Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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20.2.21

Gratitud de las almas del Purgatorio. Testimonio (II)



Pedro Damiano había quedado huérfano siendo todavía de muy tierna edad. Uno de sus hermanos hubo de recogerlo, pero lo trataba siempre con sumo desprecio y aspereza. En este estado, he aquí que andando el pobre muchacho cierto día por un camino, se encontró una moneda. Pensad en la alegría que debió apoderarse de él, al creer en su inocencia que había topado con un tesoro. ¿Qué hacer, pues, de aquella riqueza? La necesidad en que se hallaba le sugería ideas propias de un niño de su edad, y niño acosado de la miseria y del hambre.

Por otra parte la lástima que le inspiraban las benditas almas del Purgatorio, y muy especialmente la de aquel que le había dado el ser, le hacía pensar seriamente en su alivio.

Después de muchas reflexiones, tomó la heroica resolución de entregar la moneda a un sacerdote, a quien encargó que celebrase una Misa por el alma de su padre. A partir de este día, su suerte se trocó por completo, siendo acogido por otro hermano de mejor condición que el primero, el cual le amó como a hijo, vistióle convenientemente, y le mandó a la escuela. Después de todo lo cual Pedro llegó a ser un grande hombre: Obispo, Cardenal, Doctor y Santo canonizado. ¡Ved cuánto le valió a aquel dichoso huérfano una Misa aplicada por un alma del Purgatorio!

(Vida de San Pedro Damiano.)

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8.1.21

Pena de sentido. Testimonio



El P. Fr. Marcos de Lisboa, Religioso de gran respetabilidad y cronista insigne de nuestra Seráfica Orden, en el libre XI, capítulo XXIII de la 1.a parte de las "Crónicas Antiguas", refiere en estos términos el siguiente testimonio.

"Hubo en el reino de Portugal un fraile mancebo llamado Fr. Alonso, el cual no obstante ser varón devoto y de muchas lágrimas, menospreciaba a los otros, y era de su natural inclinado a la ira. Llegado este fraile al punto de su muerte, dijo a otro que era amigo suyo, que si Dios se lo permitía, le daba palabra de que se le aparecería después de quince días. Encontrándose Fr. Alonso en el momento de la muerte, hallábase también agonizando otro Religioso, por nombre Fr. Pedro de Estrella, que había sido de muy santa y perfecta vida; de manera que los dos dichos, Fr. Alonso y Fr. Pedro, murieron en un mismo día.

2.5.21

Vanidad de vanidades



Vidi cuncta quae fiunt sub fole, et ecce universa vanitas, et afflictio spiritus. (Eccles. I, 14).

Vi todo lo que se hace debajo del sol, y he aquí que todo es vanidad y aflicción de espíritu.



Vanos son, caducos y pasajeros todos los gustos de la tierra. Vanos los deseos, los cuidados, los pensamientos de los hombres. Vanidad de vanidades todo. Desdichado de aquel que, confiando en las vanas promesas de este mundo, vive entre tanto separado de Dios. Nada hay tan frágil y voluble como las cosas de la tierra. ¿Quién pensara que se habían de acabar tan presto aquellos grandes imperios de la antigüedad? ¿El de un Nabucodonosor, tan colosal a los ojos humanos, que parecía que el tiempo no había de tener jurisdicción sobre él? Y sin embargo, aquel Rey que presumía ser un dios, y que queriendo hacerse adorar como tal, mandó que lo representaran en una estatua de forma colosal, cuya cabeza era de oro, pero tenía una parte de los pies de hierro y la otra de barro, y con una piedrecita, que simbolizaba a Jesucristo, desprendida de lo alto de un monte, dio en tierra con la estatua, la cual quedó enteramente desmenuzada.

Poco tiempo después de lo dicho, Nabucodonosor perdida la razón se retiró a un monte solitario, donde por espacio de siete años estuvo comiendo heno, como un buey, mientras que su cuerpo era bañado con el rocío de lo alto, hasta que alzó los ojos al cielo, y bendiciendo al Altísimo le fue restituido el juicio y con él el trono.

