No son muchos, por desgracia, los escritos que conservamos del beato Eufrasio. El tiempo, en ocasiones como esta, es mal consejero... Iremos, no obstante, ofreciendo paso a paso algunos de ellos, principalmente sus homilías. La primera corresponde al domingo dentro de la octava del Corpus Christi. En él se anuncia el gran banquete y nuestro beato así lo declara.
La parábola del banquete nupcial
Lc. 14. 16-24.
22 1 Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo: 2 "El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. 3 Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir. 4 De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: "Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas". 5 Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; 6 y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.
7 Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. 8 Luego dijo a sus servidores: "El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. 9 Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren". 10 Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.
11 Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. 12 "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?". El otro permaneció en silencio. 13 Entonces el rey dijo a los guardias: "Átenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes". 14 Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos".