Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

2.2.24

Oración a Jesús Crucificado



Oración muy propicia para rezar después del Vía Crucis, o bien en los viernes de Cuaresma.


Oración:
Víctima Santa, cargada -por vuestra caridad sin límites- con el enorme peso de las iniquidades del mundo. Postrado ante vuestra cruz, os rindo humildes gracias por mí y por todos los hombres, que tan inmenso beneficio os debemos y tan pobres somos para poder corresponderos. Os rindo gracias por todos, y por todos os pido perdón de las ingratitudes cometidas, hasta tal punto que quisiera llorar en presencia vuestra con lágrimas de sangre del corazón.

¡Oh mi dulce Redentor! Por vuestras humillaciones y amarguras, por todos los dolores que padecieron vuestra alma y vuestro cuerpo durante las tres horas del bárbaro suplicio, y durante todo el proceso que os condenó a muerte tan cruenta, dignaos lavar de una vez para siempre con vuestra preciosa sangre las manchas de nuestras culpas, renovando con vuestra gracia las almas redimidas por Vos.





Esta súplica os hago, mi Dios crucificado, adorando rendidamente vuestro Santísimo cuerpo clavado en la cruz, todo sangriento y desfigurado. Sí, Redentor de mi alma: yo adoro la sacrosanta llaga de ese amantísimo pecho; las de esas manos generosas, siempre abiertas para derramar favores; las de esos pies benditos, que no dieron un paso que no fuera en beneficio nuestro. Adoro esa cabeza coronada de espinas, con una corona puesta por irrisión sobre vuestra santa faz, para que pudiésemos aspirar nosotros a la corona de gloria. Adoro vuestro cuerpo en el leño que sirvió de ara al sacrificio, convirtiéndose así ese leño de instrumento de muerte en símbolo de vida. Adoro, en fin, todas vuestras paciencias y mansedumbres ante las afrentas, ante todos los tormentos que tanto os abrumaron, propiciados por los hombres en la ceguedad de su malicia, y que Vos sufrísteis por la grandeza infinita de vuestro amor.

¡Oh Señor Jesús, mi Salvador y Maestro! Acoged los homenajes y las preces que os ofrecemos por mediación de la dolorida Madre Santa María del Carmelo -que contemplamos con ojos de la mente al pie de vuestra cruz-, y a la cual se asocian nuestros corazones para amaros y bendeciros. Que ella os ruegue por nosotros, alcanzándonos por vuestra santa muerte no salir de la presente vida en malas disposiciones, sino asistidos por su protección poderosa y sus cuidados amorosos, y acompañados con pías oraciones de nuestra madre la Iglesia. Que ella también os ruegue por nosotros, para que el día en que como Juez pronunciéis nuestra sentencia, os acordeis de que como Redentor habéis expiado todos nuestros crímenes, dándonos derecho a participar de vuestro reino.

¡Hombre de dolores, escarnecido por la multitud! Confortadnos en los sufrimientos de este valle de lágrimas, y ofrecédselos, con el valor infinito de los vuestros, a la Justicia del Padre, a fin de que logremos adoraros en el trono eterno de vuestro gloria, como hoy os adoramos en el suplicio de la cruz.

Estas súplicas se las hacemos al Padre, en unión con el Espíritu Santo, en tu mismo Nombre. Amén.


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