1.1.21

¿Qué es el Purgatorio? Testimonio



San Cirilo habla de tres muertos resucitados por San Jerónimo; y andando el Santo yendo a visitar uno de ellos, dice que lo encontró llorando amargamente, y le dijo: "Si tú supieras los acerbísimos tormentos que yo he visto y sentido en el Purgatorio, no podrías dejar de llorar conmigo día y noche". Y continuó diciendo: "Si todas las penas de fuego, todos los tormentos y martirios que hay en este mundo se ponen en parangón con los del Purgatorio, los de acá parecerán diversiones y deleites. No hay hombre alguno, el cual si conociese por experiencia cuan tremendas son aquellas penas, que no eligiera más bien el ser sacrificado aquí sin refrigerio alguno hasta el fin del mundo con todos los suplicios que hay y ha habido en la tierra, antes que padecer una sola hora el fuego del Purgatorio".

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20.4.21

Todo viene de Dios



Todo cuanto en el mundo se contiene, de Dios es. "Mía es toda la tierra" (Exod. XIX, 5) ha dicho el Excelso. "Mía es la plata y mío es el oro" (Ageo, II, 9), dijo igualmente por un Profeta. Y como haciéndose eco de estos oráculos, repite el Salmista: "Del Señor es la tierra, y su plenitud; la redondez del orbe, y todos sus habitantes". En una palabra, la Sagrada Escritura nos ofrece diversos testimonios de que Dios, Creador del universo, es Señor absoluto de cuantos bienes y riquezas hay en El. Por eso en otro de los libros del Antiguo Testamento se lee: "Tuya es, Señor, la grandeza, y el poder, y la gloria, y la victoria; y a Ti la alabanza (es debida), porque todas las cosas que hay en el cielo y en la tierra, tuyas son. Tuyo es el reino,y Tú eres sobre todos los príncipes".

Como arbitro que es Dios de las obras de sus manos, distribuye los bienes temporales para su gloria; ora sean riquezas, nobleza, salud, talentos, hermosura y demás, como lo declaró la madre del profeta Samuel, con estas palabras: "El Señor es el que quita y da la vida. El que empobrece y enriquece, abate y ensalza". Esta misma contestación debiera darse a aquellos que, descontentos de su suerte, se lamentan al ver que otros abundan de los bienes que ellos no tienen: Dios lo quiere; Dios lo ha dispuesto así por sus ocultos y sapientísimos juicios.

7.2.21

¿Saben las ánimas del Purgatorio si están salvadas?



Lutero, aquel audaz y sacrilego falsificador de la verdad revelada, enseñaba que las almas del Purgatorio ignoraban si eran o no del número de los predestinados. Esto que el heresiarca alemán enseñó por pura malicia, lo dijeron también algunos católicos, preocupados tal vez por lo inefable de las penas del Purgatorio; creyendo que la máxima de aquellas penas era el no saber las pobres almas si su ulterior y definitivo destino sería el cielo o el infierno. Lo mismo parece sentir Dionisio el Cartujano. Cuenta este renombrado autor que un cierto Religioso, inglés de nación, fue arrebatado en espíritu, habiendo visto en el Purgatorio el alma de un doctor famoso, atormentada sobre toda ponderación le preguntó si esperaba alcanzar misericordia, y le contestó el alma: "¡Ay!, ¡ay!, ¡ay!, lo que sé es que antes del juicio no he de obtener perdón; pero aun entonces estoy incierta de si se me hará gracia o no", ("Vae!, vae!, vae!, scio quod ante diem iudicii veniam non obtinebo; an auten tunc incertum habeo").

No obstante lo dicho, la común sentencia de los teólogos es que las almas del Purgatorio están ciertas de su salvación. Mas para que se entienda cuál sea esta certidumbre, dice Belarmino que hay tres grados de certeza:

- 1.° La que excluye toda esperanza y temor, cual es la de los bienaventurados que están ya en posesión de la gloria eterna.

