Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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21.1.21

El Purgatorio del deseo



¿Qué viene a ser eso? Dirá quizás algún crítico desenfadado, pensando tal vez que tocados de la comezón de decir cosas peregrinas, nos entramos sin discreción ni juicio en un campo desconocido, abierto a los cuatro vientos, sin guía, camino ni vereda.

No lo permita Dios: conocemos muy bien las declaraciones hechas por el Santo Concilio de Trento en la sesión XXV, "Decreto sobre el Purgatorio", en las cuales se ordena a los Obispos que no permitan se divulguen y traten cosas inciertas o que tengan vislumbres e indicios de falsedad, y por lo tanto, nada más lejos de nuestro ánimo que infringir directa ni indirectamente estos preceptos. Porque al decir "Purgatorio del deseo", no tratamos de enseñar que haya más Purgatorio que el definido por la Iglesia, aunque muy bien puede Dios purificar a un alma fuera de aquel lugar, y algunas veces lo hace, como lo atestiguan diferentes revelaciones.

7.1.21

Pena de sentido



No tratamos aquí de definir el Purgatorio; decimos solamente que es aquél un lugar saturado de fuego y de otros suplicios que no nos es dado comprender. Si a un hombre se le encerrase en un profundo calabozo, tan angosto que no pudiera mover un pie, tan lóbrego que le fuera imposible el percibir objeto alguno, y que sin saber de dónde ni cómo le venían descargasen sobre él tremendos golpes, y le aguijoneasen con hierros candentes, ¿cuánto más lo sentiría, que si pudiese ver a cara descubierta a aquellos que le atormentaban, y probar a moverles a compasión por todos los medios que pudiera sugerirle lo crítico de su situación?

Esta caliginosa noche y ciega nebulosidad donde se produce la conflagración de un fuego devastador, constituye, según parece, los tormentos que se padecen en el Purgatorio. Aquel fuego se cree generalmente que es corpóreo y elemental, semejante al de este mundo, aunque dotado de una actividad y ardor inmensamente superiores. San Gregorio el Grande, hablando de la materialidad de este fuego, dice: "Sicque fit, ut res corporea incorpoream exurat". Es decir, que una cosa de su naturaleza corpórea, quema y abrasa a la que es incorpórea, o sea al alma.

30.11.20

Miserias de la vida y necesidad de la penitencia



Entre los bienes naturales ninguno conocemos que pueda compararse con la vida; éste es seguramente el mayor bien que hay en el mundo: por eso los hombres apetecen tanto el vivir largo tiempo, para lo cual casi siempre se hallan dispuestos a hacer cualquier género de sacrificios.

¡Cuántos, por conservar la vida han renunciado a toda su hacienda! ¡Y qué pruebas tan crueles no sufren muchos por recuperar la salud perdida! Abstinencias, dietas, amputación de miembros, medicinas hediondas y abominables, tratamientos dolorosos y sufrientes..., y otros mil nauseabundos y molestísimos remedios.

26.12.20

Un lugar llamado Purgatorio. El Viejo Testamento



Hay un lugar llamado Purgatorio, donde ciertas almas padecen temporalmente después de esta vida.

Para demostrar que hay Purgatorio, además de las muchas apariciones de almas, tenemos:

- 1. Las Escrituras del Antiguo Testamento.
- 2. Las Escrituras del Nuevo Testamento.
- 3 Los Concilios.
- 4 Los Padres de la Iglesia.
- 5 La razón teológica.

28.2.21

Obligación de rogar por los difuntos



La caridad, que es hija de Dios, nos impone el deber de amar a nuestros semejantes, como miembros que somos de un mismo cuerpo místico cuya cabeza es Jesucristo. Entre los que vivimos en este mundo y los del Purgatorio existe una unión íntima que nos constriñe fuertemente, y no podemos prescindir de ella sin faltar a lo que a nosotros mismos nos debemos, puesto que el Evangelio dice que con la misma medida con que midiéremos a los demás, seremos también medidos.

En virtud de la comunión de los Santos, las almas del Purgatorio forman parte lo mismo que nosotros de la gran familia de Cristo, y como sus intereses nos son comunes, nuestras han de ser igualmente sus pérdidas y quebrantos, toda vez que en una familia bien regulada no puede darse que sufra un miembro sin que los demás se resientan.

