Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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21.1.24

Práctica para prepararse ante la muerte (yIV)



Día tercero.
En este último día oiremos misa, y después tendremos una meditación de una hora o de media hora, sobre la muerte.

Procuraremos visitar a uno o más pobres enfermos, o bien a un hopital, llevando socorros según nuestras facultades, y por supuesto consuelos y consejos cristianos.

Sin embargo, si esto no es posible, convendría en la propia morada o donde podamos, repartir limosna a cierto número de indigentes.

Por la noche, después de nuestras oraciones de costumbre, realizaremos la Práctica de Oración que encontraremos al final de estas líneas.


15.10.23

Examen de conciencia: quinto mandamiento



El quinto mandamiento nos dice:

No matarás.


Se incluye en este mandamiento toda clase de muerte, también la muerte por negligencia, por profesión (militar, policía...), y no solamente el asesinato.

También se comprenden en él otros tipos de "muertes" menos físicas pero también gravosas: iras, rencores, difamaciones (que matan la honra), dureza con el prójimo, etc.

14.10.23

Examen de conciencia: cuarto mandamiento



El cuarto mandamiento nos dice:

Honrarás a tu padre y a tu madre.


Se incluye en este mandamiento la honra y sumisión debida a todo superior, y también lo que los padres y superiores deben hacer por su parte.

13.10.23

Examen de conciencia: tercer mandamiento



El tercer mandamiento nos dice:

Santificarás las fiestas.


Se comprenden en este mandamiento los preceptos de la Iglesia de oír misa, confesarse, comulgar, ayunar y observar las vigilias. Se falta a este mandamiento:

- Si en el santo día del Domingo -conmemorativo de la Resurrección de nuestro Salvador-, así como en otros días de fiestas solemnes, se ha trabajado o hecho trabajar sin absoluta necesidad.

26.5.23

San Juan de la Cruz, sentencias y consejos (Luz y Amor #2)



Iniciamos desde la página de consejos y pequeñas recomendaciones, un nuevo apartado que dedicaremos a San Juan de la Cruz. Tomando como punto de partida sus sentencias y consejos de Luz y Amor, encontrarás ahora cada poco una pequeña sentencia para tu reflexión.

La de hoy, que supone la segunda de la serie, es muy interesante y aunque inicialmente parece destinada a personas de vida religiosa y consagrada, muy útil le puede ser a cualquier cristiano que, demasiado a menudo, tendemos a veces a pensar en la vida que hemos dejado atrás, antes de conocer la salvación del Señor. En ella, el santo carmelita dice así:

No te contentes ni te entretengas con eso que has dejado, porque por ventura te quedas entonces impedido tanto o más que antes en el nuevo camino que recorres.

Es decir, no debemos detenernos ni buscar los viejos sabores que nos producía nuestra anterior vida, porque no encontraremos otra cosa ni sacaremos nada más de ello que impedimentos y sinsabores para recorrer el camino de conversión en el que ahora estamos inmersos. Sólo dejemos al Señor actuar, fiándonos de sus amorosas manos.

17.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (154)



CAPÍTULO 3
Se explican algunas imperfecciones que suelen tener algunos de éstos principiantes respecto al vicio capital, que es la avaricia, espiritualmente hablando.


1. Tienen muchos de estos principiantes también a veces mucha avaricia espiritual, porque apenas les verán contentos en el espíritu que Dios les da y andan muy desconsolados y quejosos porque no encuentran el consuelo que querrían en las cosas espirituales.

Muchos no se acaban de hartar de oír consejos y aprender preceptos espirituales y tener y leer muchos libros que traten de eso, y se les va más en esto el tiempo que en obrar la mortificación y perfección de la pobreza interior de espíritu, que es lo que deberían hacer. Porque, además de esto, se cargan de imágenes y rosarios muy adornados y bonitos, y cuando ahora dejan unos, ya toman otros; ahora truecan, ahora destruecan; ya los quieren de esta manera, ya de esa otra, aficionándose más a este tipo de cruz que a aquélla otra, por ser más curiosa, y cosas semejantes. Y veréis a otros cargados de "agnusdeis" (los "agnusdeis" eran láminas de cera con la imagen de Cristo o de algún santo, y bendecidas por el Papa), y reliquias y nóminas (las "nóminas" eran reliquias con los nombres de santos escritas en ellas), como los niños de dijes ("dijes" se refiere a alhajas, abalorios y adornos engarzados).

En lo cual yo condeno el apego de su corazón y el asimiento que tienen al modo, multitud y curiosidad de cosas, lo cual es muy contrario a la pobreza de espíritu, que sólo mira en la sustancia de la devoción, aprovechándose de aquello en lo tocante a lo exterior sólo en cuanto le basta para esa devoción, y cansándose de ese otro lado de multiplicidad, adornos, estéticas y curiosidades de las devociones. Y es que la verdadera devoción ha de salir del corazón, sólo en la verdad y sustancia de lo que representan las cosas espirituales, y todo lo demás es asimiento y apego de imperfección que, para pasar de alguna manera adelante en cuanto a la perfección, es necesario que se acabe el tal apetito.

2. Yo conocí una persona que durante más de diez años se aprovechó de una cruz hecha toscamente de un ramo bendito, clavada con un alfiler retorcido alrededor, y nunca la había dejado, trayéndola consigo hasta que yo se la retiré. Y esa no era persona de poca razón y entendimiento. Y vi otra que rezaba por las cuentas que estaban hechas de huesos de las espinas del pescado, cuya devoción es cierto que por eso no era de menos quilates delante de Dios, en lo cual se ve claramente que esos dos ejemplos de personas no tenían su devoción simplemente en la imagen exterior, la estética, el acabado, el material, la lujosidad ni en el valor económico.

Los que van, pues, bien encaminados desde estos principios, no se sujetan a los instrumentos visibles, ni se cargan de ellos, ni les mueve para nada el saber más de lo que conviene saber para obrar, porque sólo ponen los ojos en ponerse bien con Dios y agradarle, y esta es toda su "codicia". Y así con gran generosidad y desprendimiento dan cuanto tienen, y su gusto es saberse quedar sin ello por Dios y por la caridad del prójimo, dando igual que sean cosas espirituales que temporales porque, como digo, sólo ponen los ojos en lo importante de la perfección interior: dar a Dios gusto, y no a sí mismo en nada.

3. Pero de estas imperfecciones, como de las demás, no se puede el alma purificar cumplidamente hasta que Dios la ponga en la pasiva purgación de la oscura noche que luego abordaremos. Mas conviene al alma, en cuanto pudiere, procurar poner de su parte para hacer esfuerzos por perfeccionarse, con el fin de que merezca con sus intentos que Dios le ponga en aquella divina cura, donde sana el alma de todo lo que ella no alcanzaba a remediarse. Y es que, por más que el alma se ayude, no puede ella por sí misma activamente purificarse de manera que esté dispuesta siquiera en la menor parte para la divina unión de perfección de amor si Dios no la tomase de la mano y la purgase en aquel fuego oscuro a la medida de ella (nota del corrector: es decir, de todo lo que sea contrario al Señor), cómo y de la manera que más adelante vamos a explicar.


18.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (95)



10. También en este género de palabras interiores sucesivas mete mucho el demonio la mano, mayormente en aquellos que tienen alguna inclinación o afición a ellas porque, al tiempo que ellos se comienzan a recoger, suele el demonio ofrecerles harta materia de digresiones, formándole al entendimiento los conceptos con diversas palabras por sugestión, y le va precipitando y engañando sutilísimamente con cosas verosímiles. Y esta es una de las maneras con las que se comunica con los que tienen hecho algún pacto con él, tácito o expreso, y también es cómo se comunica con algunos herejes, mayormente con algunos heresiarcas, dándoles información en su entendimiento con conceptos y razones muy sutiles, falsas y erróneas.

11. De lo dicho queda entendido que estas locuciones sucesivas pueden proceder en el entendimiento de tres causas, conviene a saber: del Espíritu Divino, que mueve y alumbra al entendimiento, y de la lumbre natural del mismo entendimiento, y del demonio, que le puede hablar por sugestión.
Y decir ahora las señales e indicios para conocer cuándo proceden de una causa y cuándo de otra, sería algo dificultoso dar de ello enteras muestras e indicios, aunque no obstante se pueden dar algunos generales, que son los siguientes:
Cuando en las palabras y conceptos juntamente el alma va amando y sintiendo amor con humildad y reverencia de Dios, es señal que anda por allí el Espíritu Santo, el cual, siempre que hace algunas gracias, las hace envueltas en esto.
Cuando procede de la viveza y lumbre solamente del entendimiento, el entendimiento es el que lo hace allí todo, sin aquella operación de virtudes, aunque la voluntad puede naturalmente amar en el conocimiento y luz de aquellas verdades, y después de pasada la meditación, queda la voluntad seca, aunque no inclinada a vanidad ni a mal si el demonio de nuevo sobre aquello no la tentase. Lo cual no acontece en las que fueron de buen espíritu, porque después la voluntad queda ordinariamente aficionada a Dios e inclinada a bien. No obstante puede ocurrir algunas veces que tras estas comunicaciones quede la voluntad seca, aunque la comunicación haya sido de buen espíritu, ordenándolo así Dios por algunas causas útiles para el alma. Otras veces incluso puede que el alma no sienta demasiado sobre las operaciones o movimientos de esas virtudes y de su intervención bondadosa, y sin embargo puede proceder de inspiraciones divinas lo que experimentó. Precisamente por eso decía que es dificultosa de conocer algunas veces la diferencia que hay de unas a otras, por los varios efectos que según la ocasión producen. Los que acabamos de describir son los más comunes, siendo a veces en más abundancia o en menos.
Aun las que son del demonio, a veces son dificultosas de entender y conocer, porque aunque es verdad que ordinariamente dejan la voluntad seca acerca del amor de Dios y el ánimo inclinado a vanidad, estimación o complacencia, todavía pone algunas veces en el ánimo una falsa humildad y afición hervorosa de voluntad fundada en amor propio, que a veces es menester que la persona sea harto espiritual para que lo entienda y se percate de ello. Y esto hace el demonio por mejor encubrirse, el cual sabe muy bien algunas veces hacer derramar lágrimas sobre los sentimientos que él pone, para ir incorporando en el alma las aficiones que él quiere y le conviene. Pero siempre les procura mover la voluntad a que estimen aquellas comunicaciones interiores, y que hagan mucho caso de ellas, para que así se den a ellas y ocupen el alma en lo que no es virtud, sino ocasión de perder la que hubiese.

12. Quedemos, pues, en esta necesaria cautela, así en las unas como en las otras, para no ser engañados ni aprisionados con ellas. Por lo tanto tengamos en cuenta el no hacer caudal de nada de ellas, sino sólo de saber enderezar la voluntad con fortaleza a Dios, obrando con perfección su ley y sus santos consejos, que es la sabiduría de los Santos, contentándonos de saber los misterios y verdades con la sencillez y verdad que nos lo propone la Iglesia. Que esto basta para inflamar mucho la voluntad, sin meternos en otras profundidades y curiosidades en que será inusual que falte el peligro. Porque a este propósito dice san Pablo (Rm. 12, 3): "No conviene saber más de lo que conviene saber". Y esto baste cuanto a esta materia que hemos tratado sobre las comunicaciones de palabras sucesivas.


12.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (89)



15. Y de que también de los hechos y casos de los hombres puedan tener los espirituales noticia aunque estén ausentes, tenemos testimonio y ejemplo en el cuarto libro de los Reyes (5, 26) donde, queriendo Giezi, siervo de nuestro Padre Eliseo, encubrirle el dinero que había recibido de Naamán Siro, dijo Eliseo: "¿Por ventura mi corazón no estaba presente cuando Naamán revolvió de su carro y te salió al encuentro?", lo cual aconteció espiritualmente, viendolo con el espíritu como si pasase en su presencia. Y lo mismo se prueba en el mismo libro (4 Re. 6, 11­12), donde se lee también del mismo Eliseo que, sabiendo todo lo que el rey de Siria trataba con sus príncipes en su secreto, lo decía al rey de Israel, y así no tenían efecto sus consejos, hasta tal punto que viendo el rey de Siria que todo se sabía, dijo a su gente: "¿Por qué no me decís quién de vosotros me es traidor acerca del rey de Israel?". Y entonces le dijo uno de sus siervos: "No es así, señor mío, mi rey, sino que Eliseo profeta, que está en Israel, manifiesta al rey de Israel todas las palabras que en tu secreto hablas".

16. La una y la otra manera de estas noticias y experiencias, también como de las otras, acontecen en el alma pasivamente, sin hacer ella nada de su parte. Porque ocurrirá que, estando la persona descuidada y remota, se le pondrá en el espíritu la inteligencia viva de lo que oye o lee, mucho más claro que el sonido de la palabra y, a veces, aunque no entienda las palabras si son en latín o en otro idioma y no lo sabe, se le representa el significado de esas palabras aunque no hable ese idioma.

