Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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13.4.21

El número de sufragios. La santa Misa



San Agustín reduce el número de los sufragios a tres solamente, en cambio el Beato Alberto Magno los eleva hasta siete, y si hubiésemos de dar crédito a ciertas revelaciones, aún hay quien se alarga a mayor cifra. Pero el Venerable Beda, San Gregorio el Grande y San Isidoro han estado acordes en fijar el número de cuatro, y éstos son los que definitivamente ha admitido la Iglesia. Tales son: la Misa, la oración, la limosna y el ayuno, y en ellos se comprenden las indulgencias, mortificaciones y demás.

La Misa.
El Concilio de Trento, en el capítulo 2.°, de la sesión XXII, declara que este Sacrificio se ofrece con justa razón no sólo por los pecados de los fieles, mas también, según la tradición de los Apóstoles, por los que han muerto en Cristo sin estar plenamente purificados. Y en el principio de la sesión XXV del mismo Concilio, se define que hay Purgatorio y que las almas allí detenidas reciben alivio con nuestros sufragios, especialmente con el aceptable Sacrificio del Altar, lo que equivale a decir que la enseñanza de que nuestros sufragios aprovechan a las almas es tan cierta como la existencia del Purgatorio.

11.5.21

La muerte es el eco de la vida



Descenderunque vivi in infernum operti humo, et perierunt de medio multitudinis. (Num. XVI, 33).

Y descendieron.vivos al infierno cubiertos de tierra, y perecieron en medio de la multitud.



Coré, Datan y Abitón, he aquí los tres principales caudillos de la sedición contra Moisés y Aarón. El Señor castigó a aquellos tres impíos, porque abriendo la tierra su boca, se los tragó juntamente con sus tiendas y todos sus haberes. Fueron, pues, a parar, según todas las probabilidades, al infierno.

Perder a Dios es una pena infinita, y perderlo para siempre es lo más insufrible, lo más acerbo, lo más terrible, lo más desesperante que se puede decir ni pensar; tanto, que si se redoblase millares de millares de veces aquel incendio de fuego devorador, no formaría un tormento igual al de la privación de ver a Dios; así como si se redoblasen millares de millares de veces los placeres del paraíso, no formarían un gozo igual al de ver a Dios cara a cara. Y esto de no poder ver a Dios es la pena de daño, que tiene también lugar, aunque sólo temporalmente, en el Purgatorio.

24.1.21

El Purgatorio del deseo. Testimonio II



Cuenta Fr. Juan de Bleda en los "Milagros del Rosario" que hubo dos sacerdotes íntimos amigos, de los cuales el uno enfermó de muerte. Era muy siervo de Dios, y su Majestad le reveló antes de morir su buena suerte, que era la de los predestinados, pero que no dejaría de pasar por el Purgatorio, en donde estaría hasta que dijesen una Misa por él. Quedó consoladísimo con tan alegre nueva, y llamando a su amigo le dio parte de ella, y le dijo: "Pues toda la vida me has sido tan fiel amigo, yo te ruego lo seas también en la muerte, y que, pues, has oído mi suerte y cuánto me importa el santo sacrificio de la Misa, me la digas luego que yo expirare". "Yo te ofrezco" - le respondió -, "de hacerlo así, y de no cesar de ofrecer por ti Misas, sacrificios y oraciones, hasta que tenga prendas de que estás en el cielo".

Le asistió con mucha caridad en aquel último trance, y en expirando, que fue al amanecer, se revistió y dijo Misa por su alma, como lo había ofrecido.

En acabando le apareció en la forma y hábito que vivía, y le dijo:

- ¿Cómo, amigo mío, no me cumpliste la palabra, pues me has dejado padecer veinte años y más en las penas del Purgatorio?

- Maravillosa cosa es que digas eso - respondió -, porque a las seis expiraste y luego dije la Misa; y ahora no son las siete, y tu cuerpo está por enterrar, así que mira si pude cumplir mi palabra más presto.

Oyendo esto el difunto, dijo:

- No sin gran admiración creo lo que me dices, mas la acerbidad de las penas ha sido la causa de parecerme tan largo el espacio de tiempo tan corto. Yo te lo agradezco mucho, y prometo pagarte desde el cielo, a donde parto, por la misericordia infinita de Dios, a gozar de su gloria en compañía de los bienaventurados.

Con esto desapareció, dejando a su compañero consolado y cierto de la grandeza de las penas futuras, y del valor de la Misa para salir de ellas.

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23.12.20

¿Qué ocurre con las culpas veniales cuando se muere?



Entre la infinita variedad de opiniones humanas que militaron en otros tiempos en el campo de las controversias religiosas, descuella una que, si bien hubo de ser barrida y echada fuera de las trincheras de los contendientes por el empuje de los apologistas ortodoxos, no se cree todavía del todo muerta. Negaron algunos que después de esta vida se perdonaran los pecados veniales, suponiendo falsamente que todas y cada una de las culpas leves se remiten en el acto mismo de la muerte, por virtud de la gracia final.

Nunca se enseñó en la Iglesia de Dios semejante doctrina: ni la muerte tiene el privilegio de perdonar el pecado venial "ex opere operato", ni tampoco le es dado al hombre que pueda satisfacer siempre sus débitos con actos positivos de arrepentimiento y penitencia en aquella última hora de su vida.

3.4.21

Las indulgencias. Testimonio



En el libro titulado "La Tercera Orden Seráfica", parte 2a , cap. XIV, debido a la pluma de nuestro gran místico el P. Fr. Antonio Arbiol, leemos lo que sigue:

De un Religioso se escribe que era aficionadísimo a ganar indulgencias; por otra parte no veían en él las asperezas de ayunos y mortificaciones que se observaban en otros. Le llegó la hora de la muerte, y un santo monje vio que su alma subía derecha al cielo sin detención alguna.

27.12.20

Un lugar llamado Purgatorio. El Nuevo Testamento



"Y todo el que dijere palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonada; mas el que la dijere contra el Espíritu Santo, no se lé perdonará ni en este siglo ni en el otro". De aquí infieren los Santos Padres, que ciertos pecados se perdonan en el otro siglo, es decir, en el otro mundo, por las oraciones y sufragios de la Iglesia.

"El será salvo; mas así como por fuego". Con esto se establecen por los católicos contra los herejes, dos dogmas: el del Purgatorio, y los pecados veniales.

4.5.21

Bondad de Dios



"Oblicioni datas sum, tamquam mortuus a corde". (Psalm. XXX, 13).

Fui borrado de su corazón, y puesto en olvido como un muerto.



Dice Dios: "No quiero la muerte del impío, sino que se convierta de sus caminos y viva" (Ezequiel, XVIII, 23; XXXIII, 11).

"Seré tu muerte, oh muerte; seré tu mordedura, oh infierno". (Oseae, XIII, 14).

El Señor con su muerte, triunfó de la muerte y del infierno; de la muerte, resucitando glorioso; del infierno, sacando del seno de Abrahán las almas de los santos Padres.

29.3.21

Orden que conviene guardar en la aplicación de los sufragios



Como punto de partida para dilucidar la presente cuestión, importa mucho clasificar el grado de pobreza que padecen las almas del Purgatorio, a fin de cotejarlo con los géneros de indigencia que puede haber en esta mortal vida.

A cuatro reducen algunos los grados de pobreza que suele experimentarse en este mundo:

-1.° El de los que carecen de bienes.

-2.° El de los que careciendo de bienes, contraen deudas.

- 3.° El de los que teniendo deudas, carecen de bienes y no pueden ganarlos.

- 4.° El de los que teniendo deudas, carecen de bienes y no pueden ganarlos ni tampoco pedirlos.

15.2.21

Consuelos de las almas del Purgatorio (III)



El tercer consuelo lo enseña de admirable modo Santa Catalina de Genova, en su Tratado del Purgatorio.