12.5.21

Propiedades agua bendita



Ventajas del uso del agua bendita, que consiguen los fieles que la toman o emplean devotamente, como leemos en las oraciones con que la bendice la Iglesia para remedio de nuestras necesidades espirituales y corporales.

UTILIDADES ESPIRITUALES

- 1.a Dice así el Misal al echar sal en el agua: "Que seas hecha sal exorcizada o conjurada para la salud de los creyentes". "Ut efficiaris sal exorcizatum in salutem credentium".

- 2.a Y se aparte y huya del lugar donde fueres derramada, toda fantasía, maldad, astucia y engaño del diablo. "Et effugiat a loco in quo aspersum fueris, omnis phantasia et nequitia, vel versutia diabolicae fraudis".

- 3.a Conjurado por El (por Jesucristo), expele toda infección del espíritu inmundo, o sea toda tentación lasciva. "Adjuratus per eum, discedit omnis spiritus immundus".

- 4.a Se perdonan por ella los pecados veniales. "Sit omnibus sunmentibus, salus mentis".

- 5.a Aleja todas las asechanzas ocultas del enemigo. "Discedant omnes insidiae latentis inimici".

- 6.a Por la invocación del santo nombre de Dios se libra uno de los malos pensamientos. "Per invocationem Sancti Nominis Dei, omnis infestatio immundi spiritus abigatur".

- 7.a Y a todos los que pedimos con viva fe la asistencia del Espíritu Santo, donde quiera que nos hallemos se nos da. "Et praesentia Sancti Spiritus nobis misericordiam tuam poscentibus ubique adesse dignetur".

2.12.20

El riesgo de dilatar la penitencia



Cosa arriesgada es y que difícilmente dejará de pagarse en el otro mundo, el aplazar la penitencia para lo último de la vida. Cierto e indubitable es aquello del Maestro de las Sentencias: "Que el tiempo de la penitencia dura hasta el último instante de la vida". Ciertamente; en cualquier tiempo que el pecador se volviere a Dios, le hallará con los brazos abiertos, dispuesto siempre á recibirlo en el paterno hogar. Por eso dice el Señor: "Si el impío hiciere penitencia de todos sus pecados..., de cuantas maldades hubiere cometido no me acordaré Yo". Pero si esto es de fe, y por lo mismo no debe el hombre vacilar nunca tratándose de apelar al seguro de la divina clemencia, preciso es también que esta seguridad de parte de Dios no presumamos hacerla extensiva a nosotros mismos, siendo como es evidente, que ninguna cosa firme y estable se puede fundar sobre un cimiento tan movedizo y tan frágil como lo es de suyo la naturaleza humana.

El venerable Escoto, tratando de lo sospechosa y difícil que es la penitencia que se deja para la hora de la muerte, propone sobre este punto una conclusión, la cual prueba por las cuatro razones siguientes: La primera dificultad es por el gran impedimento que ponen los dolores y angustias de aquella hora, lo cual es causa del entorpecimiento que experimenta el uso de la razón y del libre albedrío.

16.5.21

Normas para poner los Via Crucis



1.° Las catorce cruces, que deben ser de madera, bajo pena de nulidad, pueden ir unidas a otros tantos cuadros pintados o esculpidos, los cuales de ninguna manera se requieren para la validez de las estaciones.

2.° Las cruces se han de bendecir por el sacerdote que tenga legítima facultad; los cuadros se bendicen por congruencia.

3.° La bendición de las cruces, tanto válida como lícitamente, se puede hacer antes o en el tiempo mismo de fijarlas. Dicha bendición debe hacerla el erector no privadamente en su propia casa, sino en el mismo lugar donde se ha de hacer la elevación.

4.° No está obligado el erector a colocar las cruces por sí mismo; otro cualquiera las puede fijar y colocar privadamente y sin ceremonias, y aún en otro tiempo.

13.1.21

Sobre la pena de daño. Testimonio



En los Diálogos de Cesario, se escribe de un joven que entró en religión, y hecha la profesión comenzó a llevar una vida muy distinta de los demás, afligiendo su carne con penitencias a su capricho.

Lo peor fue que, reprendido por su abad, se mantuvo firme en su juicio sin hacer caso de él, hasta que por fin su dureza e indiscreción lo llevaron al sepulcro. Pasados algunos días, el dicho superior vio delante de sí una sombra, y preguntado quién fuese le respondió:

- Soy el alma de aquel joven monje.