17. Acerca de los engaños que el demonio puede hacer y hace en esta manera de noticias e inteligencias habría mucho que decir, porque son grandes los engaños y muy encubiertos que de este tipo de experiencias hace, por cuanto por sugestión puede representar al alma muchas noticias intelectuales y ponerlas con tanto asiento, que parezca que no hay otra cosa y, si el alma no es humilde y recelosa, sin duda la hará creer mil mentiras. Porque la sugestión hace a veces mucha fuerza en el alma, mayormente cuando participa algo en la flaqueza del sentido, en que hace pegar la noticia con tanta fuerza, persuasión y asiento, que tiene que ejercer el alma entonces harta oración y fuerza para echarla de sí. Porque a veces suele representar pecados ajenos, y conciencias malas, y malas almas, falsamente y con mucha luz, todo con la intención de difamar y con gana de que se descubra aquello, para que se lleven a cabo pecados, poniendo celo en el alma de que es para que los encomiende a Dios o disfrazándolos y vistiéndolos de apariencia de bondad. Que, aunque es verdad que Dios algunas veces representa a las almas santas necesidad, si es de sus prójimos es para que las encomienden a Dios o las remedien, así como leemos que descubrió a Jeremías la flaqueza del profeta Baruc (Jr. 45, 3) para que le diese acerca de ella doctrina. El demonio falsamente simula algo parecido muy muchas veces para inducir en difamación, pecados, tropiezos y desconsuelos, de lo cual muchos tenemos muy mucha experiencia. Y otras veces pone con gran ímpetu otras noticias y las hace creer.

18. Todas estas noticias, ahora sean de Dios, ahora no, muy poco pueden servir al provecho del alma para ir a Dios si el alma se quisiese sujetar a ellas. Más aún, antes si no tuviese cuidado de negarlas en sí, no sólo la estorbarían, sino aún la dañarían harto y harían errar mucho. Porque todos los peligros e inconvenientes que hemos mencionado, puede haber en las aprehensiones sobrenaturales de las que hasta aquí hemos tratado, y más aún en este tipo de experiencias sobrenaturales. Por tanto, no me alargaré más aquí en esto, pues en renglones pasados hemos dado bastante doctrina, sino sólo diré que debe haber gran cuidado en negarlas siempre, queriendo caminar a Dios por el no saber, y siempre dando cuenta de estas experiencias a su confesor (o maestro) espiritual, estando siempre a lo que éste dispusiere respecto de las mismas. El cual debe hacer pasar al alma espiritual muy de paso por todo este tipo de experiencias, como de refilón, no haciéndola cargar con nada para así poder avanzar en su camino de unión; pues de estas cosas que pasivamente se dan al alma siempre se queda en ella el efecto que Dios quiere, sin que el alma ponga su diligencia para lograrlo. Y así, no me parece hay por qué explicar aquí el efecto que hacen las experiencias verdaderas ni el que hacen las falsas, porque sería cansar y un no acabar, ya que los efectos de estas no se pueden cobijar bajo una doctrina superflua y fugaz por cuanto, como estas experiencias son muchas y muy variadas, también lo son sus efectos, pues que las buenas los hacen buenos, y las malas, causan malos, etc. Así que diciendo que absolutamente todas se nieguen, queda dicho lo suficiente para no arriesgarse a errar.


23.9.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (9)



RESUMEN
Trata sobre cómo podrá un alma disponerse para llegar en breve a la divina unión. Da avisos y consejos, así a los principiantes como a los más avanzados, con doctrina muy provechosa para que sepan desprenderse de todo lo temporal y no enredarse con lo espiritual, y quedar en la suma desnudez y libertad de espíritu, como se requiere para la divina unión.

Escrito y redactado por el padre Fr. Juan de la Cruz, Carmelita Descalzo.


ARGUMENTO
Toda la doctrina que entiendo tratar en esta Subida del Monte Carmelo está incluida en las siguientes canciones, y en ellas se contiene el modo de subir hasta la cumbre del monte, que es el estado de perfección más alto, el cual aquí denominamos "unión del alma con Dios". Y porque lo que iré diciendo se va fundando en ellas, las he querido poner todas reunidas, para que se entienda y vea de una sola pasada toda la sustancia de lo que luego se va describiendo; aunque, al tiempo de ir declarando y esbozando su significado convendrá poner cada canción en su contexto y también los versos de cada una, según se exija en la materia a tratar y su explicación.


Dice, pues, así:


CANCIONES
con las cuales el alma canta la dichosa ventura que tuvo en pasar por la oscura noche de la fe, entre su desnudez y purgación, a la unión del Amado.


1. En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.

2. A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

3. En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

4. Ésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
hacia donde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

5. ¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

6. En mi pecho florido,
que entero para Él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

8. Me quedé y me olvidé,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y me dejé,
perdiendo mi cuidado
entre las azucenas olvidado.


5.8.22

Importantes cuestiones sobre cómo debemos orar y los errores más comunes al rezar


La oración correcta ha de ser, sobre todo, atenta. La atención es una condición imprescindible sin la cual, como escribe San Ignacio, cualquier oración "no es oración. ¡Está muerta! Son inútiles palabras huecas que perjudican al alma y ofenden a Dios". El monje Doroteo, asceta ruso del siglo XIX, decía: "Quien reza con los labios y no se preocupa del alma ni cuida el corazón, reza al aire, y no a Dios, y se esfuerza en vano, puesto que Dios atiende al espíritu y al esfuerzo, no a la palabrería". No se refiere a cuando nos esforzamos pero nos distraemos, sino a cuando no nos obligamos a estar atentos y simplemente recitamos una oración de forma mecánica.

La falta de atención es uno de los fenómenos más peligrosos de la vida cristiana. Uno puede acostumbrarse tanto a ella que puede llegar a olvidar la propia oración. El abad Serafín lo expresó admirablemente al decirle a un monje cuyas cuentas (del rosario) centellaban de lo rápido que las pasaba: "Tú no rezas ninguna oración, simplemente te has acostumbrado a sus palabras, como algunos se acostumbran a los improperios". El peligro de tal hábito no radica solo en que el hombre se quede sin oración, sino en que pueda empezar incluso a enorgullecerse de su devoción oracional.

26.6.22

Consejos de Santa Teresa para después de comulgar



Acabando de recibir al Señor, procurad cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del alma, y miraros al corazón.

Mas si no hacemos caso de Él, sino que en recibiéndole nos vamos de su lado a buscar otras cosas más bajas, ¿qué ha de hacer? ¿Nos ha de traer por fuerza a que veamos que se nos quiere dar a conocer? Harta misericordia nos hace a todos, que quiere su Majestad entendamos que es Él quien está en el Santísimo Sacramento. Mas comunicar sus grandezas y dar de sus tesoros, no quiere sino a los que entiende que mucho le desean, porque estos son sus verdaderos amigos.


Santa Teresa de Jesús.

12.4.22

Qué son los votos personales (y qué no son)



Muchas personas piadosas hacen votos y promesas a Dios muchas veces, bien para obtener alguna gracia, o para adquirir más perfección y agradar más a nuestro Señor. El voto es una promesa deliberada hecha a Dios de una cosa mejor. No son votos los sencillos propósitos que hacemos a Dios, o en nuestro interior, de alguna materia, sino que el voto es una promesa formal, deliberada, advertida, considerada, con la cual nos comprometemos seriamente y bajo pecado a alguna cosa. Si no hubo advertencia plena, intención de obligarse y libertad de cumplir, el voto no vale nada, y es como si no se hubiera hecho. Y cuando uno mismo duda de si hizo voto o sencillo propósito, no se tenga por obligado como voto.

Puede uno obligarse con voto, según cada uno quiera, o bajo pecado mortal o bajo pecado venial. Pero ahora bien, es de advertir que no se puede uno obligar bajo pecado mortal cuanto la materia es leve, por ejemplo a rezar una vez tres Avemarías. En cambio, puede obligarse bajo pecado venial, aunque la materia sea grave (por ejemplo, hacer voto por erigir un templo).

Consejos acerca de los votos:
- No se hagan sin reflexionar.
- No se hagan votos numerosos, es mejor hacer pocos y cumplirlos.
- No se hagan votos sobre cosas muy difíciles.
- Consultar antes a un director espiritual prudente.
- Cuando se tenga dificultad real y manifiesta en cumplir un voto, acudir a un confesor.

En general, es mejor contentarse con hacer propósitos sin más, y cumplirlos, y sólo dejar los votos para los casos más graves, o para estados en los que son necesarios (sacerdocio, matrimonio, consagración...). Con cumplir los propósitos que realicemos ya tendremos tarea más que suficiente, sin necesidad de acudir a votos estrafalarios. Hacer votos a la ligera cuando estamos en dificultades o en situaciones extremas (enfermedad mortal, gran desgracia personal...) no es nada aconsejable, dado que podríamos incurrir en pecado cuando, una vez superada la situación, nos olvidemos del voto o no estemos en condiciones de cumplirlo. Por ello, los votos siempre han de darse en situaciones de paz espiritual, y de equilibrio emocional y en profunda serenidad.

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6.4.22

Oración de súplica con el salmo 69 para tiempos de angustia y necesidad



Oh Dios, acude en mi auxilio; oh Señor, apresúrate en socorrerme.

Queden confundidos y temerosos los que buscan mi vida.

Retrocedan y queden avergonzados los que buscan mi mal.

Retrocedan sonrojados los que me insultan y se burlan de mí.

Regocíjense y alégrense en ti todos los que te buscan, y los que aman la salud que de ti viene digan sin cesar: "Alabado sea el Señor".

Yo soy un necesitado y un pobre, oh Dios, ven a ayudarme.

Tú eres mi amparo y mi libertador, Señor, no tardes en socorrerme.

Gloria al Padre, gloria al Hijo, y gloria al Espíritu Santo,
- como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

Salva a tus siervos,
- que esperan en ti, Dios mío.

Sé para nosotros, Señor, torre de fortaleza,
- enfrente del adversario.

Nada pueda contra nosotros el enemigo,
- ni consiga hacernos daño el hijo de iniquidad.

Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados,
- ni nos pagues según nuestras iniquidades.

Roguemos por nuestro pontífice,
- el Señor le conserve y le dé vida, y le haga feliz en la tierra, y no le entregue en poder de sus enemigos.

Roguemos por nuestros bienhechores,
- a todos los que nos hacen bien por tu nombre, dígnate Señor, darles en recompensa la vida eterna. Amén.

Roguemos por los fieles difuntos,
- oh Señor, dales el descanso eterno, y brille para ellos la luz perpetua.

Descansen en paz,
- amén.

Por nuestros hermanos ausentes,
- Salva, oh Dios mío, a tus siervos, que esperan en ti.

Envíales, Señor, tu auxilio desde tu santuario,
- y protégeles desde Sión.

Escuchar, Señor, mi oración,
- y mi clamor llegue a ti.

El Señor esté con vosotros.
- Y con tu espíritu.


Oremos:
Oh Dios, de quien es propio tener misericordia y perdonar: escucha nuestra súplica, para que a nosotros y a todos tus siervos, que estamos amarrados con las cadenas de las culpas, nos desate, piadosa, tu clemente misericordia.

Te rogamos, Señor, que escuches nuestras súplicas y perdones los pecados de los que te alabamos, para que tu benignidad nos conceda juntamente el perdón y la paz.

Muéstranos benigno, oh Señor, tu inefable misericordia, para que al mismo tiempo nos despojes de todos nuestros pecados, y nos libres de las penas que por ellos merecemos.

Oh Dios, que te ofendes con el pecado y te aplacas con la misericordia, atiende propicio a los ruegos de tu pueblo suplicante y aparta los castigos de tu justa indignación, que por nuestros pecados tenemos merecidos.

Todopoderoso y sempiterno Dios, apiádate de tu siervo nuestro pontífice, y dirígele conforme a tu clemencia por el camino de la eterna salvación, para que asistiéndole tu gracia, ame lo que te agrada y con esforzado ánimo lo lleve a cabo.

Dios, Padre mío, de quien proceden los deseos santos, los consejos rectos y las obras justas, concede a tus siervos aquella paz que el mundo no puede dar, para que nuestros corazones se ocupen en cumplir tus mandamientos y, ahuyentando el temor de los enemigos, sean por tu protección tranquilos nuestros tiempos.

Abrasa, Señor, en el fuego del Espíritu Santo nuestras entrañas y nuestros corazones, para que te sirvamos con cuerpo casto, y te agrademos con puro corazón.

Oh Dios, creador y redentor de todos los fieles, concede el perdón de todos sus pecados a las almas de tus siervos y siervas, para que consigan por estas piadosas súplicas la indulgencia que siempre desearon.

Te rogamos, Señor, que prevengas nuestras acciones inspirándolas, y las prosigas ayudándolas, para que todas nuestras oraciones y operaciones empiecen siempre por ti, y como empezaron, terminen por ti.

Todopoderoso y sempiterno Dios, que dominas lo mismo sobre los vivos que sobre los muertos, y tienes misericordia de cuantos sabes ya que han de ser tuyos por su fe y por sus obras, te pedimos suplicantes que aquellos por quienes hemos tenido intención de rogar, ya los retenga todavía en su carne la presente vida, o ya despojados del cuerpo los haya acogido la venidera, intercediendo todos tus santos por tu piadosa clemencia, consigan el perdón de todos sus pecados.

Por nuestro Señor Jesucristo Hijo tuyo, que como Dios vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos.
- Amén.

El Señor esté con vosotros.
- Y con tu espíritu.

Escúchanos, Señor omnipotente y misericordioso.
- Amén.

Y las almas de los fieles, por la misericordia de Dios, descansen en paz.
- Amén.

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25.3.22

Consejos para enfermos y moribundos y Recomendación del alma



No te pongas en manos de curanderos si caes enfermo, avisa al médico. Si la enfermedad es de notoria índole, avisa también al párroco, o algún sacerdote, para que te dé la bendición de enfermos.

Acude sobre todo a Dios; pídele la salud, y pídele perdón de tus pecados. Dios y el médico te pueden dar la salud. Dios, por lo general, no te la dará sin el concurso de médicos y remedios de tu parte. El médico sólo tampoco puede, si Dios no quiere. Pídele a Dios que le dé acierto y destreza. El obedecer al médico es virtud y prudencia.

19.2.22

Novena a San Ignacio de Loyola (y9)



Por la señal...


- Acto de contrición:
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.

Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna.

Amén.

- Oración para todos los días:
Glorioso patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús, si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor; y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de Dios.

- Oración para el día noveno:
Jesús mío dulcísimo, que al morir nos mostrasteis el amor y deseo ardiente que teníais de que los hombres todos amasen, reverenciasen y sirviesen a vuestra Santísima Madre, encomendándola al Discípulo Amado, os ofrezco los merecimientos del glorioso San Ignacio, y especialmente los que atesoró con la cordialisima devoción que profesaba a María Santísima, a quien escogió por Madre desde su conversión, y después esta señora hizo en efecto oficio de madre amorosa en todas las empresas que para mayor gloria vuestra emprendió el santo, iluminándole para que escribiese el libro admirable de los Ejercicios Espirituales, y el de las Constituciones y Reglas de la Compañía.

Os suplico, Señor amantísimo de mi alma, que me concedáis una sólida y cordial devoción para con María Santísima del Carmelo, vuestra Madre; aquella devoción que es señal cierta de predestinados. Que yo sirva a esta Señora con los obsequios del más fiel y obediente hijo, y la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios, honor de San Ignacio, y provecho de mi alma. Amén.


(Se rezan ahora tres padrenuestros y tres avemarías y tres glorias a la Santísima Trinidad, en obsequio de la devoción que San Ignacio tuvo a este inefable e incomprensible misterio).


- Oración para todos los días:
Santísimo patriarca San Ignacio, a quien Jesús escogió para capitán de su sagrada Compañía, y adornó con todas las virtudes que pedía este supremo cargo. Ángel en la pureza de cuerpo y mente; arcángel encargado de tantos negocios por la mayor gloria de Dios y bien de las almas; principado excelentísimo en la dirección de tantos millares de espíritus felices; potestad podedorísima para echar a los demonios de los cuerpos y de las almas; virtud prodigiosa en tantos y tan estupendos milagros; dominación suprema de la Compañía que formó tan dignos ministros evangélicos, y ahora continúa en formarlos desde el cielo; trono elevadísimo, en quien descansó la mayor gloria de Dios corriendo en vuestra fogosa alma por todas las partes del mundo; sapientísimo querubín, cuya mente ilustrada por el Espíritu Santo, dictó sabiduría celestial a su pluma; serafín fogosísimo, que aspiró en su vida y aspira continuamente desde el cielo a encender todo el mundo en llamas del dividno amor; abreviado paraíso de todas las virtudes y gracias, que a competencia de vuestra gran alma yo, patriarca amantísimo, me gozo de veros tan superior a cuantos elogios puede daros mi balbuciente lengua, y concebir mi tardo entendimiento, aunque inspirado de una voluntad ansiosa de amaros, y de que os amen todos los hombres.

Confiado en vuestra piedades, imploro vuestra benignísima caridad para que me alcancéis que viva yo una vida verdaderamente cristiana, conforme a las obligaciones de mi estado, observando perfectamente la ley santa de Dios y los consejos evangélicos que me pertenecen, y que no buscando en todas mis acciones otra cosa que la mayor gloria de Dios, consiga una muerte dichosa en los brazos de Jesús, en el amparo de su Santísima Madre María, y en vuestra presencia. Espero, San Ignacio dulcísimo y suavísimo, me alcancéis estas gracias tan importantes para mi eterna salvación, y el favor que os pido en esta novena si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro, y provecho de mi alma. Amén.


-Se hace ahora la petición que se desea alcanzar en la novena-.


- Oración final:
¡Oh Dios, infinitamente bueno y misericordioso! Pues he recibido de vuestra Majestad todos los dones naturales y sobrenaturales que tengo, deseoso de ser en alguna manera agradecido a vuestras misericordias, os vuelvo cuanto me habéis dado con esta oferta familiar en el corazón y en los labios del glorioso San Ignacio:

"Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Vos me lo dísteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro. Disponed de todo según vuestra voluntad, y a mí dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta".



- Conclusión (en latín):
Similabo eum viro sapienti, qui aedificavit domum suam supra petram.

Amavit cum Dominus et ornavit eum.
R.: Stolam gloriae induit eum.

Oratio:
Deus, qui ad maioren tui nominis gloriam propagaudam novo per Beatum Ignatium subsidio militantem Ecclesiam roborasti; concede, ut eirus auxilio et imitationes certantes in terris, coronari cum ipso mereamur in coelis. Per Christum Dominum nostrum. Amen.


- Conclusión (en español):
Le compararé al hombre prudente que edificó su casa sobre piedra.

El señor le amó y le distinguió.
R.: Le vistió vestidura de gloria.

Oración:
Oh Dios, que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio, alcánzanos que con su ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

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18.2.22

Novena a San Ignacio de Loyola (8)



Por la señal...


- Acto de contrición:
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.

Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna.

Amén.

- Oración para todos los días:
Glorioso patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús, si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor; y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de Dios.

- Oración para el día octavo:
Jesús mío dulcísimo, que desde el instante de vuestra encarnación en el seno purísimo de vuestra madre Virgen, obedecisteis hasta morir inocente en la cruz, os ofrezco los merecimientos del glorioso San Ignacio, y especialmente los de su heroica obediencia con que se sometió a todos sus superiores, singularmente al sumo pontífice de Roma, el Vicario de Cristo en la tierra, consagrado con toda su religión, la Compañía de Jesús, con particular voto a la obedicencia de la Santa Sede.

Os suplico, Señor amantísimo de mi alma, me concedáis una perfectísima obediencia a todos mis superiores, continuada todos los instantes de mi vida, y perfecta en los tres grados de obedecer en cuanto a la ejecución, en cuanto a la voluntad, y en cuanto al entendimiento, y la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios, honor de San Ignacio, y bien de mi alma. Amén.


(Se rezan ahora tres padrenuestros y tres avemarías y tres glorias a la Santísima Trinidad, en obsequio de la devoción que San Ignacio tuvo a este inefable e incomprensible misterio).


- Oración para todos los días:
Santísimo patriarca San Ignacio, a quien Jesús escogió para capitán de su sagrada Compañía, y adornó con todas las virtudes que pedía este supremo cargo. Ángel en la pureza de cuerpo y mente; arcángel encargado de tantos negocios por la mayor gloria de Dios y bien de las almas; principado excelentísimo en la dirección de tantos millares de espíritus felices; potestad podedorísima para echar a los demonios de los cuerpos y de las almas; virtud prodigiosa en tantos y tan estupendos milagros; dominación suprema de la Compañía que formó tan dignos ministros evangélicos, y ahora continúa en formarlos desde el cielo; trono elevadísimo, en quien descansó la mayor gloria de Dios corriendo en vuestra fogosa alma por todas las partes del mundo; sapientísimo querubín, cuya mente ilustrada por el Espíritu Santo, dictó sabiduría celestial a su pluma; serafín fogosísimo, que aspiró en su vida y aspira continuamente desde el cielo a encender todo el mundo en llamas del dividno amor; abreviado paraíso de todas las virtudes y gracias, que a competencia de vuestra gran alma yo, patriarca amantísimo, me gozo de veros tan superior a cuantos elogios puede daros mi balbuciente lengua, y concebir mi tardo entendimiento, aunque inspirado de una voluntad ansiosa de amaros, y de que os amen todos los hombres.

