Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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26.5.17

Sobre el pensamiento de la muerte


Cum appropinquaret portae civitatis, ecce dejunctus efferebatur filius unicus matris suae: et haec vidua erat.
(Al acercarse Jesús a las puertas de la ciudad (de Naim), vio que llevaban a enterrar al hijo único de una mujer que era viuda).
San Lucas, VII,12.


Nada tan eficaz, hermanos míos, para quitarnos la afición a esta vida y a los placeres del mundo, y para llevarnos a pensar seriamente en aquel momento terrible que debe decidir nuestra eternidad, como la vista de un cadáver que llevan a enterrar. Por esto la Iglesia, siempre atenta y ocupada en proporcionarnos los medios más adecuados para inducirnos a trabajar por nuestra salvación, nos evoca, tres veces al año, el recuerdo de los muertos que Jesucristo resucitó (en la domínica XXIIIa después de Pentecostés, leemos en el Evangelio de la Misa la resurrección de la hija de Jairo; el jueves de la IVa semana de Cuaresma y la domínica XVa después de Pentecostés, la del hijo de la viuda de Naim, y el viernes de la IVa semana de Cuaresma, la resurrección de Lázaro.); a fin de forzarnos, en alguna manera, a preparar tan temible viaje. En un pasaje del Evangelio, nos presenta a una niña de doce años solamente, o sea de aquella edad en que apenas se ha comenzado a gozar de placer alguno.

Con todo y ser hija única, muy rica, y amada con ternura por sus padres, a pesar de todo esto, la muerte la hiere y la arrebata del mundo de los vivientes. En otro pasaje, vemos a un joven de unos veinticinco años, en la flor de su edad, el cual constituía el mayor y casi único apoyo y el solo consuelo de una madre viuda; sin embargo, ni las lágrimas ni la ternura de aquella madre desolada pueden impedir que la muerte, esa implacable muerte, haga presa en aquella naturaleza joven. En otra parte del Evangelio, hallamos a otro joven, a Lázaro. Este joven hacía las veces de padre respecto a sus dos hermanas, Marta y Magdalena, bien parece que la muerte debiera haberlo tenido en consideración; mas no, la muerte cruel siega aquella vida, y condena sus despojos a la sepultura para ser allí pasto de gusanos. Fue necesario que Jesús obrase tres milagros para devolverlos a los tres a la vida. Abramos los ojos, H. M., y contemplemos por un momento ese conmovedor espectáculo, el cual nos demostrará en forma irrebatible la fragilidad de nuestra vida, y la necesidad de despegarnos de ella, antes que la inexorable muerte nos arranque a pesar nuestro del mundo. "Joven o viejo, decía el santo rey David, pensaré con frecuencia que he de morir, y me prepararé a ello con tiempo". A fin de animaros a hacer lo mismo, voy ahora a mostraros cuán necesario nos sea el pensamiento de la muerte para desengañarnos de la vida y para aficionarnos a solo Dios.

El amor humano


Me ha llamado la atención sobremanera uno de los acontecimientos que vivió la santa carmelitana Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz, en su nombre religioso). Como seguramente muchos sabéis, Edith Stein era judía, y la mataron los nazis. Pero antes de eso fue encerrada en los campos de concentración holandeses de Amerfoort y de Westerbork. Allí observó cómo las madres abandonaban a sus hijos, y muchas de ellas estaban tan impactadas que los descuidaban, incluso a los niñitos más pequeños.

Todos tenemos -o la mayoría de nosotros- una imagen del amor maternal, del "amor de madre", muy entrañable. Sabemos -porque es así- que muchas madres darían la vida por sus hijos, por lo tanto no nos cabe en la cabeza cómo puede ocurrir que se olviden de ellos. Obviamente la razón hay que encontrarla en el hecho de que estaban tan impactadas por las terribles experiencias que estaban viviendo que psicológicamente debían estar destrozadas, pero nos hace una idea de lo frágil que es el amor carnal, el amor simplemente humano, cuando no se le dota de la fuerza de la trascendencia. Y ante el terrible drama de sus vidas para muchas no existían ni hijos, ni nada, simplemente les daba igual. Edith Stein los acogía, les daba cariño, los cuidaba, los bañaba...

4.5.17

Camino hacia el reconocimiento de la santidad del cardenal Francisco Javier Nguyên Van Thuân


En la audiencia concedida esta mañana al Card. Angelo Amato, S.D.B.,, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el Santo Padre Francisco ha autorizado a la Congregación a promulgar varios Decretos, entre ellos el que se refiere a “las virtudes heroicas del Siervo de Dios Francisco Javier Nguyên Van Thuân, Cardenal de la Santa Iglesia Romana.

Van Thuân nació el 17 de abril de 1928 en Huê, Vietnam. Fue ordenado sacerdote el 1 de junio de 1953.

16.4.17

Oración de triduo o novena del Venerable Aita Patxi


¡Señor mío crucificado!

Por tu mediación doy las más rendidas gracias a la Trinidad Beatísima, por todos los singulares favores concedidos al Venerable Aita Patxi, particularmente el carisma suyo de asistencia a los enfermos, de devoción al sacramento de la Eucaristía y el rezo del santo Rosario. Animado por la confianza de tantos favores concedidos por su mediación, acudo también a ti, esperando obtener la gracia especial que te pido (expresar la gracia que se desea), si es para gloria tuya y bien de mi alma.

Al mismo tiempo, te ruego hagas brillar en la Iglesia la gloria de sus virtudes, si ha de contribuir al bien de las almas y la gloria de la Trinidad, a la cual sirvió en su vida con humilde constancia.

Amén.
(Padrenuestro, Ave María y Gloria).

14.4.17

Vida del venerable Tiburcio Arnaiz, S.J.


Tiburcio Arnaiz Muñoz nació en Valladolid el 11 de agosto de 1865 en el seno de una modesta familia de tejedores. Dos días después, sus cristianos padres, Ezequiel y Romualda, lo llevaron a bautizar en la iglesia parroquial de S. Andrés imponiéndole el nombre del santo del día.

Con sólo 5 años quedó huérfano de padre y tuvo su madre que ingeniárselas para educar y sacar adelante a sus dos hijos Gregaria y libreto. Cuentan que de niño tuvo un sueño que le impresionó hondamente. Soñó que caía en el infierno. Horrorizado, llamó a su madre. Su madre no lo oía y recurrió a la Santísima Virgen de los Dolores. Acudió esta Madre celestial que cogiéndolo y cubriéndolo can su manto, le dijo: "No caes al infierno, ni caerás nunca".

12.4.17

Boletín número 79 de la causa de beatificación del Beato Eufrasio del Niño Jesús


No son muchos, por desgracia, los escritos que conservamos del beato Eufrasio. El tiempo, en ocasiones como esta, es mal consejero... Iremos, no obstante, ofreciendo paso a paso algunos de ellos, principalmente sus homilías. La primera corresponde al domingo dentro de la octava del Corpus Christi. En él se anuncia el gran banquete y nuestro beato así lo declara.

La parábola del banquete nupcial
Lc. 14. 16-24.

22 1 Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo: 2 "El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. 3 Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir. 4 De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: "Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas". 5 Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; 6 y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.

7 Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. 8 Luego dijo a sus servidores: "El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. 9 Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren". 10 Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.

11 Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. 12 "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?". El otro permaneció en silencio. 13 Entonces el rey dijo a los guardias: "Átenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes". 14 Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos".