Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

12.3.21

Qué podemos hacer para evitar ir al Purgatorio. Testimonio



Veamos ahora un ejemplo, con el cual se confirma lo que antes hemos dicho, de la confusión y vergüenza que sufren las almas a la vista de sus ingratitudes para con el divino Esposo. En las Revelaciones de Santa Gertrudis (libro V, cap. VIII), se dice que dos niñas, nobles por su sangre, pero mucho más nobles por sus virtudes, cuando iniciaban con un fervor angelical el año de su noviciado en la Religión, las llamó a sí el Señor. La primera de ellas, que con feliz y dichosa suerte expiró el día de la Asunción de la Virgen, se apareció a Santa Gertrudis mientras ésta se hallaba haciendo oración por ella.

Se le representó el alma de la niña toda cercada de resplandores, sirviéndole de vestido una luz muy brillante de la cual estaba toda bañada y adornada con variedad hermosa de colores. Así estaba delante del trono imperial y glorioso de su divino Esposo Jesús; pero como esposa vergonzosa procuraba esconder el rostro y no se atrevía a abrir los ojos, y mucho menos a levantarlos para ver la gloria de tan soberana Majestad.




Viendo esto la Santa, movida de celo, de piedad y misericordia, dijo al Señor: "Benignísimo Dios mío, ¿cómo permites que esta hija tuya esté en tu presencia como si fuera una extraña, sin recibirla ni acariciarla en tus amorosos brazos?". Entonces el Señor, movido de su generosa piedad y de los ruegos de Santa Gertrudis, con alegre semblante y amoroso cariño extendió su mano derecha como convidando a sus brazos al alma; pero ella con delicado empacho y vergonzosa reverencia huía y se retiraba.

Admirada la Santa de ver esto, le dijo al alma: "¿Por qué rehusas los abrazos amorosos y honestos de un Esposo tan digno de ser amado?". Respondió ella: "Me privo de tan regalado favor, porque algunas manchas de mis negligencias, de que aun no estoy perfectamente purgada, ofenden sus divinos ojos, y no puedo con ellas ponerme en su presencia con la decencia y pureza que debo hasta estar totalmente purificada. Y así aunque se me diera licencia para llegarme al Señor de suerte que Su Majestad lo dejara a mi albedrío, yo voluntariamente me excusaría de tan soberano gozo, porque me dicta la justicia que aún no estoy decente para gozar de su divina presencia".

Véase, pues, qué vista tan perspicaz tienen las almas para ver y conocer sus faltas, y cuánto les ha de doler en el otro mundo el haberlas cometido.

Y vean también muchas de las mismas personas buenas, cuánto más deben hacer de lo que ordinariamente hacen, para no caer en la sima del Purgatorio.


Oración:
Haced, Dios de bondad, que me aparte de lo malo y obre lo bueno; que abrace la virtud y reprima los vicios; que desprecie lo temporal y suspire por lo eterno.

Pero como mi perversa inclinación me atrae siempre a lo que me daña, propongo desde hoy ejercitarme en hacer recogimientos espirituales, hasta llegar a crear en mí el santo hábito de saber esconderme en la dulce llaga del costado de mi Redentor.

Y porque temo que a la hora de mi muerte no he de poder repetir estos actos de filial confianza y amor, quiero indemnizarme ahora imprimiendo repetidas veces fervorosos ósculos en cada una de las cinco fuentes de aguas vivas, que manan del estigmatizado cuerpo de mi Señor. ¡Oh Jesús, crucificado por mí!, enseñadme, regidme, gobernadme y escondedme dentro del pecho al lado de vuestro corazón. Que pueda decir con toda verdad aquello de la Escritura: "Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto". O también: "Santos seréis, porque yo soy santo". O esto: "Pues esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación".

¡Qué felicidad el poder lograr la salvación!


| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




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