Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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27.7.18

El combate espiritual: la enorme bondad del Señor


- De la meditación de la bondad de Dios. -

Como todas las demás infinitas perfecciones suyas, la bondad de Dios es incomprensible en sí misma; pero si miramos lo que por fuera se dilata y extiende, es tal y tan grande, que no hay cosa en el mundo en que no resplandezca.

La creación es efecto de la bondad de Dios; la conservación y gobierno de las criaturas es también efecto de la bondad de Dios (1) ; la redención nos muestra que es inefable e infinita la bondad de Dios pues nos dio su propio Hijo para nuestro rescate, y nos lo da también por sustento cotidiano en el admirable Sacramento del altar.

1: (En efecto: todos nos movemos y existimos en Dios, -nota del corrector-).

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

26.7.18

El combate espiritual: presencia de la sabiduría divina


- De la meditación de la sabiduría de Dios. -

Cuán alta e inescrutable es la sabiduría de Dios, no hay quien lo pueda decir ni comprender; pero para que conozcas algo de ella, vuelve los ojos al ornamento de los cielos, a la hermosura de la tierra y de todo el universo, y no hallarás otra cosa que la incomprensible sabiduría del Artífice divino.

Vuelve la mente a la vida de los hombres, a los variados sucesos que acontecen, y hallarás que no hay cosa tan desordenada que respecto de Dios no sea suma sabiduría.

25.7.18

El combate espiritual: Dios es todopoderoso


- De le meditación del poder de Dios. -

Ya se sabe que no sólo esta aquella potencia del mundo, sino aun todas juntas y unidas, queriendo edificar, no reinos, ni ciudades, sino un solo palacio, necesitan de varios materiales, instrumentos y maestros, y de mucho espacio de tiempo; y con todo esto, por grande que sea la diligencia, no se acaba el edificio a su voluntad y gusto. Mas Dios, con solo su poder y querer, en un momento creó de la nada todo el universo mundo, y con la misma facilidad podría crear infinitos mundos, destruirlos y reducirlos al no ser.

Este solo punto, si profundamente se medita, despertará en nosotros nuevas maravillas y nuevos incentivos para amar a un Dios y Señor tan sumamente poderoso.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

24.7.18

El combate espiritual: a quién se debe realmente amar


- De la meditación del ser de Dios. -

Qué cosa es Dios, el mismo Dios, que se conoce perfectamente a sí mismo, nos lo declaró, cuando dijo: "Yo soy el que soy" (Exod. III).

Es tal y tan grande este predicado de Dios, que a ninguna criatura puede atribuirse: no a príncipes, no a reyes, no a emperadores, no a los Ángeles mismos, ni al universo entero; porque todas las cosas tienen su ser dependiente de Dios, y de sí no son sino la misma nada.

23.7.18

El combate espiritual: pistas para encender y mantener el divino amor


- Del cuarto socorro de la voluntad humana. -

El cuarto socorro de la voluntad humana es el amor divino, el cual de tal manera la fortalece que no hay cosa que con él no pueda, ni pasión o tentación que no venza.

El modo de conseguirlo es, primero, la oración, pidiéndoselo a Dios muy a menudo; y segundo, la meditación, ponderando aquellos puntos que son a propósito con la gracia de Dios, para encender este divino amor en nuestro corazón. Estos son:

- quién es Dios;
- cuánto y cuál es su infinito poder, su sabiduría, bondad y belleza;
- qué ha hecho Dios por el hombre, y qué más hiciera, si fuese necesario;
- la voluntad con que lo ha hecho, qué cosas hace cada día por el hombre, las recompensas que le tiene reservadas en la otra vida, si mientras vive en ésta cumple sus preceptos por agradarle, y sirve con pureza de alma.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

22.7.18

El combate espiritual: pensar en Dios continuamente


- De otro modo de orar. -

Puedes orar también perfectísimamente, poniéndote en la presencia de Dios con el pensamiento, sin decir cosa alguna, ya enviándole de cuando en cuando suspiros amorosos, ya volviéndole los ojos, y manifestándole tu corazón con un breve y encendido deseo de que te socorra, para que lo ames, honres y reverencies, como es justo y debido; o también con un deseo de que te otorgue la gracia que le tienes pedida en la oración u oraciones precedentes.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

21.7.18

El combate espiritual: avisos sobre la forma de orar


- De algunos avisos acerca de la oración. -

Lo primero has de advertir que las oraciones (no hablo aquí de las meditaciones, de que hablaré más abajo) no sólo deben ser breves según quedan expuestas, más también frecuentes, llenas de deseo, y de fe actual y confianza de que Dios te ha de socorrer y ayudar, si no en el modo que deseas, y cuando tú quieres, pero sí con mejor socorro, y en tiempo más oportuno.

Lo segundo, han de ir siempre acompañadas, o actual o virtualmente, con alguna de las cláusulas siguientes: "Según tus promesas"; "A tu honra"; "En nombre de tu amantísimo Hijo"; "En virtud de tu pasión"; "En nombre de María Virgen, tu Hija, tu Esposa y tu Madre".

20.7.18

El combate espiritual: tener constantemente presente a Dios


- De qué modo ha de habituarse el hombre para tener presente a Dios todas las veces que quiera. -

Para que alcances la costumbre de tener a Dios presente todas las veces que quieras, procura pensar siempre que Dios te mira, y considera tus obras y pensamientos; o que todas las criaturas que ves son otras tantas celosías por donde te mira Dios, escondido, y te dice: "Pedid, y recibiréis, porque al que pide se da lo que necesita, y al que llama se le abre la puerta" (Matth. VI).

Además de esto, podrán hacerte presente a Dios, mirando las criaturas; en las cuales, dejando lo corporal, te has de ir luego con el pensamiento a Dios, considerando cómo su divina Majestad es quien les da el ser, la vida, el movimiento, la virtud y las obras piadosas.

19.7.18

El combate espiritual: orar sin desfallecer


- Del tercer socorro de la voluntad humana. -

El tercer socorro con que se ha de ayudar nuestra voluntad, es la frecuente oración, a la cual te has de acostumbrar de tal suerte, que cuando te hallares asaltada, recurras siempre y sin dilación a Dios, diciendo: "Deus in adjutorium meum intende, Domine, ad adjuvandum me festina" ("Atended, Señor, a la necesidad que tengo de socorro, y dadme ayuda sin dilación" (Psalm. LXIX)).

Has de entrar, pues, en el combate, acompañada de la oración y de la resistencia en presencia de tu Dios, y siempre vestida de la desconfianza de ti misma, y de la confianza en su divina Majestad; que si con este procedimiento y de este modo combates, tendrás siempre segura la victoria.

18.7.18

El combate espiritual: somos unos inútiles


- De la tentación de la soberbia espiritual. -

En el capítulo anterior te he advertido de las tentaciones con que el demonio nos suele acometer, valiéndose del mundo, de sus riquezas y deleites; ahora he de tratar de la soberbia espiritual, complacencia y vanagloria de que se vale para derribarte, tanto más peligrosa y digna de temerse, cuanto es menos conocida, y más desagradable a Dios.

¡Oh, cuántos generosos soldados, y grandes siervos de Dios, después de las victorias insignes de muchos años, han perecido en este escollo, y de hijos de Dios se han hecho esclavos de Lucifer! El modo de librarnos de este tremendo golpe y oculto lazo de Satanás, es temblar siempre, y ejercitar las virtudes y buenas obras con temor y temblor, para que no se engendre en ellas el gusano oculto del amor propio y la soberbia, que tan odiosa es a Dios; y por eso, humillándonos en ellas, debemos procurar cada día hacerlas mejores, como si nada bueno hubiéramos obrado bien hasta el presente; y cuando nos pareciere (que jamás debemos pensarlo) que hemos obrado alguna cosa bien, y con perfección, debemos de todo corazón decir a Dios: "Servi inutiles sumus" ("Somos siervos inútiles y de ningún provecho" (Luc. XVII, 10)).

17.7.18

El combate espiritual: resistir sin desistir


- Del segundo socorro con que ha de ayudarse la voluntad humana. -

Este segundo socorro de la voluntad humana consiste en echar fuera al príncipe de las tinieblas, como autor de todos los desordenados movimientos de nuestras pasiones.

A este enemigo de nuestra salud lo venceremos y echaremos fuera, todas las veces que venzamos nuestra concupiscencias y deseos desordenados.

Y así, si quieres que el demonio huya de ti, resiste tú a tus pasiones; que esta resistencia es la que, como Santiago dice (Epist. cath. IV), lo ahuyenta. Y debes advertir, que este enemigo a veces nos asalta de tal suerte, encendiendo la concupiscencia de la carne y todas las pasiones, que parece se halla ya el hombre forzado a rendirse; pero no te aflijas ni te acobardes, resístele con valor, y ten por cierto que Dios estará contigo para que no se te haga alguna injuria o engaño. Resístele, te digo, que si resistes y perseveras, te aseguro que vencerás.

