesariamente, llegado tal tiempo, habrá llegado la disposición de estos elementos, según el término que llevan, a inficionarse, y así a inficionar la gente con pestilencia, y en las partes que será más y en las que será menos. Ve aquí conocida la pestilencia en su causa. ¿Qué mucho es que, revelando el demonio esto a una alma, diciendo: "De aquí a un año o medio habrá pestilencia", que salga verdadero? Y es profecía del demonio. Por la misma manera puede conocer los temblores de la tierra, viendo que se van hinchiendo los senos de ella de lava, y decir: "En tal tiempo temblará la tierra", lo cual es conocimiento natural, para el cual basta tener el ánimo libre de las pasiones del alma, según lo dice Boecio por estas palabras: "Si vis claro lumine cernere verum, gaudia pelle, timorem spemque fugato, nec dolor adsit", esto es: "Si quieres con claridad natural conocer las verdades, echa de ti el gozo y el temor, y la esperanza y el dolor".

9. Y también se pueden conocer eventos y casos sobrenaturales en sus causas acerca de la Providencia divina, que justísima y certísimamente acude a lo que piden las causas buenas o malas de los hijos de los hombres. Porque se puede conocer naturalmente que tal o tal persona, o tal o tal ciudad, u otra cosa, llega a tal o tal necesidad, o tal o tal punto que Dios, según su providencia y justicia, ha de acudir con lo que compete a la causa y conforme a ella, en castigo o en premio o como fuere la causa, y entonces decir: "En tal tiempo os dará Dios esto, o hará esto, o acontecerá eso otro ciertamente". Lo cual dio a entender la santa Judit (11, 12) a Holofernes, la cual, para persuadirle que los hijos de Israel habían de ser destruidos sin falta, le contó muchos pecados de ellos primero y miserias que hacían, y luego dijo: "Pues hacen estas cosas, está cierto que serán destruidos". Lo cual es conocer el castigo en la causa, que es tanto como decir: "cierto está que tales pecados han de causar tales castigos de Dios, que es justísimo". Y, como dice la Sabiduría divina (Sab. 11, 17): "En aquello o por aquello que cada uno peca, es castigado".


22.5.21

"Clamores de ultratumba", de Fr. José Coll, ya disponible para su descarga (varios formatos)



Durante aproximadamente un año la Librería del Oratorio Carmelitano ha realizado una labor concienzuda y pormenorizada para corregir, actualizar y revisar las más de 600 páginas del manuscrito original cuyo título, "Clamores de ultratumba", escribió a finales del siglo XIX el reverendo franciscano fr. José Coll. El libro, con fotografía de Simon Berger y portada de Reflejo Creative, se encuentra ahora para su descarga gratuita desde la propia librería del Oratorio en Drive. Además, en el pack de descarga (comprimido en .rar) podemos obtener varias versiones del mismo manuscrito: en pdf, en rtf, en doc, en txt, en html, y también en formato e-book, en concreto .mobi.

El libro de fray José Coll hace un repaso pormenorizado al "mundo de ultratumba", con atención especial al purgatorio, tratando de concienciar al lector sobre la importancia del "bien vivir, para morir bien". Con un sin fin de referencias bíblicas, consejos, recomendaciones y recursos de oración, intenta despertar nuestras conciencias dormidas para que dediquemos un cuidado especial a nuestra alma, pues sólo tenemos una, con vistas a alcanzar la vida eterna puesto que, a fin de cuentas, esta "vida" no es la auténtica "Vida".

11.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (119)



CAPÍTULO 18.
Se explica cómo ha de tomarse el gozo respecto a los bienes temporales para dirigirnos a Dios.


1. El primer género de bienes que dijimos son los temporales. Por bienes temporales entendemos aquí riquezas, estados, oficios y otras pretensiones, e hijos, parientes, casamientos, etc.; todas las cuales son cosas de las que se puede gozar la voluntad.
Pero hasta qué extremo es vano el gozarse con las riquezas, títulos, estados, oficios, y otras cosas semejantes que suelen las gentes pretender y por las que se suelen desvivir está claro porque, si por ser el hombre más rico fuera más siervo de Dios, nos deberíamos entonces gozar en las riquezas. Sin embargo más bien le son antes causa para ofender al Señor, según lo enseña el Sabio (Ecle. 11, 10), diciendo: "Hijo, si fueses rico, no estarás libre de pecado". Que, aunque es verdad que los bienes temporales, de suyo necesariamente no hacen pecar, sí producen pecado debido a que ordinariamente con flaqueza de afición se hace el corazón del hombre a ellos y falta a Dios, lo cual es pecado. Porque es pecado el faltar a Dios, por eso dice el Sabio que no se estará libre de pecado.
Precisamente por eso el Señor las llamó en el Evangelio "espinas" (Mt. 13, 22; Lc. 8, 14), para dar a entender que el que las manoseare con la voluntad quedará herido de algún pecado. Y aquella exclamación que hace en el Evangelio por san Lucas, tan para temer, diciendo (Lc. 18, 24): "¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de los cielos los que tienen riquezas!", es a saber, el gozo en ellas, bien da a entender que no se debe el hombre gozar en las riquezas, puesto que se expone a tanto y tan grave peligro. Con el fin de apartarnos de ese peligro dijo también David (Sal. 61, 11): "Si abundaren las riquezas, no pongáis en ellas el corazón".

2. Y no quiero traer aquí más testimonios en algo que es tan claro, ya que tampoco acabaría de alegar Escritura ya que ¿cuándo acabaría de decir los males que de ellas expone Salomón en el Eclesiastes? El cual, como hombre que habiendo tenido muchas riquezas y sabiendo bien lo que eran, dijo que todo cuanto había debajo del sol era vanidad de vanidades, aflicción de espíritu y vana solicitud de ánimo (1, 14); y que el que ama las riquezas no sacará fruto de ellas (5, 9); y que las riquezas se guardan para mal de su señor (5, 12), según se ve en el Evangelio (Lc. 12, 20), donde a aquel que se gozaba porque tenía almacenada una gran cosecha para muchos años, se le dijo del cielo: "Necio, esta noche te pedirán el alma para que venga a cuenta, y lo que atesoraste, ¿para quién será?". Y finalmente cómo David (Sal. 48, 17­19) nos enseña lo mismo, diciendo que no tengamos envidia cuando nuestro vecino se enriqueciere, pues no le aprovechará nada para la otra vida, dando allí a entender que antes le podríamos tener lástima que otra cosa.

3. Con todo ello queda patente, pues, que el hombre ni se ha de gozar de las riquezas cuando las tiene él ni cuando las tiene su hermano, sólo le resultan útiles si con ellas sirven a Dios (nota del corrector: servir a Dios se entiende también hacer actos de caridad por los hermanos, principalmente). Porque si por alguna vía se sufre gozarse en ellas (nota del corrector: nótese que aquí el santo carmelita utiliza específica y explícitamente la palabra "sufrir", es decir, es un "gozo sufriente", se goza, en cierta forma, sufriéndolas), que es la manera en como se han de gozar las riquezas, es cuando se éstas expenden (nota del corrector: es decir, se dan, se ofrecen, se distribuyen como limosna) y emplean en servicio de Dios, ya que de otra manera no sacará de ellas provecho.
Y lo mismo se ha de entender de los demás bienes de títulos, estados, posición social, privilegios, oficios, etc., en todo lo cual es vano el gozarse sino en si en ello se sirve más a Dios y llevan a facilitarnos un camino más seguro para la vida eterna. Y dado que claramente uno no puede saber si es realmente así, que nuestras riquezas sirvan más a Dios, etc., vana cosa sería gozarse concretamente sobre estos bienes materiales, porque no puede ser razonable el tal gozo pues que, como dice el Señor (Mt. 16, 26): "Aunque gane todo el mundo, puede uno perder su alma". No hay, pues, de qué gozarse, excepto sola y únicamente si nos resultan útiles para servir más a Dios.


14.1.21

Sobre la pena de daño (continuación)



Como hemos visto en el capítulo anterior, los teólogos dividen los tormentos que padecen las almas del Purgatorio, en pena de daño y pena de sentido. La primera dijimos que consiste en la privación de ver a Dios, y la segunda en otros dolores que provienen de causas diferentes a la del carecer de la visión beatífica.

Enseñan los Doctores, que cuantas veces pecamos cometemos dos traiciones contra Dios, con la circunstancia agravante de alevosía; y así en todo pecado mortal se hallan juntas estas dos feísimas acciones. La primera, porque por el pecado, cuando es grave, nos apartamos del Sumo Bien, que es Dios; y así viendo Su Majestad el desprecio que le hacemos alejándonos de El, nos condena por esto a la pena de daño es decir, a que no le veamos. La segunda traición que comete el hombre pecando, es convertirse desordenadamente a las criaturas, por cuya torpe deslealtad le da Dios la pena de sentido y tormento del fuego, temporal en el Purgatorio, y perpetuo en el infierno. Y esta es la razón porque a un solo pecado le señala Dios dos penas.

10.10.17

Todos seremos juzgados


Cognoscetur Dominus iudicia faciens.
Conocido será el Señor que hace justicia. (Sal. 9, 17)


No hay en el mundo, si bien se considera, persona más despreciada que nuestro Señor Jesucristo. Más se atiende a un pobre villano que al mismo Dios; porque se teme que ese villano, si se viere demasiado injuriado y oprimido, tome ruda venganza, movido de violento enojo. Pero a Dios se le ofende y ultraja sin reparo, como si no pudiera castigar cuando quisiere (Jb., 22, 17).

