Lorenzo Surio, en la vida de San Usualdo, obispo, dice que cierto monje sacristán de una iglesia se ocupaba en entapizarla para una fiesta. Para poner una colgadura se subió a lo alto de una escalera, y enredándosele el paño entre los pies, cayó sobre el enlosado del pavimiento, dando tan terrible golpe que en el mismo acto quedó muerto. El santo Obispo se puso en oración rogando a Dios por el alma de aquel Religioso, y mandando que todos los monjes sacerdotes de aquel monasterio celebrasen Misas y ayunasen por él. Así lo hicieron de muy buena gana, doliéndose de la desastrada muerte de su hermano.
Estando el Obispo en oración se le apareció el difunto, y el santo Prelado le preguntó:
- Dime, hermano; ¿cómo te va?
A lo que aquél contestó:.
- Padre, hasta ayer me fue mal, porque he padecido grandes tormentos; pero ayer envió Dios un Ángel al Purgatorio y me sacó de allí. Ahora me voy al cielo a gozar de Dios. Y por la caridad que has tenido conmigo en hacer con tanta diligencia los sufragios de ayunos, oraciones, limosnas, y en particular del santo sacrificio de la Misa, que todos tus Religiosos sacerdotes celebraron por librarme del fuego del Purgatorio, me ha mandado el Señor venir a darte gracias por este beneficio.
Con esto se ve claro lo mucho que aprovechan a las almas las oraciones, ayunos, limosnas, y en general todo género de obras buenas; pero sobre todo la Santa Misa. Aprestémonos, pues, para llevar adelante la causa del Purgatorio, que es el negocio importantísimo en cuyo feliz resultado ha de cifrar nuestra alma pingües y positivas ganancias; éste es el tiempo favorable y el día de la salud. Muéstrese, Dios y Padre mío; muéstrese esta mi vida en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en vigilias, en ayunos y en todo linaje de penalidades...; todo esto será bien poco para el galardón que espero, si con mis congojas y trabajos consigo librar a un alma del Purgatorio.
¡Oh!, envidiable será mi suerte; feliz seré yo teniendo en el cielo un amigo el más agradecido, el más íntimo, el más entrañable. Un amigo que a imitación de mi Ángel custodio me guarde en todos mis caminos, más aún: me lleve en sus manos para que acaso no tropiece mi pie contra los peligros de que está enlosada la vida.
¡Ay!, en las horas de melancólico transporte, lentas como el dolor, mil veces he exhalado yo profundas y amargas quejas contra esta vida sembrada de lazos, llena de engaños y perfidias. Pero Dios mío y esperanza mía, es porque os amaba y os amo todavía muy poco. Dadme un grande amor, y entonces se cambiará por completo la decoración, entonces lo más áspero y desabrido se convertirá en dulzura y regalo de mi alma. Encended, Dios de caridad, encended en mi pecho un volcán de amor y dadme un alma del Purgatorio, y después otra y otras muchas. Que este mi amor, y mis ansias, y mi contrición, y mis lágrimas, consigan verlas redimidas del oscuro y abrasado calabozo en que están encerradas. ¡Virgen Purísima, Madre del divino Verbo, a Vos lo encomiendo! No en vano he recurrido a Vos para que fuerais mi Protectora.
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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