RESUMEN
Trata sobre cómo podrá un alma disponerse para llegar en breve a la divina unión. Da avisos y consejos, así a los principiantes como a los más avanzados, con doctrina muy provechosa para que sepan desprenderse de todo lo temporal y no enredarse con lo espiritual, y quedar en la suma desnudez y libertad de espíritu, como se requiere para la divina unión.
Escrito y redactado por el padre Fr. Juan de la Cruz, Carmelita Descalzo.
ARGUMENTO
Toda la doctrina que entiendo tratar en esta Subida del Monte Carmelo está incluida en las siguientes canciones, y en ellas se contiene el modo de subir hasta la cumbre del monte, que es el estado de perfección más alto, el cual aquí denominamos "unión del alma con Dios". Y porque lo que iré diciendo se va fundando en ellas, las he querido poner todas reunidas, para que se entienda y vea de una sola pasada toda la sustancia de lo que luego se va describiendo; aunque, al tiempo de ir declarando y esbozando su significado convendrá poner cada canción en su contexto y también los versos de cada una, según se exija en la materia a tratar y su explicación.
Dice, pues, así:
CANCIONES
con las cuales el alma canta la dichosa ventura que tuvo en pasar por la oscura noche de la fe, entre su desnudez y purgación, a la unión del Amado.
1. En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
2. A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
4. Ésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
hacia donde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
5. ¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
6. En mi pecho florido,
que entero para Él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
8. Me quedé y me olvidé,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y me dejé,
perdiendo mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
| Preparación: Oratorio Carmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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