Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

14.4.18

Diario de Santa Gemma Galgani [2]


Jueves 19 de Julio de 1900
[Esta fecha, en principio, es puesta por la misma Santa, como también la cruz, que a menudo se encuentra en sus escritos.(Aquí no ha sido puesta)  Se dificultaba distinguir las cosas de uno a otro día; tanto más que la Santa solía escribir al día siguiente lo que empezara el anterior, añadiendo a ello, sin transición alguna lo que le sucedía en el día corriente].

Esta tarde, finalmente, después de seis días de padecimientos por la ausencia de Jesús, me he recogido un poquito ([Cf. carta 8 al P. Germán.]). Me he puesto a orar, como acostumbro cada jueves; hubiera querido estar de rodillas, pero la obediencia quería que estuviera en la cama, y así lo hice; me puse a pensar en la crucifixión de Jesús. Al principio no sentía nada, pasados unos minutos comencé a sentir un poco de recogimiento: Jesús estaba cerca. Al recogerme me sucedió lo que otras veces: se me fue la cabeza ([irse la cabeza, dormir, significa, en el lenguaje de Gema, perder los sentidos y caer en éxtasis. Ya antes de éste, el mismo día 19 de julio de 1900, tuvo la Santa otro éxtasis, que nos ha sido conservado (éxtasis 41 más adelante en el libro)]), y me hallé con Jesús, que sufría penas horrorosas.




¿Cómo ver sufrir a Jesús y no ayudarlo? Sentí entonces gran deseo de padecer, y pedí a Jesús que me concediese esta gracia. Me contentó en seguida, y sucedió como había sucedido otras veces: se me acercó, se quitó de su cabeza la corona de espinas y la puso sobre la mía, dejándome luego en paz. Veía que yo le miraba muy silenciosa, y comprendí en seguida el pensamiento que se me vino a la mente, pensé: "acaso Jesús ya no me quiere", porque acostumbra Jesús, cuando quiere darme a entender que me ama, a encajarme bien la corona sobre la cabeza o bien en torno a la misma. Jesús lo entendió, y con sus manos me la aplicó bien a las sienes. Son momentos dolorosos, pero al mismo tiempo felices. Así pasé una hora sufriendo con Jesús. Hubiera querido estar así toda la noche, pero como Jesús ama tanto la obediencia, se sometió él mismo a obedecer al Confesor, y pasada una hora me dejó: quiero decir que ya no se dejó ver más de mí, pero aconteció una cosa que nunca había sucedido. Acostumbra Jesús, cada vez que me pone la corona en la cabeza, quitármela y ponérsela otra vez en la suya, al dejarme ayer en cambio, me la dejó hasta cerca de las cuatro ([Hasta las cuatro de la tarde del siguiente día, viernes.]).

A decir verdad, sufrí un poquito, pero, sin embargo, sólo una vez llegué a quejarme. Jesús me perdonará si alguna vez me quejo, pues es sin querer. El más ligero movimiento me causaba luego vivísimo dolor, mas era todo pura fantasía ([Que no era fantasía, sino que de verdad sufría penas indeseables en la coronación de espinas, nos lo testifican quienes asistieron a tan cruel martirio. Véase la descripción que de él hace el P. Germán en la vida de la Santa, con palabras de los mismos testimonios.]).

Santa Gemma Galgani | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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