Confiado en vuestra piedades, imploro vuestra benignísima caridad para que me alcancéis que viva yo una vida verdaderamente cristiana, conforme a las obligaciones de mi estado, observando perfectamente la ley santa de Dios y los consejos evangélicos que me pertenecen, y que no buscando en todas mis acciones otra cosa que la mayor gloria de Dios, consiga una muerte dichosa en los brazos de Jesús, en el amparo de su Santísima Madre María, y en vuestra presencia. Espero, San Ignacio dulcísimo y suavísimo, me alcancéis estas gracias tan importantes para mi eterna salvación, y el favor que os pido en esta novena si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro, y provecho de mi alma. Amén.


-Se hace ahora la petición que se desea alcanzar en la novena-.


- Oración final:
¡Oh Dios, infinitamente bueno y misericordioso! Pues he recibido de vuestra Majestad todos los dones naturales y sobrenaturales que tengo, deseoso de ser en alguna manera agradecido a vuestras misericordias, os vuelvo cuanto me habéis dado con esta oferta familiar en el corazón y en los labios del glorioso San Ignacio:

"Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Vos me lo dísteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro. Disponed de todo según vuestra voluntad, y a mí dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta".



- Conclusión (en latín):
Similabo eum viro sapienti, qui aedificavit domum suam supra petram.

Amavit cum Dominus et ornavit eum.
R.: Stolam gloriae induit eum.

Oratio:
Deus, qui ad maioren tui nominis gloriam propagaudam novo per Beatum Ignatium subsidio militantem Ecclesiam roborasti; concede, ut eirus auxilio et imitationes certantes in terris, coronari cum ipso mereamur in coelis. Per Christum Dominum nostrum. Amen.


- Conclusión (en español):
Le compararé al hombre prudente que edificó su casa sobre piedra.

El señor le amó y le distinguió.
R.: Le vistió vestidura de gloria.

Oración:
Oh Dios, que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio, alcánzanos que con su ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

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17.2.22

Novena a San Ignacio de Loyola (7)



Por la señal...


- Acto de contrición:
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.

Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna.

Amén.

- Oración para todos los días:
Glorioso patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús, si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor; y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de Dios.

- Oración para el día séptimo:
Jesús mío dulcísimo, que con las austeridades de vuestra sacratísima vida, pasión y muerte, procurasteis inspirarnos una vida austera, rígida, penitente y mortificada; os ofrezco los merecimientos del glorioso San Ignacio, y especialmente los de su espantosa penitencia, con la cual convirtió la gruta de Manresa en un abreviado mapa de los rigores de Egipto, Tebaida y Nitria, y venció todas sus pasiones hasta reducirlas a ser instrumentos de la divina gracia. Os suplico, Señor amantísimo de mi alma, que me concedáis una mortificación interior y exterior tan perfecta que sujete todas mis pasiones y apetitos a la gracia, y con austeridades y penitencias de la carne, mi cuerpo obedezca a las leyes de una castidad angélica, así como la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios, honor de San Ignacio, y bien de mi alma. Amén.


(Se rezan ahora tres padrenuestros y tres avemarías y tres glorias a la Santísima Trinidad, en obsequio de la devoción que San Ignacio tuvo a este inefable e incomprensible misterio).


- Oración para todos los días:
Santísimo patriarca San Ignacio, a quien Jesús escogió para capitán de su sagrada Compañía, y adornó con todas las virtudes que pedía este supremo cargo. Ángel en la pureza de cuerpo y mente; arcángel encargado de tantos negocios por la mayor gloria de Dios y bien de las almas; principado excelentísimo en la dirección de tantos millares de espíritus felices; potestad podedorísima para echar a los demonios de los cuerpos y de las almas; virtud prodigiosa en tantos y tan estupendos milagros; dominación suprema de la Compañía que formó tan dignos ministros evangélicos, y ahora continúa en formarlos desde el cielo; trono elevadísimo, en quien descansó la mayor gloria de Dios corriendo en vuestra fogosa alma por todas las partes del mundo; sapientísimo querubín, cuya mente ilustrada por el Espíritu Santo, dictó sabiduría celestial a su pluma; serafín fogosísimo, que aspiró en su vida y aspira continuamente desde el cielo a encender todo el mundo en llamas del dividno amor; abreviado paraíso de todas las virtudes y gracias, que a competencia de vuestra gran alma yo, patriarca amantísimo, me gozo de veros tan superior a cuantos elogios puede daros mi balbuciente lengua, y concebir mi tardo entendimiento, aunque inspirado de una voluntad ansiosa de amaros, y de que os amen todos los hombres.

Confiado en vuestra piedades, imploro vuestra benignísima caridad para que me alcancéis que viva yo una vida verdaderamente cristiana, conforme a las obligaciones de mi estado, observando perfectamente la ley santa de Dios y los consejos evangélicos que me pertenecen, y que no buscando en todas mis acciones otra cosa que la mayor gloria de Dios, consiga una muerte dichosa en los brazos de Jesús, en el amparo de su Santísima Madre María, y en vuestra presencia. Espero, San Ignacio dulcísimo y suavísimo, me alcancéis estas gracias tan importantes para mi eterna salvación, y el favor que os pido en esta novena si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro, y provecho de mi alma. Amén.


-Se hace ahora la petición que se desea alcanzar en la novena-.


- Oración final:
¡Oh Dios, infinitamente bueno y misericordioso! Pues he recibido de vuestra Majestad todos los dones naturales y sobrenaturales que tengo, deseoso de ser en alguna manera agradecido a vuestras misericordias, os vuelvo cuanto me habéis dado con esta oferta familiar en el corazón y en los labios del glorioso San Ignacio:

"Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Vos me lo dísteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro. Disponed de todo según vuestra voluntad, y a mí dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta".



- Conclusión (en latín):
Similabo eum viro sapienti, qui aedificavit domum suam supra petram.

Amavit cum Dominus et ornavit eum.
R.: Stolam gloriae induit eum.

Oratio:
Deus, qui ad maioren tui nominis gloriam propagaudam novo per Beatum Ignatium subsidio militantem Ecclesiam roborasti; concede, ut eirus auxilio et imitationes certantes in terris, coronari cum ipso mereamur in coelis. Per Christum Dominum nostrum. Amen.


- Conclusión (en español):
Le compararé al hombre prudente que edificó su casa sobre piedra.

El señor le amó y le distinguió.
R.: Le vistió vestidura de gloria.

Oración:
Oh Dios, que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio, alcánzanos que con su ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

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16.2.22

Novena a San Ignacio de Loyola (6)



Por la señal...


- Acto de contrición:
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.

Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna.

Amén.

- Oración para todos los días:
Glorioso patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús, si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor; y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de Dios.

- Oración para el día sexto:
Jesús mío dulcísimo, que con el ejemplo y las palabras nos enseñaste el continuo ejercicio de la oración, y a vivir con el cuerpo en la tierra y en el cielo con el espíritu, os ofrezco los merecimientos del glorioso San Ignacio, y especialmente los de su continua y perfectísima oración con que vivió entre los ángeles, mientras moraba entre los hombres para conducirlos con sus trabajos y fatigas a la patria bienaventurada.

Os suplico, Señor amantísimo de mi alma, que me concedáis el don de la oración perfecta en aquel grado que me conviene para mi salvación, y para llevar a otros muchos a la gloria, así como la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, honor de San Ignacio, y bien de mi alma. Amén.


(Se rezan ahora tres padrenuestros y tres avemarías y tres glorias a la Santísima Trinidad, en obsequio de la devoción que San Ignacio tuvo a este inefable e incomprensible misterio).


- Oración para todos los días:
Santísimo patriarca San Ignacio, a quien Jesús escogió para capitán de su sagrada Compañía, y adornó con todas las virtudes que pedía este supremo cargo. Ángel en la pureza de cuerpo y mente; arcángel encargado de tantos negocios por la mayor gloria de Dios y bien de las almas; principado excelentísimo en la dirección de tantos millares de espíritus felices; potestad podedorísima para echar a los demonios de los cuerpos y de las almas; virtud prodigiosa en tantos y tan estupendos milagros; dominación suprema de la Compañía que formó tan dignos ministros evangélicos, y ahora continúa en formarlos desde el cielo; trono elevadísimo, en quien descansó la mayor gloria de Dios corriendo en vuestra fogosa alma por todas las partes del mundo; sapientísimo querubín, cuya mente ilustrada por el Espíritu Santo, dictó sabiduría celestial a su pluma; serafín fogosísimo, que aspiró en su vida y aspira continuamente desde el cielo a encender todo el mundo en llamas del dividno amor; abreviado paraíso de todas las virtudes y gracias, que a competencia de vuestra gran alma yo, patriarca amantísimo, me gozo de veros tan superior a cuantos elogios puede daros mi balbuciente lengua, y concebir mi tardo entendimiento, aunque inspirado de una voluntad ansiosa de amaros, y de que os amen todos los hombres.

Confiado en vuestra piedades, imploro vuestra benignísima caridad para que me alcancéis que viva yo una vida verdaderamente cristiana, conforme a las obligaciones de mi estado, observando perfectamente la ley santa de Dios y los consejos evangélicos que me pertenecen, y que no buscando en todas mis acciones otra cosa que la mayor gloria de Dios, consiga una muerte dichosa en los brazos de Jesús, en el amparo de su Santísima Madre María, y en vuestra presencia. Espero, San Ignacio dulcísimo y suavísimo, me alcancéis estas gracias tan importantes para mi eterna salvación, y el favor que os pido en esta novena si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro, y provecho de mi alma. Amén.


-Se hace ahora la petición que se desea alcanzar en la novena-.


- Oración final:
¡Oh Dios, infinitamente bueno y misericordioso! Pues he recibido de vuestra Majestad todos los dones naturales y sobrenaturales que tengo, deseoso de ser en alguna manera agradecido a vuestras misericordias, os vuelvo cuanto me habéis dado con esta oferta familiar en el corazón y en los labios del glorioso San Ignacio:

"Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Vos me lo dísteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro. Disponed de todo según vuestra voluntad, y a mí dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta".



- Conclusión (en latín):
Similabo eum viro sapienti, qui aedificavit domum suam supra petram.

Amavit cum Dominus et ornavit eum.
R.: Stolam gloriae induit eum.

Oratio:
Deus, qui ad maioren tui nominis gloriam propagaudam novo per Beatum Ignatium subsidio militantem Ecclesiam roborasti; concede, ut eirus auxilio et imitationes certantes in terris, coronari cum ipso mereamur in coelis. Per Christum Dominum nostrum. Amen.


- Conclusión (en español):
Le compararé al hombre prudente que edificó su casa sobre piedra.

El señor le amó y le distinguió.
R.: Le vistió vestidura de gloria.

Oración:
Oh Dios, que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio, alcánzanos que con su ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

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15.2.22

Novena a San Ignacio de Loyola (5)



Por la señal...


- Acto de contrición:
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.

Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna.

Amén.

- Oración para todos los días:
Glorioso patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús, si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor; y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de Dios.

- Oración para el día quinto:
Jesús mío dulcísimo, que nos encomendasteis la paciencia en los trabajos de esta vida como la senda de la perfección y el camino real de la gloria, os ofrezco los merecimientos del glorioso San Ignacio, y especialmente los de su paciencia invicta con que sufrió desprecios, calumnias, cárceles y cadenas con un espíritu tan constante y alegre en los trabajos, que decía no haber en el mundo tantos grillos y cadenas como deseaba padecer por Jesús. Os suplico, Señor amantísimo de mi alma, fortalezcáis la fragilidad de mi espíritu para que con invencible paciencia resista a los trabajos, penas y angustias de esta miserable vida, pobreza, dolores y afrentas, fabricando de ellas escala para subir a la gloria, así como la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, honor del Santo, y bien de mi alma. Amén.


(Se rezan ahora tres padrenuestros y tres avemarías y tres glorias a la Santísima Trinidad, en obsequio de la devoción que San Ignacio tuvo a este inefable e incomprensible misterio).


- Oración para todos los días:
Santísimo patriarca San Ignacio, a quien Jesús escogió para capitán de su sagrada Compañía, y adornó con todas las virtudes que pedía este supremo cargo. Ángel en la pureza de cuerpo y mente; arcángel encargado de tantos negocios por la mayor gloria de Dios y bien de las almas; principado excelentísimo en la dirección de tantos millares de espíritus felices; potestad podedorísima para echar a los demonios de los cuerpos y de las almas; virtud prodigiosa en tantos y tan estupendos milagros; dominación suprema de la Compañía que formó tan dignos ministros evangélicos, y ahora continúa en formarlos desde el cielo; trono elevadísimo, en quien descansó la mayor gloria de Dios corriendo en vuestra fogosa alma por todas las partes del mundo; sapientísimo querubín, cuya mente ilustrada por el Espíritu Santo, dictó sabiduría celestial a su pluma; serafín fogosísimo, que aspiró en su vida y aspira continuamente desde el cielo a encender todo el mundo en llamas del dividno amor; abreviado paraíso de todas las virtudes y gracias, que a competencia de vuestra gran alma yo, patriarca amantísimo, me gozo de veros tan superior a cuantos elogios puede daros mi balbuciente lengua, y concebir mi tardo entendimiento, aunque inspirado de una voluntad ansiosa de amaros, y de que os amen todos los hombres.

