Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

Mostrando las entradas para la consulta Enseñanzas ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta Enseñanzas ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

24.4.21

Estragos de la sensualidad



Poco mas o menos se expresa así el P. Nieremberg en las "Obras espirituales", tomo 2.°, página 463:

Considera los daños gravísimos que trae consigo la pestilencia del pecado de la carne, pues derrama la hacienda, pierde la fama, quita la salud, acorta la vida, apresura la vejez, embota la memoria, oscurece el entendimiento, estraga la voluntad, destierra la quietud del alma, es seminario de enemistades, muertes, violencias, inficiona la república y la entrega a sus enemigos, y priva a los que posee de su libertad, los hace esclavos y sujetos a sus antojos y desvarios. ¿Qué hacienda hay tan gruesa, qué tesoro tan rico que la sensualidad en poco tiempo no lo consuma? Pues la fama, ¡cuan presto se amancilla y ensucia! ¿Hay vicio que así avergüence y salga al rostro como la deshonestidad? Por eso los libidinosos, cuando quieren cometer su maldad, se esconden y buscan lugares secretos y solitarios, y las tinieblas y obscuridad de la noche.

¿Qué diré de la salud que se pierde? ¿Qué de la vida que se acaba? ¿Qué de la vejez que llega antes de tiempo a los torpes y deshonestos ? Por estos y otros estragos que causa este vicio en las potencias del alma, ¿quién no ve cuan acertadamente se compara el lujurioso al perro por su desvergüenza; al puerco, porque se revuelca en el cieno de sus inmundicias; al escarabajo, que vive en los muladares, y su contento y gusto es en la suciedad y en la basura; al ratón, que roe y consume todo lo precioso; a la serpiente, que escupe ponzoña y anda pecho por tierra? Y a otros viles animales.

1.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (78)



CAPÍTULO 22.
En que se afronta la duda respecto a cómo es que no es lícito ahora en la ley de gracia preguntar a Dios por vía sobrenatural, como lo era en la Ley Vieja. Se prueba recurriendo a la autoridad de san Pablo.


1. De entre las manos nos van surgiendo las dudas, por lo que no podemos correr con la prisa que querríamos para ir avanzando. Porque, así como esas dudas van emergiendo, estamos obligados a retirarlas necesariamente, para que la verdad de la doctrina siempre quede despejada y en su fuerza. Pero las dudas siempre llevan consigo, aunque nos impidan el paso un poco al principio, el servir aún para más doctrina y claridad de nuestro intento, como se verá en la duda presente.

2. En el capítulo precedente hemos dicho cómo no es voluntad de Dios que las almas quieran recibir por vía sobrenatural cosas distintas de visiones o locuciones, etc. Por otra parte hemos visto en el mismo capítulo y colegido de los testimonios que allí se han alegado de la sagrada Escritura que se usaba el dicho trato con Dios en la Ley Vieja y era lícito, y no sólo lícito, sino que Dios se lo mandaba. Y, cuando no lo hacían, los reprendía Dios, como es de ver en Isaías (30, 2), donde reprende el Señor a los hijos de Israel porque, sin preguntárselo a Él primero, querían descender hacia Egipto, diciendo: "No preguntasteis primero a mi misma boca lo que convenía". Y también leemos en Josue (9, 14) que, siendo engañados los mismos hijos de Israel por los gabaonitas, les nota allí el Espíritu Santo esta falta, diciendo: "Recibieron de sus manjares, y no lo preguntaron a la boca de Dios". Y así vemos en la divina sagrada Escritura que Moisés siempre preguntaba a Dios, y el rey David y todos los reyes de Israel, para sus guerras y necesidades, y los sacerdotes y profetas antiguos, y Dios respondía y hablaba con ellos y no se enojaba, y era bien hecho; y si no lo hicieran estaría mal hecho, y así es en verdad. ¿Por qué, pues, ahora en la Ley Nueva y de gracia no lo será como antes lo era?

