Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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12.12.19

Breve vocabulario básico sobre difuntos


- Exequias: Conjunto de celebraciones por los difuntos (en la casa, en la iglesia y en el cementerio) presididas por el sacerdote o diácono.

- Sufragios: Oraciones y celebraciones por los difuntos.

- Responso: Oración por los difuntos en forma de respuestas de los fieles.

- Inhumación: En latín "humus" significa "tierra"; inhumar es lo mismo que enterrar.

- Cremación: Incineración del cadáver.

- Tanatorio: En griego "thanatos" era "el dios de la muerte no violenta", por eso para los cristianos es más propio decir "Velatorio", que es el lugar donde se vela a los muertos, en espera de su resurrección.

- Reencarnación: Doctrina que propugna la sucesión de varias vidas en el mundo presente. Es una creencia no cristiana.

- Escatología: Del griego "esjaton" que significa "realidad última" y "logos" que significa "estudio, discurso, conocimiento"; es el conocimiento del más allá de la muerte, de la trascendencia.

- Novísimos: Del latín "novissimum" (novísimo o ultimísimo) se refiere a las realidades últimas, más allá de la muerte.

- Parusia: Designa la segunda venida de Cristo al final de los tiempos.

- Inmortalidad: Condición del hombre ya no sometido a la muerte.

11.12.19

Oración para el día de los difuntos en el cementerio


(La costumbre de visitar los cementerios el día de difuntos es una buena oportunidad para orar por ellos y afirmar nuestra fe en la resurrección. Proponemos para esta ocasión las siguientes oraciones:)

A/. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

T/. Amén.

A/. Bendigamos al Señor que, por la resurrección de su Hijo, nos ha hecho nacer a una esperanza viva.

T/. Bendito seas por siempre, Señor.

A/. Hermanos: Todos tenemos familiares y amigos que han muerto. Hoy los recordamos a ellos y a todos los que han fallecido y los encomendamos a la misericordia de Dios. En este cementerio nos unimos para afirmar nuestra fe en Cristo que ha vencido la muerte y nuestra esperanza de que él vencerá también nuestra muerte y nos reunirá con nuestros seres queridos en su reino de gloria. Que esta celebración nos anime a ser fieles al Señor y a seguir los buenos ejemplos que nuestros familiares nos dejaron en su vida. Comencemos reconociendo nuestros pecados ante el Señor (momentos de silencio).

A/. Tú que resucitaste a Lázaro del sepulcro, Señor, ten piedad.

T/. Señor, ten piedad.

A/. Tú que has vencido la muerte y has resucitado, Cristo, ten piedad.

T/. Cristo, ten piedad.

A/. Tú que nos has prometido una vida eterna contigo, Señor, ten piedad.

T/. Señor, ten piedad.

A/. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

T/. Amén.

L/. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (6, 3-4. 8-9).

"Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.

Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él
". Palabra de Dios.

T/. Te alabamos, Señor.

A/. Hermanos: Invoquemos con fe a Dios Padre todopoderoso que resucitó de entre los muertos a su Hijo Jesucristo para la salvación de todos.

A/. Para que afiance al pueblo cristiano en la fe, la esperanza y el amor, roguemos al Señor.

Todos/: Te lo pedimos, Señor.

A/. Para que libere al mundo entero de todas sus injusticias, violencias y signos de muerte, roguemos al Señor.

T/: Te lo pedimos, Señor.

A/. Para que acoja e ilumine con la claridad de su rostro a todos los que han muerto en la esperanza de la resurrección, roguemos al Señor.

T/: Te lo pedimos, Señor.

A/. Para que reciba en su reino a N. y N. (se pueden decir nombres) y a todos los difuntos de nuestras familias, roguemos al Señor.

T/: Te lo pedimos, Señor.

A/. Para que nuestra visita y nuestras ofrendas de flores, velas y comida sean signos de nuestra fe en la vida más allá de la muerte, roguemos al Señor.

T/: Te lo pedimos, Señor.

A/. Para que la fe en Cristo mueva nuestros corazones para dar frutos de solidaridad y de justicia, roguemos al Señor.

T/: Te lo pedimos, Señor.

A/. Oremos, hermanos, como Jesús mismo nos enseñó.

T/. Padre nuestro... Dios te salve María... Gloria al Padre...

A/. El Dios de todo consuelo, que con amor inefable creó al hombre y en la resurrección de su Hijo ha dado a los creyentes la esperanza de resucitar, derrame sobre nosotros su bendición.

