Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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26.5.17

El amor humano


Me ha llamado la atención sobremanera uno de los acontecimientos que vivió la santa carmelitana Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz, en su nombre religioso). Como seguramente muchos sabéis, Edith Stein era judía, y la mataron los nazis. Pero antes de eso fue encerrada en los campos de concentración holandeses de Amerfoort y de Westerbork. Allí observó cómo las madres abandonaban a sus hijos, y muchas de ellas estaban tan impactadas que los descuidaban, incluso a los niñitos más pequeños.

Todos tenemos -o la mayoría de nosotros- una imagen del amor maternal, del "amor de madre", muy entrañable. Sabemos -porque es así- que muchas madres darían la vida por sus hijos, por lo tanto no nos cabe en la cabeza cómo puede ocurrir que se olviden de ellos. Obviamente la razón hay que encontrarla en el hecho de que estaban tan impactadas por las terribles experiencias que estaban viviendo que psicológicamente debían estar destrozadas, pero nos hace una idea de lo frágil que es el amor carnal, el amor simplemente humano, cuando no se le dota de la fuerza de la trascendencia. Y ante el terrible drama de sus vidas para muchas no existían ni hijos, ni nada, simplemente les daba igual. Edith Stein los acogía, les daba cariño, los cuidaba, los bañaba...

17.5.17

"Sin Mí, no podéis hacer nada" (Juan 15:5)


Uno de los consejos que suelen repetir los santos es hacer toda obra de caridad y/o misericordia, como parte y fruto de nuestro amor a Dios. El amor a Dios ha de ser la fuerza impulsora que nos haga amar a todos los hombres como hermanos nuestros que son, como hijos del mismo Dios, y a mirarlos con la condescendencia y el cariño con el que Dios los mira. Si esto no lo hacemos así, nuestro amor no será siempre puro, auténtico: a uno lo amaremos porque es de nuestra familia, al otro porque nos ayuda mucho, a otro porque tiene mucho poder, fama o dinero... A otro porque nos interesa, a otro porque nos reímos mucho con él, o porque, por su carácter, sentimos especial afinidad... Pero por esas mismas razones, habrá personas a las que queramos menos: a esta porque nos hace daño, a aquella porque tiene ideas políticas distintas de las nuestras, o es aficionado de un equipo deportivo que es rival del nuestro, o porque tiene un carácter agrio y desagradable...

Sin embargo el mandamiento de nuestro Señor: "os doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros" (Juan 13:34 ), no entiende de diferencias, ni de intensidad menor o mayor, sino que se rigue por el mismo principio por el que Dios, en su infinita bondad, "hace salir el sol y caer la lluvia sobre justos e injustos" (Mateo 5:45 ). Sobre santos y pecadores.