3. A lo cual se ha de responder que la principal causa de por qué en la Ley de letra escrita eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe ni establecida la Ley evangélica, y así era menester que preguntasen a Dios y que Él hablase, ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y semejanzas, ahora entre otras muchas maneras de significaciones, porque todo lo que respondía, y hablaba, obraba y revelaba, eran misterios de nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas a ella. Así que, por cuanto las cosas de fe no son del hombre sino de boca del mismo Dios (las cuales por su misma boca habla, por eso era menester que, como hemos dicho, preguntasen a la misma boca de Dios), y por eso los reprendía el mismo Dios cuando no lo hacían y cuando en sus cosas no recurrían al Señor para que Él respondiese, con el fin de ir encaminando sus casos y cosas a la fe, que aún ellos no tenían sabida, por no estar aún fundada. Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la Ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué ya preguntarle de aquella manera, ni para que Él hable ya ni responda como entonces. Porque en darnos como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.

4. Y este es el sentido de aquella autoridad con que comienza san Pablo (Heb. 1, 1­2) a querer inducir a los hebreos a que se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios de la Ley de Moises, y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: "Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez". En lo cual da a entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no tiene más que decir, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo.

5. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad.
Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: "Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿que te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en Él, porque en Él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en Él aún más de lo que pides y deseas. Porque tú pides locuciones y revelaciones en parte, y si pones en Él los ojos, no solo hallarás esa parte sino que lo hallarás todo; porque Él es toda mi locución y respuesta y es toda mi visión y toda mi revelación. Lo cual os he ya hablado, respondido, manifestado y revelado, pues os lo he dado por hermano, compañero y maestro, precio y premio. Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre Él en el monte Tabor, diciendo (Mt. 17, 5): "Hic est Filius meus dilectus, in quo mihi bene complacui, ipsum audite", ("este es mi amado Hijo, en que me he complacido, oídle a Él", ya alcé yo la mano para abandonar todas esas maneras de enseñanzas y respuestas y se la di a Él. Oídle a Él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar. Que, si antes hablaba, era prometiendo a Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles. Mas ahora, el que me preguntase de aquella manera y quisiese que yo le hablase o algo le revelase, sería de alguna forma pedirme otra vez a Cristo, y pedirme más fe, y ser falto en ella, que ya está dada en Cristo de manera más que suficiente. Y así, haría mucho agravio a mi amado Hijo, porque no sólo en aquello le faltaría en la fe, mas le obligaba otra vez a encarnar y pasar por la vida y muerte primera. No hallarás qué pedirme ni qué desear de revelaciones o visiones de mi parte. Míralo tú bien, que ahí lo hallarás ya hecho y dado todo eso, y mucho más, en Él".

6. "Si quisieres que te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo, sujeto a Mí y sujetado por mi amor, y afligido, y verás cuántas te responde. Si quisieres que te declare yo algunas cosas ocultas o casos secretos, pon solos los ojos en Él, y hallarás ocultísimos misterios y sabiduría, y maravillas de Dios, que están encerradas en Él, según mi Apóstol (Col. 2, 3) dice: 'En el cual Hijo de Dios están escondidos todos los tesoros de sabiduría y ciencia de Dios'. Los cuales tesoros de sabiduría serán para ti mucho más sublimes y sabrosos y provechosos que las cosas que tú querías saber. Que por eso se gloriaba el mismo San Pablo (1 Cor. 2, 2), diciendo que no había el Apóstol dado a entender que sabía otra cosa, sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y si también quisieses otras visiones y revelaciones divinas o materiales, mírale a Él tambien humanizado, y hallarás en eso más de lo que piensas, porque también dice el Apóstol (Col. 2, 9): 'In ipso habitat omnis plenitudo divinitatis corporaliter', ('en Cristo mora corporalmente toda plenitud de divinidad')".


21.1.21

El Purgatorio del deseo



¿Qué viene a ser eso? Dirá quizás algún crítico desenfadado, pensando tal vez que tocados de la comezón de decir cosas peregrinas, nos entramos sin discreción ni juicio en un campo desconocido, abierto a los cuatro vientos, sin guía, camino ni vereda.

No lo permita Dios: conocemos muy bien las declaraciones hechas por el Santo Concilio de Trento en la sesión XXV, "Decreto sobre el Purgatorio", en las cuales se ordena a los Obispos que no permitan se divulguen y traten cosas inciertas o que tengan vislumbres e indicios de falsedad, y por lo tanto, nada más lejos de nuestro ánimo que infringir directa ni indirectamente estos preceptos. Porque al decir "Purgatorio del deseo", no tratamos de enseñar que haya más Purgatorio que el definido por la Iglesia, aunque muy bien puede Dios purificar a un alma fuera de aquel lugar, y algunas veces lo hace, como lo atestiguan diferentes revelaciones.

7.1.21

Pena de sentido



No tratamos aquí de definir el Purgatorio; decimos solamente que es aquél un lugar saturado de fuego y de otros suplicios que no nos es dado comprender. Si a un hombre se le encerrase en un profundo calabozo, tan angosto que no pudiera mover un pie, tan lóbrego que le fuera imposible el percibir objeto alguno, y que sin saber de dónde ni cómo le venían descargasen sobre él tremendos golpes, y le aguijoneasen con hierros candentes, ¿cuánto más lo sentiría, que si pudiese ver a cara descubierta a aquellos que le atormentaban, y probar a moverles a compasión por todos los medios que pudiera sugerirle lo crítico de su situación?

Esta caliginosa noche y ciega nebulosidad donde se produce la conflagración de un fuego devastador, constituye, según parece, los tormentos que se padecen en el Purgatorio. Aquel fuego se cree generalmente que es corpóreo y elemental, semejante al de este mundo, aunque dotado de una actividad y ardor inmensamente superiores. San Gregorio el Grande, hablando de la materialidad de este fuego, dice: "Sicque fit, ut res corporea incorpoream exurat". Es decir, que una cosa de su naturaleza corpórea, quema y abrasa a la que es incorpórea, o sea al alma.

30.11.20

Miserias de la vida y necesidad de la penitencia



Entre los bienes naturales ninguno conocemos que pueda compararse con la vida; éste es seguramente el mayor bien que hay en el mundo: por eso los hombres apetecen tanto el vivir largo tiempo, para lo cual casi siempre se hallan dispuestos a hacer cualquier género de sacrificios.

¡Cuántos, por conservar la vida han renunciado a toda su hacienda! ¡Y qué pruebas tan crueles no sufren muchos por recuperar la salud perdida! Abstinencias, dietas, amputación de miembros, medicinas hediondas y abominables, tratamientos dolorosos y sufrientes..., y otros mil nauseabundos y molestísimos remedios.

26.12.20

Un lugar llamado Purgatorio. El Viejo Testamento



Hay un lugar llamado Purgatorio, donde ciertas almas padecen temporalmente después de esta vida.

Para demostrar que hay Purgatorio, además de las muchas apariciones de almas, tenemos:

- 1. Las Escrituras del Antiguo Testamento.
- 2. Las Escrituras del Nuevo Testamento.
- 3 Los Concilios.
- 4 Los Padres de la Iglesia.
- 5 La razón teológica.

28.2.21

Obligación de rogar por los difuntos



La caridad, que es hija de Dios, nos impone el deber de amar a nuestros semejantes, como miembros que somos de un mismo cuerpo místico cuya cabeza es Jesucristo. Entre los que vivimos en este mundo y los del Purgatorio existe una unión íntima que nos constriñe fuertemente, y no podemos prescindir de ella sin faltar a lo que a nosotros mismos nos debemos, puesto que el Evangelio dice que con la misma medida con que midiéremos a los demás, seremos también medidos.