T/. Amén.

A/. El nos conceda el perdón de nuestras culpas a los que vivimos en este mundo y otorgue a los que han muerto el lugar de la luz y de la paz.

T/. Amén.

A/. Y a todos nos conceda vivir eternamente felices con Cristo, al que proclamamos resucitado de entre los muertos.

T/. Amén.

A/. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.

T/. Amén.

A/. Dales, Señor, el descanso eterno

T/. Y brille para ellos la luz perpetua.

A/. Que las almas de todos los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.

T/. Amén.

Nota: Estas oraciones están tomadas del "Ritual de Exequias" de la Comisión Episcopal Española de Liturgia (2ª edición 1989). Dada la escasez de sacerdotes, están pensadas para ser dirigidas por laicos. Si el difunto es un niño, un joven, un accidentado o suicida se hacen las adaptaciones convenientes. La letra A/ significa "Animador" (el que dirige la celebración), T/ significa "Todos", L/ significa "Lector", R/. "Respuesta", y N. es para decir el nombre del difunto.

10.12.19

Oración en el cementerio durante el entierro


A/. Bendigamos al Señor que, por la resurrección de su Hijo, nos ha hecho nacer a una esperanza viva.

T/. Bendito seas por siempre, Señor.

A/. Hermanos: vamos ahora a cumplir con el deber doloroso de dar sepultura a nuestro(a) hermano(a) N. Pero antes de colocarlo(a) en el sepulcro, elevemos nuestras súplicas a Dios Padre y, con la fe puesta en la resurrección de Cristo, el primer resucitado de entre los muertos, pidámosle que bendiga esta tumba (este nicho) donde el cuerpo de nuestro(a) hermano(a) descansará esperando la resurrección del último día. Oremos:

(Todos oran unos momentos en silencio).

A/. Señor Jesucristo que al descansar tres días en el sepulcro santificaste la tumba de los que creen en ti, de tal forma que la sepultura no sólo sirviera para enterrar el cuerpo, sino también para acrecentar nuestra esperanza en la resurrección; concede a nuestro(a) hermano(a) N. descansar aquí de sus fatigas, durmiendo en la paz de este sepulcro hasta el día en que Tú, que eres la Resurrección y la Vida, lo (la) resucites y lo (la) ilumines con la contemplación de tu rostro glorioso. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

T/. Amén.

(Colocan el cuerpo en la sepultura y se reza:)

A/. Hermanos, Jesús ha dicho: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá, y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre".

Oremos por nuestro(a) hermano(a) N. diciendo: TE LO PEDIMOS, SEÑOR.

A/. Señor, tú que lloraste ante la tumba de Lázaro, dígnate enjugar nuestras lágrimas, roguemos al Señor.

T/. Te lo pedimos, Señor.

A/. Tú que resucitaste a los muertos, dígnate dar la vida eterna a nuestro(a) hermano(a) N., roguemos al Señor.

T/. Te lo pedimos, Señor.

A/. Tú que perdonaste en la cruz al buen ladrón y le prometiste el paraíso, dígnate perdonar y llevar al cielo a nuestro(a) hermano(a), roguemos al Señor.

T/. Te lo pedimos, Señor.

A/. Tú que purificaste a nuestro(a) hermano(a) con el agua del bautismo, dígnate admitirlo entre tus santos y elegidos, roguemos al Señor.

T/. Te lo pedimos, Señor.

A/. Tú que alimentaste a nuestro(a) hermano(a) con tu cuerpo y con tu sangre, dígnate también admitirlo(a) en la mesa de tu reino, roguemos al Señor.

T/. Te lo pedimos, Señor.

A/. Y a nosotros que lloramos su muerte, dígnate confortarnos con la fe y la esperanza de la vida eterna, roguemos al Señor.

T/. Te lo pedimos, Señor.

A/ Reunidos en el nombre del Señor, oremos todos como él nos enseñó:

T/ Padre nuestro... Ave María... Gloria al Padre...

A/. Padre nuestro que estás siempre atento a las súplicas de tus hijos, escucha los deseos de nuestro corazón, concede a tu siervo(a), cuyo cuerpo acabamos de depositar en el sepulcro, participar con tus santos y elegidos de la recompensa de la gloria. Por Jesucristo nuestro Señor.

T/. Amén.

A/. Dale, Señor, el descanso eterno.

T/. Y brille para él (ella) la luz perpetua.

A/. Descanse en paz.

T/. Amén.

A/. Su alma y las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.

T/. Amén.

Nota: Estas oraciones están tomadas del "Ritual de Exequias" de la Comisión Episcopal Española de Liturgia (2ª edición 1989). Dada la escasez de sacerdotes, están pensadas para ser dirigidas por laicos. Si el difunto es un niño, un joven, un accidentado o suicida se hacen las adaptaciones convenientes. La letra A/ significa "Animador" (el que dirige la celebración), T/ significa "Todos", L/ significa "Lector", R/. "Respuesta", y N. es para decir el nombre del difunto.

9.12.19

Oraciones en casa del difunto. Oración comunitaria en el velatorio


1. Ritos iniciales.

A/. Bendigamos al Señor que, por la resurrección de su Hijo, nos ha hecho nacer para una esperanza viva, por Cristo nuestro Señor.

T/. Amén.

A/. Aunque el dolor por la pérdida de un ser querido llena de pena nuestros corazones, avivemos en nosotros la llama de la fe, para que la esperanza que Cristo ha hecho nacer en nosotros dirija ahora nuestra oración para encomendar a nuestro(a) hermano(a) N. en las manos del Señor, Padre misericordioso y Dios de todo consuelo.

(Se canta o recita el salmo 129 con la respuesta que se propone. Las estrofas las puede cantar un salmista o bien las va recitando alguno de los presentes. También se puede cantar otro canto como "Juntos como hermanos").

Respuesta:
MI ALMA ESPERA EN EL SEÑOR,
ESPERA EN SU PALABRA;
MI ALMA AGUARDA AL SEÑOR,
PORQUE EN EL ESTA LA SALVACIÓN.

1. Desde lo hondo a ti grito, Señor:
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

2. Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

3. Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
Más que el centinela a la aurora.

4. Aguarde Israel al Señor,
como el centinela a la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

A/. Oremos (pausa): Señor, escucha en tu bondad nuestras súplicas ahora que imploramos tu misericordia por tu siervo(a) N. a quien has llamado de este mundo: dígnate llevarlo(a) al lugar de la luz y de la paz, para que tenga parte en la asamblea de tus santos. Por Jesucristo nuestro Señor.

T/. Amén.

2. Liturgia de la Palabra.

(Ahora se lee alguna de las siguientes lecturas).

L/. Lectura del libro de la Sabiduría (3, 1-6.9).

"La vida de los justos está en manos de Dios y no los tocará el tormento. La gente insensata pensaba que morían, consideraba su tránsito como una desgracia y su partida de entre nosotros como una destrucción; pero ellos están en paz. La gente pensaba que cumplían una pena, pero ellos tenían total esperanza en la inmortalidad; sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes favores, porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí; los probó como el oro en el crisol, los recibió como sacrificio de ofrenda. Los que confían en él comprenderán la verdad, los fieles a su amor seguirán a su lado; porque Dios ama a sus devotos, se apiada de ellos y mira por sus elegidos". Palabra de Dios.


L/. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (14, 7-9. 10c-12).

Hermanos: "Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos. Todos compareceremos ante el tribunal de Dios, porque está escrito: "Por mi vida, dice el Señor, ante mí se doblará toda rodilla, a mí me alabará toda lengua". Por eso, cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo". Palabra de Dios.

(Si se hacen dos lecturas, entre la primera y la del Evangelio se puede cantar un canto de meditación como un salmo, por ejemplo el Salmo 22).

L/.Lectura del Santo Evangelio según san Juan (11, 17-27).

"En aquel tiempo, cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania está como a tres kilómetros de Jerusalén; y muchos judíos habían venido a ver a Marta y a María para darles el pésame por la muerte de su hermano. Cuando Marta supo que Jesús venía en camino, salió a su encuentro mientras que María permaneció en casa. Y Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá".

Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta respondió: "Yo sé que resucitará en la resurrección de los muertos en el último día". Jesús le dijo: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto? Ella le contestó: "Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo".

Palabra del Señor.


(Si está presente un sacerdote o diácono, dirige a los presentes una breve homilía. De lo contrario alguno de los presentes puede hacer algún comentario y guardar un momento de silencio. Luego todos hacen la Profesión de fe).

A/. Con la esperanza puesta en la resurrección y en la vida eterna que en Cristo nos ha sido prometida, profesemos ahora nuestra fe, luz de nuestra vida cristiana.

T/. Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

3. Oración de los fieles.

A/. Oremos, hermanos, a Cristo el Señor, esperanza de los que vivimos aún en este mundo, vida y resurrección de los que han muerto; llenos de confianza digámosle: R/ TÚ QUE ERES LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA, ESCÚCHANOS.

A/. Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas, y no te acuerdes de los pecados de nuestro(a) hermano(a) N., roguemos al Señor.

R/ Tú que eres la resurrección y la vida, escúchanos.

A/. Señor, por el honor de tu nombre, perdónale todas sus culpas y haz que viva eternamente feliz en tu presencia, roguemos al Señor.

R/ Tú que eres la resurrección y la vida, escúchanos.

A/. No rechaces a tu siervo(a) N. ni lo(la) olvides en el reino de la muerte, sino concédele gozar de tu dicha en el país de la vida.

R/ Tú que eres la resurrección y la vida, escúchanos.

A/. Acuérdate, Señor, de los familiares y amigos a quienes entristece esta muerte y auméntales la fe para que encuentren consuelo y paz, roguemos al Señor.

R/ Tú que eres la resurrección y la vida, escúchanos.

A/. Acoge en tu Reino de vida a todos nuestros seres queridos que han muerto con la esperanza de la resurrección, roguemos al Señor.

R/ Tú que eres la resurrección y la vida, escúchanos.

(Se pueden agregar ahora peticiones espontáneas).

A/. Señor, sé tú el apoyo y la salvación de los que acudimos a ti: sálvanos y bendícenos porque somos tu pueblo, roguemos al Señor.

R/ Tú que eres la resurrección y la vida, escúchanos.

A/. El mismo Señor, que lloró junto al sepulcro de Lázaro y que, en su propia agonía acudió conmovido al Padre, nos ayude a decir la oración que él nos enseñó: T/. Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

(Se puede rezar también un Avemaría).

A/. Escucha, Señor, nuestras súplicas y ten misericordia de su siervo(a) N. para que no sufra castigo por sus pecados, pues deseó cumplir tu voluntad; y ya que la verdadera fe lo (la) unió aquí en la tierra al pueblo fiel, que tu bondad divina lo (la) una al coro de los ángeles y elegidos. Por Jesucristo nuestro Señor.

T/. Amén.

A/. Dale, Señor, el descanso eterno.

T/. Y brille para él (ella) la luz perpetua.

A/. Descanse en paz.

T/. Amén.

A/. Su alma y las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.

T/. Amén.

(Se puede terminar con un canto como "Resucitó", "El Señor resucitó, aleluya", "Tú nos dijiste que la muerte", "Mientras recorres la vida"...).

Nota: Estas oraciones están tomadas del "Ritual de Exequias" de la Comisión Episcopal Española de Liturgia (2ª edición 1989). Dada la escasez de sacerdotes, están pensadas para ser dirigidas por laicos. Si el difunto es un niño, un joven, un accidentado o suicida se hacen las adaptaciones convenientes. La letra A/ significa "Animador" (el que dirige la celebración), T/ significa "Todos", L/ significa "Lector", R/. "Respuesta", y N. es para decir el nombre del difunto.

8.12.19

Oraciones en casa del difunto. Al colocar el cadáver en el féretro


A/. Señor, tú has dicho: "Si el grano de trigo muere da mucho fruto". Haz que este cuerpo, humillado ahora por la muerte, descanse de sus fatigas y, como semilla de resurrección, espere tu venida mientras su alma goza entre los santos por los siglos de los siglos.

T/. Amén.

A/. Por el amor y alegría que irradió su mirada.

R/. Concédele, Señor, contemplar tu rostro.

A/. Por el dolor y las lágrimas que oscurecieron sus ojos.

R/. Concédele, Señor, contemplar tu rostro.

A/. Por haber creído en ti sin haber visto.

R/. Concédele, Señor, contemplar tu rostro.

A/. Señor, este rostro que nos ha sido tan querido va a desaparecer para siempre de nuestros ojos; ahora levantamos hacia ti nuestra mirada: haz que este(a) hermano(a) nuestro(a) pueda contemplarte cara a cara en tu reino, y aviva en nosotros la esperanza de que volveremos a ver este mismo rostro glorificado junto a ti y gozaremos de él en tu presencia por los siglos de los siglos.

T/. Amén.

A/. Señor, escucha nuestra oración por tu siervo(a) N.

R/. Señor, ten piedad.

A/. Ilumina sus ojos con la luz de tu gloria.

R/. Señor, ten piedad.

A/. Perdónale sus pecados y concédele la vida eterna.

R/. Señor, ten piedad.

A/. Atiende a los que te suplican y escucha la voz de los que lloran.

R/. Señor, ten piedad.

A/. Consuélanos en nuestra tribulación.

R/. Señor, ten piedad.

A/. Oremos como nos enseñó el Señor.

T/ Padre nuestro... | Ave María... | Gloria al Padre...

Nota: Estas oraciones están tomadas del "Ritual de Exequias" de la Comisión Episcopal Española de Liturgia (2ª edición 1989). Dada la escasez de sacerdotes, están pensadas para ser dirigidas por laicos. Si el difunto es un niño, un joven, un accidentado o suicida se hacen las adaptaciones convenientes. La letra A/ significa "Animador" (el que dirige la celebración), T/ significa "Todos", L/ significa "Lector", R/. "Respuesta", y N. es para decir el nombre del difunto.

7.12.19

Oraciones en casa del difunto. A la hora de expirar


(Algún familiar o amigo puede hacer la señal de la cruz en la frente del difunto y decir):

A/. Que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo estén contigo, te infundan esperanza y te conduzcan a la paz de su reino.

Concede, Señor, a nuestro(a) hermano(a) N., cuyos ojos no verán más la luz de este mundo, contemplar eternamente tu belleza y gozar de tu presencia por los siglos de los siglos.

T/. Amén.

A/. Este primer mundo ha pasado definitivamente para nuestro(a) hermano(a) N. Pidamos al Señor que le conceda gozar ahora del cielo nuevo y de la tierra nueva que él ha dispuesto para sus elegidos.

A/. Vengan en su ayuda, santos de Dios; salgan a su encuentro, ángeles del Señor.

R/. Reciban su alma y preséntenla ante el Altísimo.

A/. Cristo que te llamó te reciba, y los ángeles te conduzcan al seno de Abrahán.

R/. Amén.

A/. Dale, Señor, el descanso eterno.

R/. Y brille para él (ella) la luz perpetua.

A/. Hacia ti, Señor, levantamos nuestros ojos; contempla nuestra tristeza, fortalece nuestra fe en este momento de prueba y concede a nuestro(a) hermano(a) N. el descanso eterno.

T/. Amén.

· Que Cristo, que sufrió la muerte de cruz por N. le conceda la felicidad verdadera, roguemos al Señor.

Todos: Te lo pedimos, Señor.

· Que Cristo, el Hijo de Dios vivo, lo (la) reciba en su paraíso, roguemos al Señor.

T/. Te lo pedimos, Señor.

· Que Cristo, el buen Pastor, lo (la) cuente entre sus ovejas, roguemos al Señor.

T/. Te lo pedimos, Señor.

· Que le perdone todos sus pecados y lo (la) agregue al número de los elegidos, roguemos al Señor.

T/. Te lo pedimos, Señor.

· Que pueda contemplar cara a cara a su Redentor y gozar de la visión del Señor por lo siglos de los siglos, roguemos al Señor.

T/. Te lo pedimos, Señor.

A/. Oremos como Jesús nos enseñó.

T/. Padre nuestro...

A/. Te pedimos, Señor, que tu siervo(a) N. que ha muerto ya para este mundo, viva ahora para ti y que tu amor misericordioso borre los pecados que cometió por fragilidad humana. Por Jesucristo nuestro Señor.

T/. Amén.

Nota: Estas oraciones están tomadas del "Ritual de Exequias" de la Comisión Episcopal Española de Liturgia (2ª edición 1989). Dada la escasez de sacerdotes, están pensadas para ser dirigidas por laicos. Si el difunto es un niño, un joven, un accidentado o suicida se hacen las adaptaciones convenientes. La letra A/ significa "Animador" (el que dirige la celebración), T/ significa "Todos", L/ significa "Lector", R/. "Respuesta", y N. es para decir el nombre del difunto.

6.12.19

Las exequias por los difuntos


El Concilio Vaticano II decidió que las exequias "debían expresar más claramente el sentido pascual de la muerte cristiana" (SC 81). La Congregación para el Culto divino publicó el nuevo "Ritual de exequias" el 1 de junio de 1970 que ofrece muy variados materiales para este fin. "Es necesario que los cristianos recuperen el sentido pascual de la celebración cristiana de la muerte y que, a través de las exequias, afirmen su fe y esperanza en la vida eterna y en la resurrección" (Ritual 11).

Más que subrayar los aspectos lúgubres, habrá que insistir en el sentido de fe y esperanza. Las exequias o conjunto de celebraciones de la muerte cristiana ofrecen múltiples aspectos.

