Rogando un día Santa Matilde a la Santísima Virgen que la asistiese en la hora de la muerte, María le respondió: "te lo prometo si me diriges todos los días las tres salutaciones".
· Ave María:
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Santa María, Madre de Dios, así como Dios Padre, magnífico en su omnipotencia, os ha elevado sobre todas las criaturas, y os ha revestido de un gran poder, asistidme, os ruego, en la hora de m muerte, rechazando lejos de mí todo poder enemigo.
· Ave María:
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Santa María, Madre de Dios, así como el Hijo de Dios, en su impenetrable sabiduría os ha llenado de tanta luz y ciencia que habéis tenido de la Santísima Trinidad una inteligencia mayor que la de todos los Santos, dignaos en la hora de mi muerte iluminar de tal modo mi alma con las luces de la Fe, que ningún error ni ignorancia pueda pervertirla.
· Ave María:
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Santa María, Madre de Dios, así como el Espíritu Santo ha derramado en Vos la dulzura de su amor con tanta plenitud, que después de Dios, sois la más dulce y caritativa de las criaturas, así os ruego que en la hora de mi muerte derraméis en mi alma la dulzura del amor divino, para que todas mis amarguras se conviertan en suavidad.
Amén.