Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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27.9.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (13)




DECLARACIÓN DE LA CANCIÓN

4. En resumen, en esta estrofa el alma quiere decir que salió -sacándola Dios- sólo por amor de Él e inflamada en su amor, en una noche oscura, que es la privación y la purgación de todos sus apetitos sensuales acerca de todas las cosas exteriores del mundo y de las que eran deleitables a su carne, y tambien de los gustos de su voluntad. Lo cual todo se hace en esta purgación del sentido. Y, por eso, dice que salía estando ya su casa sosegada, que es la parte sensitiva, sosegados ya y dormidos los apetitos en ella, y ella en ellos. Porque no se sale de las penas y angustias de los retretes de los apetitos hasta que estén amortiguados y dormidos.
Y hacer eso dice que le fue una dichosa ventura. "Salir sin ser notada", esto es, sin que ningún apetito de su carne ni de otra cosa la pudiese molestar, impedir o confundir. Y también porque salió de noche, que es privándola Dios de todos esos apetitos, lo cual era como noche para ella.

5. Que Dios la llevase a esta noche fue algo dichoso para el alma, ya que de ello le siguió tanto bien a continuación. En esa noche el alma no atinaría a entrar sin la ayuda divina, porque no atina bien uno por sí solo a vaciarse de todos los apetitos para venir a Dios.

6. Esta es, en suma, la declaración de la estrofa. Y ahora vamos a ir deteniéndonos en cada verso describiendo sobre cada uno, y declarando lo que es necesario para nuestro fin. Ese mismo estilo se llevará en las demás canciones, como he mencionado en el prólogo, en donde expliqué que primero se pondrá cada canción y se declarará en su conjunto, y despues, cada verso.


24.10.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (40)



4. Y aún la fe excede mucho más de lo que dan a entender los mencionados ejemplos, porque no solamente no hace conocimiento y ciencia, sino que además y como hemos explicado priva y ciega de otros cualesquiera que sean conocimientos y ciencias, para que puedan bien juzgar de ella. Porque otras ciencias con la luz del entendimiento se alcanzan, mas esta de la fe sin la luz del entendimiento se alcanza negándose por la fe, y con propia luz se pierde si no se es oscurecida antes. Por lo cual dijo Isaías (7, 9): "Si no creyeseis, no entendereis".
Luego claro está que la fe es noche oscura para el alma, y es de esta manera que le da luz, y cuanto más la oscurece más luz la da de sí, porque cegándola le da su luz, según se menciona en Isaías (7, 9): "Porque si no creyeseis no entendereis", esto es, no tendréis luz. Y así fue figurada la fe por aquella nube que dividía a los hijos de Israel y a los egipcios al punto de entrar en el Mar Rojo, de la cual dice la sagrada Escritura (Ex. 14, 20) que era nube tenebrosa y luminosa noche; quiere decir que aquella nube era tenebrosa y alumbradora a la noche.

5. Admirable cosa es que, siendo tenebrosa, alumbrase la noche; esto era porque la fe, que es nube oscura y tenebrosa para el alma -la cual es también noche, pues, en presencia de la fe, de su luz natural queda privada y ciega-, con su tiniebla alumbra y da luz a la tiniebla del alma. Porque así convenía que fuese semejante al maestro el discípulo (Lc. 6, 40). Porque la persona que está en tiniebla no podía convenientemente ser alumbrada sino por otra tiniebla, según nos lo enseña David (Sal. 18, 3), diciendo: "El día comunica y susurra su palabra al día, y la noche muestra ciencia a la noche". Que, hablando más claro, quiere decir: el día, que es Dios, en la bienaventuranza, donde ya es de día, a los bienaventurados ángeles y almas que ya son día les comunica y pronuncia la Palabra, que es su Hijo, para que la conozcan y la gocen. Y la noche, que es la fe en la iglesia militante, donde aún es de noche, muestra ciencia a la Iglesia y, por consiguiente, a cualquier alma, la cual le es noche, pues está privada de la clara sabiduría beatífica; y en presencia de la fe la consecuencia es que de su luz natural está ciega.

6. De manera que lo que de aquí se ha de concluir es que la fe, ya que es noche oscura, da luz al alma, que está a oscuras, como se verifica en lo que tambien dice David (Sal. 138, 11) a este propósito, diciendo: "En los deleites de mi pura contemplación y unión con Dios, la noche de la fe será mi guía". En lo cual claramente da a entender que el alma ha de estar en tiniebla para tener la luz para este camino.


29.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (106)



CAPÍTULO 6.
Se explica lo provechoso que es para el alma estar en el olvido y vacío de todos los pensamientos y noticias que la memoria de forma natural o mundana puede tener.


1. Por los daños que hemos dicho que al alma tocan por las aprehensiones de la memoria, podemos también deducir los provechos a ellos contrarios que se le siguen del olvido y vacío de ellas pues, según dicen los naturales, la misma doctrina que sirve para un contrario sirve también para el otro.
Así, cuanto a lo primero, goza de tranquilidad y paz del ánimo, pues carece de la turbación y alteración que nacen de los pensamientos y noticias de la memoria y por el consiguiente, de pureza de conciencia y de alma, que es más. Y en esto tiene gran disposición para la sabiduría humana y divina, y así para las virtudes.

2. Cuanto a lo segundo, se libra uno de muchas sugestiones y tentaciones, ardices y movimientos del demonio, que por medio de los pensamientos y noticias este maligno ingiere en el alma y la hace caer en muchas impurezas y pecados, según dice David (Sal. 72, 8): "Pensaron y hablaron maldad". Y así, quitados los pensamientos de en medio, no tiene el demonio con qué combatir al espíritu en su forma natural.

3. Cuanto a lo tercero, tiene en sí el alma, mediante este olvido y recogimiento de todas las cosas, disposición para ser movida del Espíritu Santo y enseñada por Él. Éste Espíritu, como dice el Sabio (Sab. 1, 5), se aparta de los pensamientos que son fuera de razón.
Pero, aunque otro provecho no se siguiese a la persona que las penas y turbaciones de que se libra por este olvido y vacío de memoria, es ya de por sí gran ganancia y bien para ella. Y es que se debe tener en cuenta que las penas y turbaciones que de las cosas y casos adversos en el alma se crean y surgen, de nada sirven ni aprovechan para la bonanza de los mismos casos y cosas, antes de ordinario, no sólo a sus cuerpos, sino a la misma alma dañan. Por lo cual dijo David (Sal. 38, 7): "De verdad, vanamente se conturba todo hombre". Porque claro está que siempre es vano el conturbarse, pues nunca sirve para provecho alguno. Y así, aunque todo se acabe y se hunda y todas las cosas sucedan al revés y adversas, vano es el turbarse puesto que haciendo eso antes se dañan más que se remedian. Y llevarlo todo con igualdad tranquila y pacífica, con equilibrio de mente y sosiego, no sólo aprovecha al alma para muchos bienes, sino también para que en esas mismas adversidades se acierte mejor a juzgar de ellas y ponerles el remedio más conveniente.

4. Por esto conociendo bien Salomón (Ecli. 3, 12) el daño y provecho en este aspecto, dijo: "Conocí que no había cosa mejor para el hombre que alegrarse y hacer bien en su vida". Donde da a entender que en todos los casos, por adversos que sean, antes nos hemos de alegrar que turbar con el fin de no perder el mayor bien en toda la prosperidad, que es la tranquilidad del ánimo y paz en todas las cosas adversas y prósperas, llevándolas todas de una misma manera. La gente nunca perdería esta alegría si no sólo se olvidase de las noticias y dejase sus pensamientos, más aún se apartase incluso de oír, y ver, y tratar cuanto en sí fuese. Pues que nuestro ser es tan fácil y deleznable que, aunque esté bien ejercitado, apenas dejará de tropezar con la memoria en cosas que turben y alteren el ánimo que estaba en paz y tranquilidad, por lo que es mejor no acordarse de todas esas cosas. Que por eso dijo Jeremías (Lm. 3, 20): "Con memoria me acordaré, y mi alma en mí desfallecerá con dolor".


6.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (201)



6. Luego, sobre esta túnica blanca de fe se sobrepone aquí en el alma el segundo color, que es una almilla [la almilla era un jubón cerrado que se ponía debajo de la armadura, como una camiseta interior de manga larga] de color verde el cual, como dijimos, simboliza la virtud de la esperanza con la que el alma se libra y protege del segundo enemigo, que es el mundo. Porque este verdor de viva y despierta esperanza en Dios da al alma una tal viveza, animosidad y levantamiento a las cosas de la vida eterna que, en comparación de lo que allí espera, todo lo del mundo le parece -como es la verdad- seco, lacio y muerto, de ningún valor. Y aquí se despoja y desnuda de todas las otras vestiduras y de los trajes del mundo, no poniendo su corazón en nada, ni esperando nada de lo que hay o ha de haber en el mundo material, viviendo solamente vestida de esperanza hacia la vida eterna. Por todo ello, teniendo el corazón tan elevado sobre el mundo, no sólo no le puede ese mundo alcanzar, tocar y secuestrar el corazón, más aún ni siquiera llega alcanzarle de vista.

7. Y así, con esta verde librea y disfraz va el alma muy segura de este segundo enemigo que es el mundo. Recordemos que a la esperanza llama san Pablo (1 Tes. 5, 8) "yelmo de salud", que es un casco que ampara toda la cara y la cabeza, cubriéndola de manera que no la queda descubierto sino una visera por la cual ver. Y eso tiene la esperanza, que todos los sentidos de la psique del alma cubre, de manera que no se engolfan ni se embadurnan en ningún elemento del mundo, ni deja abertura por la cual le pueda herir alguna saeta del siglo. Sólo le deja una visera para que el ojo pueda mirar hacia arriba, y no más, que es el oficio que de ordinario hace la esperanza en el alma, esto es: elevar los ojos a mirar a Dios, como dice David (Sal. 24, 15) que hacía en él cuando dijo: "Oculi mei semper ad Dominum" ("mis ojos están siempre en el Señor"), no esperando bien ninguno de otra parte sino, como él mismo dice en otro salmo (122, 2): "Que así como los ojos de la sierva están en las manos de su señora puestos, así los nuestros en Nuestro Señor Dios, hasta que se apiade de nosotros, esperando en Él".

8. Éste es el motivo por el que se agrada tanto el Amado del alma, debido a los efectos que produce esta librea verde, porque siempre está mirando a Dios y no pone los ojos en otra cosa ni por otra paga, sino sólo de Él, con lo cual es verdad decir que tanto alcanza de Él cuanto ella de Él espera. Que por eso el Esposo en los Cantares (4, 9) le dice a ella que con solo hacerle una mirada le cautivó el corazón. Sin esta librea verde de la sólo esperanza de Dios no le habría tenido en cuenta al alma salir a esta pretensión de amor, porque entonces no lograría nada, por cuanto la que mueve y vence es la esperanza insistente y perseverante.

9. De esta librea de esperanza va disfrazada el alma por esta oscura y secreta noche que hemos dicho, y puesto que va tan vacía de toda posesión y apego, no lleva los ojos puestos en otra cosa ni en otro cuidado si no es en Dios, poniendo en el polvo su boca si por ventura hubiere esperanza, como entonces alegamos de Jeremías (Lm. 3, 29) "ponga su boca en el polvo, por si aún hay esperanza" (nota del actualizador: es decir, confiar en Dios ciegamente, callarse la boca y no irritarse, y mantener sólo la esperanza en el Señor).


3.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (80)



11. Oídas estas palabras, Moises se animó luego con la esperanza del consuelo del consejo que de su hermano había de tener. Porque esto tiene el alma humilde, que no se atreve a tratar a solas con Dios, ni se puede acabar de sentir completada sin gobierno y consejo humano. Y así lo quiere Dios, porque en aquellos que se juntan a tratar la verdad, se junta el allí para declararla y confirmarla en ellos, fundada sobre razón natural, como dijo que lo había de hacer con Moises y Aarón juntos, siendo en la boca del uno y en la boca del otro.
Que por eso tambien dijo en el Evangelio (Mt. 18, 20) que: "Donde estuvieren dos o tres juntos para mirar lo que es más honra y gloria de mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos", es a saber: aclarando y confirmando en sus corazones las verdades de Dios. Y es de notar que no dijo: "Donde estuviere uno solo, yo estoy allí" sino, por lo menos, dos, para dar a entender que no quiere Dios que ninguno a solas se crea para sí las cosas que tiene por ser de Dios, ni se confirme ni afirme en ellas sin la Iglesia o sus ministros, porque con uno solo no se aclarará ni se confirmará la verdad en su corazón, quedando entonces en dicha verdad débil y frío.

12. Porque de aquí es lo que encarece el Eclesiastes (4, 10­12), diciendo: "¡Ay del solo que cuando cayere no tiene quien le levante! Si dos durmieren juntos, se calentarán el uno al otro", es a saber, con el calor de Dios, que está en medio; "uno solo, ¿cómo se calentará?", es a saber: ¿cómo dejará de estar frío en las cosas de Dios? Y, si alguno pudiere más y prevaleciere contra uno, esto es, el demonio, que puede y prevalece contra los que a solas se quieren desenvolver en las cosas de Dios, dos juntos le resistirán, que son el discípulo y el maestro, que se juntan a saber y a hacer la verdad. Y además de eso, de ordinario el que está solo se siente tibio y flaco en su convicción y en la verdad, aunque más la haya oído de Dios, de tal modo que aunque por mucho tiempo san Pablo predicaba el Evangelio que dice él había oído no de hombre, sino de Dios, no pudo por ello dejar de ir a conferirlo con san Pedro y los Apóstoles, diciendo (Gl. 2, 2): "Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito. Pero subí según una revelación, y para no correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación el evangelio que predico entre los gentiles", no teniéndose por seguro hasta que le dio seguridad el hombre. Es cosa pues notable que san Pablo hiciese algo así, ya que quien le reveló ese Evangelio, ¿no pudiera también revelar la seguridad de las falta que pudieran surgir en la predicación de la verdad del mismo que lo ha revelado?

13. Aquí se da a entender claro cómo no hay que asegurarse en las cosas que Dios revela, sino es por el orden que vamos diciendo porque, dado el caso que la persona aún y todo tenga certeza, como san Pablo tenía de su Evangelio pues lo había comenzado ya a predicar, y que aunque la revelación sea de Dios, todavía el hombre puede errar acerca de ella o en lo tocante a ella. Porque Dios no siempre, aunque dice lo uno, dice por necesidad lo otro, y muchas veces dice una orden o cualquier cosa, y no dice el modo de hacerla ni de llevarla a cabo porque, ordinariamente, todo lo que se puede hacer por acción y consejo humano no lo hace Él ni lo dice, aunque trate muy afablemente mucho tiempo con el alma. Lo cual conocía muy bien san Pablo pues, aunque sabía le era revelado por Dios el Evangelio, lo fue a conferir.
Y vemos esto claro en el Exodo (18, 21­22) donde, tratando Dios tan familiarmente con Moises, nunca le había dado aquel consejo tan saludable que le dio su suegro Jetró, es a saber: que eligiese otros jueces para que le ayudasen y no estuviese esperando el pueblo desde la mañana hasta la noche. El cual consejo Dios aprobó, y no se lo había dicho, porque aquello era cosa que podía caber en razón y juicio humano. Acerca de las visiones y revelaciones y locuciones de Dios, no las suele revelar Dios porque siempre quiere que se aprovechen de los juicios de los justos en cuanto se pudiere, y todas ellas han de ser reguladas por estos, salvo las que son de fe, que exceden todo juicio y razón, aunque no son contra la misma fe.

14. De donde no piense alguno que, porque sea cierto que Dios y los Santos traten familiarmente muchas cosas, por el mismo caso Dios les ha de declarar las faltas que tienen acerca de cualquier cosa, cuando pueden ellos saberlo por otra vía. Y así, no hay que asegurarse porque, como leemos haber acontecido en los Hechos de los Apóstoles que, con ser san Pedro príncipe de la Iglesia y que inmediatamente era enseñado de Dios, acerca de cierta ceremonia que usaba entre las gentes erraba, y sin embargo callaba Dios, hasta tal punto que le reprendió san Pablo, según allí afirma diciendo: "Como yo viese" -dice san Pablo-, "que no andaban rectamente los discípulos según la verdad del Evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si siendo tú judío, como lo eres, vives gentílicamente, ¿cómo haces tal ficción que fuerzas a los gentiles a judaizar?" (Gl. 2, 14). Y Dios no advertía esta falta a san Pedro por sí mismo, porque era cosa que caía en razón aquella simulación, y la podía saber por vía racional y con la intervención de la interpelación de sus compañeros.


21.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (98)



CAPÍTULO 32.
Se explican las aprehensiones que recibe el entendimiento de los sentimientos interiores que sobrenaturalmente se hacen el alma, y menciona la causa de ellos y en qué manera se ha de disponer el alma para no impedir el camino de la unión de Dios en esas aprehensiones.


1. Continuamos ahora tratando sobre el cuarto y último genero de aprehensiones intelectuales, que decíamos podían caer en el entendimiento de parte de los sentimientos espirituales que muchas veces sobrenaturalmente surgen en el alma del espiritual, los cuales contamos entre las aprehensiones distintas del entendimiento.

2. Estos sentimientos espirituales distintos pueden surgir de dos maneras. La primera, son sentimientos en el afecto de la voluntad; la segunda, son sentimientos en la sustancia del alma. Los unos y los otros pueden ser de muchas formas.
Los de la voluntad, cuando son de Dios, son muy elevados. Sin embargo los que son de la sustancia del alma son altísimos y de gran bien y provecho, los tales ni el alma ni quien la trata pueden saber ni entender la causa de donde proceden, ni de qué forma Dios los realiza.
Estas gracias, puesto que no dependen de obras que el alma haga ni de consideraciones que tenga -aunque tales cosas son buenas para disponerse a ellas-, las concede Dios a quien quiere y por lo que Él quiere. Así, acontecerá que una persona se habrá ejercitado en muchas obras, y no la dará estos toques, y otra en muchas menos, y se los dará subidísimos y en mucha abundancia. Por ello no es menester que el alma esté actualmente empleada y ocupada en cosas espirituales, aunque estarlo es mucho mejor para tenerlos, para que Dios le dé los toques con los cuales el alma experimenta los dichos sentimientos, porque las mayoría de las veces se encuentra muy desprevenida de ellos. De estos toques, unos son distintos y pasan pronto, y otros no son tan distintos y duran más.

3. Estos sentimientos, en cuanto son sentimientos solamente, no pertenecen al entendimiento, sino a la voluntad, y por lo tanto no los trataremos en profundidad aquí de ellos hasta que expliquemos acerca de la noche y purgación de la voluntad en sus aficiones, que será en el libro 3º que viene a continuación. Pero, dado que en muchas ocasiones y las más de las veces de ellos redunda en el entendimiento aprehensión y conocimiento e inteligencia, convenía hacer aquí mención de ellos sólo para este fin. Por tanto, es de saber que de estos sentimientos -así de los de la voluntad como de los que son en la sustancia del alma, ahora sean los toques de Dios que los causan repentinos, ahora sean durables y sucesivos- muchas veces, como digo, redunda en el entendimiento aprehensión de noticia o inteligencia, la cual suele ser un elevadísimo sentir de Dios y sabrosísimo en el entendimiento, al cual no se puede poner nombre tampoco, como al mismo sentimiento de donde redunda. Y estas noticias a veces son en una manera, a veces en otra; a veces más sublimes y claras, a veces menos y más oscuras, según lo son tambien los toques que Dios hace, que causan los sentimientos de donde ellas proceden, y según la propiedad de ellos mismos.

4. Para dar cautela y encaminar al entendimiento por estas noticias en fe a la unión con Dios, no es menester aquí gastar tiempo ni palabras en teorizar mucho porque, como quiera que los sentimientos que hemos dicho ocurren pasivamente en el alma sin que ella haga algo de su parte efectivamente para recibirlos, así también las noticias de ellos se reciben pasivamente en el entendimiento que llaman los filósofos "posible", sin que ese entendimiento haga nada de su parte. Por lo tanto, para no errar en ellos ni impedir su provecho, el espiritual tampoco ha de hacer nada en ellos, sino tan sólo mantenerse pasivamente acerca de ellos, sin entrometer su capacidad natural ni su discurrir. Porque como hemos dicho que acontece cuando hablamos sobre las palabras sucesivas, facilísimamente con su actividad turbará y deshará esas delicadas comunicaciones, que son una sabrosa inteligencia sobrenatural a que no llega el ser natural ni la puede comprehender haciendo y practicando, sino recibiendo y dejándose llevar.
Con lo cual no ha de procurar perseguirlas ni tener ganas de admitirlas, con el fin de que el entendimiento no vaya de suyo formando otras a su propio divagar donde el demonio tenga entrada con otras varias y falsas, lo cual puede él muy bien hacer por medio de los dichos sentimientos o los que él de suyo pueda poner en el alma que se da a estas experiencias. Debe entonces encontrarse el alma resignada, humilde y pasivamente en ellas que, pues pasivamente las recibe de Dios, Él se las comunicará cuando considere servirse hacerlo, viendo a esa alma humilde y desapropiada. Y de esta manera no impedirá en sí el provecho que estas noticias hacen para la divina unión (que es grande, porque todos estos toques son de unión), la cual pasivamente se hace en el alma.

5. Lo dicho basta acerca de esto porque cualquiera cosa que al alma le ocurra acerca del entendimiento, se hallará la cautela y doctrina para ella en las divisiones y explicaciones ya dadas. Y, aunque parezca una comunicación diferente y que de ninguna manera se comprende, no existe ninguna de esas comunicaciones o experiencias que no se puedan reducir a una de las ya explicadas y sacar por tanto doctrina, conocimiento y luz para ese caso en concreto.


3.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (198)



4. En el cuarto grado de esta escala de amor se causa en el alma, por razón del Amado, un ordinario sufrir sin fatigarse. Esto ocurre así porque, como dice san Agustín, todas las cosas grandes, graves y pesadas, casi ningunas las hace el amor. En este grado hablaba la Esposa (Ct.8, 6) cuando, deseando ya verse en el último grado de unión dijo al Esposo: "Ponme como señal en tu corazón, como señal en tu brazo". Porque la dilección, esto es, el acto y obra de amor, es fuerte como la muerte, y dura emulación y porfía si fuese necesario hasta contra el infierno. El espíritu aquí tiene tanta fuerza, que tiene tan sujeta a la carne y la tiene tan en poco como tiene el árbol a una de sus hojas. De ningún modo busca aquí el alma su consuelo ni su gusto, ni en Dios ni en otra cosa, ni anda deseando ni pretendiendo pedir gracias o favores a Dios, porque ve claro que hartas las tiene hechas, y dedica todo su cuidado a cómo podrá dar algún gusto a Dios y servirle algo por lo que Él merece y de Él tiene recibido, aunque fuese muy a su costa. Dice en su corazón y espíritu: "¡Ay, Dios y Señor mío, cuán muchos hay que andan a buscar en ti consuelo y gusto y a que les concedas mercedes y dones! ¡Mas los que te pretenden dar gusto a ti y darte algo a su propia costa, pospuesto su particular interés, esos son muy pocos! Porque no está tú falto, Dios mío, en no querernos hacer gracias y favores de nuevo, sino que más bien la falta se encuentra en no emplear nosotros las recibidas sólo en tu servicio, para obligarte a que nos las hagas de continuo!".

Enormemente elevado es este grado de amor ya que, como aquí el alma con tan verdadero amor se mueve siempre tras Dios con espíritu de padecer por Él, le da Su Majestad muchas veces y muy de ordinario el gozar, visitándola en espíritu sabrosa y deleitablemente, porque el inmenso amor del Verbo Cristo no puede sufrir penas de su amante sin acudir a él. Lo cual por Jeremías (2, 2) lo afirma Él, diciendo: "Acordádome he de ti, apiadándome de tu adolescencia y ternura cuando me seguiste en el desierto". Hablando espiritualmente, es este el desapego que aquí interiormente trae el alma hacia toda otra criatura, no parando ni deteniéndose en nada. Este cuarto grado inflama de tal manera al alma y la enciende de tal deseo de Dios, que la hace subir al quinto, el cual es el siguiente.

5. El quinto grado de la escala de amor hace al alma apetecer y desear a Dios impacientemente. En este grado el amante tanta es la vehemencia que tiene por comprehender al Amado y unirse con Él, que toda demora, por mínima que sea, se le hace muy larga, molesta y pesada, y siempre piensa que halla al Amado; pero cuando se ve frustrado su deseo de mantenerse junto al Amado -lo cual es casi a cada paso- desfallece en su anhelo, según lo dice el Salmista hablando en este grado (Sal. 83, 2): "Codicia y desfallece mi alma a las moradas del Señor". En este grado el amante no puede dejar de ver lo que ama, o morir transformado en una flecha enamorada, como si fuera Raquel quien, por la gran vehemencia que tenía a los hijos, dijo a Jacob su esposo: "Dame hijos, si no, yo moriré" (Gn. 30, 1). Padecen aquí los contemplativos hambre como canes y cercan y rodean la ciudad de Dios (Sal. 58, 7). En este hambriento grado se ceba y devora en sus amores el alma, porque según el hambre así es la hartura. De manera que de aquí puede subir al sexto grado, que hace los efectos a los que nos referiremos a continuación.


29.10.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (45)



CAPÍTULO 6.
Se explica cómo las tres virtudes teologales son las que han de poner en perfección las tres potencias del alma, y cómo en esas tres potencias logran hacer vacío las mencionadas virtudes.


1. Habiendo, pues, de tratar de inducir las tres potencias del alma, a saber: entendimiento, memoria y voluntad, en esta noche espiritual que es el medio de la divina unión, necesario es primero dar a entender en este capítulo cómo las tres virtudes teologales, las cuales son: fe, esperanza y caridad (que tienen respecto a las dichas tres potencias como propios objetos sobrenaturales, y mediante las cuales el alma se une con Dios según sus potencias), hacen el mismo vacío y oscuridad cada una en su potencia en el orden natural: la fe en el entendimiento, la esperanza en la memoria, y la caridad en la voluntad. Y después iremos tratando cómo se ha de perfeccionar el entendimiento en la tiniebla de la fe, y cómo la memoria en el vacío de la esperanza, y cómo tambien se ha de enterrar a la voluntad en la carencia y desnudez de todo afecto para ir a la total caridad, Dios. Una vez hecho esto se verá claro cuánta necesidad tiene el alma, para ir segura en este camino espiritual, de ir por esta noche oscura apoyada de estas tres virtudes, que la vacían de todas las cosas y oscurecen en ellas. Porque, como hemos dicho, el alma no se une con Dios en esta vida por el entender, ni por el gozar, ni por el imaginar, ni por otro cualquier sentido, sino sólo por la fe según el entendimiento, y por la esperanza según la memoria, y por el amor según la voluntad.

2. Esas tres virtudes hacen, como hemos dicho, vacío en las potencias: la fe en el entendimiento, vacío y oscuridad de entender; la esperanza hace en la memoria vacío de toda posesión; y la caridad, vacío en la voluntad y desnudez de todo afecto y gozo de lo que no sea Dios.
Porque la fe ya vemos que nos dice lo que no se puede entender con el entendimiento. Por lo cual san Pablo escribe de ella en Hebreos (11, 1) de esta manera: "La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve", que a nuestro propósito quiere decir que la fe es sustancia de las cosas que se esperan. Y aunque el entendimiento con firmeza y certeza logra admitirlas, no son cosas que al entendimiento se le descubran, porque si se le descubriesen entonces no sería fe la cual, aunque le hace creer en la certeza al entendimiento, no se la muestra de una manera clara y patente, sino oscura.

3. En cuanto a la esperanza no hay duda que también pone a la memoria en vacío y tiniebla de lo de acá y de lo de allá. Porque la esperanza siempre es de lo que no se posee puesto que, si se poseyese, ya no sería esperanza. De donde san Pablo dice en Romanos (8, 24): "Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?". Luego también hace vacío esta virtud, pues es de lo que no se tiene, y no de lo que se tenga o se posea.

4. Respecto a la virtud de la caridad, hace vacío en la voluntad de todas las cosas, pues nos obliga a amar a Dios sobre todas ellas, lo cual no puede ser sino apartando el afecto de todas ellas, para ponerlo entero en Dios, ya que incluso amamos a nuestros hermanos no al modo humano, sino en Dios y por Dios. De donde dice Cristo por san Lucas (14, 33): "El que no renuncia a todas las cosas que posee con la voluntad, no puede ser mi discípulo". Y así todas estas tres virtudes ponen al alma en oscuridad y vacío de todas las cosas.

5. Y respecto a esto es conveniente mostrar aquella parábola que nuestro Redentor dijo por san Lucas a los discípulos (v. 5), en que dijo que el amigo había de ir a la media noche a pedir los tres panes a su amigo, los cuales panes significan estas tres virtudes. Y dijo que a la media noche los pedía, para dar a entender que el alma a oscuras de todas las cosas, según sus potencias, ha de adquirir estas tres virtudes y en esa noche se ha de perfeccionar en ellas. En el capítulo sexto de Isaías (v. 2) leemos que los dos serafines que este profeta vio a los lados de Dios, cada uno con seis alas, con las dos cubrían sus pies, que significaba cegar y apagar los afectos de la voluntad acerca de todas las cosas para con Dios; y con otras dos cubrían su rostro, que significaba la tiniebla del entendimiento delante de Dios; y que con las otras dos volaban, para dar a entender el vuelo de la esperanza a las cosas que no se poseen, levantada sobre todo lo que se puede poseer de acá y de allá, ignorando todo lo que esté fuera de Dios.

6. A estas tres virtudes, pues, hemos de inducir las tres potencias del alma, impregnando a cada cual en cada una de ellas, desnudándola y poniendola a oscuras de todo lo que no fueren estas tres virtudes teologales. Y esta es la noche espiritual que antes llamamos "activa", porque el alma hace lo que es de su parte para entrar en ella. Y así como en la noche sensitiva decíamos el modo de vaciar las potencias sensitivas de sus objetos visibles según el apetito sensual, para que el alma saliese de su influencia al medio en el que moverse, que es la fe, así en esta noche espiritual daremos, con el favor de Dios, la manera en cómo las potencias espirituales se vacíen y purifiquen de todo lo que no es Dios y se queden puestas en la oscuridad de estas tres virtudes, que son el medio, como hemos dicho, y la disposición para la unión del alma con Dios.

7. De esta manera podremos lograr toda seguridad contra las astucias del demonio y contra la influencia del amor propio y sus ramificaciones, que es lo que sutilísimamente suele engañar e impedir el camino a los espirituales, por no saber ellos desnudarse, gobernándose según estas tres virtudes, y así nunca acaban de dar en la sustancia y pureza del bien espiritual, ni van por tan derecho camino, de una forma más acertada y breve como podrían ir.

8. Ha de tenerse en cuenta que ahora voy refiriéndome específicamente con los que han comenzado a entrar en estado de contemplación, porque con los principiantes se ha de tratar todo esto algo más profundamente, como haremos en el libro segundo, Dios mediante, cuando tratemos de los aspectos más avanzados.


4.10.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (20)



CAPÍTULO 5.
Se continúa mostrando por la autoridad de la Sagrada Escritura y demás eminentes y confiables fuentes, cuán necesario es para el alma ir a Dios en esta noche oscura de la mortificación del apetito en todas las cosas.

1. Por lo dicho se puede atisbar, de alguna manera, la distancia que hay de todo lo que las criaturas son en sí a lo que Dios es en sí, y cómo las almas que en alguna de ellas ponen su afición, esa misma distancia tienen de Dios; pues, como habemos dicho, el amor hace igualdad y semejanza entre los amantes. Esta distancia, al apreciarla bien san Agustín, decía hablando con Dios en los Soliloquios: "Miserable de mí, ¿cuándo podrá mi cortedad e imperfección convenir con tu rectitud? Tú verdaderamente eres bueno, y yo malo; tú piadoso y yo impío; tú santo, yo miserable; tú justo, yo injusto; tú luz, yo ciego; tú vida, yo muerte; tú medicina, yo enfermo; tú suma verdad, yo toda vanidad". Ni más ni menos que todo eso comenta este gran Santo.

2. Por tanto, es suma ignorancia del alma pensar que podrá pasar a ese estado tan elevado de unión con Dios si primero no vacía el apetito de todas las cosas naturales y sobrenaturales que le pueden impedir, según más adelante declararemos; pues es suma la distancia que hay de ellas a lo que en este estado se da, ya que es puramente transformación en Dios. Que, por eso, Nuestro Señor, enseñándonos este camino, dijo por san Lucas (14, 33): "El que no renuncia a todas las cosas que con la voluntad posee, no puede ser mi discípulo". Y esto está claro, porque la doctrina que el Hijo de Dios vino a enseñar fue el menosprecio de todas las cosas para poder recibir el aprecio del espíritu de Dios en sí; porque, en tanto que de ellas no se deshiciere el alma, no tiene capacidad para recibir el espíritu de Dios en pura transformación.

3. De esto tenemos figura en el Exodo (c. 16), donde se lee que no dio Dios el manjar del cielo, que era el maná, a los hijos de Israel hasta que les faltó la harina que ellos habían traído de Egipto. Dando por esto a entender que primero conviene renunciar a todas las cosas, porque este manjar de ángeles no conviene al paladar que quiere tomar sabor en el convite de los hombres. Y no solamente se hace incapaz del espíritu divino el alma que se detiene y apacienta en otros extraños gustos, sino que además enojan mucho a la Majestad Divina los que, pretendiendo el manjar de espíritu, no se contentan con sólo Dios, sino que se quieren deleitar a la vez con el apetito y afición de otras cosas. Lo cual tambien se echa de ver en este mismo libro de la Sagrada Escritura (Ex. 16, 8­13), donde también se dice que, no estando los israelitas contentos con aquel manjar tan sencillo, apetecieron y pidieron manjar de carne, y que Nuestro Señor se enojó gravemente que quisiesen ellos mezclar un manjar tan bajo y tosco con un manjar tan alto y sencillo el cual, y aunque lo era, tenía en sí el sabor y sustancia de todos los manjares. Por lo cual, aún teniendo ellos los bocados en las bocas, según dice tambien David (Sal. 77, 31): "descendió la ira de Dios sobre ellos", echando fuego del cielo y abrasando muchos millares de personas, teniendo por cosa indigna que tuviesen ellos apetito de otro manjar dándoseles el manjar del cielo.

4. ¡Oh si supiesen los espirituales cuánto bien pierden y abundancia de espíritu por no querer ellos acabar de abandonar su apetito por niñerías, y cómo hallarían en este sencillo manjar del espíritu el gusto de todas las cosas si ellos no quisieren gustar las mundanas! Pero no saborean ese divino manjar, y la causa por la que los israelitas no recibían el gusto de todos los manjares que había en el maná era porque ellos no centraban su apetito solamente en él. De manera que no lograban hallar en el maná todo el gusto y fortaleza que ellos podrían tener no porque en el maná no la hubiese, sino porque ellos querían y se desviaban a otras viandas. Así, el que quiere amar otra cosa juntamente con Dios, sin duda es tener en poco a Dios, porque pone en una balanza con Dios lo que sumamente, como ya hemos dicho, dista de Dios.


15.9.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (1)



Desde el Oratorio Carmelitano iniciamos un gran desafío: actualizar el extenso y complejo texto del tratado místico de San Juan de la Cruz, una de sus obras cumbres, la "Subida al Monte Carmelo". El texto es bastante impenetrable, árido y difícil de leer (más aún de entender), sobre todo porque está cargado de expresiones, simbolismos y formas de redacción habituales en los tiempos en los que se desenvolvió este santo, pero en claro desuso hoy en día.

Esta obra tendría sus reminiscencias en su contemporáneo San Francisco de Sales y su famoso "santo abandono", aunque en este caso San Francisco de Sales ha tenido la ventaja de verse reflejado en traducciones más elaboradas y, por otra parte, sus textos han sido mejor conservados (de San Juan de la Cruz, por desgracia, no ha trascendido toda su obra).

12.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (y206)



CAPÍTULO 25
De manera breve se explica la tercera poesía.

Poesía 3ª:

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.


Explicación:

1. Continuando todavía el alma la metáfora y semejanza de la noche temporal en comparación con esta noche suya espiritual, va todavía contando y engrandeciendo las buenas propiedades que hay en ella, y los inigualables tesoros que por medio de ella halló y llevó, para que de la manera más breve y segura posible consiguiese su deseado fin. De las mencionadas propiedades aquí muestra tres:

2. La primera, dice, es que en esta dichosa noche de contemplación lleva Dios al alma por tan solitario y secreto modo de contemplación ("...en secreto, que nadie me veía..."), y tan remoto y ajeno del sentido, que ninguna cosa perteneciente al mismo sentido, ni ninguna influencia ni toque de criatura alcanza a llegarle al alma, de manera que no pudiese ser estorbada de ellas ni la detuvieran en el camino de la unión de amor.

3. La segunda propiedad que encontramos es que por causa de las tinieblas espirituales de esta noche -en la cual todas las potencias de la parte superior del alma están a oscuras-, no mirando el alma ni tampoco pudiendo mirar en nada, no se detiene en nada fuera de Dios para ir a Él, por lo tanto va libre de los obstáculos de formas y figuras y de las aprehensiones naturales, que son las que siempre suelen empachar el alma para que no se una con el ser de Dios.

4. La tercera propiedad es que, aunque ni va apoyada con alguna particular luz interior del entendimiento, ni con guía alguna del exterior para recibir satisfacción de esa luz o guía en este elevado camino (ya que estas oscuras tinieblas la tienen privada de todo esto), sin embargo el solo amor que en este tiempo arde -en la solicitud de su corazón por el Amado-, es el que guía y mueve al alma entonces, y la hace volar a su Dios por el camino de la soledad, sin ella saber cómo y de qué manera se desenvuelve por él.

Se sigue el verso:

En la noche dichosa.


[El escrito de la Noche concluye precisamente al iniciar la exégesis de los versos de la 3ª estrofa. Su contenido no responde ya a la etapa purificativa; en la poesía, lo mismo que en las siguientes, se cantan "varios y admirables efectos de la iluminación espiritual y unión de amor con Dios" (como cuenta en el prólogo). No queda sustancialmente nada por tratar de los "efectos de las dos purgaciones espirituales" encerradas en los versos de las dos primeras estrofas. Queda pues interrumpido el escrito en su manera material, pero no la exposición de la noche oscura ya mostrada].

(Nota del actualizador: A partir de aquí el alma goza de su Dios y solo espera el encuentro definitivo con Él en la vida que no tiene término. Él la lleva de su mano y, tal como ocurrió en el trásito durante la noche, cada experiencia será personal en cuanto la capacidad de cada individuo. No obstante, mientras se continúa en este plano existencial sigue siendo necesario un imprescindible elemento: perseverar (Mateo 24:13)).

FIN

San Juan de la Cruz


23.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (187)




CAPÍTULO 13
Se muestran otros sabrosos efectos que obra en el alma esta oscura noche de contemplación.


1. Por este modo de inflamación podemos entender alguno de los sabrosos efectos que va ya obrando en el alma esta contemplación. Porque algunas veces, según acabamos de decir, en medio de estas oscuridades es ilustrada el alma, y luce la luz en las tinieblas (Jn.1,5), derivándose esta inteligencia mística al entendimiento, quedándose yerma la voluntad, quiero decir, sin unión actual de amor, con una serenidad y sencillez tan sutil y deleitable al sentido del alma que no se le puede poner nombre, unas veces en una manera de sentir de Dios, otras en otra distinta.

2. Algunas veces también hiere juntamente, como queda dicho, en la voluntad, y prende el amor subida, tierna y fuertemente, puesto que como ya decíamos se unen algunas veces estas dos potencias de entendimiento y voluntad. Cuando se va más purgando el entendimiento a la vez tanto más perfecta y calificadamente por tanto ellas más van pero, antes de llegar aquí, más común es sentir en la voluntad el toque de la inflamación que el entendimiento el de la inteligencia.

3. Pero aparece aquí una duda, y es: ¿por qué, pues estas potencias se van purgando a la par, se siente al inicio más comúnmente en la voluntad la inflamación y amor de la contemplación purgativa, que en el entendimiento la inteligencia de ella?