4.12.19

El sentido de la muerte cristiana


La muerte del cristiano halla su sentido en la muerte de Cristo en tres planos. En el plano sacramental se incorpora a la muerte y resurrección de Cristo por el bautismo, pues muere al hombre viejo heredado de Adán y resucita a un hombre nuevo según Cristo (Rom 6, 1s) y la actualiza en la eucaristía que es el sacramento que hace presente la muerte del Señor. En el plano moral comparte la muerte de Cristo en el dolor, la enfermedad y los sufrimientos de la vida diaria, llevando la cruz en seguimiento del Señor (Mc 8, 34). Por último en el plano físico, en la muerte corporal, se une a Cristo en su muerte con la esperanza de compartir con él su resurrección (Ritual 7).

Por la muerte, el cristiano participa en el Misterio Pascual de Cristo; es su paso de esta vida a la vida de Dios a través de la muerte y con la esperanza de participar en la resurrección. Es importante valorar este sentido consolador de la muerte cristiana. Y a la vez la unión existente entre la Iglesia peregrina y la Iglesia del cielo (la Iglesia triunfante).

3.12.19

La muerte y resurrección de Cristo


El centro de nuestra fe es Jesucristo. En él reconocemos al Hijo de Dios hecho hombre como nosotros, menos en el pecado. Él nos enseñó una manera nueva de vivir, se hizo obediente hasta la muerte en cruz (Fil 2, 8) y al resucitar venció la muerte y nuestro pecado. La muerte de Jesús supuso para sus seguidores una crisis profunda que provocó su huida y el fin de sus esperanzas. No les fue fácil asimilar que el Mesías tenía que morir (Mc 8, 31). Era para ellos la manifestación de un Dios débil y a merced del hombre en el que no podían creer. La muerte de su enviado era un escándalo. A la luz de la nueva realidad de la resurrección pudieron comprender los designios de Dios ("estaba escrito", "debía suceder") y reflexionar sobre el sentido de esa muerte.

La muerte de Jesús es consecuencia de su fidelidad a Dios y de su solidaridad con los hombres. Él es el inocente que ocupó el lugar de los culpables, que somos nosotros; su muerte fue "por nuestros pecados" (1 Cor 15, 3). En su cruz se manifiesta Dios como débil, solidario con los dolores y muerte de la humanidad, como el Dios que ama hasta el extremo de la muerte. En esa muerte Cristo nos consiguió el perdón y nuestra amistad y reconciliación con Dios que establece con los hombres una alianza "nueva y eterna" sellada con su propia muerte. En la eucaristía, por mandato de Jesús, hacemos presente su cuerpo entregado a la muerte por nosotros y su sangre derramada por nuestra salvación y renovamos esta alianza definitiva entre Dios y los hombres.

24.7.19

Salutación a Nuestra Señora


(Salutación revelada a Santa Gertrudis por la Santísima Virgen).

Salve, oh lirio de resplandeciente blancura de la radiante e inmutable Trinidad. Salve, rosa brillante de celestial belleza, de quien el rey de los Cielos ha querido nacer y recibir la leche virginal; socorredme a mí, pobre pecador, ahora y en la hora de mi muerte. Así sea.

22.7.19

Tres Ave Marías para obtener una buena muerte


Rogando un día Santa Matilde a la Santísima Virgen que la asistiese en la hora de la muerte, María le respondió: "te lo prometo si me diriges todos los días las tres salutaciones".

· Ave María:
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.


Santa María, Madre de Dios, así como Dios Padre, magnífico en su omnipotencia, os ha elevado sobre todas las criaturas, y os ha revestido de un gran poder, asistidme, os ruego, en la hora de m muerte, rechazando lejos de mí todo poder enemigo.

· Ave María:
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.


Santa María, Madre de Dios, así como el Hijo de Dios, en su impenetrable sabiduría os ha llenado de tanta luz y ciencia que habéis tenido de la Santísima Trinidad una inteligencia mayor que la de todos los Santos, dignaos en la hora de mi muerte iluminar de tal modo mi alma con las luces de la Fe, que ningún error ni ignorancia pueda pervertirla.

· Ave María:
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.


Santa María, Madre de Dios, así como el Espíritu Santo ha derramado en Vos la dulzura de su amor con tanta plenitud, que después de Dios, sois la más dulce y caritativa de las criaturas, así os ruego que en la hora de mi muerte derraméis en mi alma la dulzura del amor divino, para que todas mis amarguras se conviertan en suavidad.