- 2.° El segundo grado de certeza es la que arroja de sí todo temor, pero no toda esperanza; tal sucede con las almas del Purgatorio, que no tienen temor alguno de perder la bienaventuranza, empero como ésta es futura y no presente, se mantiene en ellas la esperanza de un modo arduo y trabajoso, por haber de nutrirse en medio de los tormentos.

Por fortuna esta esperanza es necesaria y no contingente, supuesto que no pueden caer del estado en que se hallan, por lo cual libres de todo temor infaliblemente han de gozar de Dios.

- 3.° El tercer grado es aquel que ni excluye el temor ni la esperanza, y puede llamarse grado de certeza conjetural, cual es la nuestra, ya que para nosotros la bienaventuranza está por venir, es ardua de alcanzar, y a la vez contingente y no necesaria; ni tampoco, gracias a Dios, imposible. Por eso la esperamos y vivimos con temor de perderla, nos hallamos todavía en el estadio, en el certamen, en lo disputado y reñido de la batalla, en medio de un campo empedrado de tropiezos y peligros.

26.3.21

Sobre los sufragios para las ánimas del Purgatorio. Testimonio



Lorenzo Surio, en la vida de San Usualdo, obispo, dice que cierto monje sacristán de una iglesia se ocupaba en entapizarla para una fiesta. Para poner una colgadura se subió a lo alto de una escalera, y enredándosele el paño entre los pies, cayó sobre el enlosado del pavimiento, dando tan terrible golpe que en el mismo acto quedó muerto. El santo Obispo se puso en oración rogando a Dios por el alma de aquel Religioso, y mandando que todos los monjes sacerdotes de aquel monasterio celebrasen Misas y ayunasen por él. Así lo hicieron de muy buena gana, doliéndose de la desastrada muerte de su hermano.

Estando el Obispo en oración se le apareció el difunto, y el santo Prelado le preguntó:

- Dime, hermano; ¿cómo te va?

A lo que aquél contestó:.

- Padre, hasta ayer me fue mal, porque he padecido grandes tormentos; pero ayer envió Dios un Ángel al Purgatorio y me sacó de allí. Ahora me voy al cielo a gozar de Dios. Y por la caridad que has tenido conmigo en hacer con tanta diligencia los sufragios de ayunos, oraciones, limosnas, y en particular del santo sacrificio de la Misa, que todos tus Religiosos sacerdotes celebraron por librarme del fuego del Purgatorio, me ha mandado el Señor venir a darte gracias por este beneficio.

21.4.21

Todo viene de Dios. Testimonio



En las vidas de los Padres se cuenta de un monje que, caminando por el yermo en dirección a la ciudad, se encontró con el cadáver todo destrozado de otro muy santo monje, a quien un león le había quitado la vida.

Una vez hubo llegado a la ciudad, tropezó con la solemnidad y pompa de un lujosísimo funeral, con que el cuerpo de un rico malvado era conducido a la sepultura. Lleno con esto de tristeza el monje, dijo consigo: "No pasaré de aquí hasta que Dios me diga, por qué en la muerte fueron este rico y aquel piadoso varón tan diferentemente honrados de lo que parecía justo".

En esto se le apareció un Ángel, el cual le dijo: "El rico con esta honra queda satisfecho de algún bien que tenía hecho, y fuese por sus culpas a pagarlas en el infierno. El monje con aquella muerte fue purificado, y subió sin más purgatorio al cielo. Y tú, no te metas más a juzgar las obras de Dios".

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1.5.21

Las almas del Purgatorio ruegan por nosotros



No he venido o llamar a los justos a penitencia, sino a los pecadores.
(Luc. v, 32).


Si quieres ir al cielo, menester es que pases el embravecido mar de este mundo con un bastimento bien pertrechado, y créeme que no hay bastimento más seguro que la cruz de Jesucristo, su humildad y mortificación. Las palabras del Concilio Arausicano, bien consideradas, debieran aterrarnos.

Dice, pues, que de nuestra parte no somos más que mentira y pecado. Verdad es: somos mentira, porque lo que es mentira, no es; y de nosotros sólo tenemos el no ser. Quita de ti lo que has recibido, y verás que no te queda más que la nada; eso eres de ti mismo, nada. Y todo lo que sobre eso ha puesto tu Creador a El se lo debes, suyo es, y así no debes usarlo por tu antojo, sino por su gusto. Somos en segundo lugar pecado, pues no hay mal alguno que no venga del pecado, que voluntariamente cometemos.

18.2.21

Gratitud de las almas del Purgatorio



Es la gratitud un sentimiento por el cual nos consideramos obligados a corresponder al beneficio o favor que recibimos de otro. Importa tanto en el arancel de la misericordia divina la piedad que usamos con los necesitados, que por un triste vaso de agua que alarguemos a un sediento en nombre de Jesucristo, este benignísimo Señor nos ofrece un galardón del todo excesivo. Y si tal recompensa promete a lo que se hace por los vivos, ¿qué premio no dará al bien que se obra por los difuntos, mayormente si se atiende a que la sed o la necesidad de éstos es millares de veces mayor que la que podemos experimentar en este mundo?

Regla de justicia es que el agradecimiento debe guardar proporción con el beneficio recibido, y juntamente con la mayor o menor necesidad de quien lo recibe; y como quiera que el beneficio que a las pobrecitas almas se hace, implica un bien en cierto modo infinito, en razón a que con él las llevamos o aproximamos a Dios, y como la necesidad de las mismas ya no puede ser mayor, su reconocimiento a aquellos que les dispensan algún bien necesariamente ha de ser grande.

29.4.21

Dios es amor



Deus charitas est, et qui manet in charitate, in Deo manet, et Deus in eo. (I Joan, IV, 16).

Dios es caridad, y quien permanece en caridad, en Dios permanece, y Dios en él.



Cierta alma al tiempo de comulgar veía a nuestro Señor en diferentes pasos para que ninguno excusase, pues había allí materia abundante para contemplar toda la vida, y mucho más que durase.

Lo veía niño llorando, para el devoto; derribado a los pies de Judas, para el humilde; glorioso y con majestad, para el altivo y presuntuoso; manso, para el airado; amoroso, para el poco devoto; azotado y menospreciado, para el duro de corazón; y puesto en una cruz, esperando y convidando a que todos llegasen a participar de aquellos inefables bienes y dulzuras regaladas. ¡Oh caridad sempiterna! ¡Oh divino Enamorado! ¡Oh Jesús, vida de mi alma!

31.3.21

Cómo distribuye Dios los sufragios comunes



No deja de ser interesante la cuestión en que entienden los autores que militan en el campo de la presente polémica, reducida al modo como Dios distribuye los sufragios comunes que la Iglesia o los fieles en particular aplican a las almas del Purgatorio. Convienen generalmente, en que los referidos sufragios aprovechan más a las almas de aquellos que mientras vivieron en este mundo tuvieron mayor cuidado en vivir cristianamente y ser devotos de las almas.

Y así debe ser; porque supongamos de uno que durante su vida haya frecuentado los Sacramentos, oído muchas Misas, ganado gran número de indulgencias y ejercitádose en otras obras de supererogación, y otro que estuvo muy lejos de mostrar tal solicitud, pero que tuvo la dicha de morir bien. Desde luego parece que no deben ser iguales en la parte alícuota de la distribución de los sufragios generales o comunes, teniendo derecho preferente el mejor y que más ajustado a la divina ley hubiere vivido. Así lo dice, entre otros, San Buenaventura. Y en otro libro atribuido por algunos al mismo Seráfico Doctor, se lee: "Aprovechan más o menos los sufragios, según la diversidad de méritos de los difuntos, o bien según la mayor caridad con que los ofrecieron los vivos".

25.3.21

Sobre los sufragios para las ánimas del Purgatorio



Para ganar los sufragios y hacer que sirvan de alivio a los difuntos, son necesarias las siguientes condiciones:

- 1.º La intención de adquirir y hacer la aplicación del sufragio.

- 2.º Que el difunto o difuntos a quienes se aplica, tengan necesidad y sean capaces de él, porque si no tienen nada que satisfacer, como sucede con los que ya gozan de Dios, los sufragios que se les ofrecen no tienen para ellos efecto, y si están en el infierno, tampoco les sirven de nada.

- 3.º De parte del que hace el sufragio, muchos creen que debe estar en gracia; pues como dice el Apóstol: "Si diere a los pobres todos mis bienes, y entregare mi cuerpo para ser quemado, mas no tuviere caridad, nada me aprovecha".

8.5.21

El gasto en los recordatorios



Ha tomado gran desarrollo entre nosotros esa que podemos llamar nueva "honra fúnebre", introducida de pocos años a esta parte, copiándola del extranjero. Los recordatorios han llegado a ser "de moda", porque también la moda se introduce en los entierros, en los funerales y en la mansión de los muertos, y ella es la que inspira tanta superfluidad, tanto boato como se ostenta muchísimas veces en las honras funerarias. Menos mal si no redundasen nunca en menoscabo de los sufragios que espera el difunto, pero muy generalmente están éstos en razón inversa de aquéllos. Y se explica naturalmente, porque la familia que ha gastado una parte del dinero para alfombrar de negro la iglesia, para música y demás que contribuye a hacer fastuoso un funeral, no está ya dispuesta a gastar más, a desembolsar la limosna necesaria para hacer celebrar siquiera un trentanario de Misas.

Bastante cree haber hecho con un funeral concurrido y brillante, y colocado por añadidura el cadáver en nicho o sepultura adornada con ricos mármoles. Es verdad que ni los mármoles de la sepultura, ni lo aparatoso del entierro, ni las coronas de flores, ni los penachos de los caballos del coche fúnebre, ni la negra alfombra de la iglesia, ni la escogida música del funeral han de contribuir gran cosa a abreviar la expiación del difunto; pero en cambio todo esto lisonjea, satisface la vanidad de los vivos, y ésta entra, no pocas veces, como parte principal, mientras el sufragio del difunto viene a quedar en lugar secundario.

11.4.21

Caridad ejercitada con las almas del Purgatorio. Testimonio



En la iglesia de Santa Cecilia de Roma se apareció la Virgen María, acompañada de Santa Cecilia, Santa Inés y Santa Águeda, y una multitud de Angeles y Bienaventurados que le hacían la corte; y en medio de todos una viejecita toda cubierta de andrajos, que tenía sobre sus espaldas un riquísimo manto. Y acercándose con las rodillas en tierra y llorando al trono donde estaba la Reina del cielo, comenzó a conjurarla diciéndole que tuviese piedad del alma de Juan Patrizi, su bienhechor, el cual muerto pocos días antes, estaba en el Purgatorio sufriendo rigurosos tormentos. Al llanto y a la plegaria de la viejecita parece que la Virgen no se conmovió. No obstante, la viejcita tornó segunda y tercera vez a hacer la misma petición. Pero en vano.

Entonces desatándose en un llanto conmovedor dijo: "Yo era una pobre mendiga; nos hallábamos en medio del invierno, llovía copiosamente, y entorpecida por el frío pedía caridad a la puerta de vuestra basílica en Rom. Entraba entonces en la iglesia Juan Patrizi; yo le pedí limosna en nombre vuestro y él, generoso, quitándoselo de encima me dio este manto. Suplico, pues, que tanta caridad hecha a nombre de Vuestra Majestad, merezca al infeliz compasión".