Confiado en vuestra piedades, imploro vuestra benignísima caridad para que me alcancéis que viva yo una vida verdaderamente cristiana, conforme a las obligaciones de mi estado, observando perfectamente la ley santa de Dios y los consejos evangélicos que me pertenecen, y que no buscando en todas mis acciones otra cosa que la mayor gloria de Dios, consiga una muerte dichosa en los brazos de Jesús, en el amparo de su Santísima Madre María, y en vuestra presencia. Espero, San Ignacio dulcísimo y suavísimo, me alcancéis estas gracias tan importantes para mi eterna salvación, y el favor que os pido en esta novena si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro, y provecho de mi alma. Amén.


-Se hace ahora la petición que se desea alcanzar en la novena-.


- Oración final:
¡Oh Dios, infinitamente bueno y misericordioso! Pues he recibido de vuestra Majestad todos los dones naturales y sobrenaturales que tengo, deseoso de ser en alguna manera agradecido a vuestras misericordias, os vuelvo cuanto me habéis dado con esta oferta familiar en el corazón y en los labios del glorioso San Ignacio:

"Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Vos me lo dísteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro. Disponed de todo según vuestra voluntad, y a mí dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta".



- Conclusión (en latín):
Similabo eum viro sapienti, qui aedificavit domum suam supra petram.

Amavit cum Dominus et ornavit eum.
R.: Stolam gloriae induit eum.

Oratio:
Deus, qui ad maioren tui nominis gloriam propagaudam novo per Beatum Ignatium subsidio militantem Ecclesiam roborasti; concede, ut eirus auxilio et imitationes certantes in terris, coronari cum ipso mereamur in coelis. Per Christum Dominum nostrum. Amen.


- Conclusión (en español):
Le compararé al hombre prudente que edificó su casa sobre piedra.

El señor le amó y le distinguió.
R.: Le vistió vestidura de gloria.

Oración:
Oh Dios, que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio, alcánzanos que con su ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

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14.2.22

Novena a San Ignacio de Loyola (4)



Por la señal...


- Acto de contrición:
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.

Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna.

Amén.

- Oración para todos los días:
Glorioso patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús, si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor; y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de Dios.

- Oración para el día cuarto:
Jesús mío dulcísimo, que nos encomendasteis la caridad y el amor a los prójimos como el distintivo y señal de vuestra escuela, diciendo que en esto se habían de conocer vuestros discípulos, os ofrezco los merecimientos del glorioso San Ignacio, y singularmente aquella ardentísima caridad con que deseaba encender en el fuego del divino amor a todos los hombres del mundo, y con que hizo y padeció tanto por su eterna salvación y por asistirlos en todos sus trabajos. Os suplico, Señor amantísimo de mi alma, me concedáis una caridad inflamada, con la cual, a imitación de San Ignacio, trabaje continuamente en el bien y salvación de mis prójimos con mis palabras y ejemplos, y con cuanto necesitaren de mi caritativa asistencia, y la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios, honor del Santo, y bien de mi alma. Amén.


(Se rezan ahora tres padrenuestros y tres avemarías y tres glorias a la Santísima Trinidad, en obsequio de la devoción que San Ignacio tuvo a este inefable e incomprensible misterio).


- Oración para todos los días:
Santísimo patriarca San Ignacio, a quien Jesús escogió para capitán de su sagrada Compañía, y adornó con todas las virtudes que pedía este supremo cargo. Ángel en la pureza de cuerpo y mente; arcángel encargado de tantos negocios por la mayor gloria de Dios y bien de las almas; principado excelentísimo en la dirección de tantos millares de espíritus felices; potestad podedorísima para echar a los demonios de los cuerpos y de las almas; virtud prodigiosa en tantos y tan estupendos milagros; dominación suprema de la Compañía que formó tan dignos ministros evangélicos, y ahora continúa en formarlos desde el cielo; trono elevadísimo, en quien descansó la mayor gloria de Dios corriendo en vuestra fogosa alma por todas las partes del mundo; sapientísimo querubín, cuya mente ilustrada por el Espíritu Santo, dictó sabiduría celestial a su pluma; serafín fogosísimo, que aspiró en su vida y aspira continuamente desde el cielo a encender todo el mundo en llamas del dividno amor; abreviado paraíso de todas las virtudes y gracias, que a competencia de vuestra gran alma yo, patriarca amantísimo, me gozo de veros tan superior a cuantos elogios puede daros mi balbuciente lengua, y concebir mi tardo entendimiento, aunque inspirado de una voluntad ansiosa de amaros, y de que os amen todos los hombres.

Confiado en vuestra piedades, imploro vuestra benignísima caridad para que me alcancéis que viva yo una vida verdaderamente cristiana, conforme a las obligaciones de mi estado, observando perfectamente la ley santa de Dios y los consejos evangélicos que me pertenecen, y que no buscando en todas mis acciones otra cosa que la mayor gloria de Dios, consiga una muerte dichosa en los brazos de Jesús, en el amparo de su Santísima Madre María, y en vuestra presencia. Espero, San Ignacio dulcísimo y suavísimo, me alcancéis estas gracias tan importantes para mi eterna salvación, y el favor que os pido en esta novena si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro, y provecho de mi alma. Amén.


-Se hace ahora la petición que se desea alcanzar en la novena-.


- Oración final:
¡Oh Dios, infinitamente bueno y misericordioso! Pues he recibido de vuestra Majestad todos los dones naturales y sobrenaturales que tengo, deseoso de ser en alguna manera agradecido a vuestras misericordias, os vuelvo cuanto me habéis dado con esta oferta familiar en el corazón y en los labios del glorioso San Ignacio:

"Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Vos me lo dísteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro. Disponed de todo según vuestra voluntad, y a mí dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta".



- Conclusión (en latín):
Similabo eum viro sapienti, qui aedificavit domum suam supra petram.

Amavit cum Dominus et ornavit eum.
R.: Stolam gloriae induit eum.

Oratio:
Deus, qui ad maioren tui nominis gloriam propagaudam novo per Beatum Ignatium subsidio militantem Ecclesiam roborasti; concede, ut eirus auxilio et imitationes certantes in terris, coronari cum ipso mereamur in coelis. Per Christum Dominum nostrum. Amen.


- Conclusión (en español):
Le compararé al hombre prudente que edificó su casa sobre piedra.

El señor le amó y le distinguió.
R.: Le vistió vestidura de gloria.

Oración:
Oh Dios, que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio, alcánzanos que con su ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

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