Solamente existen dos caminos para ir al Cielo: la inocencia y la penitencia. Si hemos perdido la primera por el pecado, tenemos absoluta necesidad de la segunda. Nuestras iniquidades claman sin cesar contra nosotros ante la Divina Justicia, hemos de acallar ese grito acusador con el llanto y los gemidos del arrepentimiento, que siempre es escuchado por la misericordia infinita del Señor. ¡Feliz aquel a quien ella le da tiempo para anular, por medio de una buena confesión, la sentencia de muerte eterna que pesa sobre el alma desde el instante en que ha perdido la gracia!
Si en ese caso te cuentras, ¡oh pecador que deseas reconciliarte con tu Dios!, no pierdas, pues, ni un día: la penitencia debe ser pronta y sincera. Pídesela a Aquel a cuya piedad inagotable debes los saludables impulsos que empiezan a mover tu corazón. Pídesela con confianza y haciendo de tu parte cuanto puedas, para ejecutar debidamente el gran acto de la confesión, al que te preparas.
Para ello lee algo de las extensas instrucciones que muchos autores religiosos han escrito sobre el santo Sacramento de la Penitencia, y si eso no es posible, reflexiona atentamente, por lo menos, sobre las breves indicaciones que exponemos a continuación.
Cinco cosas son indispensables para que la Confesión sea válida:
- Primera, examen de conciencia, tanto más detenido cuanto mayor tiempo haya pasado después de la última Confesión que se haya hecho.
- Segunda, dolor de haber ofendido a Dios, nuestro Creador y Bienhechor continuo, cuya bondad para con nosotros no tiene jamás límites.
- Tercera, propósito firme de enmienda, poniendo para ello todos los medios posibles.
- Cuarta, decir los pecados al Confesor exacta y sinceramente, sin callar nada ni nada disfrazar.
- Quinta, cumplir la penitencia que el confesor imponga.
Para cumplir bien estas necesarias condiciones, debemos acudir a la inacabable fuente de todas las gracias: a Jesucristo nuestro Salvador. Roguémosle con el corazón que nos mire con la benigna y poderosa mirada que concedió a San Padre después de su pecado, y con la cual le convirtió al instante. Antes de comenzar el examen, debemos con ese mismo objeto, humillarnos ante su Santa Cruz pronunciando devotamente algunas oraciones para antes del examen de cara a la confesión, algunas de cuyas fórmulas podrás encontrar en este mismo Oratorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario