Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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4.2.24

Oraciones para el día de la Ascensión de nuestro Señor



A Dios Padre:
Padre Omnipotente, dignaos recibir en esta solemnidad, con las oblaciones y homenajes de toda vuestra Iglesia -unida por un mismo espíritu-, las preces que os dirigimos humildemente, para que concedais a cuantos conmemoramos con respetuosa alegría la triunfante Ascensión de Vuestro Hijo, los celestiales dones con que fueron enriquecidos los testigos de ella, a fin de que, inflamados nuestros corazones en sagrados deseos, tendamos sin cesar a seguir a nuestro Divino Maestro, que con Vos vive y reina en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

Amén.

2.2.24

Oración a Jesús Crucificado



Oración muy propicia para rezar después del Vía Crucis, o bien en los viernes de Cuaresma.


Oración:
Víctima Santa, cargada -por vuestra caridad sin límites- con el enorme peso de las iniquidades del mundo. Postrado ante vuestra cruz, os rindo humildes gracias por mí y por todos los hombres, que tan inmenso beneficio os debemos y tan pobres somos para poder corresponderos. Os rindo gracias por todos, y por todos os pido perdón de las ingratitudes cometidas, hasta tal punto que quisiera llorar en presencia vuestra con lágrimas de sangre del corazón.

¡Oh mi dulce Redentor! Por vuestras humillaciones y amarguras, por todos los dolores que padecieron vuestra alma y vuestro cuerpo durante las tres horas del bárbaro suplicio, y durante todo el proceso que os condenó a muerte tan cruenta, dignaos lavar de una vez para siempre con vuestra preciosa sangre las manchas de nuestras culpas, renovando con vuestra gracia las almas redimidas por Vos.

31.1.24

Oración universal para pedir por nuestra salvación



Dios mío, yo creo en Vos, pero fortificad mi fe. Dios mío, yo espero en Vos, pero asegurad mi esperanza. Dios mío, yo os amo, pero redoblad mi amor. Dios mío, yo me arrepiento de haberos ofendido, pero aumentad mi arrepentimiento.

Os adoro como a mi primer principio, os deseo como mi último fin, os doy gracias como mi bienhechor perpetuo, os invoco como mi soberano defensor.

Dios mío: dignaos adornarme con vuestra sabiduría, contenerme con vuestra justicia, consolarme con vuestra misericordia, y protegerme con vuestro poder.

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras, mis acciones, mis sufrimientos, así como todos mis actos y voluntades, a fin de que no piense en adelante más que en Vos, que no hable más que de Vos, que no obre sino según Vos, y que no sufra más que por Vos.

21.1.24

Práctica para prepararse ante la muerte (yIV)



Día tercero.
En este último día oiremos misa, y después tendremos una meditación de una hora o de media hora, sobre la muerte.

Procuraremos visitar a uno o más pobres enfermos, o bien a un hopital, llevando socorros según nuestras facultades, y por supuesto consuelos y consejos cristianos.

Sin embargo, si esto no es posible, convendría en la propia morada o donde podamos, repartir limosna a cierto número de indigentes.

Por la noche, después de nuestras oraciones de costumbre, realizaremos la Práctica de Oración que encontraremos al final de estas líneas.


20.1.24

Práctica para prepararse ante la muerte (III)



Día segundo.
Cual si fuera la última vez, confesaremos, comulgaremos, oiremos misa (no omitiendo nunca nuestras oraciones de costumbre, pero aplicándolas por nuestra propia alma).

Después, visitaremos a nuestro Señor sacramentado. En donde se halle el Jubileo de las Cuarenta Horas, y en dicha santa visita en cualquier caso, dirigiremos al Redentor la Oración de la Preparación que se encuentra al final de este texto, después de adorarle.

Por último, dedicaremos también otra hora, o media, a la oración mental, que en este día podrá centrarse sobre los beneficios de Dios.


19.1.24

Práctica para prepararse ante la muerte (II)



Día primero.
Apenas abramos los ojos, imaginemos escuchar la sentencia que nos condena a la muerte, y reconociéndola justa, dispongamos el corazón para sufrirla resignados.

Puestos enseguida de rodillas, invocaremos a la Santísima Virgen del Carmen, al ángel de la Guarda, y al glorioso Patriarca San José, a quien los fieles veneran como especial abogado para alcanzar una buena muerte, rogándoles con todo lo íntimo del corazón que nos asistan y amparen.


19.12.23

Para Google, la imagen del Cristo de la Sábana Santa de Turín es "desagradable"



Ayer recibimos una notificación por parte de Google en el Oratorio Carmelitano. Nos resultaba bastante extraño, porque nunca habíamos tenido ningún problema de ningún tipo en nuestras entradas que, como bien sabéis, ni se meten en política, ni en asuntos profanos, tan sólo, única y exclusivamente, en "asuntos divinos", que es lo que nos motiva y nos interesa, principalmente: proclamar la Buena Nueva y, en especial, divulgar y difundir la devoción hacia Nuestra Señora del Carmelo.

Cuando acudimos a la mencionada notificación, nos llevamos una desagradable sorpresa: Google había penalizado nuestro contenido porque la entrada en la que se mostraba el crucifijo realizado a partir de los signos y heridas halladas en la Sábana Santa de Turín era -para Google, insistimos- "contenido desagradable". Nos quedamos de piedra.

Cualquiera que visite YouTube -que es de la misma Google- se encontrará con multitud de vídeos muy, muy desagradables. Cualquiera que haga una mínima navegación por el mismo buscador de Google, se encontrará imágenes y páginas con contenido mucho más desagradable (pornografía, asesinatos, torturas, cochinadas varias...), que sin embargo campan a sus anchas con el beneplácito de los propietarios de ese buscador. Llama la atención que ese ataque y ese castigo se dirija a una página cristiana, porque si esta página fuese de otro tipo -incluso de otras religiones- lo más seguro es que ni se atreverían a penalizarla, ni la castigarían, porque eso es "la moda" y "lo que se lleva". Pero hoy en día ser cristiano es ser perseguido en todas partes, incluso en Internet si tienes una página o un servicio religioso para el público. Pero eso ya nos lo había advertido nuestro Señor, que seríamos perseguidos e, incluso, habría quienes por ello creerían que hacen un bien a los demás y hasta a Dios.

Para Google, la solución pasa porque retiremos esa página web. No lo vamos a hacer. Antes debemos obedecer a nuestro Señor que al mundo. Puede que con ello pongamos en riesgo el blog del Oratorio Carmelitano y tantos años publicando y difundiendo, en paz y buscando sólo el servicio al pueblo cristiano, la devoción cristiana a través oraciones de todo tipo (que es el papel principal de un Oratorio, por cierto). Empezar a borrar contenido porque a alguien le moleste una cruz, o le moleste ver a Cristo con todas las señales del Calvario que sufrió por nosotros, sería como empezar a eliminar el blog. Sería como negar al Señor. Y obviamente, por mucho que nos ataquen, eso -con la ayuda del Señor- jamás pasará. No nos doblegarán, ni nos obligarán a renegar de nuestra fe, moleste a quien moleste.

Aunque hemos dicho que nos sorprende, la realidad es que este tipo de acciones no nos deberían de sorprender. Hoy la sociedad no quiere ver a Cristo, le molestan las cruces, las retiran de las escuelas y de los edificios públicos, no quieren que nadie critique ni eche a ver sus pecados, las injusticias y las codicias y avaricias de nuestros tiempos, y sobre todo, sobre todo, huyen como de la peste del crucificado. Para Google, la imagen del Cristo doliente para nuestra salvación es "contenido desagradable". Así es. No se puede decir más claro. Efectivamente, es contenido desagradable para Google, y para el mundo. Pero ánimo, "Yo he vencido al mundo".

"Yo, que soy la luz, he venido al mundo para que los que creen en mí no se queden en la oscuridad. Pero a aquel que oye mis palabras y no las obedece, no soy yo quien lo condena; porque yo no vine para condenar al mundo, sino para salvarlo. El que me desprecia y no hace caso de mis palabras, ya tiene quien lo condene: las palabras que yo he dicho lo condenarán en el día último".
San Juan 12:44-50


18.12.23

Oración por las ánimas del Purgatorio, para el día de los fieles difuntos



Ayer, misericordiosísimo Dios, se regocijaba vuestra Iglesia con la felicidad de sus hijos triunfantes, y os rendía gracias por todas las que en ellos os dignásteis derramar con munífica mano.

Hoy llega a vuestras plantas esa Iglesia con plegarias y lágrimas, para imploraros humildemente, ¡oh Juez Soberano!, en favor de sus hijos difuntos que aún expían las culpas de su vida lejos de vuestra presencia adorable.

Yo me uno en general, y en particular, de corazón y de palabra, a todos los fieles que elevan al trono de vuestra Majestad el grito de sus ansias fraternales. Me uno a todos y a cada uno, para rogaros por cuantos necesitan el auxilio de nuestras oraciones y sufragios, y os suplico, Señor, aceptéis benigno nuestros ruegos -sin mirar la indignidad que reconocemos en nosotros-, los cuales ofrecemos en la fe del poderoso nombre de Jesucristo, a cuya cruz nos acojemos todos.

Con la confianza que ese signo sagrado nos inspira os pido, Dios Todopoderoso, asociando mi humilde voz a la de mis hermanos, perdón, gracia y absolución para todos los miembros de la cristiana grey que no habitan ya en la tierra. Mirad las llagas de vuestro divino Hijo, que son otras tantas bocas por las que el amor pide clemencia, y aplacada la justicia con el holocausto de la víctima eterna que se inmoló por nosotros, abrid, ¡Padre celestial!, abrid ya las puertas de la patria a tantas almas que anhelan contemplar entre los resplandores de la gloria que tiene a vuestra diestra, al que reconocieron y adoraron Dios en el establo de Belén y en el suplicio del Gólgota.

Ignorando, Señor, cuántos de los que me dísteis por parientes y amigos se hallarán en el número de esas almas todavía desterradas, os dirijo especialísimos ruegos por los muertos de mi familia, por todos los que me fueron cercanos por vínculos de sangre o de cariño.

Dios bueno, volved las miradas de vuestra misericordia hacia vuestros siervos y siervas, hacia (se puede decir, opcionalmente, el nombre de algunos difuntos), según lo espero de vuestra piedad infinita, y cuando salgamos los que aún vivimos sobre la tierra de este valle de lágrimas donde es tan precaria nuestra pobre existencia, concedednos, Vos que permanecéis eternamente, el perdón que os pedimos hoy para los que nos han precedido, y en nombre de los cuales y en el mío os rindo humildes acciones de gracias, por cuantos beneficios les dispensásteis.

Gracias también, Señor benignísimo, por este día en el que nos permitís dedicar al sufragio de sus almas, y por todas las buenas obras que durante él os dignéis inspirarnos, las cuales os presentamos reverentemente por mano de la bienaventurada Virgen María en su advocación carmelitana, a quien invocamos como abogada, y a quien reconocemos con toda la Iglesia como Consoladora de los afligidos y Refugio de los pecadores.

Amén.


(Ahora se rezan tres padrenuestros y tres Ave María, en honor de la Santísima Trinidad y sufragio de los difuntos, diciendo al final de cada "gloria" las palabras siguientes):

Que por la misericordia de Dios, los méritos de nuestro Señor Jesucristo, y la intercesión de su bendita Madre Nuestra Señora del Carmelo, las almas de los fieles difuntos descansen en paz.

Amén.


17.11.23

Visita al Santísimo Sacramento yV. Cántico



Te adoramos, Pan Divino,
Sacramento del amor.
Festín santo que previno
para el triste peregrino
su piadoso Redentor.


La nueva Pascua de la nueva ley
cantemos hoy con júbilo profundo,
que el Pastor celestial que vino al mundo
aún es en él sustento de su grey.

Te adoramos, Pan Divino,
Sacramento del amor.
Festín santo que previno
para el triste peregrino
su piadoso Redentor.


Vistióse cuerpo el Verbo Omnipotente,
como un cordero se dejó inmolar.
Y siempre nuestra fe lo halla presente
en las augustas aras del altar.

Te adoramos, Pan Divino,
Sacramento del amor.
Festín santo que previno
para el triste peregrino
su piadoso Redentor.


Para prestar a todo mal consuelo,
para todas las almas atraer,
quiso habitar en nuestro infausto suelo;
quiso del pobre el alimento ser.

Te adoramos, Pan Divino,
Sacramento del amor.
Festín santo que previno
para el triste peregrino
su piadoso Redentor.


Así aquel cuerpo que glorioso brilla
a la diestra del Padre celestial,
es el pan que conforta, ¡oh maravilla!,
en este mundo al mísero mortal.

Te adoramos, Pan Divino,
Sacramento del amor.
Festín santo que previno
para el triste peregrino
su piadoso Redentor.


De bienes nos colmó su amor extremo,
y aún no contento el liberal Pastor,
de sí mismo nos hace el don supremo
poseyendo la hechura al Hacedor.

Te adoramos, Pan Divino,
Sacramento del amor.
Festín santo que previno
para el triste peregrino
su piadoso Redentor.


¡Gloria y aplauso al célico portento
que reverente admira el serafín!
¡Gloria y aplauso al Santo Sacramento,
gloria y aplauso y bendición sin fin!

Te adoramos, Pan Divino,
Sacramento del amor.
Festín santo que previno
para el triste peregrino
su piadoso Redentor.



Nota: Este cántico es para recitarse a solas o en compañía, según la ocasión. Asimismo, estas oraciones y el cántico que las clausura se aconseja también realizarlas durantes las solemnidades y visitas del día del Jueves Santo y del Corpus.




| visitasantisimo |



12.11.23

Visita al Santísimo Sacramento I. Preparación



Consideremos siempre al ir a visitar a nuestro Señor Sacramentado, no sólo la grandeza suprema y la santidad divina de Aquel a cuyos pies vamos a rendir nuestro homenaje; no sólo la pequeñez y la miseria nuestra, que nos hacen indignísimos del alto honor que tendremos llegando hasta nuestro Dios realmente presente en el altar; sino también el exceso de amor que nos prueba la institución admirable de tan augusto sacramento. Jesucristo se ha dignado, por medio de él, habitar siempre entre nosotros, haciendo sus delicias -según sus palabras adorables- de conversar con los hombres.

En la Eucaristía, en ese trono de su infinita bondad, se ocultan -desaparecen digámoslo así- los eternos resplandores de su gloria para no intimidarnos, y sólo resalta la inmensa profundidad de su misericordia para atraernos e inspirarnos confianza. Desde allí dice poderosamente a nuestros corazones aquellas divinas frases, que la ingratitud más vil no puede escuchar sin avergonzarse de sí mismo:

"Venid a mí todos. Venid los que os sentís cargados y fatigados, y yo os aliviaré" (S. Mateo 11, 28).


13.10.23

Examen de conciencia: tercer mandamiento



El tercer mandamiento nos dice:

Santificarás las fiestas.


Se comprenden en este mandamiento los preceptos de la Iglesia de oír misa, confesarse, comulgar, ayunar y observar las vigilias. Se falta a este mandamiento:

- Si en el santo día del Domingo -conmemorativo de la Resurrección de nuestro Salvador-, así como en otros días de fiestas solemnes, se ha trabajado o hecho trabajar sin absoluta necesidad.

8.10.23

La importancia de la penitencia



Solamente existen dos caminos para ir al Cielo: la inocencia y la penitencia. Si hemos perdido la primera por el pecado, tenemos absoluta necesidad de la segunda. Nuestras iniquidades claman sin cesar contra nosotros ante la Divina Justicia, hemos de acallar ese grito acusador con el llanto y los gemidos del arrepentimiento, que siempre es escuchado por la misericordia infinita del Señor. ¡Feliz aquel a quien ella le da tiempo para anular, por medio de una buena confesión, la sentencia de muerte eterna que pesa sobre el alma desde el instante en que ha perdido la gracia!

Si en ese caso te cuentras, ¡oh pecador que deseas reconciliarte con tu Dios!, no pierdas, pues, ni un día: la penitencia debe ser pronta y sincera. Pídesela a Aquel a cuya piedad inagotable debes los saludables impulsos que empiezan a mover tu corazón. Pídesela con confianza y haciendo de tu parte cuanto puedas, para ejecutar debidamente el gran acto de la confesión, al que te preparas.

2.10.23

Petición previa a las oraciones de la noche



Antes de las oraciones de la noche, y antes del examen de conciencia en donde examinaremos brevemente nuestras acciones, palabras y pensamientos durante el día, reconociendo nuestras culpas y rogándole el perdón a nuestro Señor, le decimos:

Divino Maestro, que nos habéis dicho "pedid y reibiréis; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá", dignaos infundirme espíritu de verdadera devoción, para que mis humildes oraciones, santificadas por Vuestro Sagrado Nombre, me alcancen los eternos bienes que espero de la misericordia Divina, mediante la fe en vuestras inviolables promesas y en los merecimientos infinitos de vuestra vida, pasión y muerte.
Amén.



4.6.23

El Oratorio Carmelitano cierra sus puertas



Hoy, 04 de junio de 2023, festividad de la Santísima Trinidad, desde el Oratorio Carmelitano damos por concluido este proyecto de difusión y divulgación de la devoción carmelitana. Fue un 1 de abril de 2017, hace ya seis años, cuando decidimos iniciar este oratorio virtual. Aunque siempre con gran esfuerzo, poco a poco íbamos creciendo, llevando adelante grandes proyectos como la traducción de la Biblia Clerus, el "Tratado de las virtudes y de los vicios", de la Beata Concepcion Cabrera de Armida, "El combate espiritual", de Lorenzo Scúpoli, el compendio "Clamores de ultratumba" (trabajo que nos llevó casi un año de esfuerzo), o la más reciente y extenuante actualización de la "Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura del alma" de San Juan de la Cruz, para ofrecéroslo todo gratuitamente.

Sin embargo, la falta de apoyos (ni siquiera hemos recibido un "gracias", aunque ya sabéis que esto lo hacíamos altruistamente por amor a Nuestro Señor Jesucristo, y devoción a Nuestra Señora del Carmelo, y con el fin de divulgar la religión católica y facilitar el crecimiento de los creyentes en ella) casi totales -a pesar de que el coste de esas publicaciones en librería habría sido bastante elevado, mientras que nosotros lo poníamos a vuestra disposición sin que tuviéseis que realizar desembolso alguno-, y la cada vez mayor carencia de medios que nos hacía más duro incluso navegar por la Red, han hecho que decidamos dar por concluido este proyecto.

En el tintero queda nuestro ansiado deseo de crear el oratorio en una capilla física, cosa que a todas luces queda claro ahora que era irrealizable tal como ha ido todo, así como ofrecer un hosting propio donde alojar nuestros archivos desde que Drive cambiara los términos y nos hiciera imposible subir el material allí. Todo eso no ha podido ser, y era ya insoportable continuar así, de manera que con mucho dolor hemos decidido dar hoy este proyecto de Oratorio por concluido.

Por supuesto, dejaremos este blog -mientras Google no lo borre- accesible para que cualquiera pueda seguir consultándolo, pueda acceder a su contenido (oraciones, reflexiones, materiales diversos...), y también seguirá abierto el Grupo del Oratorio Carmelitano en Google, al cual os animamos a inscribiros -es gratis y muy sencillo- porque puede que algunos archivos que creamos importantes, como material en pdf diverso que caiga en nuestras manos, lo distribuyamos a través de él. También seguiremos si viene el caso añadiendo material en Ánimas del Purgatorio y en Jirones Carmelitanos. Os animamos, asimismo, si lo deseáis, a que os unáis a la Hermandad de los Hermanos Inquisidores.

Mencionar que también seguirá abierta la cuenta de donaciones en Paypal, por si algún día podemos retomar alguno de los mencionados proyectos, o por si alguien quiere dar una limosna. Nosotros, por nuestra parte, damos por concluida esta travesía, rogándole a Nuestra Señora del Carmelo, nuestra Madre y Maestra, nuestra Protectora, que nos siga cobijando y protegiendo bajo su manto. Que ella también os cuide a todos vosotros.

Gracias por habernos acompañado hasta aquí, y que Dios os bendiga.

10.2.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (148)



CAPÍTULO 44.
Se explica cómo se debe dirigir a Dios el gozo y la fuerza de la voluntad por este tipo de devociones.


1. Sepan pues estos, que cuanta más fiducia hacen de estas cosas y ceremonias, tanta menor confianza tienen en Dios, y no alcanzarán de Dios lo que desean. Hay algunos que más oran por su pretensión que por la honra de Dios. Incluso aunque ellos suponen que, si Dios se ha de servir y si el Señor lo desea se realice lo que piden, y si no, no, todavía por la propiedad y vano gozo que en ello llevan multiplican demasiados ruegos por tratar de conseguir su parecer, y esos esfuerzos les estaría mejor mudarlos en cosas de más importancia para ellos, como es el limpiar de veras sus conciencias y entender de hecho en los aspectos que conciernen a su salvación, posponiendo muy atrás todas esas otras peticiones suyas que no estén en torno a esto. Y de esta manera, alcanzando esto que más les importa, alcanzarían también todo lo que del resto que piden les viniera a bien, aunque no insistiesen, y de una forma mucho mejor y más pronto que si toda la fuerza pusiesen en sus propios ruegos de interés.

2. Porque así lo tiene prometido el Señor por el evangelista (Mt. 6, 33), diciendo: "Pretended primero y principalmente el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os añadirán", porque esta es la pretensión y petición que es más a gusto del Señor. Y para alcanzar las peticiones que tenemos en nuestro corazón, no hay mejor medio que poner la fuerza de nuestra oración en aquella cosa que es más a gusto de Dios, ya que entonces no sólo dará lo que le pedimos, que es la salvación, sino aun lo que Él ve que nos conviene y nos es bueno, aunque no se lo pidamos, según lo da claramente a entender David en uno de sus salmos (144, 18), diciendo: "Tú abres tu mano y sacias ( ... ) Cerca está el Señor de los que te invocan ( ... ) Oirá tu clamor ( ... ) Guarda a todos los que le aman", que le piden las cosas que son de veras más sublimes, como son las de la salvación, porque de este tipo de personas dice luego (Sal. 144, 19): "La voluntad de los que le temen cumplirá, y sus ruegos oirá, y los ha de salvar". Porque es Dios el guarda de los que bien le quieren. Y así, este estar tan cerca que aquí dice David no es otra cosa que estar Dios pronto a satisfacerlos y concederles aun lo que no les pasa por el pensamiento pedir. Porque así leemos (2 Crónicas 1:7-12) que, porque Salomón acertó a pedir a Dios una cosa que le dio gusto, que era sabiduría para acertar a regir justamente a su pueblo, le respondió Dios diciendo: "Porque te agradó más que otra cosa alguna la sabiduría, y ni pediste la victoria con muerte de tus enemigos, ni riqueza, ni larga vida, yo te doy no sólo la sabiduría que pides para regir justamente a mi pueblo, mas aun lo que no me has pedido te daré, que es riquezas, y sustancia, y gloria, de manera que ni antes ni despues de ti haya rey semejante a ti". Y así lo hizo, pacificándole también sus enemigos de manera que, pagándole tributo todos en derredor, no le perturbasen. Lo mismo leemos en el Génesis (21, 13) donde, prometiendo Dios a Abraham el multiplicar la generación del hijo legítimo como las estrellas del cielo, según él se lo había pedido, le dijo: "También multiplicaré al hijo de la esclava, porque es tu hijo".

3. De esta manera, pues, se han de dirigir a Dios las fuerzas de la voluntad y el gozo de ella en las peticiones, no dejándose caer en las invenciones de ceremonias que no usa ni tiene aprobadas la Iglesia católica, dejando el modo y manera de decir la misa al sacerdote, que allí la Iglesia tiene en su lugar, puesto que él tiene orden de esa misma Iglesia sobre cómo lo ha de hacer. Y no quieran ellos usar nuevos modos, como si supiesen más que el Espíritu Santo y su Iglesia. Que si por esa sencillez no los oyere Dios, crean que no los oirá por más invenciones que hagan. Porque Dios es de manera que, si le llevan por bien y a su condición, harán de Él cuanto quisieren; mas si se dirigien al Señor por puro interés, no hay forma agradable de hablarle.

4. Y en las demás ceremonias acerca del rezar y otras devociones, no quieran llevar la voluntad a otro tipo de ceremoniales y modos de oraciones de las que nos enseñó Cristo (Mt. 6, 9­13; Lc. 11, 1­2). Porque claro está que, cuando sus discípulos le rogaron que los enseñase a orar, les comunicó todo lo que hace al caso para que nos oyese el Padre Eterno, puesto que Cristo tan bien conocía su condición y la forma de tratar con su Padre, y así es que sólo les enseñó aquellas siete peticiones del Padrenuestro en que se incluyen todas nuestras necesidades espirituales y temporales, y no les dijo otras muchas maneras de palabras y ceremonias. Más aún, antes, en otra parte, les dijo que cuando orasen no quisiesen hablar mucho, porque bien sabía nuestro Padre celestial lo que nos convenía (Mt. 6, 7­8). Sólo encargó, con muchos encarecimientos, que perseverásemos en oración, es a saber, en la del Padrenuestro, diciendo en otro lugar de los evangelios que conviene siempre orar y nunca faltar (Lc. 18, 1). Mas no enseñó variedades de peticiones ni fórmulas rebuscadas, sino que éstas simples oraciones se repitiesen muchas veces y con fervor y con cuidado porque, como digo, en estas se encierra todo lo que es voluntad de Dios y todo lo que nos conviene. Que, por eso, cuando Su Majestad acudió tres veces al Padre Eterno, todas las tres veces oró con la misma palabra del Padrenuestro (el "hágase tu voluntad"), como nos dicen los Evangelistas, orando: "Padre, si no puede ser sino que tenga que beber este cáliz, hágase tu voluntad" (Mt. 26, 39).
Y las ceremonias con que Él nos enseñó a orar sólo es una de dos: o que sea en el escondrijo y lo recóndito de nuestro aposento, donde sin bullicio y sin dar cuenta a nadie lo podemos hacer con más entero y puro corazón, según Él dijo: "Cuando tú ores, entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora" (Mt. 6, 6) o, si no, a los desiertos solitarios, como Él mismo lo hacía, y en el mejor y más quieto, solitario y silencioso tiempo de la noche (Lc. 6, 12). Y así, no hay para qué señalar determinado tiempo ni días limitados, ni señalar estos más que aquellos para nuestras devociones, ni hay para qué llevar a cabo otros modos ni retóricas o algarabías de palabras ni de oraciones, sino sólo las que usa la Iglesia y como ella las usa, porque todas se reducen a las que hemos dicho del Padrenuestro.