- Y bien - preguntó el abad -, ¿cómo estás?

- Estoy bien, padre - contestó -, porque por sola la misericordia de Dios no me he condenado; mas mis penas son tan acerbas, que ningún idioma humano puede explicarlas, y si sufro tanto es por haber querido vivir a mi antojo. Poco faltó para condenarme, y me fueron de gran ayuda las oraciones de los otros monjes cuando estaba para morir, porque concebí una gran contrición de mis pecados, sin que sepa si mis padecimientos durarán o no hasta el día del juicio final. Mi mayor pena es no poder ver a Dios, no poder gozar de Jesucristo, y el verme alejado de María Santísima. El Señor me ha mandado aquí para que no se haga nada contra la obediencia, si no se quiere poner en peligro la eterna salud. Y vos, padre mío, y los demás hermanos, apiadaos de mí y ayudadme con vuestras oraciones.

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18.12.20

Las dos separaciones



La muerte trae consigo dos separaciones; una y otra lastimosas, más de lo que se puede ponderar.

La primera separación es la del cuerpo y del alma, y es tan dolorosa y cruel, que de ley ordinaria antes que se efectúe este apartamiento hay que pasar por las estrecheces y ahogos de la agonía... ¿Y qué es la agonía? Para comprender bien lo que significa esta palabra, preciso es advertir que procede del vocablo latino agon, onis, que quiere decir lucha. Esta lucha o contienda se trababa entre los gladiadores o atletas que reñían cuerpo a cuerpo en el estadio; y a ellos alude San Pablo cuando dice: "El que lidia en el certamen, no será coronado si no peleare legítimamente" (II Timoteo). Es, por consiguiente, esta final lucha o agonía a que los descendientes de Adán estamos todos universalmente condenados, la cosa más angustiosa y terrible que se puede decir ni pensar; en esta guerra y pelea sin cuartel, en este duelo a muerte, puede decirse que hacen el postrer esfuerzo y, si vale la expresión, echan el resto las fuerzas vitales del hombre con la materia, hasta tanto que agotados los recursos de la naturaleza, ésta languidece, desmaya, se rinde, y..., muere.

La otra separación es la que el hombre hace de los bienes de este mundo, los cuales cuánto más los hubiere amado, tanto más sensible y penoso le será el dejarlos.

No sin especial motivo dice el Espíritu Santo: "¡Oh muerte, cuan amarga es tu memoria para el hombre que vive en paz en medio de sus riquezas!" (Eclesiástico, XLI). Pues si la sola memoria de la muerte es tan amarga para los que ponen su corazón en las cosas de este mundo, ¿qué será el experimentar el desabrido trago de la misma muerte?

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5.2.21

Purgatorio común o Purgatorio particular (III)



Nuestro reverendísimo P. Cornejo cuenta otro caso en los precisos términos siguientes:

"Las ceremonias que en los Oficios divinos tiene establecidas la Iglesia, y las que han sobrepuesto las Religiones en las funciones del coro, como dedicadas al mayor culto de Dios, son muy venerables y dignas de estimación, y el descuido o el desprecio es muy culpable y digno de grave pena. Inclínase profundamente todo el coro al decir el versículo del Gloria Patri, etc., y la tibieza o el descuido del que en esta santa ceremonia fuere omiso, tendrá en el siguiente caso aviso y escarmiento".

"Un Religioso poco devoto, llegó con la distracción en el Oficio divino a olvidar casi del todo la ceremonia de inclinarse al Gloria Patri, y aunque se le había advertido varias veces este defecto, era la enmienda poca, porque su distracción y flaqueza de memoria debía de ser mucha. Murió este Religioso, y otro que había en el convento, varón muy austero y contemplativo, haciendo oración por el alivio de su alma, le vio puesto en una columna muy alta, en que estaba haciendo continuamente profundas inclinaciones, en la forma misma que las hacen en el coro los Religiosos al Gloria Patri. En esta confusión estaba, cuando le reveló el Señor que en justa pena de los descuidos que tuvo en esta ceremonia, padecía aquel Religioso con la compensación repetida que miraba, gravísimos tormentos
".

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30.12.20

Un lugar llamado Purgatorio. La razón teológica



"Peccatum mortale privat gloria, veniale retardat". ("El pecado mortal priva de la gloria; el venial, la retarda"). San Lorenzo Justiniano, en el libro de Perfec. grat., cap. I, dice: "El pecado mortal priva de la gloria, el venial la retarda". El primer argumento es, que siendo ciertos pecados solamente veniales, son dignos de pena temporal. Y que hay pecados veniales se prueba, entre otros, por lo que dice el apóstol Santiago: "Cada uno es tentado, arrastrado y halagado de su concupiscencia". Aquí se describe el pecado venial por la imperfección del acto. Después de la tentación de la concupiscencia, que puede darse sin pecado, se sigue éste si no se contraría, pues de la concupiscencia nace la delectación en la parte inferior, que algún pecado es, no empero mortal si no hay consentimiento deliberado; por eso añade: "Y el pecado cuando es consumado, engendra muerte".

"El que pone por fundamento madera, leño, paja, ese será salvo; mas así como por fuego". Aquí se describe la parvedad de la materia; los pecados veniales.

"Siete veces caerá el justo y se levantará" (Proverbios). El sentido es, dice el P. Scío en la Vulgata, que aunque muchas veces cayere el justo, no obstante se levantará. Lo cual se entiende de las caídas cotidianas y veniales, de las cuales con la gracia de Dios fácilmente se cura.

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16.2.21

Consuelos de las almas del Purgatorio (IV)



El cuarto consuelo de las almas, es el hacérseles más tolerable su lastimosa situación con el vehementísimo deseo que tienen de agradar a Dios, cueste lo que cueste; porque el amor que le tienen excede con mucho a todo otro sentimiento. Oigamos de nuevo a Santa Catalina: "Si un alma, no estando todavía enteramente purificada, fuese admitida a gozar de Dios, se consideraría gravemente injuriada, y su tormento excedería al de diez Purgatorios, puesto caso que la sería imposible soportar aquella excesiva bondad y exquisita justicia del Rey de los cielos". He aquí la razón del por qué las almas del Purgatorio están tan resignadas en aquel lugar.

Y hablando del amor que las almas tienen a Dios, prosigue diciendo aquella Santa: "Este amor infunde en el alma tal contentamiento, que no hay lengua que lo pueda expresar; contentamiento que no disminuye un ápice de la pena que está sufriendo. ¿Qué digo?, precisamente la tardanza que experimenta el amor en la posesión del Objeto amado, es la que produce semejante sufrimiento, el cual es tanto más terrible, cuanto mayor es la perfección del amor de que Dios le ha hecho capaz. En su consecuencia, las almas en el Purgatorio sienten a la vez el más inefable contentamiento, y el dolor más insufrible, sin que uno y otro lleguen a oponerse entre sí en lo más mínimo".

22.4.21

Consideraciones sacadas de las obras del reverendo Eusebio Níeremberg



Si bien puede ser que alguno haya cometido más pecados que yo, mas le sirve de descargo el haber recibido menos inspiraciones y que sus obligaciones no son tantas como las mías; bien puede ser que se halle otro más avisado y obligado de Dios, pero sírvele de descuento el haber pecado menos y respondido más. Y si acaso ha habido alguna criatura (que no me persuado) que haya ofendido más a Dios y tenido mayor conocimiento de sus obligaciones, todavía no he de confesar que es peor que yo, porque no me parece posible que se halle quien pueda conocer y tener mayores obligaciones, y cuando lo fuera, yo a lo menos no lo entiendo así.

Aunque los pecados del Anticristo sobrepujarán en el número a los míos, no excederá su conocimiento, ilustración y obligación, porque no ha de ser perdonado tantas veces como yo, ni solicitado y favorecido con tan eficaces y continuos beneficios e inspiraciones, ni preservado de las ocasiones de pecar. Lucifer, si bien recibió de Dios mayor luz, pero sólo un pecado le condenó, y no tuvo las obligaciones que yo, ni por él tomó naturaleza de Ángel el Hijo de Dios, ni derramó su sangre. Así y todo, con la confianza, Señor, que me da tu misericordia, quiero ser atrevido y aún importuno a toda la corte celestial, confesando mi vileza y mostrando mis llagas: no cesaré de clamar a todos y a cada uno de los bienaventurados, hasta serles tan molesto, que siquiera por la misma importunación, cuando otro título no pueda alegar, consiga mayor gracia y la misericordia de Jesús, para que no me desampare por el poco caudal que hago de sus gracias.

En su consecuencia pido, acepto y ofrezco en penitencia sacramental de mis pecados, todo el bien que hiciere y mal que padeciere durante mi vida.

12.3.21

Qué podemos hacer para evitar ir al Purgatorio. Testimonio



Veamos ahora un ejemplo, con el cual se confirma lo que antes hemos dicho, de la confusión y vergüenza que sufren las almas a la vista de sus ingratitudes para con el divino Esposo. En las Revelaciones de Santa Gertrudis (libro V, cap. VIII), se dice que dos niñas, nobles por su sangre, pero mucho más nobles por sus virtudes, cuando iniciaban con un fervor angelical el año de su noviciado en la Religión, las llamó a sí el Señor. La primera de ellas, que con feliz y dichosa suerte expiró el día de la Asunción de la Virgen, se apareció a Santa Gertrudis mientras ésta se hallaba haciendo oración por ella.

Se le representó el alma de la niña toda cercada de resplandores, sirviéndole de vestido una luz muy brillante de la cual estaba toda bañada y adornada con variedad hermosa de colores. Así estaba delante del trono imperial y glorioso de su divino Esposo Jesús; pero como esposa vergonzosa procuraba esconder el rostro y no se atrevía a abrir los ojos, y mucho menos a levantarlos para ver la gloria de tan soberana Majestad.

5.5.21

Amor a María Santísima



Et ait Maria: Magníficat anima mea Dominum, ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes generationes. (Luc. I, 46, 48).

Y dijo María: Mi alma engrandece al Señor, pues ya desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.



Dice Nieremberg, tomo 2.° de sus "Obras espirituales", pág. 146 vuelto: "Hasta los mismos precitos deben tener por dicha haber nacido en estos tiempos, que no haya quien no alcance la piedad y clemencia de María; porque a los mismos que se han de condenar les tiene compasión librándoles en esta vida de muchas tribulaciones y trabajos, como compadecida de lo que después han de tener por no haberse querido aprovechar de su misericordia, o les acorta de compasión la vida porque no se condenen con más pecados, y después de caídos en el infierno deben a María que no les castigue Dios tanto como merecen, porque la pena menor con que dicen los teólogos que Dios castiga a los condenados, y el premio mayor con que galardona a los bienaventurados, deuda es y beneficio que se debe ahora a esta Señora. Y si, conforme a San Ildefonso, de alguna pena accidental se alivian los condenados, más razón hay para entender que regocijará en el cielo a los bienaventurados con nuevos premios accidentales. Pues los que van al Purgatorio, ¡cuan largo lo penaban antiguamente, cuando no había María que intercediese por ellos! Mas ahora con su piedad les abrevia aquellas penas, y les consuela en ellas. Para todos son dichosos estos tiempos del reino de María, después que Ella manda en el cielo y en la tierra".

Nuestras culpas, solamente ellas son las que han creado aquellos dos horribles lugares, a saber, el infierno y el Purgatorio. ¡Nuestras culpas! Pero, ¡oh feliz culpa, cantaré con la Iglesia, que nos mereció tener tal Redentor! Sí, por salvarme os hicisteis, Dios mío, Hijo de María. Por mi bien ¡oh María!, os hizo Dios su Madre. Ved, pues, Madre de mi alma, lo que ambos debéis a mis culpas, pues a no haber pecados que remediar, ni Vos, Jesús mío, seríais Hijo de María, ni Vos, Madre mía, fuerais lo que hoy sois, la Madre de Jesús. Luego ambos a dos me sois deudores; al paso que de uno y otro me reconozco con la misma obligación. Si debo, me debéis; si no hubiese de parte mía miserias que remediar, por demás fuera la misericordia, y a no haber pecados que redimir, tampoco tendríamos a Jesús, nuestra vida, por Redentor. "O felix culpa, quae talem ac tantum meruit habere Redemptorem!". Por eso puesto en medio de las dos fuentes de piedad, el Hijo y la Madre, exclamaré: Señor, perdonad al esclavo de vuestra Madre; y a Esta la diré: Madre mía, perdonad al esclavo de vuestro Hijo. Salvador mío, ¿me habéis perdonado? ¿No me enviaréis al Purgatorio? Mirad que de sólo pensar en lo dudoso de mi ulterior destino, me hace perder el juicio. Rey de cielos y tierra, Jesús mío, perdón, perdón. Madre de misericordia, Virgen Purísima, miradme con piedad, compadeceos de mí, y alcanzadme de vuestro Hijo Jesús gracia para morir verdaderamente arrepentido.

19.5.21

Vía Crucis de San Francisco de Herbón



En cada una de las 14 Estaciones del claustro interior del convento de San Francisco de Herbón, en Galicia, dice así:

Estación 1a.:
Considera, alma perdida,
que en aqueste paso fuerte
dieron sentencia de muerte
al mismo Autor de la vida.

Estación 2a.:
Advierte lo que le cuestas,
ingrato, a tu Creador;
pues por ser tu Redentor
cargó con la cruz a cuestas.

3.5.21

Jesús enamorado de las almas



Fulcite me floribus, stipate me malis; quia amore tangueo. (Cant. II, 5).

Sostenadme con flores, cercadme de manzanas; porque desfallezco de amor.



¿De nuevo, Jesús mío, habéis querido hospedaros en el pobre y humilde pesebre de Belén? ¿De nuevo habéis querido bajar al Calvario, lugar de muertos y malhechores? Porque, ¿qué otra cosa, Señor, es mi corazón, sino un pesebre de bestias, un Calvario poblado de ladrones y asesinos, que os robarán dándoos muerte inhumana, cuantas veces llevado de vuestro amor vendréis a visitarlo? ¡Oh Salvador dulcísimo de mi alma! Perdonadme tantas ofensas como he cometido contra vuestra Majestad.

"Quid retribuam Domino, pro omnibus quae retribuit mihi?" (Ps. CXV, 12) ("¿Que retornaré al Señor, por todas las cosas que me ha dado?"). ¿Qué le he de retornar? Amor, mucho amor; gratitud, mucha gratitud; pues no hay nada en la tierra que se pueda comparar con los dones que he recibido de su liberalísima mano.

15.5.21

Oraciones con indulgencias



Según el decreto "Delatae saepius", de 7 de Marzo de 1678, ciertas indulgencias no se pueden ganar más que una sola vez al día, pero las de la Porciúncula, las de la Corona de los siete gozos, y las de la estación al Santísimo Sacramento, son exceptuadas, y se ganan todas las veces que se hacen o se dicen. (Chron. Serap, t. III, part. I, pag. 286; Seraph. Archiconfr. concess. Summ. indulg. pag. 434, n. XII).

Durante el Jubileo del Año Santo se suspenden todas las indulgencias por los vivos; sólo se pueden aplicar las de los difuntos. Se exceptúan:
- 1.° Las indulgencias concedidas a los fieles en el artículo de la muerte.
- 2.° Las anejas a la recitación del Ángelus Domini.
- 3.° Las concedidas por la visita del Santísimo Sacramento en ocasión de las Cuarenta Horas.
- 4.° Las que se conceden a aquellos que acompañan al Santísimo Sacramento cuando es llevado a los enfermos.
- 5.° Las concedidas por los Cardenales Legados "a latere", y Nuncios de la Santa Sede, y los Obispos en uso o ejercicio de sus Pontificales.

25.12.20

El juicio particular



Cabe aquí desde luego preguntar: Este juicio de cada hombre, ¿cuándo ha de tener lugar, antes o después de separada el alma del cuerpo? Respondemos de un modo perentorio, que después.

Mientras vive el hombre en este mundo le queda tiempo para la penitencia, puede convertirse a Dios y alcanzar perdón de sus culpas; así como por el contrario, puede perder la gracia y condenarse, porque como ser dotado de libre albedrío, en su mano está el inclinarse a lo que es bueno o a lo que es malo. Dice la Escritura: "La justicia del justo no le librará en cualquier día que pecare, así como la impiedad del impío no le dañará en cualquier día que se convirtiere de su impiedad". Nadie, pues, se duerma sobre el blando lecho de sus laureles; ninguno se estacione ni vuelva atrás en el camino del bien, que si abusando de la divina bondad pecare, sus buenas obras anteriores no le librarán, lo mismo que las culpas de que hubiere hecho penitencia tampoco le condenarán, supuesto que para dictar sentencia en este juicio, sólo se atiende al estado presente del alma en el acto mismo en que ésta abandona al cuerpo.