La Virgen del Carmelo salva a un alma atormentada
Una mujer de sesenta y cuatro años se vino a confesar conmigo. En toda su vida no se había confesado más que dos veces. La primera vez que se confesó tenía diez años, y la segunda, veinte, en que se casó.
Desde muy niña fue siempre muy mala. Estuvo en diferentes reinos y en todas partes fue malísima.
Finalmente volvió a Madrid, su patria, y le vinieron ganas de confesarse, pues que ya hacía cuarenta y cuatro años que no se había confesado, y las dos veces que antes se había confesado, no lo había hecho bien.
Yo, al oír su larga y malísima vida, y al verla tan compungida y deseosa de emprender una vida penitente, le pregunté si había tenido alguna devocion. Y me contestó que, no obstante su mala vida, cada día había rezado siete Padrenuestros y siete Avemarías a la Santísima Virgen del Carmelo, que desde muy pequeña había oído decir que era cosa buena rezarle. En el mes de noviembre de 1864 se confesó y siempre más siguió bien, y no dudo que conseguiría la gloria.
| San Antonio María Claret. "Mi propia vida".
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