Dice así: "En cuanto a las almas del Purgatorio, siendo su voluntad enteramente conforme a la santa voluntad de Dios, gozan de una dulce tranquilidad. Este Dios comunicativo, se complace también en hacerlas participantes de su inefable bondad, porque estando libres de la culpa del pecado, y habiendo vuelto a la pureza primitiva, nada más hay en ellas que se le oponga. Digo que son puras de todo pecado, porque habiéndolos confesado con una contrición sincera antes de dejar la vida, Dios les perdonó generosamente la culpa, de modo que no les queda más que la mancha, o la marca, que ha de ser devorada por el fuego".

"Estando, pues" - continúa -, "exentas de toda culpa y unidas a la santa voluntad de Dios, lo contemplan más o menos claramente, según la luz que El les da; y si no disfrutan todavía de la visión intuitiva, ni el gozo que ella causa, a lo menos conocen el precio de aquel inestimable beneficio. Además, estas almas, a causa de la conveniencia que tienen con Dios, son muy aptas para la unión divina para la cual han sido criadas, y el instinto natural que Dios les da las lleva hacia El con tanta fuerza, que yo no sabría encontrar ni comparación, ni ejemplo, ni modo, para hacer entender su impetuosidad como mi espíritu la concibe".

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29.12.20

Un lugar llamado Purgatorio. Los Padres de la Iglesia



Pondremos uno de cada siglo por no hacer interminable esta narración.

SIGLO I. - En el siglo primero tenemos a San Dionisio Areopagita en su "Eclesiastica hierarchia", cap. VII, parte 3.a, en la cual dice: "Llegándose el Obispo, ora sobre el difunto a fin de que Dios le perdone los pecados cometidos por humana flaqueza, y lo coloque en las esferas de la luz, y en la región de los vivientes".

SIGLO II. - San Clemente Alejandrino dice, que por medio de un castigo de fuego purificador después de la muerte, deberán expiar las almas hasta la más leve mancha, antes de poder recibir el premio que les está destinado.

SIGLO III. "Celebramos aniversarios por los difuntos", dice Tertuliano.

SIGLO IV. - "Todas las penas, tormentos y aflicciones que pueden imaginarse en el mundo, si se comparan con la menor de las que se padecen en el Purgatorio, son como un consuelo" (San Cirilo de Jerusalén).

SIGLO V. - "Es preciso socorrer a los muertos, no con lágrimas, sino con oraciones, limosnas y oblaciones" (San Gregorio).

SIGLO VI. - "Sé que después de esta vida serán algunos purgados con el fuego del Purgatorio" (San Gregorio).

SIGLO VII. - Tratando San Julián, arzobispo de Toledo, de las sepulturas que se hacían en la Iglesia, dice, que pueden ayudar ocasionalmente a los difuntos, excitando a los fieles que concurran a ellas a ofrecer a Dios sufragios por sus almas.

SIGLO VIII. - San Juan Damasceno escribió todo un libro sobre el Purgatorio, del cual no haremos más que citar el título, que es como sigue: "De aquellos que murieron en la fe, y del modo que pueden ser socorridos por medio de Misas, limosnas y otras buenas obras".

SIGLO IX. - Rábano Mauro dice en el libro de "Clericorum instituione", al cap. XLIV: "Ofrecer el Sacrificio por el eterno descanso de los fieles difuntos, o bien el orar por ellos, como es práctica extendida por todo el orbe, creemos que viene de tradición apostólica".

SIGLO X. - San Odilón, abad de Cluny, instituyó en el año de 998, la conmemoración general de todos los fieles difuntos en los monasterios de su Orden para el 2 de Noviembre, cuyo piadoso pensamiento fue después adoptado por toda la Iglesia occidental.

SIGLO XI. - "La menor de las penas del Purgatorio, es mayor que todo lo que en esta vida se puede pensar" (San Anselmo).

SIGLO XII. - "Sabed que después de esta vida, se pagará centuplicado en el Purgatorio hasta el último céntimo, por las negligencias cometidas en este mundo" (San Bernardo).

SIGLO XIII. - "Las almas del Purgatorio no pueden merecer por sí; pueden, sin embargo, recibir nuestros auxilios" (San Buenaventura).