En virtud de la comunión de los Santos, las almas del Purgatorio forman parte lo mismo que nosotros de la gran familia de Cristo, y como sus intereses nos son comunes, nuestras han de ser igualmente sus pérdidas y quebrantos, toda vez que en una familia bien regulada no puede darse que sufra un miembro sin que los demás se resientan.

12.5.21

Propiedades agua bendita



Ventajas del uso del agua bendita, que consiguen los fieles que la toman o emplean devotamente, como leemos en las oraciones con que la bendice la Iglesia para remedio de nuestras necesidades espirituales y corporales.

UTILIDADES ESPIRITUALES

- 1.a Dice así el Misal al echar sal en el agua: "Que seas hecha sal exorcizada o conjurada para la salud de los creyentes". "Ut efficiaris sal exorcizatum in salutem credentium".

- 2.a Y se aparte y huya del lugar donde fueres derramada, toda fantasía, maldad, astucia y engaño del diablo. "Et effugiat a loco in quo aspersum fueris, omnis phantasia et nequitia, vel versutia diabolicae fraudis".

- 3.a Conjurado por El (por Jesucristo), expele toda infección del espíritu inmundo, o sea toda tentación lasciva. "Adjuratus per eum, discedit omnis spiritus immundus".

- 4.a Se perdonan por ella los pecados veniales. "Sit omnibus sunmentibus, salus mentis".

- 5.a Aleja todas las asechanzas ocultas del enemigo. "Discedant omnes insidiae latentis inimici".

- 6.a Por la invocación del santo nombre de Dios se libra uno de los malos pensamientos. "Per invocationem Sancti Nominis Dei, omnis infestatio immundi spiritus abigatur".

- 7.a Y a todos los que pedimos con viva fe la asistencia del Espíritu Santo, donde quiera que nos hallemos se nos da. "Et praesentia Sancti Spiritus nobis misericordiam tuam poscentibus ubique adesse dignetur".

28.6.19

Bendición de la casa


Oficiante: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Respuesta: Amén.

La paz del señor a esta casa y a todos los aquí presentes.

Respuesta: Y con tu espíritu.

Que Dios, al que unánimes alabamos, nos conceda, por su Espíritu, estar de acuerdo entre nosotros, según Jesucristo.

Respuesta: Amén.

2.12.20

El riesgo de dilatar la penitencia



Cosa arriesgada es y que difícilmente dejará de pagarse en el otro mundo, el aplazar la penitencia para lo último de la vida. Cierto e indubitable es aquello del Maestro de las Sentencias: "Que el tiempo de la penitencia dura hasta el último instante de la vida". Ciertamente; en cualquier tiempo que el pecador se volviere a Dios, le hallará con los brazos abiertos, dispuesto siempre á recibirlo en el paterno hogar. Por eso dice el Señor: "Si el impío hiciere penitencia de todos sus pecados..., de cuantas maldades hubiere cometido no me acordaré Yo". Pero si esto es de fe, y por lo mismo no debe el hombre vacilar nunca tratándose de apelar al seguro de la divina clemencia, preciso es también que esta seguridad de parte de Dios no presumamos hacerla extensiva a nosotros mismos, siendo como es evidente, que ninguna cosa firme y estable se puede fundar sobre un cimiento tan movedizo y tan frágil como lo es de suyo la naturaleza humana.

El venerable Escoto, tratando de lo sospechosa y difícil que es la penitencia que se deja para la hora de la muerte, propone sobre este punto una conclusión, la cual prueba por las cuatro razones siguientes: La primera dificultad es por el gran impedimento que ponen los dolores y angustias de aquella hora, lo cual es causa del entorpecimiento que experimenta el uso de la razón y del libre albedrío.

16.5.21

Normas para poner los Via Crucis



1.° Las catorce cruces, que deben ser de madera, bajo pena de nulidad, pueden ir unidas a otros tantos cuadros pintados o esculpidos, los cuales de ninguna manera se requieren para la validez de las estaciones.