A estas palabras la Virgen dirigiéndole una amorosa mirada, la dijo: "El alma por el cual me ruegas, ha sido condenada a duras penas y por largo tiempo, a causa de sus numerosas culpas, mas con el beneplácito de mi Hijo voy a usar de misericordia con ella, porque practicó la caridad hacia los pobres y la devoción á Mí". Dicho esto, manda que le traigan a su presencia a Juan Patrizi, el cual compareció con una infinidad de demonios que le tenían sujeto con cadenas, maltratándolo del modo más cruel. Mas a una señal de la Madre de Dios se dispersaron todos, Juan tomó asiento entre los bienaventurados, y todo desapareció.

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17.1.21

Duración de las penas del Purgatorio. Testimonio



En el libro titulado "Selva de Sufragios", escrito en portugués por el P. Fr. Antonio de la Natividad, y traducido al castellano por el Mtro. Fr. Diego de Noguera, calificador de la Santa Inquisición, ambos agustinianos, leemos: "Un religioso profeso y sacerdote, de la Orden del Císter, llegó a tal desamparo de Dios, que apostatando de su religión, se hizo capitán de bandidos, y habiendo pasado la vida en varios insultos, sucedió que en uno de ellos salió herido de muerte. Recogiéronle en sus chozas unos pastores, y llamaron a un confesor, el cual pareciéndole sin duda que el herido no moría por entonces, le suspendió la absolución. Con la aflicción que por ello experimentó el pobre enfermo, se agravó en gran manera su mal, y viendo que moría sin confesión por falta de sacerdote, se dispuso lo mejor que pudo, haciendo varios actos de contrición, pidiendo a Dios con muchas lágrimas misericordia y perdón de sus pecados, con deseo de volver a su monasterio para hacer penitencia en él, y no siéndole esto posible, ofreciéndose a estar dos mil años en el Purgatorio. Oyó Dios sus gemidos, y aceptó la satisfacción que ofrecía. Murió, pues, el Religioso, y fué al Purgatorio".

"Se le contó este suceso a un tío del difunto, que era Obispo, el cual luego con mucha caridad ofreció por el alma del sobrino una gran cantidad de limosnas, muchas Misas y oraciones. Y el mismo caritativo Prelado aplicaba cada día el augusto Sacrificio por aquella intención. Pasado ya un año en que estos sufragios se continuaron, el alma del sobrino se apareció al Obispo, y le dijo, que por lo que en aquel año se había hecho por él, Dios nuestro Señor le había perdonado mil años de Purgatorio, y que si en el año siguiente se hacía otro tanto, le serían perdonados los otros mil años que quedaba debiendo de las mismas penas. Prometió hacerlo así el misericordiosísimo Obispo. En su virtud avisó a todos los que en el año antecedente le habían acompañado a ofrecer sufragios por aquella alma, y terminado el año, hallándose el mencionado tío diciendo Misa, como siempre, por su sobrino, se le apareció éste en hábito de monje, con cogulla blanca y resplandeciente, dándole gracias, y diciéndole que por sus oraciones y sacrificios, y por los sufragios que había hecho y ordenado que se hiciesen por él, se le habían perdonado los dos mil años, y subía al cielo".

Hasta aquí Cesáreo, citado por los referidos autores.

No diez, ni veinte, ni ciento; dos mil años de Purgatorio fueron impuestos a aquella alma, y a no haber sido por los muchos y eficacísimos sufragios, sólo Dios sabe si después de varios siglos continuaría aún en el Purgatorio.

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10.5.21

Potestad para conceder indulgencias



La potestad para conceder indulgencias reside plenamente en el Papa, quien puede hacer en ello lo que estime conveniente, con tal que exista una causa legítima; pero los Obispos tienen esta potestad limitada según la ordenación de la Santa Sede, y por lo tanto pueden ellos hacer en esto aquello que les ha sido otorgado, y nada más. (Sto. Tomás, "Suppl". g. 26, art. 3).

