Domingo, 22 de julio de 1900
Recibí la sagrada Comunión, pero Jesús no se me ha hecho sentir en absoluto, ahora, empero, me encuentro bastante tranquila.
Y hoy, que creía hallarme totalmente libre de esa maldita bestia, me he visto, sin embargo, muy maltratada. Me fui con intención de dormir, pero sucedió muy al revés: comenzó a darme tales golpes, que temí morir. Se presentó como un perro muy grande y negro, que me ponía las patas sobre las espaldas; me ha hecho mucho daño, pues me ha dejado resentidos todos los huesos. Hay veces que temo no me los vaya a romper; una vez, ya hace tiempo, al tomar agua bendita, me dio un golpe tan fuerte en el brazo, que caí a tierra del dolor, y llegó hasta a sacar el hueso de su sitio; pero volvió a su lugar muy pronto, apenas lo tocó Jesús, y en eso terminó todo.
Pasado un tiempo me acordé de que llevaba al cuello la reliquia de la Santa Cruz ([La reliquia de la Santa Cruz, que le había sido dada por el Provincial de los Pasionistas, P. Pedro Pablo de la Inmaculada (Moreschíni), para defenderla de los asaltos del demonio]), pude santiguarme con ella, y recobré la paz. Me puse a dar gracias a Jesús, que se dejó ver, pero muy poco: me animó a sufrir y a luchar, y me dejó.
Desde entonces, no he podido volverme a recoger, bendito sea Dios en todo.
Tengo que decir, sin embargo, algunos avisos que me dio el Ángel ayer en el transcurso del día. El primero fue a la hora de comer; se me acercó. He de decir también que en ese momento se me había ocurrido un pensamiento. Se comprende que él lo entendió, y me dijo:
- Hijita, ¿quieres de verdad que me vaya y no vuelva más a verte? -Me avergoncé, y entré dentro de mí misma. Estas palabras las pronunció muy alto y no sé si las habrán oído también los otros.
Otra vez fue ayer; mientras estaba en la iglesia, se me acercó y me dijo:
- La majestad de Jesús y el lugar en que estás piden otro modo de orar. - En ese momento había levantado los ojos para mirar a dos niñas y ver cómo iban vestidas.
La última esta noche: estaba en la cama de un modo no muy modesto; me ha reñido, diciéndome que en vez de adelantar y aprovechar sus enseñanzas me hago cada vez peor, y aflojo a cada paso en el bien.
Todas estas cosas me suceden estando despierta ([Despierta, o sea, no enajenada de los sentidos; eran, por lo tanto, visiones sensibles.]).
A lo que me parece, en vez de ser buena y prepararme para recibir la visita de la Madre Dolorosa y del Cohermano Gabriel, por más que haga, no lo voy a conseguir.
Santa Gemma Galgani | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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