A esto se responde que aquí no impacta directamente este amor pasivo en la voluntad, puesto que la voluntad es libre, y esta inflamación de amor más es pasión de amor que acto libre de la voluntad, puesto que hiere en la sustancia del alma este calor de amor, y así mueve las afecciones pasivamente. Y por lo tanto, esta llama antes se llama pasión de amor que acto libre de la voluntad el cual, en tanto se llama acto de la voluntad en cuanto es libre. Pero, dado que estas pasiones y afecciones se reducen a la voluntad, por eso se dice que si el alma está apasionada con alguna afección lo está la voluntad, y así es la verdad dado que de esta manera se cautiva la voluntad y pierde su libertad, de manera que la lleva tras sí el ímpetu y fuerza de la pasión. Y por eso podemos decir que esta inflamación de amor es en la voluntad, esto es, inflama al apetito de la voluntad, y así ésta antes se llama, como decimos, pasión de amor que obra libre de la voluntad. Y porque la pasión receptiva del entendimiento sólo puede recibir la inteligencia desnuda y pasivamente (y esto no puede ocurrir sin estar purgado) por eso, antes que lo esté, siente el alma menos veces el toque de inteligencia y conocimiento que el de la pasión de amor. Porque para esto no es menester que la voluntad esté tan purgada respecto de las pasiones, pues que aún las pasiones la ayudan a sentir amor apasionado. [Aquí ser impulsado por la "pasión" equivale a ser o estar apasionado, según se descubre fácilmente si leemos atentamente].

4. Esta inflamación y sed de amor, por ser ya aquí del espíritu, es diferentísima de la otra que dijimos en la noche del sentido. Porque, aunque aquí el sentido también lleva su parte -puesto que no deja de participar del trabajo del espíritu-, la raíz y el vivo de la sed de amor se siente en la parte superior del alma, esto es, en el espíritu, sintiendo y entendiendo de tal manera lo que nota y la falta que le hace lo que desea, que todo el penar del sentido, aunque sin comparación es mayor que en la primera noche sensitiva, no le tiene en consideración ya que en su interior conoce una falta de un gran bien, el cual aprecia que no se puede medir con nada [Nótese que resulta equivalente el espíritu a lo que en otras partes San Juan de la Cruz llama "fondo", "íntimo del alma" y también "sustancia"].


1.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (196)



CAPÍTULO 18
Se explican los motivos por los cuales esta sabiduría secreta es también escala.


1. Pero resta ahora ver lo segundo, conviene a saber: cómo esta sabiduría secreta es también escala. Acerca de lo cual es de saber que por muchas razones podemos llamar a esta secreta contemplación "escalera".

Primeramente, porque así como con la escalera se asciende y se alcanzan los bienes y tesoros y elementos diversos que hay en las fortalezas, así también por esta secreta contemplación, sin saberse cómo, sube el alma a escalar, conocer y poseer los bienes y tesoros del cielo. Lo cual da bien a entender el real profeta (Sal. 83,6-8), cuando dice: "Bienaventurado el que tiene tu favor y ayuda, porque en su corazón este tal puso sus subidas en el valle de lágrimas en el lugar que puso; porque de esta manera el Señor de la ley dará bendición, e irán de virtud en virtud como de grado en grado, y será visto el Dios de los dioses en Sión, el cual es el tesoro de la fortaleza de Sión, que es la bienaventuranza".

2. Podemos también llamarla escala porque, así como ocurre con la escala, esos mismos peldaños que tiene para subir los tiene también para bajar, así también esta secreta contemplación: esas mismas comunicaciones que hace al alma, que la levantan en Dios, la humillan en sí misma. Porque las comunicaciones que verdaderamente son de Dios poseen esta propiedad: que a la misma vez levantan y humillan al alma. Y es que en este camino el bajar es subir, y el subir, bajar, pues el que se humilla es ensalzado, y el que se ensalza, humillado (Lc. 14, 11). Y, además de esto de que la virtud de la humildad es grandeza, para ejercitar al alma en ella suele Dios hacerla subir por esta escala para que baje, y hacerla bajar para que suba, para que así se cumpla lo que dice el Sabio (Pv. 18, 12), es a saber: "Antes que el alma sea ensalzada, es humillada; y antes que sea humillada, es ensalzada".

3. Lo cual, hablando ahora de manera natural, echará bien de ver el alma que quisiere detenerse en ello, y cómo en este camino material (dejando aparte lo espiritual, que no se percibe) se dará cuenta de los numerosos altibajos que padece, y cómo tras la prosperidad que goza, luego se sigue alguna tempestad y trabajo, tanto que parece que le dieron aquella bonanza para prevenirla y esforzarla para la siguiente penuria, y cómo también, después de la miseria y tormenta, se sigue abundancia y bonanza, de manera que le parece al alma que, para hacerla aquella fiesta, la pusieron primero en aquella vigilia. Y éste es el ordinario estilo y ejercicio del estado de contemplación hasta llegar al estado de quietud: que nunca permanece en un estado, sino todo es subir y bajar.

4. Y la causa de esto es que, como el estado de perfección -el cual consiste en perfecto amor de Dios y desprecio de sí mismo- no puede estar sino con estas dos partes, que es conocimiento de Dios y de sí mismo, de necesidad ha de ser el alma ejercitada primero en el uno y en el otro, dándole ahora a gustar lo uno engrandeciéndola, y haciéndola a continuación probar lo otro y humillándola hasta que, adquiridos los hábitos perfectos, cese ya el subir y bajar, habiendo ya llegado y viéndose con Dios, que está en el fin de esta escala y sobre la cual se apoya y estriba (nota del actualizador: nos elevamos cuando conocemos y nos acercamos a Dios, y nos humillamos cuando reconocemos nuestras miserias y nos damos cuenta de ellas, percatándonos de lo indignos que somos de Su presencia, compañía o/y gozos).

Tengamos en cuenta que esta escala de contemplación que, como hemos dicho, procede de Dios, es figurada por aquella escala que vio Jacob durmiendo, por la cual subían y descendían ángeles de Dios al hombre y del hombre a Dios, el cual estaba situado en el extremo de la escala (Gn. 28, 12). Todos estos acontecimientos dice la Escritura divina que pasaban de noche y estando Jacob dormido, para dar a entender cuán secreto y diferente del saber del hombre es este camino y ascenso para llegar a Dios. Lo cual se ve bien puesto que, ordinariamente, lo que en el alma es de más provecho, que es irse perdiendo y aniquilando a sí misma, se tiene sin embargo por peor; curiosamente lo que menos vale (que es hallar su propio consuelo y su gusto, con lo cual ordinariamente antes pierde que gana), si eso hace, el alma tiene como si fuera algo mejor (nota del actualizador: siendo, sin embargo, lo peor para el alma).

5. Pero hablando ahora algo más sustancialmente de esta escala de secreta contemplación, diremos que la propiedad principal por la que aquí se llama escala o escalera es porque la contemplación es ciencia de amor, la cual, como hemos dicho, es una comunicación infusa y amorosa de Dios, que simultáneamente va ilustrando [dando luz] y enamorando al alma hasta subirla de grado hasta Dios, su Creador, porque sólo el amor es el que une y junta al alma con Dios.

Por lo tanto y para que se pueda ver más claro iremos aquí apuntando los grados de esta divina escala, mencionando con brevedad las señales y efectos de cada uno de ellos, para que por ellos pueda deducir cada alma en cual de ellos se encontrara. Y así, los distinguiremos por sus efectos, como hace san Bernardo y santo Tomás [el escrito que sigue muy de cerca el Santo en los dos capítulos siguientes es un apócrifo atribuido por unos a S. Tomás, por otros, a S. Bernardo. La crítica moderna está de acuerdo en prohijárselo a un dominico del s. XIII o XIV de nombre Elvico Teutónico. El opúsculo en cuestión "De decem gradibus amoris secundum Bernardum", junto con el otro apócrifo tomista "De dilectione Dei et proximi", corrió en impresiones asequibles al Santo, como en la edición piana de 1571] ya que conocer estos grados en sí, por cuanto esta escala de amor es, como hemos dicho, tan secreta que sólo Dios es el que la mide y pondera, no es posible por vía natural (nota del actualizador: de manera que para reconocerlos en esta existencia sólo nos es posible por sus efectos y señales, como acaba de indicarnos el Santo).


8.10.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (24)



CAPÍTULO 7.
Se explica de qué forma los apetitos atormentan al alma, y se prueba también por comparaciones y aclaraciones autorizadas.


1. La segunda manera de mal impositivo que causan al alma los apetitos es que la atormentan y afligen de la misma forma del que está atado por cuerdas, amarrado por alguna parte, de cuyo tormento hasta que se libre no descansa. Y de estos dice David (Sal. 118, 61): "Los cordeles de mis pecados, que son mis apetitos, en derredor me han apretado".
Y de la misma manera que se atormenta y aflige al que desnudo se acuesta sobre espinas y puntas, así se atormenta el alma y aflige cuando sobre sus apetitos se recuesta. Porque, a manera de espinas, hieren y lastiman, y laceran y dejan dolor. Y de ellos también dice David (Sal. 117, 12): "Me rodearon como abejas, punzándome con sus aguijones, y se encendieron contra mí como espinas de fuego"; porque en los apetitos, que son las espinas, crece el fuego de la angustia y del tormento.
Y así como aflige y atormenta el gañán al buey debajo del arado con codicia de la mies que espera, así la concupiscencia aflige al alma debajo del apetito por conseguir lo que quiere. Lo cual se echa bien de ver en aquel apetito que tenía Dalila de saber por qué tenía tanta fuerza Sansón, que dice la Sagrada Escritura (Jue. 16, 163) que la fatigaba y atormentaba tanto, que la hizo desfallecer casi hasta morir, diciendo: "Presionándolo ella cada día con sus palabras e importunándolo, el alma de Sansón fue reducida a mortal angustia".

2. El apetito tanto más tormento es para el alma cuanto es más intenso. De manera que tanto hay de tormento cuanto hay de apetito, y tanto más tormentos tiene cuantos más apetitos la poseen; porque se cumple en la tal alma, aun en esta vida, lo que se dice en el Apocalipsis (18, 7) de Babilonia por estas palabras: "Tanto cuanto se quiso ensalzar y cumplir sus apetitos, dádselo de tormento y angustia". Y de la manera que es atormentado y afligido el que cae en manos de sus enemigos, así es atormentada y afligida el alma que se deja llevar de sus apetitos. De lo cual hay figura en el libro de los Jueces (16, 21), donde se lee que aquel fuerte Sansón, que antes era robusto y libre, y juez de Israel, cayendo en poder de sus enemigos, le quitaron la fortaleza, y le sacaron los ojos, y le ataron a moler en una muela, donde le atormentaron y afligieron mucho. Y así acaece al alma donde estos enemigos de apetitos viven y vencen, porque lo primero que hacen es enflaquecer al alma y cegarla y, como más tarde diremos, luego la afligen y atormentan, atándola a la muela de la concupiscencia, y los lazos con que está asida son sus mismos apetitos.

