El cuarto mandamiento nos dice:
Se incluye en este mandamiento la honra y sumisión debida a todo superior, y también lo que los padres y superiores deben hacer por su parte.
Los hijos, súbditos e inferiores faltan a este mandamiento cuando:
- Desobedecen a sus padres o a sus superiores en cosas justas.
- Si les replican con soberbia cuando son por ellos reprendidos.
- Si vuelven inútiles con su actuar desaplicado los sacrificios que hacen para educarlos o dirigirlos al bien.
- Si desprecian sus consejos.
- Si les faltan al respeto de cualquier modo.
- Si los deshonran con su mala conducta.
- Si les malgastan la hacienda.
- Si les dan motivo de encolerizarse.
- Si murmuran de ellos o los critican.
- Si viéndolos necesitados no los socorren según sus medios.
- Si habiendo muerto no han cumplido sus últimas voluntades, ni realizado el piadoso deber de encomendarlos a Dios.
Los padres y superiores faltan a este mandamiento cuando:
- No dan a sus hijos o subordinados buenos ejemplos, enseñanza y corrección.
- Si les rehúsan lo necesario y no cuidan de su suerte y de su futuro.
- Si los tratan con severidad o con menosprecio, y los castigan sin razón o de un modo indigno.
- Si por espíritu de dominación les imponen su voluntad con soberbia y despóticamente, sin fundarse en la razón.
Los esposos y esposas faltan a este mandamiento cuando:
- Cuando el marido no trata a su mujer con consideración y tierna solicitud, protegiéndola como más débil, y dirigiéndola al bien.
- Si la mujer no honra, ama y respeta a su marido, ayudándole en el cuidado de la familia.
- Si el marido descuida o malgasta los comunes intereses, en vez de trabajar por obtenerlos legítimamente.
- Si la mujer no gobierna la casa con orden y economía.
Ambos cónyuges se deben atenciones, indulgencia y deferencia mutua; consuelos, asistencia en sus penalidades, fidelidad, estimación recíproca. Si faltan en algo de ello tienen que acusarse.
Los más jóvenes, por su parte, deben considerar como superiores suyos a los mayores en edad y en saber, aun cuando no lo sean por otras circunstancias. Asimismo hay que considerar a los ministros del Señor como acreedores a todo respeto y deferencia.
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