Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

16.7.18

El combate espiritual: el engañabobos del mundo


- Cómo venciendo al mundo viene a quedar en gran manera socorrida la voluntad del hombre. -

Moviéndose comúnmente nuestras pasiones por las cosas del mundo, y cobrando fuerzas con sus falsas grandezas o engañosos deleites, se sigue que vencido y despreciado el mundo con todas sus cosas, viene la voluntad del hombre a respirar con libertad, y a volverse a otro objeto, ya que no puede estar sin amar y sin tener en qué deleitarse.

El modo de vencer al mundo es considerar profundamente qué son en realidad sus cosas, y cuáles sus promesas.




Esta consideración, si no estamos ciegos con alguna de nuestras pasiones, nos hará comprender con claridad lo mismo que conoció el sapientísimo Salomón, a quien reveló Dios todo el misterio de las ilusiones y vanidades del mundo; el cual, después de haber hecho experiencia de todo lo que hay en él, reconociendo el engaño de los placeres, y la inutilidad de las grandezas humanas, y sintiendo en sí mismo la nada de su propia gloria, dijo: "Vanitas vanitatum, et omnia vanitas et afflictio spiritus" (Eccles I) ("Vanidad de vanidades, todo es vanidad y aflicción de espíritu").

Esta verdad se experimenta cada día; porque deseando el corazón del hombre saciarse, aunque haya alcanzado todo lo que desea, no por eso queda satisfecho, sino continúa cada vez con más hambre; y le sucede esto, no por otra causa sino porque sustentándose de las cosas del mundo (aunque las tenga todas), viene a sustentarse de sombras, sueños, vanidades y mentiras, cosas que no pueden darle nutrimento alguno.

Las promesas del mundo son todas falsas y llenas de engaños; promete felicidad, y da inquietud; promete dar muchos bienes, y no da nada las más de las veces; y si da lo que promete, luego lo quita; y si no lo quita luego, aflige y atormenta más a sus apasionados; porque tienen puestos sus deseos, sin hallar en ellos el descanso, en los bienes aparentes. A estos hombres se puede decir justamente: "Filii hominum, usquequo gravi corde? Ut quid diligitis vanitatem, et quaeritis men dacium?" (Psalm. IV, 3), ("Hijos de Adán, ¿hasta cuando seréis duros de corazón? ¿Por qué amáis la vanidad y buscáis la mentira?".

Pero concedamos a estos engañados que estos bienes aparentes del mundo son verdaderos: ¿qué diremos de la rapidez y presteza con que pasa la vida del hombre para gozarlos? ¿Dónde están las riquezas, las prosperidades, la soberbia de tantos príncipes, reyes y emperadores? Pereció en un momento toda su falsa gloria.

El modo pues, de que venzas de tal suerte el mundo, que le vuelvas las espaldas, y lo obligues a que él te las vuelva a ti, esto es, que estés crucificada al mundo (Galat. VI), y el mundo esté crucificado a ti, es, que antes que tu voluntad se aficione y se pegue al mundo, le salgas al encuentro, primeramente con una profunda consideración de sus vanidades y mentiras, y después con el desprecio de la voluntad; porque así, no estando ni la voluntad ni el entendimiento apasionados por él, con facilidad lo despreciarás; y a cualquiera criatura que te proponga podrás decir: "¿Eres criatura? No pondré en ti la afición, porque yo voy buscando en la criatura sólo a mi Creador, y lo espiritual, no lo corporal; no eres tú a quien yo quiero y deseo amar, sino al que a ti te da el ser, la obra y la virtud".

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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