Amén.

8.8.18

Oración a Jesús crucificado, para alcanzar la gracia de una buena muerte


Jesús, Señor, Dios de bondad, Padre de misericordia, me presento delante de Vos con el corazón contrito, humillado y confuso, encomendándoos mi ultima hora y la suerte que después de ella me espera.

Cuando mis pies, perdiendo el movimiento, me adviertan que mi carrera en este mundo está ya para acabarse,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis manos, trémulas y torpes, no puedan ya estrechar el crucifijo, y a pesar mío le dejen caer en el lecho de mi dolor,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis ojos, apagados y amortecidos por el dolor de la muerte cercana, fijen en Vos miradas lánguidas y moribundas,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis labios, fríos y balbucientes, pronuncien por última vez vuestro santísimo Nombre,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mi cara, pálida y amoratada, cause ya lástima y terror a los circunstantes, y los cabellos de mi cabeza, bañados del sudor de la muerte, anuncien que está próximo mi fin,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis oídos, próximos a cerrarse para siempre a las conversaciones de los hombres, se abran para oír de Vos la irrevocable sentencia que determine mi suerte por toda la eternidad,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mi imaginación, agitada de espantosos fantasmas, se vea sumergida en mortales congojas, y mi espíritu perturbado del temor de vuestra justicia, a la vista de mis iniquidades, luche contra el enemigo infernal, que quisiera quitarme la esperanza en vuestra misericordia y precipitarme en el abismo de la desesperación,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mi corazón, débil, oprimido por el dolor de la enfermedad, esté sobrecogido del dolor de la muerte, fatigado y rendido por los esfuerzos que haya hecho contra los enemigos de mi salvación,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando derrame las últimas lágrimas, síntomas de mi destrucción, recibidlas, Señor, como sacrificio expiatorio para que muera víctima de penitencia, y en aquel momento terrible,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis parientes y amigos, juntos alrededor de mí, lloren al verme en el último trance y os rueguen por mi alma,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando, perdido el uso de los sentidos, desaparezca de mí toda impresión del mundo, y gima entre las postreras agonías y congojas de la muerte,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis últimos suspiros muevan a mi alma a salir del cuerpo, recibidlos como señales de mis santos deseos de llegar a Vos, y en aquel instante,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mi alma se aparte para siempre de este mundo y salga de mi cuerpo, dejándole pálido, frío y sin vida, aceptad la destrucción de él como un tributo que desde ahora ofrezco a vuestra divina Majestad, y en aquella hora,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

En fin, cuando mi alma comparezca ante Vos y vea por vez primera el esplendor inmortal de vuestra soberana Majestad, no la arrojéis de vuestra presencia, sino dignaos recibirla en el seno amoroso de vuestra misericordia, a fin de que cante eternamente vuestras alabanzas,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

8.7.17

Sobre el Juicio Final


Tunc videbunt Filium hominis venientem cum potestae magna et maiestate.
Entonces verán al Hijo del hombre viniendo con gran poder y majestad terrible, rodeado de los ángeles y de los santos.
(S. Luc., XXI, 27.)


No es ya, hermanos míos, un Dios revestido de nuestra flaqueza, oculto en la obscuridad de un pobre establo, reclinado en un pesebre, saciado de oprobios, oprimido bajo la pesada carga de su cruz; es un Dios revestido con todo el brillo de su poder y de su majestad, que hace anunciar su venida por medio de los más espantosos prodigios, es decir, por el eclipse del sol y de la luna, por la caída de las estrellas, y por un total trastorno de la naturaleza. No es ya un Salvador que viene como manso cordero a ser juzgado por los hombres y a redimirlos; es un Juez justamente indignado que juzga a los hombres con todo el rigor de su justicia. No es ya un Pastor caritativo que viene en busca de las ovejas extraviadas para perdonarlas; es un Dios vengador que viene a separar para siempre los pecadores de los justos, a aplastar los malvados con su más terrible venganza, a anegar los justos en un torrente de dulzuras. Momento terrible, momento espantoso, ¿cuándo llegarás? Momento desdichado ¡ ay ! quizás en breve llegarán a nuestros oídos los anuncios precursores de este Juez tan temible para el pecador. ¡Oh pecadores!, salid de la tumba de vuestros pecados, venid al tribunal de Dios, venid a aprender de qué manera será tratado el pecador. El impío, en este mundo, parece hacer gala de desconocer el poder de Dios, viendo a los pecadores sin castigo; llega hasta decir: "No, no, no hay Dios ni infierno"; o bien: "No atiende Dios a lo que pasa en la tierra". Pero dejad que venga el juicio, y en aquel día grande Dios manifestará su poder y mostrará a todas las naciones que El lo ha visto todo y de todo ha llevado cuenta.

