Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

16.1.21

Duración de las penas del Purgatorio



Todos cuantos autores conocemos, así de ciencia propia como de simple referencia, concuerdan en rectificar a Soto en su sentir acerca de la duración de las penas del Purgatorio. Dice aquel maestro, que ninguna alma permanece en el Purgatorio más allá de diez años. A esto contestan unánimes los Doctores diciendo que no hay razón alguna plausible que tal persuada, ni nadie por más docto que sea puede llegar a hacer tales cómputos, que están fuera del alcance del entendimiento humano; porque como dice el Apóstol: "¿Quién penetró el pensamiento del Señor? ¿O quién fue su consejero?". Doctamente discurre sobre esto el cardenal Belarmino, de cuya doctrina hemos formulado los cuatro puntos siguientes:

- 1.° En primer lugar no podemos nosotros prejuzgar nada con respecto al tiempo que han de durar las penas del Purgatorio, por cuanto lo que pasa después de esta vida es muy diferente de lo de acá. Éste es el tiempo de la misericordia, y caben en él algunas conjeturas más o menos fundadas; después de esta vida comienza el tiempo de la justicia, y ésta exige que se pague hasta el último cuadrante.




- 2.° Puede Dios compensar o abreviar la extensión de la pena con la intensidad de la misma, pero no quiere; de lo contrario se seguiría que las almas no permanecerían en el Purgatorio más que breves momentos. Supuesto que en la mano de Dios está el agravar las penas de tal suerte, que sin destruir el alma, aquello que ésta había de padecer en cien años, lo padeciera en una hora, y esto no es en modo alguno verosímil que lo haga.

- 3.° Repugna no menos la doctrina de Soto a las visiones de los Santos. Refiere Beda, lib. V Hist. cap. 13, que ciertas almas se hallaban sentenciadas a penar en el Purgatorio hasta el día del juicio universal, si bien algunas de ellas habían de conseguir antes la purificación por las limosnas y sufragios de los fieles de este mundo, sobre todo por el santo Sacrificio de la Misa. De muchas otras visiones semejantes da cuenta Dionisio el Cartujano y otros autores.

- 4.° La opinión de Soto es igualmente contraria a la costumbre de la Iglesia, la cual celebra aniversarios por los difuntos aun cuando le conste que murieron ciento y más años antes, lo cual ciertamente no hiciera si creyese que las penas del Purgatorio hubieran de remitirse en tan breve tiempo.

Los argumentos de Belarmino no tienen réplica, y por lo que hace a la costumbre de que habla en el número 4.°, es evidente que desde los primeros tiempos la Iglesia ha exhortado siempre a los fieles a procurar el alivio de los difuntos, sin tener en cuenta para nada el mayor o menor tiempo de su fallecimiento, aprobando las memorias y fundaciones de Capellanías y aniversarios perpetuos, cosa que nunca haría si no estuviese bien persuadida de la diuturnidad de los tormentos, ni hubiera tampoco tantos fieles esclarecidos por su ciencia o sus blasones, que vincularan una buena parte de sus bienes por dejar herederas a las almas.

Esfuérzase lo dicho por la misma razón natural, respecto de que a cada pecado venial es preciso le corresponda algún tiempo de padecer en el Purgatorio; pues que saliendo muchos de esta vida con innumerables culpas leves, y quizá con muchas graves de que no han dado satisfacción por la pena temporal en que fueron conmutadas por la confesión o el dolor, dejamos a la consideración de cada uno, por no andar con cálculos quiméricos, el espantoso número de años o de siglos que habrán menester para purificarse en aquellos fuegos.

San Vicente Ferrer en el tratado de "Aqua benedicta", afirma haberle revelado el Señor, que un alma estuvo un año entero en el Purgatorio por sólo un pecado venial. ¿Qué será de los que salen de este mundo con millares de pecados veniales, y por ventura mortales perdonados en cuanto a la culpa, pero de los cuales no han hecho la debida penitencia?

En la Liturgia Jerosolimitana, atribuida al apóstol Santiago, se lee: "Acuérdate, Señor y Dios nuestro, de los espíritus de toda carne, así de los que hacemos memoria, como de los que no la hacemos, que fueron ortodoxos y sintieron bien de nuestra santa fe, desde el justo Abel hasta el presente día, y haz que lleguen al descanso de la región de los vivos". Si, pues, los Apóstoles pedían por los justos que salieron de esta vida desde el tiempo de Abel, visto es que suponían podría haber algunos que estuvieran en el Purgatorio hacía cinco mil años.