Por estas causas, el Redentor ha destinado el día del juicio universal (llamado con razón en la Escritura "Día del Señor"), en el cual Jesucristo se hará reconocer por todos como universal y Soberano Señor de todas las cosas (Sal. 9, 17). Ese día no se llama día de misericordia y perdón, sino "día de ira, de tribulación y de angustia; día de miseria y desventura" (Sof., 1, 15). Porque en él se resarcirá justamente el Señor de la honra y gloria que los pecadores quisieron arrebatarle en este mundo. Veamos cómo ha de suceder el juicio en ese gran día.

4.11.20

Testimonio de San Antonio María Claret sobre Ntra. Sra. del Carmelo



La Virgen del Carmelo salva a un alma atormentada

Una mujer de sesenta y cuatro años se vino a confesar conmigo. En toda su vida no se había confesado más que dos veces. La primera vez que se confesó tenía diez años, y la segunda, veinte, en que se casó.

Desde muy niña fue siempre muy mala. Estuvo en diferentes reinos y en todas partes fue malísima.

Finalmente volvió a Madrid, su patria, y le vinieron ganas de confesarse, pues que ya hacía cuarenta y cuatro años que no se había confesado, y las dos veces que antes se había confesado, no lo había hecho bien.

Yo, al oír su larga y malísima vida, y al verla tan compungida y deseosa de emprender una vida penitente, le pregunté si había tenido alguna devocion. Y me contestó que, no obstante su mala vida, cada día había rezado siete Padrenuestros y siete Avemarías a la Santísima Virgen del Carmelo, que desde muy pequeña había oído decir que era cosa buena rezarle. En el mes de noviembre de 1864 se confesó y siempre más siguió bien, y no dudo que conseguiría la gloria.


| San Antonio María Claret. "Mi propia vida".




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19.10.23

Examen de conciencia: octavo mandamiento



El octavo mandamiento nos dice:

No darás falsos testimonios ni mentirás.


En este mandamiento hemos de reflexionar acerca de:

- Si hemos prestado falso testimonio ante un juez en perjucio de alguien.

- Si hemos calumniado a nuestro prójimo en conversaciones o escritos.

- Si hemos hecho libelos, pasquines, anónimos o similares, contra el prójimo.

- Si hemos formado juicios temerarios, echando a mal cosas que podían ser inocentes.

- Si hemos acusado de delitos de los que no teníamos la certeza.

- Si con nuestra mala lengua hemos echado a perder matrimonios, o alterado amistades.

- Si por aligerar nuestra responsabilidad hemos cargado sobre otro, injustamente, parte de la falta cometida.

- Si habiendo hecho perjuicio con falsas declaraciones, maledicencias, escritos infamatorios, etc., no hemos procurado al arrepentirnos de reparar y remediar el daño causado, por todos los medios posibles, y tratar de restituir la honra.

- Si oyendo calumniar nos hemos complacido de ello, o no hemos defendido al calumniado.

- Si siendo autor de una culpa hemos permitido con nuestros silencios que se sospechase de otro.

- Si tenemos costumbre de mentir, aun cuando sea sin daño de otros.

- Si hemos mentido por vanidad, o por adulación, o por algún interés, o si lo hemos hecho por mera ociosidad.

- Si hemos apoyado o aplaudido mentiras ajenas.


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14.4.18

Diario de Santa Gemma Galgani [2]


Jueves 19 de Julio de 1900
[Esta fecha, en principio, es puesta por la misma Santa, como también la cruz, que a menudo se encuentra en sus escritos.(Aquí no ha sido puesta)  Se dificultaba distinguir las cosas de uno a otro día; tanto más que la Santa solía escribir al día siguiente lo que empezara el anterior, añadiendo a ello, sin transición alguna lo que le sucedía en el día corriente].

Esta tarde, finalmente, después de seis días de padecimientos por la ausencia de Jesús, me he recogido un poquito ([Cf. carta 8 al P. Germán.]). Me he puesto a orar, como acostumbro cada jueves; hubiera querido estar de rodillas, pero la obediencia quería que estuviera en la cama, y así lo hice; me puse a pensar en la crucifixión de Jesús. Al principio no sentía nada, pasados unos minutos comencé a sentir un poco de recogimiento: Jesús estaba cerca. Al recogerme me sucedió lo que otras veces: se me fue la cabeza ([irse la cabeza, dormir, significa, en el lenguaje de Gema, perder los sentidos y caer en éxtasis. Ya antes de éste, el mismo día 19 de julio de 1900, tuvo la Santa otro éxtasis, que nos ha sido conservado (éxtasis 41 más adelante en el libro)]), y me hallé con Jesús, que sufría penas horrorosas.