SIGLO XIV. - "El sacerdote puede aplicar por las almas del Purgatorio el fruto de las Misas, y aliviar sus penas" (Dr. Escoto).

SIGLO XV. - "La Virgen María tiene también dominio en el reino del Purgatorio" (San Bernardino de Sena).

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9.5.21

Medios útiles tanto para uno, como para las almas del Purgatorio



1º. Haz la voluntad de otro antes que la tuya, y jamás te creerás ofendido.

2°. Procura cuanto esté de tu parte tener menos que más, y no tendrás que quejarte de nadie.,

3°. Escoge siempre el lugar inferior, y sujetarte, a todos, y apenas sabrás lo que es tristeza.

4°. Desea padecer y sufrir algo por Jesús, y a nadie hallarás pesado.

6.3.21

Apariciones



Aunque nuestro principal y casi único objeto es hablar de las almas que emigran de este mundo para pasar al Purgatorio, con todo tratándose de la materia que enuncia el epígrafe del presente capítulo, parece conveniente digamos también algo de las almas que van al cielo, al limbo y al infierno.

Van, hemos dicho; y dijéramos tal vez mejor son llevadas o acompañadas, porque en primer lugar es muy probable que los demonios arrebatan al infierno a aquellas almas que Jesucristo maldice y condena al fuego eterno.

6.4.21

Efectos de las indulgencias sobre los difuntos. Testimonio



San Agustín, notando que Jesucristo oró tres veces en el huerto de los Olivos hasta sudar sangre la tercera vez, observa que lo primero rogó por los pecadores, segunda vez por la perseverancia de los justos, y la tercera por las ánimas del Purgatorio. (Tit. I, De cura pro mort.).

No hay cosa, podemos decir, que sea más eficaz para el reposo de las almas atormentadas, como la oferta de la Pasión y muerte del Redentor, y especialmente el sacrificio de la Misa. Santa Verónica de Juliani obtenía luego la libertad de las pobres almas ofreciendo al Eterno Padre el precio que su divino Hijo había desembolsado para rescatarlas. Santa María Magdalena invocaba á menudo la sangre derramada por Jesús, clamando: "¡Oh piedad! ¡Oh misericordia! ¡Oh sangre preciosísima de Jesucristo! descended ¡Ay!, descended con vuestra divina virtud, y librad las pobres almas tan afligidas!". Le fue revelado que al momento obtenían la gloria.

Santa Gertrudis y Santa Matilde dicen que les apareció Jesucristo y les mandó que rezasen cinco Pater, Ave y Réquiem, adorando la llaga del sagrado costado, y las almas serían libres de sus penas. Al Beato Enrique Susón le fue revelado que la meditación y oferta de la Pasión y muerte del Salvador, libraban al punto del Purgatorio. Cesario refiere, que un Prior vio subir al cielo el alma de un lego, el cual confesó que salía tan presto del Purgatorio, porque cada vez que pasaba por delante de una imagen de Nuestro Señor crucificado hacía esta oración: "Señor mío Jesucristo, por aquella amargura que toleraste y por aquella sangre que derramaste por mí en la cruz, especialmente cuando el alma salió de vuestro bendito cuerpo, tened piedad de la mía, y de las demás que penan en el Purgatorio, y salvadnos".

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23.6.17

Acto de consagración al Sagrado Corazón de Jesús


Rendido a vuestros pies, ¡oh, Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro amabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros, como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven.

¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesucristo, y necesito de Vos, como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! ¡Mirad que soy muy inculto, oh soberano Maestro, y necesito de vuestras divinas enseñanzas para que sean luz y guía de mi ignorancia! ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los abatidos, y caigo a cada paso y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer! Sé tú todo para mí, Sagrado Corazón, socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda mi necesidad. De Vos lo espera todo mi pobre corazón: Vos lo alentasteis, cuando con tiernos acentos dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: "Venid a Mí..., Aprended de Mí..., Pedid..., Llamad...,". A las puertas de vuestro Corazón vengo, pues, hoy, y llamo, y espero. Del mío os hago, ¡oh mi Señor!, firme, formal y decidida entrega. Tomadlo todo Vos, tomad Vos todo cuanto soy y tengo, y dadme, en cambio, lo que sabéis me ha de hacer agradable para Vos y dichoso en la eternidad. Me pongo enteramente a vuestro servicio, tomadme como Vos queráis: esclavo, siervo, servidor tuyo, con tal de que permanezca siempre fiel a Vos, y no os defraude jamás. Amén.

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15.12.20

Necesidad de la oración en la agonía



La oración nos es muy necesaria, porque sin ella, decía nuestro Padre San Francisco, ningún fruto se puede esperar del Religioso. "Verdaderamente - dice San Buenaventura -, el religioso que no frecuenta el ejercicio de la oración, no sólo es inútil y miserable, pues en los ojos de Dios trae un alma muerta en cuerpo vivo" . Y en otra parte dice: "La vida del religioso sin estudio de oración y devoción interior, es como panal seco y sin miel, como muralla sin cal y como manjar sin sal". Y más adelante añade, que sin estudio o ejercicio de oración toda religión es seca e imperfecta, y muy sujeta y cercana a alguna gran caída y despeñadero.

Y el cardenal Cayetano dice, "que no se puede llamar religioso el que, por lo menos una vez al día, no se recoge a meditar los misterios divinos y sus propias faltas y miserias. Porque así - dice -, como no se puede conseguir el efecto sin la causa y el fin sin los medios, ni el puerto sin la navegación, tampoco es posible conseguir el fin de la religión sin el ejercicio de la oración mental". Y lo mismo se ha de entender proporcionalmente de los sacerdotes, aunque sean seculares, porque su estado obliga también a gran perfección. Oración, pues; que no se pase ningún día sin la oración, para que en las tentaciones de la agonía nuestra alma salga indemne de pecado.

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2.4.21

Las indulgencias



Indulgencia es la remisión de la pena temporal debida por el pecado, después que éste ha sido perdonado en cuanto a la culpa y a la pena eterna por la absolución sacramental. Las indulgencias constituyen un tesoro espiritual, formado de las satisfacciones de nuestro Señor Jesucristo y las de sus Santos, y de este tesoro podemos nosotros tomar a manos llenas, por decirlo así, de las arcas que la Iglesia tiene siempre abiertas para sus hijos.

Los Santos después de haber satisfecho plenamente a la divina justicia, siguieron acrecentando más y más sus méritos y satisfacciones con penitencias voluntarias, enfermedades, persecuciones y otras penalidades, de tal manera que llegaron al fin de su vida con un gran caudal de satisfacciones, de las cuales no teniendo ellos necesidad, fueron a parar al erario común de la Iglesia. Las satisfacciones de Jesucristo son infinitas, y a muchísimos de los Santos les sobraron, como hemos dicho, con gran exceso, sobre todo a la Reina del cielo, que no habiendo jamás manchado su purísima alma, no tuvo nada que satisfacer.

17.5.21

Santos y beatos dominicos con indulgencia plenaria



Santos y beatos de la Orden que tienen indulgencia plenaria confesando, comulgando y haciendo visita a la iglesia.

Enero:
- Día 16. Los protomártires de la Orden de San Francisco, Berardo, Pedro y socios. Indulgencia plenaria. (18 Octubre 1844).
- Día 30. Santa Jacinta de Mariscottis, Virg. 3 O. Indulg. plen. (17 Noviemb. 1807).
- Día 31. B. Luisa de Albertoni, Vid. 3 O. Indulg. plen (8 Agosto 1862).

Febrero:
- Día 5. SS. Pedro Bautista y Socios, mrs. del Japón. Indulg. plen (15 de Julio 1739).
- Día 22. Sta. Margarita de Cortona. Indulg. plen (26 Julio 1728).

5.12.20

El riesgo de dilatar la penitencia. Segundo ejemplo



La memoria del Juicio Final inquieta y turba a todos los cristianos, y les estimula al bien obrar.