Y Surio en la vida que escribió de San Remigio dice, que hay algunos los cuales por las buenas obras que hicieron son elegidos entre los predestinados. pero por otras malas de las cuales salieron manchados, son severamente castigados en las llamas del Purgatorio, destinados a padecer aquel tormento hasta el fin del mundo.

Por lo cual San Agustín, en el libro III de las Cuestiones de Dulcicio, recomienda se hagan sufragios por las almas aunque hayan pasado no diez o cien años, sino siempre, hasta que se acabe el mundo. Por lo mismo, debe rechazarse absolutamente la proposición 47 de Soto, condenada por Alejandro VII, que decía: "Annuum legatum pro anima relictum, non durat plus quam per decem annos".

Fray Tomás de Cantímprato da testimonio de haberse aparecido a Santa Lutgarda el Papa Inocencio III , y reveládole como había estado en el juicio muy cerca de que Dios le condenase a los eternos suplicios, pero que usando de su infinita misericordia le conmutó las penas del infierno por las del Purgatorio, que había de padecer hasta la consumación de los siglos.

Para poder apreciar lo terrible y escrupuloso del juicio, es necesario advertir que aquel Pontífice fue tenido de todos por ejemplarísimo, y cuantos autores han escrito de él encomian su celo, su pericia y heroicas virtudes. Y entre ellos Spondano, al año 1206 en su "Historia Eclesiástica", afirma que además de haber sido muy versado en ambos derechos, fue relevante su piedad para con Dios, su caridad con los prójimos, su constancia y ardor en defender los derechos de la Iglesia y Religión católica de los que la impugnaban, y su desvelo en promover la disciplina eclesiástica y buenas costumbres, y que las suyas fueron de gran aprobación, y por último, que motivó su muerte el celo ardentísimo en defender nuestra santa fe.

¿Qué juicio deberemos formar de esto? ¡Dios omnipotente! Si un Pontífice de espíritu tan aventajado, de tan raras y eximias dotes estuvo a punto de ser precipitado en los infiernos, salvándose únicamente por un rasgo maravilloso de la piedad divina, aunque con la obligación de padecer horribles tormentos en el Purgatorio hasta el día del juicio final, ¿quién no temblará? Si los cedros del Líbano se conmueven, ¿qué será de los débiles juncos? ¿Qué hombre que tenga un poco de inteligencia no procurará satisfacer en esta vida con penitencias y obras buenas, para no comparecer manchado ante la formidable presencia del Supremo Juez? Si en tales aprietos llegó a verse un varón tan eminente como Inocencio III , ¿qué será de los descuidados y flojos? Al decir de unos y otros, no parece que aquel Pontífice hubiese pecado nunca mortalmente con plena advertencia y malicia. Los cargos que se le hicieron, se basarían sin duda en debilidades y condescendencias. Quizá hubo de ser engañado por ministros aduladores y lisonjeros, que tan de ordinario suelen ser el escollo de los príncipes, en cuyo caso si cometió o dejó cometer alguna falta grave, siendo como era de rectitud tan notoria, obraría en ello por juicio erróneo, en que sólo pudo caber alguna omisión constitutiva de pecado leve.

Esto nos parece a nosotros; pero ¿quién puede sondear los juicios de Dios? Verdaderamente pone espanto y eriza los cabellos el pensar en este caso tan horrendo, y si de él no sacan escarmiento los Obispos y Prelados todos, no sabemos qué pensar de ellos. La historia nos dice que hubo Pontífices y reyes que exclamaron al morir: "¡Oh quién hubiera sido fraile lego de un convento!", pero ni la historia ni la tradición nos dicen que ningún fraile lego haya exclamado al morir: "¡Oh quién hubiera sido Papa!", u: "¡oh quién hubiera sido rey!". De los superiores todos dice Salomón: "Judicium durissimum his, qui praesunt fiet" (Juicio durísimo se hará sobre los que gobiernan". Aprendan todos a temer del ejemplo propuesto. Temamos todos, sí, lo mismo los Religiosos que los seculares, los hombres como las mujeres. Resolvámonos a mudar de vida y a prepararnos para el gran viaje a la eternidad, que si esto no hacemos, con razón hemos de decir que somos más que necios, locos de atar y enemigos irreconciliables de nosotros mismos.

Asentemos en el fondo del corazón esta profunda máxima: Si la idea de la eternidad en el infierno le saca a uno fuera de juicio, también la memoria del Purgatorio hasta la consumación de los siglos debiera aterrarle y enseñarle a vivir con temor.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




| ClamoresDeUltratumba | | Purgatorio | | Consejos | | Enseñanzas |

No hay comentarios:

Publicar un comentario