5. Y no condeno por eso, sino antes apruebo, algunos días que algunas personas a veces proponen para hacer devociones, como en ayunar y otras semejantes, sino el sentido que llevan en sus limitados modos y ceremonias con que las hacen. Como dijo Judit (8, 11­12) a los de Betulia, que los reprendió porque habían limitado a Dios el tiempo que esperaban del Señor misericordias, diciendo: "¿Vosotros ponéis a Dios tiempo de sus misericordias? No es" - dice -"esta forma de obrar para mover a Dios a clemencia, sino para despertar su ira".


9.2.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (147)



CAPÍTULO 43.
Se explica la necesidad de poner atención sobre los erróneos motivos de orar que usan muchas personas, utilizando en ellos una gran variedad de ceremonias.


1. Los gozos inútiles y la propiedad imperfecta que acerca de las cosas que hemos dicho muchas personas tienen, puede que en ocasiones sean algo tolerables por ir esos devotos en este tipo de prácticas de forma un tanto inocentemente. Asimismo, el gran apego que algunos tienen a muchas maneras de ceremonias introducidas por gente poco ilustrada y falta en la sencillez de la fe, es insufrible.
Dejemos ahora aquellas que en sí llevan envueltos algunos nombres extraordinarios o términos que no significan nada, y otras cosas no sacras, que gente necia y de alma ruda y sospechosa suele interponer en sus oraciones que, por ser claramente malas e incluso en que hay pecado y hasta en muchas de ellas pacto oculto con el demonio (con las cuales provocan a Dios a ira y no a misericordia), las dejo aquí de tratar.

2. Pero de aquellas otras maneras de ceremonias o costumbres sólo quiero decir que, por no tener en sí esas formas sospechosas entrepuestas con las cuales quedaría patente su ineficacia o/y su error, muchas personas el día de hoy con devoción indiscreta las usan, poniendo tanta eficacia y fe en aquellos modos y maneras con que quieren cumplir sus devociones y oraciones que entienden que si en un punto faltan y salen de aquellos límites no aprovecha ni la oirá Dios, poniendo más fiducia en aquellos modos y maneras que en lo vivo de la oración, no sin gran desagrado y agravio de Dios. Así por ejemplo, cosas como que sea la misa con tantas candelas y no más ni menos, y que la diga sacerdote de tal o tal suerte, y que sea a tal hora y no antes ni después, y que sea después de tal día según su parecer y no otro, y que las oraciones y estaciones sean tantas y tales y a tales tiempos, y con tales y tales ceremonias, y no antes ni después ni de otra manera, y que la persona que las hiciere tenga tales partes y tales propiedades. Y piensan que, si falta algo de lo que ellos llevan propuesto, no se hace nada. Y de este tipo y semejantes hay muchas costumbres de otras mil cosas y maneras que se ofrecen y usan.

3. Y lo que es peor (e intolerable) es que algunos quieren sentir algún efecto en sí, o cumplirse lo que piden, o saber que se cumple al tal fin por el que hacen aquellas sus oraciones ceremoniáticas. Con todo ello resulta que lo único que logran no es menos que tentar a Dios y enojarle gravemente. Tanto es así que algunas veces el Señor da licencia al demonio para que los engañe, haciendolos sentir y entender cosas harto ajenas del provecho de su alma, mereciendolo ellos por la propiedad e intenciones vanales y estéticas que llevan en sus oraciones, no deseando más que se haga antes lo que ellos pretenden, y no lo que Dios quiere. Y así, porque no ponen toda su confianza en Dios, nada les sucede bien.


8.2.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (146)



CAPÍTULO 42.
Las tres diferencias de lugares devotos y cómo debe disponerse en ellos la voluntad.


1. Tres maneras de lugares hallo por medio de los cuales suele Dios mover la voluntad a devoción.
La primera es algunas disposiciones de tierras y sitios, que con la agradable apariencia de sus diferencias, ahora en disposición de tierra, ahora de árboles, ahora de solitaria quietud, despiertan la devoción de manera natural. Y de esto es cosa provechosa usar, para luego dirigir a Dios la voluntad en olvido de los dichos lugares, así como para ir al fin conviene no detenerse en el medio y en lo accidental más de lo que es suficiente y necesario. Porque, si procuran recrear el apetito y sacar fruto sensitivo de esos lugares, antes hallarán sequedad de espíritu y distracción espiritual, ya que la satisfacción y néctar espiritual no se halla sino en el recogimiento interior.

2. Por tanto, estando en ese tal lugar, olvidados del sitio en particular han de procurar estar en su interior con Dios, como si no estuviesen en el tal lugar. Porque si se andan al sabor y gusto del lugar, de aquí para allí, más es buscar recreación sensitiva e inestabilidad de ánimo que sosiego espiritual.
Así lo hacían los anacoretas y otros santos ermitaños, que en los anchísimos y graciosísimos desiertos escogían el mínimo lugar que les podía bastar, edificando estrechísimas celdas y cuevas y encerrándose allí. En sitios así estuvo san Benito tres años, y otro, que fue san Simón, se ató con una cuerda para no alcanzar más ni andar más que lo que la extensión de la cuerda le diese, y de esta manera muchos otros ermitaños y devotos, que nunca acabaríamos de contar. Porque entendían muy bien aquellos santos que si no apagaban el apetito y codicia de buscar hallar el gusto y el simple sabor espiritual, no podían llegar a ser espirituales.

3. La segunda manera es más personal, porque es de algunos lugares -da lo mismo esos desiertos que acabamos de mencionar, que otros cualesquiera-, donde Dios suele hacer algunas gracias espirituales muy sabrosas a algunas personas en especial, de manera que ordinariamente queda inclinado el corazón de aquella persona, que recibió allí aquel tocamiento o merced, a aquel lugar donde la recibió, y a veces le vienen también algunos grandes deseos y ansias de ir a aquel lugar. Aunque cuando van no hallan como antes, porque no está en su mano encontrar lo mismo (ya que estas gracias las hace Dios cuándo y cómo y dónde quiere, sin estar sujeto a lugar ni a tiempo, ni a albedrío de a quien las hace).
Pero todavía es bueno ir, siempre y cuando se vaya uno desnudo del apetito de propiedad, a orar allí algunas veces, por tres cosas: la primera porque, aunque como decimos, Dios no está atenido a lugar, parece quiso allí Dios ser alabado de aquella alma, haciendola allí aquella merced. La segunda, porque más se acuerda el alma de agradecer a Dios lo que allí recibió. La tercera, porque todavía se despierta mucho más la devoción allí con aquella memoria.

4. Por estas cosas debe ir, y no por pensar que está Dios atado a hacerle allí mercedes, de manera que no pueda acudir a donde quiera, porque más decente lugar es el alma y más propio para Dios que ningún lugar corporal. De esta manera leemos en la sagrada Escritura que hizo Abraham un altar en el mismo lugar donde se le apareció Dios, e invocó allí su santo nombre, y que después, viniendo de Egipto, volvió por el mismo camino donde se le había aparecido Dios, y volvió a invocar a Dios allí en el mismo altar que había edificado (Gn. 12, 8, y 13, 4). También Jacob señaló el lugar donde se le apareció Dios estribando en aquella escala, levantando allí una piedra ungida con óleo (Gn. 28, 13­18). Y Agar puso nombre al lugar donde se le apareció el ángel, estimando mucho aquel lugar, diciendo: "Por cierto que aquí he visto las espaldas del que me ve" (Gn. 16, 3).

5. La tercera manera es algunos lugares particulares que elige Dios para ser allí invocado, así como el monte Sinaí, donde dio Dios la ley a Moises (Ex. 24, 12), y el lugar que señaló a Abraham para que sacrificase a su hijo (Gn. 22, 2), y también el monte Horeb, donde se apareció a nuestro padre Elías (3 Re. 19, 8), y el lugar que dedicó san Miguel para su servicio, que es el monte Gargano, apareciendo al obispo sipontino (obispo de Siponto -hoy Manfredonia-, Lorenzo Maiorano), y diciendo que él era guarda de aquel lugar, para que allí se dedicase a Dios un oratorio en memoria de los ángeles; y la gloriosa Virgen escogió en Roma, con singular señal de nieve, lugar para el templo que quiso edificase Patricio, de su nombre.

6. La causa por la que Dios escoje estos lugares más que otros para ser alabado es algo que sólo Él lo sabe. Lo que a nosotros conviene saber es que todo es para nuestro provecho y para oír nuestras oraciones en ellos y donde quiera que con entera fe le rogásemos, aunque en los que están dedicados a su servicio hay mucha más ocasión de ser oídos en ellos, por tenerlos la Iglesia señalados y dedicados para esto.


27.1.23

El Apostolado Mundial de Fátima presenta "Nuestra Señora del Corazón Orante"

Difusiones Medias Unidas


El Apostolado Mundial de Fátima se complace en presentar una imagen única y nueva de la Santísima Virgen María, llamada "Nuestra Señora del Corazón Orante". Mientras se inician las preparaciones para celebrar la fiesta de los dos pastorcitos de Fátima, San Francisco y Santa Jacinta Marto, el 20 de febrero, por primera vez esta imagen única "Nuestra Señora del Corazón Orante" acaba de ponerse a disposición del público.

La imagen muestra a una mujer suplicante de rodillas con el corazón en la mano. Representa "Nuestra Señora del Corazón Orante", una nueva figura mariana concebida en Portugal. La idea de crear la "Señora del Corazón Orante", surgió al celebrar el centenario de la primera escultura de Nuestra Señora de Fátima, venerada en la Capilla de las Apariciones, y durante el centenario de la muerte de Santa Jacinta.

25.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (132)




CAPÍTULO 28.
Se muestran los siete daños en que se puede caer poniendo el gozo de la voluntad en los bienes morales.


1. Los daños principales en que puede una persona caer por el gozo vano de sus buenas obras y costumbres, hallo que son siete, y muy perniciosos, porque son espirituales, los cuales referiré aquí brevemente.

2. El primer daño es vanidad, soberbia, vanagloria y presunción; porque gozarse de sus obras no puede hacerse sin estimarlas (al menos de algún modo). Y de ahí nace la jactancia y todo lo demás, como se dice del fariseo en el Evangelio (Lc. 18, 12), que oraba y se congraciaba con Dios con jactancia de que ayunaba y hacía otras buenas obras.

3. El segundo daño comúnmente va entrelazado con este, y es que juzga a los demás por malos e imperfectos comparativamente, pareciendole que no hacen ni obran tan bien como él, estimándolos en menos en su corazón, y a veces por la palabra. Y este daño también lo tenía el fariseo (Lc. 18, 11), pues en sus oraciones decía: "Gracias te doy que no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros". De manera que en un solo acto caía en estos dos daños estimándose a sí y despreciando a los demás. También el día de hoy hacen muchos algo similar, diciendo: "No soy yo como fulano, ni obro esto ni aquello como este o el otro". Y aún son peores que el fariseo muchos de estos, ya que él no solamente despreció a los demás, sino tambien señaló parte, diciendo: "Ni soy como este publicano", mas ellos, no contentándose con eso (estimarse a sí) ni con lo otro (despreciar a los demás), llegan a enojarse y a envidiar cuando ven que otros son alabados o que hacen o valen más que ellos.

4. El tercer daño es que, como en las obras miran al gusto, comúnmente no las hacen sino cuando ven que de ellas han de obtener algún placer y alabanza y así, como dice Cristo (Mt. 23, 5), todo lo hacen "ut videantur ab hominibus" ("para ser vistos por los hombres"), y no obran sólo y únicamente por amor de Dios.

5. El cuarto daño es continuación de este último, y es que no hallarán galardón en Dios, puesto que ellos han querido hallarle en esta vida de gozo o consuelo, o de interés de honra o de otra manera, buscando eso en sus obras y no a Dios. Por lo cual dice el Salvador (Mt. 6, 2) que en aquello recibieron ya la paga (en el propio gusto y gozo). Y así, se quedaron sólo con el trabajo de la obra y confusos sin galardón.
Hay tanta miseria acerca de este daño en los hijos de los hombres, que tengo para mí que la gran mayoría de las obras que hacen públicas, o son viciosas, o no les valdrán nada, o son imperfectas delante de Dios, por no ir ellos desasidos de estos intereses y respetos humanos. Porque, ¿qué otra cosa se puede juzgar de algunas obras y memorias que algunos hacen e instituyen, cuando no las quieren hacer sin que vayan envueltas en honra y respetos humanos de la vanidad de la vida, o perpetuando en ellas su nombre, linaje o señorío, hasta poner de esto sus señales (nombres) y blasones en los templos, como si ellos se quisiesen poner allí en lugar de la imagen a venerar, donde todos hincan la rodilla, en las cuales obras de algunos se puede decir que se adoran a sí mismos más que a Dios? Lo cual es verdad si por aquello las hicieron, y si no obtienen eso no las hicieran.
Pero, dejados estos que son de los peores, ¿cuántos hay que de muchas maneras caen en muchos daños al realizar sus obras? De los cuales, unos quieren que se las alaben, otros que se las agradezcan, otros las cuentan y gustan que lo sepa fulano y fulano y aún sean publicadas por todo el mundo, y a veces quieren que pase la limosna o lo que hacen por terceros para se sepa más, otros quieren lo uno y lo otro (o todo a la vez), lo cual es el tañer de la trompeta, que dice el Salvador en el Evangelio (Mt. 6, 2) que hacen los vanos, que por eso no obtendrán de sus obras galardón de Dios.

6. Deben, pues, estas personas para huir de este daño, esconder la obra, que sólo Dios la vea, no queriendo que nadie haga caso. Y no sólo la han de esconder de los demás, más aún -y sobre todo- de sí mismas, esto es: que ni ellas se quieran complacer en lo que obran, ni estimar sus obras como si fuesen algo, ni sacar gusto de ellas, como espiritualmente se entiende aquello que dice Nuestro Señor (Mt. 6, 3): "No sepa tu siniestra lo que hace tu diestra", que es como decir: "no estimes con el ojo temporal y carnal la obra que haces espiritual". Y de esta manera se recoge la fuerza de la voluntad en Dios y lleva fruto delante de Él dicha obra, con lo cual no sólo no la perderá sino que será de gran mérito. Y a este propósito se entiende aquella sentencia de Job, cuando dice (31, 26-28): "Si yo besé mi mano con mi boca", que es iniquidad y pecado grande, "y se gozó en escondido mi corazón". Porque aquí por la "mano" entiende la obra y por la "boca" entiende la voluntad que se complace en ellas. Y porque es, como decimos, complacencia en sí mismo, dice: "Si se alegró en escondido mi corazón", lo cual es grande iniquidad y negación contra Dios, y es como si dijera que ni tuvo complacencia ni se alegró su corazón en escondido (nota del corrector: es decir, que no obtuvo finalmente ni lo uno ni lo otro, ni alegría ni gozo).

7. El quinto daño de estos tales es que no van avanzando en el camino de la perfección porque, estando ellos asidos al gusto y consuelo en el obrar, cuando en sus obras y ejercicios no hallan gusto y consuelo, que es ordinariamente lo que ocurre cuando Dios los quiere llevar adelante -dándoles el pan duro, que es el de los perfectos, y quitándolos la leche de los niños, probándoles las fuerzas, y purgándoles el apetito tierno para que puedan gustar el manjar de adultos-, ellos comúnmente desmayan y pierden la perseverancia porque no hallan el dicho sabor y agrado en sus obras. Acerca de lo cual se entiende espiritualmente aquello que dice el Sabio (Ecli. 10, 1), y es: "Las moscas que se mueren, pierden la suavidad del ungüento"; porque cuando se les ofrece a estos alguna mortificación, mueren a sus buenas obras, dejándolas de hacer, y pierden la perseverancia, en que está la suavidad del espíritu y consuelo interior (nota del corrector: arrojan, finalmente, todos sus esfuerzos a nada).

8. El sexto daño de este tipo de personas es que comúnmente se engañan teniendo por mejores las cosas y obras de las que ellos gustan que aquellas de las que no gustan, y alaban y estiman las unas y desestiman las otras. Como quiera que comúnmente aquellas obras en que de suyo la persona más se mortifica, mayormente cuando no está aprovechado en la perfección, sean más aceptas y preciosas delante de Dios (nota del corrector: es decir, las obras que más nos cuestan realizar), por causa de la negación que la persona en ellas lleva de sí misma -no queriéndolas hacer o negándose a llevarlas adelante-, que aquellas en que ella halla su consuelo, por lo que muy fácilmente se puede acabar uno buscando a sí mismo. Y a este propósito dice Miqueas (7, 3) de estos: "Malum manuum suarum dicunt bonum", esto es: "Lo que de sus obras es malo, dicen ellos que es bueno". Lo cual les ocurre por poner ellos el gusto en sus obras, y no en sólo dar gusto a Dios. Y cuánto reine este daño, así en los espirituales como en los hombres comunes, sería prolijo de contar, pues que apenas hallarán uno que puramente se mueva a obrar por Dios sin arrimo de algún interés de consuelo o gusto u otro respeto.

9. El séptimo daño es que, en cuanto la persona no apaga el gozo vano en las obras morales, está más incapaz para recibir consejo y enseñanza razonable acerca de las obras que debe hacer. Porque el hábito de flaqueza que tiene acerca del obrar con la propiedad del vano gozo le encadena, o para que no tenga el consejo ajeno por mejor (y así preferir sus propias decisiones, más placenteras), o para que, aunque ese consejo lo aprecie por tal, no lo quiera seguir, no teniendo en si ánimo para realizarlo.
Estos aflojan mucho en la caridad para con Dios y el prójimo, porque el amor propio que acerca de sus obras tienen les hace enfriar la caridad.


24.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (131)



CAPÍTULO 27.
Se empieza a abordar el cuarto género de bienes, que son los bienes morales, mostrando los que son y de qué manera sea en ellos lícito el gozo de la voluntad.


1. El cuarto género en que se puede gozar la voluntad son bienes morales. Por bienes morales entendemos aquí las virtudes y los hábitos de ellas en cuanto morales, y el ejercicio de cualquier virtud, el ejercicio de las obras de misericordia, la guarda de la ley de Dios, y la política y todo ejercicio de buena índole e inclinación.

2. Y estos bienes morales, cuando se poseen y ejercitan, por ventura merecen más gozo de la voluntad que cualquiera de los otros tres géneros que hemos explicado en capítulos precedentes. Porque por una de dos causas, o por las dos juntas, se puede el ser humano gozar de sus cosas, conviene a saber: o por lo que ellas son en sí, o por el bien que aportan y traen consigo como medio e instrumento.
Y así, hallaremos que la posesión de los tres géneros de bienes ya mencionados ningún gozo de la voluntad merecen pues, como queda dicho, de suyo al hombre ningún bien le hacen ni le aportan en sí, pues son tan caducos y deleznables. Más bien antes, como tambien dijimos, le engendran y acarrean pena y dolor y aflicción de ánimo. Que, aunque algún gozo merezcan por la segunda causa, que es cuando el hombre de ellos se aprovecha para ir a Dios, es tan incierto esto que, como vemos comúnmente, más se daña el hombre con ellos que se aprovecha.
Pero los bienes morales ya por la primera causa, que es por lo que en sí son y valen, merecen algún gozo de su poseedor ya que consigo traen paz y tranquilidad, y recto y ordenado uso de la razón, y demás operaciones acordes con éstas, por lo cual no puede el hombre humanamente hablando en esta vida poseer cosa mejor.

3. Y así, ya que las virtudes por sí mismas merecen ser amadas y estimadas, hablando humanamente, insistimos, bien se puede el ser humano gozar de tenerlas en sí y ejercitarlas por lo que en sí son y por lo que de bien humana y temporalmente aportan a la persona. Porque de esta manera, y por esto mismo, los filósofos y sabios y antiguos príncipes las estimaron y las alabaron y procuraron tener y ejercitar, y aunque incluso gentiles, y que sólo ponían los ojos en ellas temporalmente por los bienes que temporal y corporal y naturalmente de ellas conocían se obtenían, no sólo alcanzaban por ellas los bienes y el buen nombre temporalmente que pretendían sino, demás de esto, Dios, que ama todo lo bueno aun en el bárbaro y gentil, y ninguna cosa impide buena, como dice el Sabio (Sab. 7, 22), les aumentaba la vida, honra y señorío y paz, como hizo con los romanos porque usaban de justas leyes, hasta tal punto que casi les sujetó todo el mundo, pagando de forma temporal -a los que eran por su infidelidad incapaces de premio eterno- las buenas costumbres.
Porque ama Dios tanto estos bienes morales, que sólo porque Salomón le pidió sabiduría para dirigir a los de su pueblo y poderlos gobernar justamente instruyendole en buenas costumbres, se lo agradeció mucho el mismo Dios, y le dijo (3 Re. 3, 11­13; 2 Cor. 1, 11­2) que, ya que había pedido sabiduría para aquel fin, que Él se la daba y más aún lo que no había pedido, que eran riquezas y honra, de manera que ningún rey en los tiempos pasados ni en lo por venir fuese semejante a él.

4. Pero aunque en esta primera manera de gozo se pueda recrear el cristiano sobre los bienes morales y buenas obras que temporalmente hace, por cuanto ellas causan los bienes temporales que acabamos de mostrar, no debe detener su gozo en esta primera forma, como hemos dicho que hacían los gentiles, cuyos ojos del alma no trascendían más que lo de esta vida mortal, sino que -pues tiene la luz de la fe, en que espera vida eterna y que sin esta luz y esta esperanza todo lo de acá y lo de allá no le valdrá nada- sólo y principalmente debe gozarse en la posesión y ejercicio de estos bienes morales de la segunda manera, que es en cuanto, haciendo las obras por amor de Dios, le adquieren vida eterna.
Y así, sólo debe poner los ojos y el gozo en servir y honrar a Dios con sus buenas costumbres y virtudes, pues que sin este aspecto no valen delante de Dios nada las virtudes, como se ve en las diez vírgenes del Evangelio (Mt. 25, 1­13), que todas habían guardado virginidad y hecho buenas obras, y porque las cinco no habían puesto su gozo en la segunda manera -esto es, dirigiéndolo en ellas a Dios-, sino antes le pusieron en la primera manera, gozándose en la posesión de esas buenas virtudes (virginidad, buenas obras...), fueron echadas del cielo sin ningún agradecimiento ni galardón del Esposo. Y también muchos antiguos tuvieron muchas virtudes e hicieron buenas obras, y muchos cristianos el día de hoy las tienen y obran grandes cosas, y no les aprovecharán nada para la vida eterna, porque no pretendieron en ellas la gloria y honra que es de sólo Dios, y que es el punto más importante sin el cual el resto no sirve para el cielo.
Debe, pues, gozarse el cristiano, no en si hace buenas obras y sigue buenas costumbres, sino en si las hace por amor de Dios sólo, sin otro interés ni aspecto alguno. Porque, cuanto son virtudes destinadas para mayor premio de gloria y hechas sólo para servir a Dios, tanto para mayor confusión de quien las haya hecho le servirán delante de Dios en cuanto más le hubieren movido otros intereses fuera del Señor.

5. Para dirigir, pues, el gozo a Dios en los bienes morales, ha de advertir el cristiano que: el valor de sus buenas obras, ayunos, limosnas, penitencias, oraciones, etcetera, no se funda tanto en la cuantidad y cualidad de ellas, sino en el amor de Dios que esa persona lleva en ellas al ejercerlas. Y así entonces van tanto más calificadas cuanto con más puro y entero amor de Dios van hechas, y a su vez menos esa persona quiera buscar interés acá y allá de ellas en cuanto al gozo que obtenga, gusto, consuelo, alabanza, etc. (Nota del corrector: incluso en la oración debemos buscar a Dios, no nuestro gusto, nuestra comodidad, nuestro agrado, o los consuelos del Señor, nos vengan éstos o no mientras oramos). Y por eso, ni ha de asentar el corazón en el gusto, consuelo y sabor y los demás intereses que suelen traer consigo los buenos ejercicios, virtudes y obras, sino recoger el gozo a Dios, deseando servirle con ellas y purgándose y quedándose a oscuras de este gozo, queriendo que sólo Dios sea el que se goce de ellas y guste de ellas en lo escondido, sin ninguno otro premio y fruto que la honra y la gloria de Dios (nota del corrector: cuando buscamos sentir satisfacción propia con la oración, le restamos ese placer y dulzura al Señor; debemos buscar a Dios y que sea su gozo, y nosotros irnos y dirigirnos a Jesús sólo por ser quién es, por amor y no por lo que nos pueda dar o lo que no). Y así recogerá en Dios toda la fuerza de la voluntad acerca de estos bienes morales (nota del corrector: es decir, nuestras fuerzas y empeños hechos con nuestra fuerza de voluntad se irán entonces a Dios, no a los bienes morales).