"Muy bien haces, ¡oh alma!, en buscarle siempre escondido, porque mucho ensalzas a Dios y mucho te llegas a Él teniéndole por más alto y profundo que todo cuanto puedes alcanzar. Y, por tanto, no repares en parte ni en todo lo que tus potencias pueden comprehender. Quiero decir que nunca te quieras satisfacer en lo que entendieres de Dios, sino en lo que no entendieres de Él; y nunca pares en amar y deleitarte en eso que entendieres o sintieres de Dios, sino ama y deléitate en lo que no puedes entender y sentir de Él: que eso es, como habemos dicho, buscarle en fe. Que, pues es Dios inaccesible y escondido, como también habemos dicho, aunque más te parezca que te hallas y le sientes y le entiendes".
"Siempre le has de tener por escondido y le has de servir escondido en escondido. Y no seas como muchos insipientes, que piensan bajamente de Dios, entendiendo que, cuando no le entienden o le gustan o sienten, está Dios más lejos y más escondido, siendo más verdad lo contrario, que cuanto menos distintamente le entienden, más se llegan a Él, pues, como dice el profeta David (Salmo 17. 12): 'Puso su escondrijo en las tinieblas'. Así, llegando cerca de Él, por fuerza has de sentir tinieblas en la flaqueza de tu ojo. Bien haces, pues, en todo tiempo, ahora de adversidad, ahora de prosperidad espiritual o temporal, tener a Dios por escondido, y así clamar a Él, diciendo: ¿Adónde te escondiste?" (Cántico Espiritual 1.12).