Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

11.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (119)



CAPÍTULO 18.
Se explica cómo ha de tomarse el gozo respecto a los bienes temporales para dirigirnos a Dios.


1. El primer género de bienes que dijimos son los temporales. Por bienes temporales entendemos aquí riquezas, estados, oficios y otras pretensiones, e hijos, parientes, casamientos, etc.; todas las cuales son cosas de las que se puede gozar la voluntad.
Pero hasta qué extremo es vano el gozarse con las riquezas, títulos, estados, oficios, y otras cosas semejantes que suelen las gentes pretender y por las que se suelen desvivir está claro porque, si por ser el hombre más rico fuera más siervo de Dios, nos deberíamos entonces gozar en las riquezas. Sin embargo más bien le son antes causa para ofender al Señor, según lo enseña el Sabio (Ecle. 11, 10), diciendo: "Hijo, si fueses rico, no estarás libre de pecado". Que, aunque es verdad que los bienes temporales, de suyo necesariamente no hacen pecar, sí producen pecado debido a que ordinariamente con flaqueza de afición se hace el corazón del hombre a ellos y falta a Dios, lo cual es pecado. Porque es pecado el faltar a Dios, por eso dice el Sabio que no se estará libre de pecado.
Precisamente por eso el Señor las llamó en el Evangelio "espinas" (Mt. 13, 22; Lc. 8, 14), para dar a entender que el que las manoseare con la voluntad quedará herido de algún pecado. Y aquella exclamación que hace en el Evangelio por san Lucas, tan para temer, diciendo (Lc. 18, 24): "¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de los cielos los que tienen riquezas!", es a saber, el gozo en ellas, bien da a entender que no se debe el hombre gozar en las riquezas, puesto que se expone a tanto y tan grave peligro. Con el fin de apartarnos de ese peligro dijo también David (Sal. 61, 11): "Si abundaren las riquezas, no pongáis en ellas el corazón".

2. Y no quiero traer aquí más testimonios en algo que es tan claro, ya que tampoco acabaría de alegar Escritura ya que ¿cuándo acabaría de decir los males que de ellas expone Salomón en el Eclesiastes? El cual, como hombre que habiendo tenido muchas riquezas y sabiendo bien lo que eran, dijo que todo cuanto había debajo del sol era vanidad de vanidades, aflicción de espíritu y vana solicitud de ánimo (1, 14); y que el que ama las riquezas no sacará fruto de ellas (5, 9); y que las riquezas se guardan para mal de su señor (5, 12), según se ve en el Evangelio (Lc. 12, 20), donde a aquel que se gozaba porque tenía almacenada una gran cosecha para muchos años, se le dijo del cielo: "Necio, esta noche te pedirán el alma para que venga a cuenta, y lo que atesoraste, ¿para quién será?". Y finalmente cómo David (Sal. 48, 17­19) nos enseña lo mismo, diciendo que no tengamos envidia cuando nuestro vecino se enriqueciere, pues no le aprovechará nada para la otra vida, dando allí a entender que antes le podríamos tener lástima que otra cosa.

3. Con todo ello queda patente, pues, que el hombre ni se ha de gozar de las riquezas cuando las tiene él ni cuando las tiene su hermano, sólo le resultan útiles si con ellas sirven a Dios (nota del corrector: servir a Dios se entiende también hacer actos de caridad por los hermanos, principalmente). Porque si por alguna vía se sufre gozarse en ellas (nota del corrector: nótese que aquí el santo carmelita utiliza específica y explícitamente la palabra "sufrir", es decir, es un "gozo sufriente", se goza, en cierta forma, sufriéndolas), que es la manera en como se han de gozar las riquezas, es cuando se éstas expenden (nota del corrector: es decir, se dan, se ofrecen, se distribuyen como limosna) y emplean en servicio de Dios, ya que de otra manera no sacará de ellas provecho.
Y lo mismo se ha de entender de los demás bienes de títulos, estados, posición social, privilegios, oficios, etc., en todo lo cual es vano el gozarse sino en si en ello se sirve más a Dios y llevan a facilitarnos un camino más seguro para la vida eterna. Y dado que claramente uno no puede saber si es realmente así, que nuestras riquezas sirvan más a Dios, etc., vana cosa sería gozarse concretamente sobre estos bienes materiales, porque no puede ser razonable el tal gozo pues que, como dice el Señor (Mt. 16, 26): "Aunque gane todo el mundo, puede uno perder su alma". No hay, pues, de qué gozarse, excepto sola y únicamente si nos resultan útiles para servir más a Dios.







| Preparación: Oratorio Carmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




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