¡Qué diferencia, hijos míos, entre estas maravillas y las que Dios obró al crear el mundo! Que las aguas rieguen y fertilicen la tierra, dijo entonces el Señor; y en el mismo instante las aguas cubrieron la tierra y la dieron fecundidad. Pero, cuando venga a destruir el mundo, mandará al mar saltar sus barreras con ímpetu espantoso, para engullir el universo entero en su furor. Creó Dios el cielo, y ordenó a las estrellas que se fijasen en el firmamento. Al mandato de su voz, el sol alumbró el día y la luna presidió a la noche. Pero, en aquel día postrero, el sol se obscurecerá, y no darán ya más lumbre la luna y las estrellas. Todos estos astros caerán con estruendo formidable.

17.6.17

Carne putrefacta


Mira a un cementerio: eso es lo que eres, carne putrefacta.

Tus goces: carne putrefacta.
Tus deleites: carne putrefacta.
Tus ambiciones: carne putrefacta.
Tus placeres: carne putrefacta.
Tus caprichos: carne putrefacta.
Tu destino: carne putrefacta.
Tus logros: carne putrefacta.
Tus metas: carne putrefacta.

26.5.17

Sobre el pensamiento de la muerte


Cum appropinquaret portae civitatis, ecce dejunctus efferebatur filius unicus matris suae: et haec vidua erat.
(Al acercarse Jesús a las puertas de la ciudad (de Naim), vio que llevaban a enterrar al hijo único de una mujer que era viuda).
San Lucas, VII,12.


Nada tan eficaz, hermanos míos, para quitarnos la afición a esta vida y a los placeres del mundo, y para llevarnos a pensar seriamente en aquel momento terrible que debe decidir nuestra eternidad, como la vista de un cadáver que llevan a enterrar. Por esto la Iglesia, siempre atenta y ocupada en proporcionarnos los medios más adecuados para inducirnos a trabajar por nuestra salvación, nos evoca, tres veces al año, el recuerdo de los muertos que Jesucristo resucitó (en la domínica XXIIIa después de Pentecostés, leemos en el Evangelio de la Misa la resurrección de la hija de Jairo; el jueves de la IVa semana de Cuaresma y la domínica XVa después de Pentecostés, la del hijo de la viuda de Naim, y el viernes de la IVa semana de Cuaresma, la resurrección de Lázaro.); a fin de forzarnos, en alguna manera, a preparar tan temible viaje. En un pasaje del Evangelio, nos presenta a una niña de doce años solamente, o sea de aquella edad en que apenas se ha comenzado a gozar de placer alguno.

Con todo y ser hija única, muy rica, y amada con ternura por sus padres, a pesar de todo esto, la muerte la hiere y la arrebata del mundo de los vivientes. En otro pasaje, vemos a un joven de unos veinticinco años, en la flor de su edad, el cual constituía el mayor y casi único apoyo y el solo consuelo de una madre viuda; sin embargo, ni las lágrimas ni la ternura de aquella madre desolada pueden impedir que la muerte, esa implacable muerte, haga presa en aquella naturaleza joven. En otra parte del Evangelio, hallamos a otro joven, a Lázaro. Este joven hacía las veces de padre respecto a sus dos hermanas, Marta y Magdalena, bien parece que la muerte debiera haberlo tenido en consideración; mas no, la muerte cruel siega aquella vida, y condena sus despojos a la sepultura para ser allí pasto de gusanos. Fue necesario que Jesús obrase tres milagros para devolverlos a los tres a la vida. Abramos los ojos, H. M., y contemplemos por un momento ese conmovedor espectáculo, el cual nos demostrará en forma irrebatible la fragilidad de nuestra vida, y la necesidad de despegarnos de ella, antes que la inexorable muerte nos arranque a pesar nuestro del mundo. "Joven o viejo, decía el santo rey David, pensaré con frecuencia que he de morir, y me prepararé a ello con tiempo". A fin de animaros a hacer lo mismo, voy ahora a mostraros cuán necesario nos sea el pensamiento de la muerte para desengañarnos de la vida y para aficionarnos a solo Dios.