12. De lo uno y de lo otro tenemos testimonios claros en la sagrada Escritura. Porque, acerca del conocimiento espiritual que se puede tener de las cosas, dice el Sabio (Sab. 7, 1721) estas palabras: "Me dio Dios ciencia verdadera de las cosas que son: la constitución del universo y las propiedades de los elementos, el comienzo, el fin y el entretiempo; las posiciones del sol y la alternancia de las estaciones, los ciclos del año y el movimiento de las estrellas; las diferentes especies y el comportamiento de las fieras salvajes; el poder de los espíritus y los problemas de los hombres; la variedad de las plantas y las propiedades de sus raíces. Supe, pues, todo lo que está oculto y todo lo que se ve, puesto que la sabiduría que lo ha hecho todo me lo enseñaba. En ella se encuentra un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, ágil, móvil, penetrante, puro, límpido, no puede corromperse, orientado al bien y eficaz".
Y, aunque este conocimiento que dice aquí el Sabio que le dio Dios de todas las cosas fue infuso y general, por esta autoridad se prueban suficientemente todas las experiencias que particularmente infunde Dios en las almas por vía sobrenatural cuando Él quiere. No porque les de hábito general de ciencia, como se dio a Salomón en lo mencionado anteriormente, sino descubriendoles a veces algunas verdades acerca de cualesquiera de todas estas cosas que aquí cuenta el Sabio.
Cierto es que Nuestro Señor acerca de muchas cosas infunde hábitos a muchas almas (aunque nunca tan generales como el de Salomón), tal como aquellas diferencias de dones que cuenta san Pablo (1 Cor. 12, 810) que reparte Dios, entre los cuales pone sabiduría, ciencia, fe, profecía, discreción o conocimiento de espíritus, inteligencia de lenguas, declaración de las palabras, etc. Todas esas destrezas o conocimientos son hábitos infusos, que gratis los da Dios a quien quiere, ahora natural, ahora sobrenaturalmente. En forma natural como a Balam y otros profetas idólatras y muchas sibilas a quien dio espíritu de profecía; y sobrenaturalmente, como a los santos Profetas y Apóstoles y otros santos.
Pero, aparte de estos hábitos o gracias "gratis data", lo que decimos es que las personas perfectas o las que ya van avanzando en perfección, muy ordinariamente suelen tener ilustración y noticia de las cosas presentes o ausentes, lo cual conocen por el espíritu que tienen ya ilustrado y purgado. Acerca de esto podemos entender aquella autoridad de los Proverbios (27, 19), que dice: "De la manera que en las aguas se reflejan los rostros de los que en ellas se miran, así los corazones de los hombres son manifiestos a los prudentes", por lo que se entiende referirse a aquellos que tienen ya sabiduría de santos, de lo cual dice la sagrada Escritura que es prudencia (Pv. 9, 10). Y a este modo, también estos espíritus conocen a veces sobre las demás cosas, aunque no siempre que ellos quieren, que eso es sólo para los que tienen el hábito, y aun esos no tampoco siempre en todo, porque es como Dios quiere dotarles.
14. Pero es de saber que estos que tienen el espíritu purgado, con mucha facilidad llegan a tener la habilidad natural para conocer, y unos más que otros, lo que hay en el corazón o espíritu interior, y las inclinaciones y talentos de las personas, siendo esto por indicios exteriores, aunque sean muy pequeños, como por palabras, movimientos y otras muestras. Porque, así como el demonio puede esto, porque es espíritu, así también lo puede el espiritual, según el dicho del Apóstol (1 Cor. 2, 15) que dice: "El espiritual todas las cosas juzga". Y otra vez (1 Cor. 2, 10) dice: "El espíritu todas las cosas penetra, hasta las cosas profundas de Dios". De donde, aunque materialmente no pueden los espirituales conocer los pensamientos o lo que hay en el interior de las personas, por ilustración sobrenatural del Espíritu Santo o por indicios bien lo pueden entender. Y aunque en el conocimiento hecho por los indicios que les llegan muchas veces se pueden engañar, la mayoría de las veces aciertan. Mas ni de lo uno ni de lo otro hay que fiarse, porque el demonio se entromete aquí enormemente y con mucha sutileza, como luego diremos, y así siempre se han de renunciar y rechazar las tales inteligencias y noticias.
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