En las crónicas de la Orden de Predicadores se refiere que enfermó de muerte un religioso de pocos años, pero muy virtuoso; y estando para morir cerró los ojos con sus manos, y con señales de regocijo comenzó a reírse. Extrañados, los religiosos que allí estaban le preguntaron la causa, a lo cual respondió diciendo: "Porque me ha venido a visitar San Raimundo, mártir y rey de esta provincia, y toda la celda está llena de ángeles". Y luego dio muestras de gran contento, diciendo: "Nuestra Señora la Virgen María ha venido: saludémosla todos". Lo hicieron cantando una Salve.

"¡Oh, y con cuánta alegría - dijo -, ha oído la Soberana Virgen esta salutación!". Abrió después los ojos, y miró a la puerta, diciendo: "Ahora viene Cristo Nuestro Señor a juzgarme".

1.4.21

Cómo distribuye Dios los sufragios comunes. Testimonio



En cierta ocasión dijo el Señor a Santa Gertrudis, que al alma que sale de este mundo y entra en el Purgatorio con más pecados se le aplican con más limitación los socorros, sufragios y favores que la Iglesia ofrece en común por los fieles difuntos que a aquellas otras que salen de la presente vida con menos reato de culpas.

Y continuó diciéndole Su Majestad: "Has de saber y tener por cosa cierta, que la gravedad del peso que tiene oprimidas a aquellas almas, se va aligerando y aliviando con el transcurso del tiempo, con cualesquiera oraciones, trabajos y sacrificios que me ofrecen sus amigos con pura y sencilla intención por ellas. Por lo cual, según más o menos son favorecidas de sus parientes y amigos, y cuanto las oraciones son más afectuosas y fervorosas, y cuanto las mismas almas lo merecieron más por su particular devoción a las llaves de San Pedro y tesoro de la Iglesia, tanto con mayor presteza son liberadas de las prisiones y cadenas de fuego que las atormentan, y son purificadas con más brevedad de las manchas que las afean, para gozar de la vista hermosa de Dios".

(Revelaciones de Santa Gertrudis, lib. V, cap. XIX)

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24.12.20

La sepultura de los cadáveres



Sabido es que una de las obras de misericordia es la de enterrar los muertos. El cuerpo del hombre que fue un día templo vivo del Espíritu Santo, y compañero inseparable de un alma criada a imagen y semejanza de Dios, merece ser conservado y devuelto a las entrañas de la tierra de la cual fue tomado. Esto hacemos enterrando los muertos. La Iglesia, Madre siempre cariñosa con sus hijos, los acompaña a su última morada, bendice el sepulcro y el cuerpo del difunto al borde mismo de la tumba, y el ministro de Jesucristo tomando un puñado de tierra la arroja sobre el cadáver, y dándole el postrer adiós, dice: "Vuelva el polvo a la tierra de donde salió, y el alma a Dios que la ha dado. ¡Descanse en paz! Amén".

Desde los más remotos tiempos sabemos que se conservó constantemente en el mundo la costumbre de sepultar los muertos con honor. ¿Quién no ha oído hablar de las famosas pirámides de Egipto, construidas para sepulcro de sus reyes? La mayor de todas, que nosotros hemos visitado, llamada Cheops, del nombre del Monarca que la fundó, costó veinte años de construir, trabajando en ella trescientos sesenta mil hombres, como refiere Diodoro; es decir, que se empleó constantemente en esta obra la tercera parte de la población del Egipto, turnando en ella por provincias. ¿Y quién ignora el cuidado que tenían en preservar los cadáveres de la corrupción y disolución, empleando todos los medios para conservar sus formas por medio de aromas, fajas, ligaduras y sarcófagos, a lo cual se debió el arte de embalsamar llevado a la mayor perfección, como se ve por las momias que todavía se conservan, sobre todo en la ciudad del Gran Cairo? El pueblo de Israel puso también todo esmero en enterrar a sus muertos, como lo vemos en el Génesis con Abrahán, Isaac, Jacob y el hijo de éste, el patriarca José. Tobías debió al ejercicio de esta piadosa ocupación los más singulares beneficios.