El P. Fr. Marcos de Lisboa, Religioso de gran respetabilidad y cronista insigne de nuestra Seráfica Orden, en el libre XI, capítulo XXIII de la 1.a parte de las "Crónicas Antiguas", refiere en estos términos el siguiente testimonio.
"Hubo en el reino de Portugal un fraile mancebo llamado Fr. Alonso, el cual no obstante ser varón devoto y de muchas lágrimas, menospreciaba a los otros, y era de su natural inclinado a la ira. Llegado este fraile al punto de su muerte, dijo a otro que era amigo suyo, que si Dios se lo permitía, le daba palabra de que se le aparecería después de quince días. Encontrándose Fr. Alonso en el momento de la muerte, hallábase también agonizando otro Religioso, por nombre Fr. Pedro de Estrella, que había sido de muy santa y perfecta vida; de manera que los dos dichos, Fr. Alonso y Fr. Pedro, murieron en un mismo día.
El fraile que había quedado vivo, estuvo esperando a Fr. Alonso quince días, y no pareció; mas después de algún tiempo le vio entrar en la iglesia, y pasando por delante del altar donde estaba el Santísimo Sacramento, se quitó la capilla, e inclinándose hizo una profunda reverencia; se dirigió luego a donde se hallaba esperando el fraile vivo, y después de saludarle, le dijo:
- Hermano, no pude venir más presto, como te había prometido, porque no lo permitió el Señor.
Le preguntó el fraile que esperaba:
- Dime, Padre, ¿cómo te va?
A lo que respondió el finado:
- Todo estoy encendido en fuego debajo de este hábito en que me ves; pues aunque yo fui casto y de muchas lágrimas en la oración, porque fui airado y no refrenaba mi condición, teniendo en poco a los demás, sufro graves penas; mas por los merecimientos de mi madre, que fue mujer de santa vida, soy libre de otros castigos mucho mayores que en el Purgatorio se dan.
Siguió preguntando el fraile vivo:
- ¿Cómo le va a Fr. Pedro de Estrella, que contigo salió de esta vida?
- Bien le va, - contestó el difunto -, porque en el punto que su alma salió del cuerpo, los Angeles la llevaron por el Purgatorio tan ligeramente, como suele correr una saeta; y luego San Francisco, San Antonio y otros muchos frailes Santos salieron a recibirla, y con ellos voló a la gloria. Y sábete, que por maravilla hay día que no salgan almas de frailes Menores del Purgatorio; y los Santos nuestros Eeligiosos que dije, las salen a recibir, y las llevan consigo al cielo.
- ¿Y hay muchos frailes en el Purgatorio?
Respondió el muerto :
- Muchos hay, mas no permanecen allí largo tiempo.
Siguió aquél preguntando:
- ¿Te aprovecharon mucho las Misas que te dije?
A lo que respondió :
- No, porque no las dijiste con devoción y fervor [Nota: En esto debió referirse el alma al fruto satisfactorio 'ex opere operantis', o sea al que pudiera haber ganado el sacerdote, y aplicar al alma de Fr. Alonso si hubiese celebrado con mejor espíritu; pues en cuanto al fruto que es propio de la Misa, éste nunca se pierde, siempre se da independientemente de la persona del celebrante]. Mucho me aprovecharon los merecimientos de Fr. Pedro de Estrella, el cual luego que fue llevado al cielo, sonó en el Purgatorio una voz celestial que dijo: '¡Oid, frailes Menores que estáis en el Purgatorio: por amor de este fraile ahora coronado de gloria, os perdona Dios la tercera parte de las penas a que estábais obligados'.
Y dichas estas palabras, aquel fraile difunto desapareció.
Que los frailes, dijo el alma de Fr. Alonso, que van al Purgatorio no permanecen allí mucho tiempo. Así será: no permita empero el Señor que esta confianza, por otra parte justamente fundada, sea parte para que nos volvamos tibios e indolentes en las obras de virtud y penitencia. Por ventura no serán muchos los Religiosos que lleguen a acumular los méritos de Fr. Pedro de Estrella, y sin embargo parece haberse verificado en él aquello del Apóstol: 'Será salvo; mas así como por fuego'. Justo, pues por las llamas del Purgatorio hubo de pasar su alma, siquiera fuese con la rapidez de una saeta.
Vida de perfección profesamos los Religiosos; con todo, poquísimos habrá que no tengan algún resquicio que purificar en el otro mundo, como lo demostraremos más adelante. Por lo demás, que las almas de nuestros hermanos estén poco tiempo en el Purgatorio, se explica. Dejando aparte el sinnúmero de indulgencias de que está enriquecida nuestra Orden - lo mismo con corta diferencia que las demás Ordenes religiosas -, en igualdad de circunstancias y prescindiendo del mayor número de ocasiones que solicitan al hombre secular a la culpa, implicado como se ve en un laberinto de incumbencias y atenciones de que nosotros estamos libres, de ley ordinaria tiene que cometer más faltas que aquellos que, secuestrados al mundo, vivimos protegidos por los muros de la nueva Jerusalén,.que es la Religión.
Así y todo, no olvidemos esto que nos dice el Apóstol: 'El que piensa que está en pie, mire no caiga'. Mucho: aquel que abrazó un estado de santidad como el nuestro, no se duerma acariciado por las auras de una vana complacencia; mire no caiga. El hábito que vestimos, o mejor, de que vamos amortajados, supone la santidad, pero no la da; los Santos se labran con el martillo de la mortificación, a fuerza de golpear y tundir sobre el yunque de la fortaleza y la constancia. Hay que reducir el cuerpo a servidumbre, como quiera que lo óptimo, si llega a decaer, no sólo degenera en malo, sino en pésimo: "Corruptio optimi, pessima".
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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