2.° Las cruces se han de bendecir por el sacerdote que tenga legítima facultad; los cuadros se bendicen por congruencia.

3.° La bendición de las cruces, tanto válida como lícitamente, se puede hacer antes o en el tiempo mismo de fijarlas. Dicha bendición debe hacerla el erector no privadamente en su propia casa, sino en el mismo lugar donde se ha de hacer la elevación.

4.° No está obligado el erector a colocar las cruces por sí mismo; otro cualquiera las puede fijar y colocar privadamente y sin ceremonias, y aún en otro tiempo.

13.1.21

Sobre la pena de daño. Testimonio



En los Diálogos de Cesario, se escribe de un joven que entró en religión, y hecha la profesión comenzó a llevar una vida muy distinta de los demás, afligiendo su carne con penitencias a su capricho.

Lo peor fue que, reprendido por su abad, se mantuvo firme en su juicio sin hacer caso de él, hasta que por fin su dureza e indiscreción lo llevaron al sepulcro. Pasados algunos días, el dicho superior vio delante de sí una sombra, y preguntado quién fuese le respondió:

- Soy el alma de aquel joven monje.

- Y bien - preguntó el abad -, ¿cómo estás?

- Estoy bien, padre - contestó -, porque por sola la misericordia de Dios no me he condenado; mas mis penas son tan acerbas, que ningún idioma humano puede explicarlas, y si sufro tanto es por haber querido vivir a mi antojo. Poco faltó para condenarme, y me fueron de gran ayuda las oraciones de los otros monjes cuando estaba para morir, porque concebí una gran contrición de mis pecados, sin que sepa si mis padecimientos durarán o no hasta el día del juicio final. Mi mayor pena es no poder ver a Dios, no poder gozar de Jesucristo, y el verme alejado de María Santísima. El Señor me ha mandado aquí para que no se haga nada contra la obediencia, si no se quiere poner en peligro la eterna salud. Y vos, padre mío, y los demás hermanos, apiadaos de mí y ayudadme con vuestras oraciones.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




| ClamoresDeUltratumba | | Purgatorio | | Consejos | | Enseñanzas |

18.12.20

Las dos separaciones



La muerte trae consigo dos separaciones; una y otra lastimosas, más de lo que se puede ponderar.

La primera separación es la del cuerpo y del alma, y es tan dolorosa y cruel, que de ley ordinaria antes que se efectúe este apartamiento hay que pasar por las estrecheces y ahogos de la agonía... ¿Y qué es la agonía? Para comprender bien lo que significa esta palabra, preciso es advertir que procede del vocablo latino agon, onis, que quiere decir lucha. Esta lucha o contienda se trababa entre los gladiadores o atletas que reñían cuerpo a cuerpo en el estadio; y a ellos alude San Pablo cuando dice: "El que lidia en el certamen, no será coronado si no peleare legítimamente" (II Timoteo). Es, por consiguiente, esta final lucha o agonía a que los descendientes de Adán estamos todos universalmente condenados, la cosa más angustiosa y terrible que se puede decir ni pensar; en esta guerra y pelea sin cuartel, en este duelo a muerte, puede decirse que hacen el postrer esfuerzo y, si vale la expresión, echan el resto las fuerzas vitales del hombre con la materia, hasta tanto que agotados los recursos de la naturaleza, ésta languidece, desmaya, se rinde, y..., muere.

La otra separación es la que el hombre hace de los bienes de este mundo, los cuales cuánto más los hubiere amado, tanto más sensible y penoso le será el dejarlos.

No sin especial motivo dice el Espíritu Santo: "¡Oh muerte, cuan amarga es tu memoria para el hombre que vive en paz en medio de sus riquezas!" (Eclesiástico, XLI). Pues si la sola memoria de la muerte es tan amarga para los que ponen su corazón en las cosas de este mundo, ¿qué será el experimentar el desabrido trago de la misma muerte?

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




| ClamoresDeUltratumba | | Purgatorio | | Consejos | | Enseñanzas |


5.2.21

Purgatorio común o Purgatorio particular (III)



Nuestro reverendísimo P. Cornejo cuenta otro caso en los precisos términos siguientes:

"Las ceremonias que en los Oficios divinos tiene establecidas la Iglesia, y las que han sobrepuesto las Religiones en las funciones del coro, como dedicadas al mayor culto de Dios, son muy venerables y dignas de estimación, y el descuido o el desprecio es muy culpable y digno de grave pena. Inclínase profundamente todo el coro al decir el versículo del Gloria Patri, etc., y la tibieza o el descuido del que en esta santa ceremonia fuere omiso, tendrá en el siguiente caso aviso y escarmiento".

"Un Religioso poco devoto, llegó con la distracción en el Oficio divino a olvidar casi del todo la ceremonia de inclinarse al Gloria Patri, y aunque se le había advertido varias veces este defecto, era la enmienda poca, porque su distracción y flaqueza de memoria debía de ser mucha. Murió este Religioso, y otro que había en el convento, varón muy austero y contemplativo, haciendo oración por el alivio de su alma, le vio puesto en una columna muy alta, en que estaba haciendo continuamente profundas inclinaciones, en la forma misma que las hacen en el coro los Religiosos al Gloria Patri. En esta confusión estaba, cuando le reveló el Señor que en justa pena de los descuidos que tuvo en esta ceremonia, padecía aquel Religioso con la compensación repetida que miraba, gravísimos tormentos
".

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




| ClamoresDeUltratumba | | Purgatorio | | Consejos | | Enseñanzas |

30.12.20

Un lugar llamado Purgatorio. La razón teológica



"Peccatum mortale privat gloria, veniale retardat". ("El pecado mortal priva de la gloria; el venial, la retarda"). San Lorenzo Justiniano, en el libro de Perfec. grat., cap. I, dice: "El pecado mortal priva de la gloria, el venial la retarda". El primer argumento es, que siendo ciertos pecados solamente veniales, son dignos de pena temporal. Y que hay pecados veniales se prueba, entre otros, por lo que dice el apóstol Santiago: "Cada uno es tentado, arrastrado y halagado de su concupiscencia". Aquí se describe el pecado venial por la imperfección del acto. Después de la tentación de la concupiscencia, que puede darse sin pecado, se sigue éste si no se contraría, pues de la concupiscencia nace la delectación en la parte inferior, que algún pecado es, no empero mortal si no hay consentimiento deliberado; por eso añade: "Y el pecado cuando es consumado, engendra muerte".

"El que pone por fundamento madera, leño, paja, ese será salvo; mas así como por fuego". Aquí se describe la parvedad de la materia; los pecados veniales.

"Siete veces caerá el justo y se levantará" (Proverbios). El sentido es, dice el P. Scío en la Vulgata, que aunque muchas veces cayere el justo, no obstante se levantará. Lo cual se entiende de las caídas cotidianas y veniales, de las cuales con la gracia de Dios fácilmente se cura.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




| ClamoresDeUltratumba | | Purgatorio | | Consejos | | Enseñanzas |

16.2.21

Consuelos de las almas del Purgatorio (IV)



El cuarto consuelo de las almas, es el hacérseles más tolerable su lastimosa situación con el vehementísimo deseo que tienen de agradar a Dios, cueste lo que cueste; porque el amor que le tienen excede con mucho a todo otro sentimiento. Oigamos de nuevo a Santa Catalina: "Si un alma, no estando todavía enteramente purificada, fuese admitida a gozar de Dios, se consideraría gravemente injuriada, y su tormento excedería al de diez Purgatorios, puesto caso que la sería imposible soportar aquella excesiva bondad y exquisita justicia del Rey de los cielos". He aquí la razón del por qué las almas del Purgatorio están tan resignadas en aquel lugar.

Y hablando del amor que las almas tienen a Dios, prosigue diciendo aquella Santa: "Este amor infunde en el alma tal contentamiento, que no hay lengua que lo pueda expresar; contentamiento que no disminuye un ápice de la pena que está sufriendo. ¿Qué digo?, precisamente la tardanza que experimenta el amor en la posesión del Objeto amado, es la que produce semejante sufrimiento, el cual es tanto más terrible, cuanto mayor es la perfección del amor de que Dios le ha hecho capaz. En su consecuencia, las almas en el Purgatorio sienten a la vez el más inefable contentamiento, y el dolor más insufrible, sin que uno y otro lleguen a oponerse entre sí en lo más mínimo".

18.4.18

Diario de Santa Gemma Galgani [5]


Domingo, 22 de julio de 1900
Recibí la sagrada Comunión, pero Jesús no se me ha hecho sentir en absoluto, ahora, empero, me encuentro bastante tranquila.

Y hoy, que creía hallarme totalmente libre de esa maldita bestia, me he visto, sin embargo, muy maltratada. Me fui con intención de dormir, pero sucedió muy al revés: comenzó a darme tales golpes, que temí morir. Se presentó como un perro muy grande y negro, que me ponía las patas sobre las espaldas; me ha hecho mucho daño, pues me ha dejado resentidos todos los huesos. Hay veces que temo no me los vaya a romper; una vez, ya hace tiempo, al tomar agua bendita, me dio un golpe tan fuerte en el brazo, que caí a tierra del dolor, y llegó hasta a sacar el hueso de su sitio; pero volvió a su lugar muy pronto, apenas lo tocó Jesús, y en eso terminó todo.

22.4.21

Consideraciones sacadas de las obras del reverendo Eusebio Níeremberg



Si bien puede ser que alguno haya cometido más pecados que yo, mas le sirve de descargo el haber recibido menos inspiraciones y que sus obligaciones no son tantas como las mías; bien puede ser que se halle otro más avisado y obligado de Dios, pero sírvele de descuento el haber pecado menos y respondido más. Y si acaso ha habido alguna criatura (que no me persuado) que haya ofendido más a Dios y tenido mayor conocimiento de sus obligaciones, todavía no he de confesar que es peor que yo, porque no me parece posible que se halle quien pueda conocer y tener mayores obligaciones, y cuando lo fuera, yo a lo menos no lo entiendo así.

Aunque los pecados del Anticristo sobrepujarán en el número a los míos, no excederá su conocimiento, ilustración y obligación, porque no ha de ser perdonado tantas veces como yo, ni solicitado y favorecido con tan eficaces y continuos beneficios e inspiraciones, ni preservado de las ocasiones de pecar. Lucifer, si bien recibió de Dios mayor luz, pero sólo un pecado le condenó, y no tuvo las obligaciones que yo, ni por él tomó naturaleza de Ángel el Hijo de Dios, ni derramó su sangre. Así y todo, con la confianza, Señor, que me da tu misericordia, quiero ser atrevido y aún importuno a toda la corte celestial, confesando mi vileza y mostrando mis llagas: no cesaré de clamar a todos y a cada uno de los bienaventurados, hasta serles tan molesto, que siquiera por la misma importunación, cuando otro título no pueda alegar, consiga mayor gracia y la misericordia de Jesús, para que no me desampare por el poco caudal que hago de sus gracias.

En su consecuencia pido, acepto y ofrezco en penitencia sacramental de mis pecados, todo el bien que hiciere y mal que padeciere durante mi vida.

12.3.21

Qué podemos hacer para evitar ir al Purgatorio. Testimonio



Veamos ahora un ejemplo, con el cual se confirma lo que antes hemos dicho, de la confusión y vergüenza que sufren las almas a la vista de sus ingratitudes para con el divino Esposo. En las Revelaciones de Santa Gertrudis (libro V, cap. VIII), se dice que dos niñas, nobles por su sangre, pero mucho más nobles por sus virtudes, cuando iniciaban con un fervor angelical el año de su noviciado en la Religión, las llamó a sí el Señor. La primera de ellas, que con feliz y dichosa suerte expiró el día de la Asunción de la Virgen, se apareció a Santa Gertrudis mientras ésta se hallaba haciendo oración por ella.

Se le representó el alma de la niña toda cercada de resplandores, sirviéndole de vestido una luz muy brillante de la cual estaba toda bañada y adornada con variedad hermosa de colores. Así estaba delante del trono imperial y glorioso de su divino Esposo Jesús; pero como esposa vergonzosa procuraba esconder el rostro y no se atrevía a abrir los ojos, y mucho menos a levantarlos para ver la gloria de tan soberana Majestad.

5.5.21

Amor a María Santísima



Et ait Maria: Magníficat anima mea Dominum, ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes generationes. (Luc. I, 46, 48).

Y dijo María: Mi alma engrandece al Señor, pues ya desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.



Dice Nieremberg, tomo 2.° de sus "Obras espirituales", pág. 146 vuelto: "Hasta los mismos precitos deben tener por dicha haber nacido en estos tiempos, que no haya quien no alcance la piedad y clemencia de María; porque a los mismos que se han de condenar les tiene compasión librándoles en esta vida de muchas tribulaciones y trabajos, como compadecida de lo que después han de tener por no haberse querido aprovechar de su misericordia, o les acorta de compasión la vida porque no se condenen con más pecados, y después de caídos en el infierno deben a María que no les castigue Dios tanto como merecen, porque la pena menor con que dicen los teólogos que Dios castiga a los condenados, y el premio mayor con que galardona a los bienaventurados, deuda es y beneficio que se debe ahora a esta Señora. Y si, conforme a San Ildefonso, de alguna pena accidental se alivian los condenados, más razón hay para entender que regocijará en el cielo a los bienaventurados con nuevos premios accidentales. Pues los que van al Purgatorio, ¡cuan largo lo penaban antiguamente, cuando no había María que intercediese por ellos! Mas ahora con su piedad les abrevia aquellas penas, y les consuela en ellas. Para todos son dichosos estos tiempos del reino de María, después que Ella manda en el cielo y en la tierra".

Nuestras culpas, solamente ellas son las que han creado aquellos dos horribles lugares, a saber, el infierno y el Purgatorio. ¡Nuestras culpas! Pero, ¡oh feliz culpa, cantaré con la Iglesia, que nos mereció tener tal Redentor! Sí, por salvarme os hicisteis, Dios mío, Hijo de María. Por mi bien ¡oh María!, os hizo Dios su Madre. Ved, pues, Madre de mi alma, lo que ambos debéis a mis culpas, pues a no haber pecados que remediar, ni Vos, Jesús mío, seríais Hijo de María, ni Vos, Madre mía, fuerais lo que hoy sois, la Madre de Jesús. Luego ambos a dos me sois deudores; al paso que de uno y otro me reconozco con la misma obligación. Si debo, me debéis; si no hubiese de parte mía miserias que remediar, por demás fuera la misericordia, y a no haber pecados que redimir, tampoco tendríamos a Jesús, nuestra vida, por Redentor. "O felix culpa, quae talem ac tantum meruit habere Redemptorem!". Por eso puesto en medio de las dos fuentes de piedad, el Hijo y la Madre, exclamaré: Señor, perdonad al esclavo de vuestra Madre; y a Esta la diré: Madre mía, perdonad al esclavo de vuestro Hijo. Salvador mío, ¿me habéis perdonado? ¿No me enviaréis al Purgatorio? Mirad que de sólo pensar en lo dudoso de mi ulterior destino, me hace perder el juicio. Rey de cielos y tierra, Jesús mío, perdón, perdón. Madre de misericordia, Virgen Purísima, miradme con piedad, compadeceos de mí, y alcanzadme de vuestro Hijo Jesús gracia para morir verdaderamente arrepentido.