El Papa, como supremo dispensador de las gracias que emanan del tesoro de la Iglesia, puede conceder toda clase de indulgencias, no sólo a los vivos, sino también a los muertos. Y aun cuando las almas del Purgatorio no estén sujetas a su jurisdicción, sin embargo, puede concederlas indulgencias parciales y plenarias por modo de sufragio.

10.12.20

Albaceas y ejecutores de los testamentos



Tres motivos principales son los que destruyen las casas:

1. La mala crianza de los hijos.

2. La retención injusta de los bienes ajenos.

3. La injusticia ingratísima que tienen los vivos con los difuntos

Verdaderamente son falaces y mentirosos los hijos de los hombres en sus promesas, dice el Profeta Rey. Pasa de esta vida mortal a la eterna un hombre honrado, y para descargo de su alma, deja por ejecutores de su testamento a sus mayores amigos; pero éstos, ingratos, en perdiéndole de vista duermen sin cuidado, y siempre les parece es presto, y que tiempo hay para cumplir el testamento, dar la limosna de las Misas y pagar las deudas de su difunto amigo. "Maldito el hombre que confía en el hombre", dice Jeremías, capítulo XVIII, 5. Y aunque en todos los asuntos se verifica esta formidable proposición, en esta materia de los testamentos horroriza más el engaño pernicioso y la infidelidad de los falsos amigos, porque en confianza de ellos se fueron consolados al otro mundo. Después se hallan defraudados, padeciendo sin alivio en aquellos tormentos tan atroces, que no se pueden explicar con voces humanas.

Aun de un hijo suyo tan amado como José, no se quiso fiar del todo la ejecución de su testamento el patriarca Jacob, de quien dice el sagrado Texto, que habiendo explicado su última voluntad para morir, llamó a su amado hijo José, y le hizo jurar que cumpliría lo que le dejaba encargado. (Genes., XLII, 31). No se fió de su sencilla palabra, para que los hombres ignorantes aprendiesen a asegurar bien el puntual cumplimiento de sus últimas voluntades.

11.1.21

Sobre la pena de sentido. Testimonio II



Arrobada milagrosamente un día la Beata Cristina, en tal manera que todos la tenían ya por muerta, fue conducida primeramente a presenciar las penas del Purgatorio, de las cuales quedó sumamente conmovida, y desde allá al cielo, de cuya gloria quedó altamente arrebatada. Mientras se gozaba en medio de los coros celestiales, le dijo el Señor que dejaba a su elección, o el volver a la tierra para ayudar a las almas del Purgatorio, o quedar para siempre en aquella corte celestial. Llevada la Santa de vivísima caridad, como el Apóstol, respondió:

- Mejor es diferir la propia felicidad por algún tiempo, que dejar de socorrer a las almas santas atormentadas con tan crueles suplicios. Pido, por tanto, volver a la tierra, para aliviar con mis penitencias al Purgatorio.

16.1.21

Duración de las penas del Purgatorio



Todos cuantos autores conocemos, así de ciencia propia como de simple referencia, concuerdan en rectificar a Soto en su sentir acerca de la duración de las penas del Purgatorio. Dice aquel maestro, que ninguna alma permanece en el Purgatorio más allá de diez años. A esto contestan unánimes los Doctores diciendo que no hay razón alguna plausible que tal persuada, ni nadie por más docto que sea puede llegar a hacer tales cómputos, que están fuera del alcance del entendimiento humano; porque como dice el Apóstol: "¿Quién penetró el pensamiento del Señor? ¿O quién fue su consejero?". Doctamente discurre sobre esto el cardenal Belarmino, de cuya doctrina hemos formulado los cuatro puntos siguientes:

- 1.° En primer lugar no podemos nosotros prejuzgar nada con respecto al tiempo que han de durar las penas del Purgatorio, por cuanto lo que pasa después de esta vida es muy diferente de lo de acá. Éste es el tiempo de la misericordia, y caben en él algunas conjeturas más o menos fundadas; después de esta vida comienza el tiempo de la justicia, y ésta exige que se pague hasta el último cuadrante.