16.7.18

El combate espiritual: el engañabobos del mundo


- Cómo venciendo al mundo viene a quedar en gran manera socorrida la voluntad del hombre. -

Moviéndose comúnmente nuestras pasiones por las cosas del mundo, y cobrando fuerzas con sus falsas grandezas o engañosos deleites, se sigue que vencido y despreciado el mundo con todas sus cosas, viene la voluntad del hombre a respirar con libertad, y a volverse a otro objeto, ya que no puede estar sin amar y sin tener en qué deleitarse.

El modo de vencer al mundo es considerar profundamente qué son en realidad sus cosas, y cuáles sus promesas.

15.7.18

El combate espiritual: vencernos continuamente


- Que conviene socorrer y ayudar la voluntad humana. -

Mas porque nuestra voluntad, estando apasionada, es muy débil y flaca para resistir y vencer sus pasiones, y ordenarlas a Dios y a su obediencia como lo muestra la experiencia (pues aunque ella quiera y proponga mortificarse en todo, no obstante, cuando llega la ocasión de practicarlo, oprimida de sus pasiones, se olvida de sus buenos propósitos, y miserablemente se rinde a ellas); conviene socorrerla y ayudarla, no sólo en las ocasiones que se ofrecen, sino cada hora y cada momento, para que cobrando fuerzas contra sí misma, se venza y se libre de la dura servidumbre de sus pasiones, y se entregue toda a Dios y a su beneplácito.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

14.7.18

El combate espiritual: el primer y más peligroso vicio


- Cómo quitando la primera pasión, que es el amor de las criaturas y de nosotros mismos, y ordenando este amor a Dios, todas las demás pasiones quedan corregidas y ordenadas. -

Para que más breve y ordenadamente liberes tu voluntad del cautiverio de las pasiones desordenadas, conviene que te apliques continuamente a vencer y ordenar la primera pasión, que es el amor propio; pues ordenada ésta, que es como la cabeza, todas las demás pasiones la seguirán, como miembros suyos, porque nacen de ella, y en ella tienen su raíz y vida, como se reconoce claramente con el discurso, pues lo que más se desea es lo que más se ama; y lo que más se ama es en lo que más se deleita el que ama; y solamente se aborrece, se huye y contrista, lo que impide y ofende al objeto amado; ni otra cosa se espera sino la que se ama. Y al contrario, de ésta misma desesperamos cuando la dificultad de alcanzarla nos parece insuperable; y ninguno teme, abomina o aborrece sino lo que impide y puede ofender a la cosa amada.

El modo de vencer y ordenar esta pasión primera, es considerar la cosa que amas, sus cualidades, y qué es lo que deseas o pretendes con este amor; y en reconociendo que tiene las cualidades de bondad y de belleza y que lo que pretendes es utilidad y deleite, podrás decirte a ti misma muchas veces: "¿Qué mayor belleza y qué mayor bondad que la de Dios, que es la única fuente y manantial de todos los bienes y de toda la perfección?". Y si en lo que amas pretendes utilidad y provecho, ¿qué cosa se puede imaginar que iguale al que consigo trae el amor de Dios? (1) Porque amándole se transforma el hombre en el mismo Dios, deleitándose y gozándose sólo en Él.

13.7.18

El combate espiritual: vigilar nuestras pasiones


- Que conviene velar continuamente sobre nuestra voluntad para reconocer a qué pasión se inclina más. -

Vela sobre ti con el mayor cuidado que puedas, para espiar y reconocer a qué pasión se inclina más a menudo tu voluntad; pues de ella, más que de todas las demás, suele ser engañada y quedar esclava.

Porque no pudiendo estar sola la voluntad del hombre, sino acompañada siempre de alguna de sus pasiones, es forzoso que, o ame, o aborrezca, o desee, o huya, o esté alegre, o triste, o desespere, o tema, o sea atrevida, o iracunda.

12.7.18

El combate espiritual: el Reino de los Cielos solo se arrebata con violencia


- De la resistencia y violencia, y del modo de gobernarse con ellas. -

La resistencia y violencia son verdaderamente armas pesadas y penosas, pero necesarias para alcanzar la victoria. Estas armas se manejan en la forma siguiente: cuando te hallares combatida por tu corrompida voluntad y de tus malos hábitos, que te persuaden y tiran para que no hagas ni cumplas la voluntad de Dios, has de resistirlos diciendo: "Sí, sí, yo quiero hacer la voluntad de Dios".

De la misma resistencia te has de revestir cuando de esta misma voluntad corrompida y malos hábitos, fueres llamada y persuadida a hacer algo contra la voluntad de Dios, diciendo luego al punto: "No, no; la voluntad de Dios es la que quiero yo hacer siempre con su ayuda. Ea, Dios mío, socorredme presto para que esta voluntad, que en mí se halla por vuestra gracia, de hacer siempre la vuestra, no sea, en esta ocasión, vencida de mi voluntad antigua y depravada".

11.7.18

El combate espiritual: una continua guerra


- Tres cosas que son necesarias al nuevo soldado de Cristo. -

Declarada ya la guerra, ha menester para ello el nuevo soldado de Cristo tres cosas que le son muy esenciales. Ha menester un ánimo grande, resuelto y determinado a pelear, y a no volver atrás; ha menester armas y saber manejarlas.

La resolución de pelear la ha de tomar de la frecuente consideración de que, "Militia est vita hominis super terram" (Job. VII, 1): "La vida del hombre sobre la tierra es una guerra continua", y de que esta guerra espiritual tiene por ley que quien no pelea como debe, de cierto perece y muere para siempre.

9.7.18

El combate espiritual: combatir para alcanzar la perfección


- Cómo conviene combatir para alcanzar la perfección cristiana. -

En pocas palabras se ha dicho todo lo que se pretende; pero reducirlo a la práctica, y ponerlo en ejecución, "Hoc opus hic labor est" ("En esto está la dificultad", o consiste todo el trabajo); porque reinando en nosotros por el pecado de nuestros primeros padres, y por nuestros malos hábitos, una ley contraria a la de Dios, conviene que combatamos contra nosotros mismos y contra el mundo y el demonio, que continuamente excitan y mueven nuestras guerras.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

8.7.18

El combate espiritual: Segunda parte. Capítulo 1


SEGUNDA PARTE
de
"El Combate Espiritual"

TRATADO PRIMERO
Que contiene las adiciones al Combate Espiritual


Capítulo 1
- Qué es la perfección cristiana. -

Si quieres no fatigarte vanamente, y sin fruto, oh alma devota, en los ejercicios de la vida espiritual, como ha sucedido a muchos; ni caminar sin saber a dónde se dirige la vereda que sigues; conviene que entiendas y comprendas primeramente bien qué cosa se la perfección cristiana.

La perfección cristiana no es otra cosa que una perfecta observancia de los preceptos de Dios y de su ley, con el solo fin de obedecerle y agradarle, sin declinar ni a la diestra ni a la siniestra, ni volver atrás (Deut. 32. – Isai. XX, 21). Et hoc est omnis horno (Ecles. XII 13): "Y esto es todo el ser del hombre, o en esto consiste todo su ser".

De modo, que el fin de toda la vida del cristiano, que quiere serlo perfectamente, ha de ser engendrar y conservar en sí un hábito, con el cual, acostumbrándose a no hacer en cosa alguna su propia voluntad, todo lo que hiciere lo haga sólo como impulsado de la voluntad de Dios, y con el solo fin de agradarle, obedecerle y honrarlo.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

7.7.18

El combate espiritual: no confiar de visiones ni apariciones


- Del asalto de las ilusiones y falsas apariencias en la hora de la muerte. -

En los últimos ataques, hija mía, si nuestro común enemigo que no se cansa jamás de molestarnos y afligirnos transformándose en ángel de luz (II Cor. XI), se esfuerza por seducirte con ilusiones y falsas apariencias, procura mantenerte firme y constante en el conocimiento de tu nada, y dile animosamente: "Retírate, infeliz; vuelve a las tinieblas de donde has salido, que yo no soy digna de que Dios me favorezca con visiones celestiales, ni necesito de otra cosa que la misericordia de mi amado Jesús, y de los ruegos de María santísima, del glorioso San José y de los demás Santos".

Y si te pareciere, por muchas y casi evidentes señales, que son apariciones celestiales, no por eso dejes de repelerlas de ti; y no temas que esta resistencia tuya, fundada en el conocimiento de tu miseria, desagrade al Señor; porque si fueren cosas suyas, bien sabrá manifestarlo para que no dudes, y no te suceda algún mal: pues el que da su gracia a los humildes (Jacob. IV, 6), no los priva de ella cuando se humillan.