3. Por lo cual, habiendo tenido Dios lástima a estos que con tanto trabajo y tan a costa suya vagan por satisfacer la sed y hambre de su apetito en las criaturas, les dice por Isaías (55, 1­2): "Todos los que tenéis sed de apetitos, venid a las aguas, y todos los que no tenéis plata de propia voluntad y apetitos, daos prisa; comprad de mí y comed; venid y comprad de mí vino y leche, que es paz y dulzura espiritual, sin plata de propia voluntad, y sin darme por ello interés o trueque alguno del trabajo, como dais por vuestros apetitos. ¿Por qué dais la plata de vuestra voluntad por lo que no es pan, esto es, del espíritu divino, y poneis el trabajo de vuestros apetitos en lo que no os puede hartar? Venid, oyendome a mí, y comereis el bien que deseáis, y os deleitaréis con grosura vuestra alma".

4. Este venir a la grosura es salirse de todos los gustos de las criatura, porque la criatura atormenta, y el espíritu de Dios recrea. Y así, nos llama él por san Mateo (11, 28­29), diciendo: "Todos los que andáis atormentados, afligidos y cargados con la carga de vuestros cuidados y apetitos, salid de ellos, viniendo a mí, y yo os recrearé, y hallareis para vuestras almas el descanso que os quitan vuestros apetitos". Y así, son pesada carga esos apetitos porque de ellos dice David (Sal. 37, 5): "Pesaban sobre mí como una carga insoportable".


18.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (65)



11. Donde se ve claro que, cuanto más el alma se desnudare con la voluntad y afecto de las aprehensiones de las manchas de aquellas formas, imágenes y figuras en que vienen envueltas las comunicaciones espirituales que hemos dicho, no sólo no se priva de estas comunicaciones y de los bienes que ellas causan, sino que además se dispone mucho más para recibirlas con más abundancia, claridad y libertad de espíritu y sencillez, dejadas aparte todas aquellas aprehensiones, que son las cortinas y velos que encubren lo espiritual que allí hay, y esas cortinas ocupan el espíritu y sentido si en ellas se quisiese cebar, de manera que sencilla y libremente no se pueda comunicar el espíritu. Porque, estando ocupada con ese tipo de llamemos "corteza", está claro que no tiene libertad el entendimiento para recibir su sustancia de una manera más intensa. De donde, si el alma entonces las quiere admitir y hacer caso de ellas, sería prenderse y contentarse con lo menos que hay en ellas, que es todo lo que el alma puede retener y reconocer de ellas, lo cual es aquella forma e imagen y particular inteligencia, y no el fondo de las mismas. Porque lo principal de ellas, que es lo espiritual que se le infunde, no sabe ella aprehender ni entender, ni sabe cómo es, ni lo sabría decir, porque es puro espiritual. Solamente lo que de ellas sabe, como decimos, es lo menos que hay en ellas a su modo de entender, que son las formas por el sentido. Y por eso digo que pasivamente, sin que ella ponga su obra de entender y sin saberla poner ni se esfuerce, se le comunica de aquellas visiones lo que ella no supiera entender ni imaginar.

12. Por tanto, siempre se han de apartar los ojos del alma de todas estas aprehensiones que ella puede ver y entender distintamente (ya que ellas se comunican en sentido y no hacen fundamento ni seguro de fe), y ponerlos en lo que no ve ni pertenece al sentido, sino al espíritu, que no cae en figura de sentido, que es lo que la lleva a la unión en fe, la cual es el propio medio, como está dicho, es decir: sólo arrojarse a la fe, sin más. Y así le aprovecharán al alma estas visiones en sustancia para fe, cuando bien supiere negar lo sensible e inteligible de ellas y usara bien del fin que Dios tiene en darlas al alma, que no es sino desechándolas, dejándolas que surtan su efecto sin tratar de retenerlas. Porque, como dijimos de las corporales, no las da Dios para que el alma las quiera tomar y poner su asimiento en ellas.

13. Pero nace aquí una duda, y es: si es verdad que Dios da al alma las visiones sobrenaturales, no para que ella las quiera tomar, ni arrimarse a ellas, ni hacer caso de ellas, ¿para que se las da, pues en ellas puede el alma caer en muchos errores y peligros, o por lo menos en los inconvenientes que aquí se escriben para ir avanzando? Sobre todo si tenemos en cuenta que mayormente puede Dios dar al alma y comunicarle espiritualmente y en sustancia, lo que le comunica por el sentido mediante las mencionadas visiones en sus formas sensibles.

14. Responderemos a esta duda en el siguiente capítulo, y es de harta doctrina y bien necesaria, a mi modo de ver, así para los espirituales como para los que los instruyen, porque se enseña el estilo y fin que Dios en ellas lleva, el cual por no saberlo muchos da como resultado que ni se saben gobernar, ni encaminar a sí ni a otros en estas experiencias hacia la unión. Que piensan que, por el mismo caso que conocen ser verdaderas y de Dios es bueno admitirlas, y se aseguran en ellas, no mirando que tambien en estas hallará el alma su propiedad, y asimiento y prendimiento, como en las cosas del mundo, si no las sabe renunciar como a esas mismas del mundo. Y así les parece que es bueno admitir las unas y reprobar las otras, metiéndose a sí mismos y a las almas en gran trabajo y peligro acerca del discernir entre la verdad y falsedad de ellas. Que ni Dios les manda ponerse en ese trabajo, ni que a las almas sencillas y simples las metan en ese peligro y contienda, pues tienen doctrina sana y segura, que es la fe, con la cual han de progresar hacia adelante.

15. Esta fe no puede darse sin cerrar los ojos a todo lo que es de sentido e inteligencia clara y personal. Porque, aun con estar san Pedro tan cierto de la visión de gloria que vio en Cristo en la transfiguración, después de haberlo contado en su Epístola 2ª canónica (1, 17­18), no quiso que lo tomasen por principal testimonio de firmeza sino, encaminándolos a la fe, dijo (1, 19): "Y tenemos más firme testimonio que esta visión del Tabor, que son los dichos y palabras de los profetas que dan testimonio de Cristo, a las cuales haceis bien de recurrir, como a la candela que da luz en el lugar oscuro". En esta comparación, si quisiesemos mirar, hallaremos la doctrina que vamos enseñando. Porque en decir que miremos a la fe que hablaron los profetas como "a candela que luce en lugar oscuro", es decir que nos quedemos a oscuras, cerrados los ojos a todas esas otras luces, y que en esta tiniebla sola la fe, que tambien es oscura, sea luz a la cual nos arrimemos. Porque si nos queremos arrimar a otras luces claras, distintas y de inteligencias varias, ya nos dejamos de arrimar a la oscura, que es la fe, y nos deja de dar la luz en el lugar oscuro que dice san Pedro, dicho lugar, que aquí significa el entendimiento que es el candelero donde se asienta esta candela de la fe, ha de estar oscuro "hasta que le amanezca" en la otra vida "el día" de la clara visión de Dios, y en esta vida el de la transformación y unión con la divinidad.


28.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (75)




CAPÍTULO 21.
Se explica cómo, aunque Dios responde a lo que se le pide algunas veces, no gusta de que usen de tal recurso. Y prueba cómo, aunque condesciende y responde, muchas veces se enoja.

1. Se piensan seguros, como hemos dicho, algunos espirituales en tener por buena la curiosidad que algunas veces usan en procurar saber algunas cosas por vía sobrenatural, pensando que, pues como Dios algunas veces responde a instancia de ello, entonces es que es un buen recurso y que Dios gusta que lo usen. Como quiera que sea, no deja de ser verdad que, aunque les responde, ni es buen recurso ni Dios gusta de él, antes aún se disgusta; y no sólo eso, muchas más veces se enoja y ofende mucho.
La razón de esto es porque a ninguna criatura le es lícito salir fuera de los términos que Dios la tiene naturalmente ordenados para su gobierno. Al hombre le puso términos naturales y racionales para su gobierno, por lo que intentar o pugnar en salir de ellos no es lícito, y querer averiguar y alcanzar cosas por vía sobrenatural es salir de los términos naturales que Dios estableció. Luego es cosa no lícita, y luego Dios no gusta de esos recursos, pues de todo lo ilícito se ofende. Bien sabía esto el rey Acab pues que, aunque de parte de Dios le dijo Isaías que pidiese una señal, no quiso hacerlo, diciendo (Is. 7, 12): "No pedire tal cosa y no tentare a Dios". Porque tentar a Dios es querer tratarle por vías extraordinarias, cuales son las sobrenaturales.

2. Alguno dirá: "pues, si así es, que Dios no gusta, ¿por qué algunas veces responde Dios?". Digo que más bien algunas veces responde el demonio; y sobre las veces en que responde Dios digo que es: bien por la flaqueza del alma que quiere ir por aquel camino, para tratar que no se desconsuele y vuelva atrás, o para que no piense que Dios está mal con ella y se sienta demasiado disgustada o abandonada, o por otros fines que Dios sabe, fundados en la flaqueza y debilidad de aquel alma, y así por donde ve que conviene, responde y condesciende por ese tipo de vía. Como también lo hace con muchas almas flacas y y aún neonatas en darles gustos y suavidad en el trato con Dios muy sensible, según hemos mencionado capítulos anteriores, mas no porque Él quiera ni guste que se le trate con ese término ni por esa vía. Mas a cada uno da, como hemos dicho, según su modo, porque Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge según cómo sea el vaso que lleve, y a veces las deja coger por esos caños extraordinarios. Pero sin embargo no es esto excusa para que parezca lícito el querer coger el agua mediante esos utensilios, a no ser que recurra a ciertas experiencias sobrenaturales el mismo Dios, puesto que Él sí puede dar ese agua cuándo, cómo y a quién Él quiere, y por lo que Él quiere, sin que tenga que pretenderlo la otra parte. Y así, como decimos, algunas veces condesciende con el apetito y ruego de algunas almas, que porque son buenas y sencillas, no quiere dejar de acudir por no entristecerlas, mas no porque guste del tal recurso.

3. Lo cual se entenderá mejor por esta comparación. Tiene un padre de familia en su mesa muchos y diferentes manjares y unos mejores que otros. Está un niño pidiéndole de un plato, no del mejor, sino del primero que encuentra, y pide de aquel porque él sabe comer de aquel mejor que de otro. Y, como el padre ve que aunque le dé del mejor manjar no lo ha de tomar, sino aquel que pide, y que no tiene gusto sino en aquel, con el fin que no se quede sin su comida y desconsolado le da de aquel con tristeza. Como vemos que hizo Dios con los hijos de Israel cuando le pidieron rey: se lo dio de mala gana, porque no les iría bien. Y así, dijo a Samuel (1 Sm. 8, 7): "Oye la voz de este tu pueblo y concédeles el rey que te piden, porque no te han desechado a ti, sino a mí, para que no reine yo sobre ellos". A la misma manera condesciende Dios con algunas almas, concediendoles lo que no les está mejor, porque ellas no quieren o no saben ir sino por allí. Y así, tambien algunas alcanzan ternuras y suavidad de espíritu o sentido, y se lo da Dios porque no son para comer el manjar más fuerte y sólido de los trabajos de la cruz de su Hijo, a que Él querría echasen mano más que a ninguna otra cosa.

4. Aunque querer saber cosas por vía sobrenatural, por muy peor lo tengo que querer otros gustos espirituales en el sentido natural. Porque yo no veo por dónde el alma que pretende recurrir a la vía sobrenatural deje de pecar por lo menos venialmente, por más buenos fines que tenga y más puesta esté en perfección, y quien se lo mandase y consintiese también cometería falta. Porque no hay necesidad de nada de eso, pues hay razón natural y ley y doctrina evangélica suficientes por donde muy bastantemente se pueden regir, y no hay dificultad ni necesidad que no se pueda desatar y remediar por estos medios muy a gusto de Dios y provecho de las almas.
Y tanto nos hemos de aprovechar de la razón y doctrina evangélica que, aunque ahora queriendo nosotros, ahora no queriendo, se nos dijesen algunas cosas sobrenaturales, sólo hemos de recibir aquello que cae en dicha razón y ley evangélica. Y entonces recibirlo, no porque sea revelación, sino porque es razón, dejando aparte todo sentido de revelación; y aún entonces conviene mirar y examinar aquella razón mucho más que si no hubiese revelación sobre ella, por cuanto el demonio dice muchas cosas verdaderas y por acontecer, y muchas conformes a razón, solo para engañar.

5. De donde no nos queda en todas nuestras necesidades, trabajos y dificultades, otro medio mejor y más seguro que la oración y esperanza de que Él proveerá por los medios que dispusiere. Y este consejo se nos da en la sagrada Escritura (2 Par. 20, 12), donde leemos que, estando el rey Josafat afligidísimo cercado de enemigos, poniendose en oración, dijo el santo rey a Dios: "Cuando faltan los medios y no llega la razón a proveer en las necesidades, sólo nos queda levantar los ojos a Ti, para que tú proveas como mejor te agradare".


19.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (66)



CAPÍTULO 17.
Se explica la finalidad y el estilo que Dios tiene para comunicar al alma los bienes espirituales por medio de los sentidos, en lo cual se responde a la duda que se ha mencionado anteriormente.


1. Mucho hay que decir acerca del fin y estilo que Dios tiene en dar estas visiones, para levantar a una alma de su bajeza a su divina unión, de lo cual todos los libros espirituales tratan, y en este nuestro tratado también el estilo que llevamos es darlo a entender. Y por eso, en este capítulo solamente diré lo suficiente para responder a la duda planteada, la cual era: que, pues en estas visiones sobrenaturales hay tanto peligro y riesgo para ir avanzando, como hemos dicho, ¿por qué Dios, que es sapientísimo y amigo de apartar de las almas tropiezos y lazos, se las ofrece y comunica?

2. Para responder a esto, conviene primero poner tres fundamentos.
El primero es de san Pablo en los Romanos (13, 1), donde dice: "Las obras que son hechas, de Dios son ordenadas".
El segundo es del Espíritu Santo en el libro de la Sabiduría (8, 1), diciendo: "La Sabiduría de Dios, aunque toca desde un fin hasta otro fin" -es a saber, desde un extremo hasta otro extremo- "dispone todas las cosas con suavidad".
El tercero es de los teólogos, que dicen que "omnia movet secundum modum eorum", esto es: Dios mueve todas las cosas al modo de ellas (o sea, de su naturaleza).

3. Según, pues, estos fundamentos, está claro que para mover Dios al alma y levantarla del fin y extremo de su bajeza al otro fin y extremo de su alteza en su divina unión, lo ha de hacer ordenadamente y suavemente y al modo de la misma alma. Pues, como quiera que el orden que tiene el alma de conocer es por las formas e imágenes de las cosas creadas, y el modo de su conocer y saber es por los sentidos, de aquí es que, para levantar Dios al alma al sumo conocimiento, para hacerlo suavemente ha de comenzar y tocar desde el bajo fin y extremo de los sentidos del alma, para así irla llevando al modo de ella hasta el otro fin de su sabiduría espiritual, que no cae en sentido material. Por lo cual, la lleva primero instruyendo por formas e imágenes y vías sensibles al modo de entender de esa alma, ahora naturales, ahora sobrenaturales, y por discursos, hasta llegar a ese sumo espíritu de Dios.

4. Y esta es la causa por la que Dios le da las visiones y formas, imágenes y las demás experiencias sensitivas e inteligibles espirituales, no porque no quisiera Dios darle luego en el primer acto la sabiduría del espíritu, si los dos extremos, cuales son humano y divino, sentido y espíritu, de vía ordinaria pudieran convenir y juntarse con un solo acto, sin que intervengan primero otros muchos actos de disposiciones que ordenada y suavemente convengan entre sí, siendo unas fundamento y disposición para las otras, así como en los agentes naturales unas cosas llevan a otras. Y así, las primeras sirven a las segundas, y las segundas a las terceras, y de ahí adelante, ni más ni menos. Y así va Dios perfeccionando a la persona al modo de la misma persona, por lo más bajo y exterior, hasta lo más alto e interior.
De donde primero le perfecciona el sentido corporal, moviendole a que use de buenos objetos naturales puros y edificantes exteriores, como oír sermones, misas, ver cosas santas, mortificar el gusto en la comida, macerar con penitencia y santo rigor el tacto...
Y cuando ya están estos sentidos algo dispuestos, los suele perfeccionar más, haciendoles algunos favores sobrenaturales y dándole algunas gracias para confirmarlos más en el bien, ofreciendoles algunas comunicaciones sobrenaturales, así como visiones de santos o cosas santas corporalmente, olores suavísimos y locuciones, y en el tacto grandísimo deleite con que se confirma mucho el sentido en la virtud y se enajena del apetito de los malos objetos.
Y luego de eso, los sentidos corporales interiores, de los que aquí vamos tratando, como son la imaginación y la fantasía, juntamente se los va perfeccionando y habituando al bien con consideraciones, meditaciones y discursos santos, y en todo esto instruyendo al espíritu.
Y ya todos estos sentidos dispuestos con este ejercicio natural, suele Dios ilustrarlos y espiritualizarlos más con algunas visiones sobrenaturales, que son las que aquí vamos llamando imaginarias, en las cuales juntamente y a la par, como hemos dicho, se aprovecha mucho el espíritu, el cual así en las unas como en las otras se va desenrudeciendo y reformando poco a poco. Y de esta manera va Dios llevando al alma de grado en grado hasta lo más interior. No porque sea siempre necesario guardar este orden de primero y postrero tan puntual como estricto, porque a veces hace Dios uno sin otro, y por lo más interior lo menos interior, y a veces todo junto, siempre todo ello como Dios ve que conviene al alma o como le quiere hacer las gracias. Pero la vía ordinaria y común es conforme a lo dicho.


26.10.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (42)



5. Por tanto, en este negocio el entrar en camino es dejar su camino o, por decirlo mejor, es pasar a la meta; y dejar su modo es entrar en lo que no tiene modo, que es Dios. Porque el alma que a este estado llega ya no tiene modos ni maneras, ni menos se adhiere ni se puede adherir a ellos. Digo modos de entender, ni de gustar, ni de sentir, aunque en sí encierra todos los modos, al modo del que no tiene nada, que lo tiene todo; porque, teniendo ánimo para pasar de su limitado natural interior y exteriormente, entra en límite sobrenatural que no tiene modo alguno, teniendo en sustancia -o sea, en sí mismo- todos los modos. De donde el venir aquí es el salir de allí, y de aquí y de allí saliendo de sí muy lejos, o dicho de otra manera: de lo que está abajo para ir a sobre lo que está en todo lo alto.

6. Por tanto, trasponiendose a todo lo que espiritual y naturalmente puede saber y entender, ha de ansiar el alma con todo deseo venir a aquello que en esta vida no puede saber ni caber en su corazón, y dejando atrás todo lo que temporal y espiritualmente gusta y siente y puede gustar y sentir en esta vida, ha de desear con todo anhelo ir a aquello que excede todo sentimiento y gusto. Y, para quedar libre y vacía para ello, en ninguna manera ha de adueñarse de cuanto en su alma recibiere espiritual o sensitivamente, como diremos luego cuando esto tratemos de manera más particular, teniendo así todo como si fuera de mucho menos valor. Porque, cuanto más piensa que es aquello que entiende, gusta e imagina, y cuanto más lo estima, ahora sea espiritual, ahora material, tanto más quita del Supremo Bien y más se retarda de ir hacia Él. Y cuanto menos piensa qué es lo que puede tener, por más que sea valioso, en lo que respecta al Sumo Bien tanto más pone en Él y más lo estima y, por el consiguiente, tanto más se acerca a ese Sumo Bien. Y de esta forma, a oscuras, de manera muy notable se va acercando el alma a la unión por medio de la fe, que también es oscura, y de esta manera la provee de admirable luz la fe. Cierto que, si el alma quisiese ver, harto más presto se oscurecería acerca de Dios que el que abre los ojos a ver el gran resplandor del sol.

7. Por tanto, en este camino, cegándose en sus potencias ha de ver luz, según lo que el Salvador dice en el Evangelio (Jn. 9, 39) de esta manera: "Yo he venido a este mundo para juicio; de manera que los que no ven vean, y los que ven, se hagan ciegos". Lo cual, así como suena, se ha de entender acerca de este camino espiritual que el alma que estuviese a oscuras y se cegare en todas sus luces propias y naturales, verá sobrenaturalmente, y la que a alguna luz suya se quisiere arrimar y dejarse alumbrar por ella tanto más se cegará y se detendrá en el camino de la unión.

8. Y para aclararlo de manera algo menos confusa creo que será necesario dar a entender en el siguiente capítulo qué consideramos a lo que llamamos "unión del alma con Dios" porque, entendido esto, se dará mucha claridad en lo que más adelante iremos exponiendo. Por lo tanto entiendo viene bien aquí el tratar de esa unión, puesto que podría decirse que ya va siendo hora y éste es el momento apropiado de hacerlo. Porque, aunque explicándolo vamos a cortar un poco el hilo de lo que hemos estado tratando, no es fuera de propósito, pues en este lugar sirve para dar luz en torno a lo que vamos tratando y así servirá el capítulo infrascrito como de paréntesis, puesto entre una misma entimema, pues luego habremos de tratar más concretamente de las tres potencias del alma respecto de las tres virtudes teologales alrededor de esta segunda noche.


7.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (54)



5. Y, además de eso, como ve el alma que le suceden tales cosas y extraordinarias, muchas veces se le ingiere secretamente cierta opinión de sí de que ya es algo delante de Dios, lo cual es contrario a la humildad. Y también el demonio sabe incitar en el alma satisfacción sobre sí misma de manera oculta, y a veces harto manifiesta. Y, por eso, él pone muchas veces estos objetos en los sentidos, demostrando a la vista figuras de santos y resplandores hermosísimos, y palabras a los oídos harto disimuladas, y olores muy suaves, y dulzuras en la boca, y en el tacto deleite para que, engolosinándolos por allí, los induzca en muchos males.
Por tanto, siempre se han de desechar tales representaciones y sentimientos porque, dado caso que algunas sean de Dios, no por eso se hace a Dios agravio ni se deja de recibir el efecto y fruto que quiere Dios por ellas hacer al alma, aunque el alma las deseche y no las quiera.

6. La razón de esto es porque la visión corporal o sentimiento en alguno de los otros sentidos, así como también en otra cualquiera comunicación de las más interiores, si es de Dios, en ese mismo punto que parece o se siente hace su efecto en el espíritu, sin dar lugar a que el alma tenga tiempo de deliberación en quererlo o no quererlo. Porque, así como Dios da aquellas cosas sobrenaturalmente sin diligencia bastante y sin habilidad de ella, (así, sin la diligencia y si nuestra habilidad del alma), hace Dios el efecto que quiere con las tales cosas en el alma, porque es algo que se hace y obra pasivamente en el espíritu. Y así, no consiste en querer o no querer para que sea o deje de ser; es como si a uno echasen fuego estando desnudo, poco aprovecharía no querer quemarse, porque el fuego por fuerza había de hacer su efecto. Son así las visiones y representaciones buenas que, aunque el alma no quiera, hacen su efecto en ella primera y principalmente que en el cuerpo.
Tambien las que son de parte del demonio, sin que el alma las quiera, causan en ella alboroto o sequedad, o vanidad o presunción en el espíritu. Aunque estas no son de tanta eficacia en el alma como las de Dios en el bien, porque las del demonio sólo pueden poner primeros movimientos en la voluntad y no moverla a más si ella no quiere, y alguna inquietud que no dura mucho siempre y cuando el poco ánimo y recato del alma no dé causa de que dure. Mas las que son de Dios penetran el alma, y mueven la voluntad a amar, y dejan su efecto, al cual no puede el alma resistir aunque quiera, lo mismo que la vidriera no puede impedir el paso del rayo de sol cuando da en ella.

7. Por tanto, el alma nunca se ha de atrever a quererlas admitir aunque, como digo, sean de Dios, porque si las quiere admitir o apropiárselas hay seis inconvenientes:
- El primero, que se le va disminuyendo la fe, porque mucho derogan a la fe las cosas que se experimentan con los sentidos. Y es que la fe, como ya explicamos, es sobre todo sentido. Y así se aparta uno del medio de la unión de Dios, puesto que no cerramos los ojos del alma a todas esas cosas de sentido.
- Lo segundo, que son impedimento para el espíritu si no se niegan, porque se detiene en ellas el alma y no vuela el espíritu a lo invisible. De donde una de las causas por donde dijo el Señor (Jn. 16, 7) a sus discípulos que les convenía que Él se fuese para que viniese el Espíritu Santo, era esta. Así como tampoco dejó a María Magdalena (Jn. 20, 17) que llegase a sus pies después de resucitado, para que así se fundase en fe y no en la materia.
- Lo tercero es que va el alma teniendo propiedad en las tales cosas y no camina a la verdadera resignación y desnudez de espíritu.
- Lo cuarto, que va perdiendo el efecto de ellas y el fruto que causan en lo interior, porque pone los ojos en lo sensual de ellas, que es lo menos principal. Y así no recibe tan copiosamente el espíritu que causan, el cual se imprime y conserva más y mejor negando todo lo sensible, que en las experiencias que son muy diferentes del puro espíritu.
- Lo quinto, que va perdiendo las gracias de Dios, porque las va tomando con deseo de apropiarse de ellas y no se aprovecha bien de sus efectos. Y tomándolas con propiedad y no aprovechándose de ellas, es querer reservárselas, sin embargo no se las da Dios para que el alma las quiera tomar, por lo que nunca se ha de determinar el alma a creer que son de Dios, simplemente es mejor dejar que pasen y que ellas solas provoquen sus efectos.
- Lo sexto es que en quererlas admitir abre puerta al demonio para que le engañe en otras semejantes, las cuales sabe él muy bien disimular y disfrazar, de manera que se parezcan a las buenas. Y es que éste ser maligno puede, como dice el Apóstol (2 Cor. 11, 14) transfigurarse en ángel de luz. De lo cual trataremos más adelante, con el favor divino, en el libro tercero, en el capítulo sobre la guía espiritual.

8. Por tanto, siempre conviene al alma desecharlas a ojos cerrados, sean de quienes fuesen. Porque si no lo hiciese, tanto lugar daría a las del demonio, y al demonio tanta mano, que no sólo a vueltas de las unas recibiría las otras, mas de tal manera irían multiplicándose las del demonio y cesando las de Dios, y al final todo se vendría a quedar en demonio y nada de Dios, como ha acaecido a muchas almas incautas y de poco saber, las cuales de tal manera se aseguraron en recibir estas cosas, que muchas de ellas luego tuvieron que esforzarse mucho para poder volver a Dios en la pureza de la fe, e incluso muchas no pudieron ya volver, habiendo ya el demonio echado en ellas muchas raíces. Por eso es bueno cerrarse en ellas y negarlas todas, porque en las malas se quitan los errores del demonio, y en las buenas el impedimento de la fe, y de esa manera coge el espíritu el fruto de ellas y nos evitamos a la vez los errores. Y así como cuando el alma las aprisiona las va Dios quitando, porque en ellas tienen propiedad no aprovechándose ordenadamente de ellas, entonces va el demonio ingiriendo y aumentando las suyas, porque halla lugar y causa para ellas. Sin embargo, cuando el alma está resignada y contraria a ellas, el demonio va cesando puesto que ve que no hace daño, y Dios, por el contrario, va aumentando y aventajando las gracias en aquella alma humilde y desapropiada, haciéndola avanzar sobre lo mucho, como al siervo que fue fiel en lo poco (Mt. 25, 21).


20.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (67)



5. De esta manera, pues, la va Dios instruyendo y haciendola espiritual, comenzándole a comunicar lo espiritual desde las cosas exteriores, palpables y acomodadas al sentido, según la pequeñez y poca capacidad del alma, para que mediante la corteza de aquellas cosas sensibles, que de suyo son buenas, vaya el espíritu haciendo actos particulares y recibiendo tantos bocados de comunicación espiritual que venga a hacer hábito en lo espiritual y llegue a la sustancia de espíritu, que es ajena de todo sentido al cual, como hemos dicho, no puede llegar el alma sino muy poco a poco, a su modo, por el mismo sentido al que siempre ha estado asida.
Y así, a la medida que va llegando más al espíritu acerca del trato con Dios, se va desnudando más y vaciando de las vías del sentido, que son las del discurrir y meditación imaginaria. De donde, cuando llegare perfectamente al trato con Dios de espíritu, necesariamente ha de haber evacuado todo lo que acerca de Dios podía caer en sentido (cf. 1 Cor. 13, 10), así como cuanto más una cosa se va arrimando más a un extremo, más se va alejando y enajenando del otro, y cuando perfectamente se arrimare, perfectamente se habrá tambien apartado del otro extremo. Por lo cual comúnmente se dice este adagio espiritual: "Gustato spiritu, desipit omnis caro", que quiere decir: "Una vez recibido el gusto y sabor del espíritu, toda carne es insípida". Esto es: no aprovechan ni entran en gusto todas las vías de la carne, en lo cual se entiende respecto a todo trato de sentido acerca de lo espiritual. Y está claro, porque si es espíritu, ya no cae en sentido, y si es que puede asimilarlo el sentido, ya no es puro espíritu. Porque cuanto más de ello puede saber el sentido y aprehensión natural, tanto menos tiene de espíritu y de sobrenatural, como hemos dado a entender líneas arriba.

6. Por tanto, el espíritu ya perfecto no hace caso del sentido, ni recibe por él, ni principalmente se sirve ni ha menester servirse de él para con Dios, como hacía antes cuando no había crecido en espíritu. Y esto es lo que quiere decir aquella autoridad de san Pablo a los Corintios (1 Cor. 13, 11), diciendo: "Cuando era yo pequeñuelo, sabía como pequeñuelo, hablaba como pequeñuelo, pensaba como pequeñuelo; pero cuando fui hecho varón, abandoné las cosas que eran de pequeñuelo".
Ya hemos dado a entender cómo las cosas del sentido y el conocimiento que el espíritu puede sacar por ellas son ejercicio de pequeñuelo. Y así, si el alma se quisiese siempre asir a ellas y no desarrimarse de ellas, nunca dejaría de ser un niño pequeñuelo, y siempre hablaría de Dios como pequeñuelo, y sabría de Dios como pequeñuelo, y pensaría de Dios como pequeñuelo. Porque agarrándose a la corteza del sentido, que es en este caso lo pequeñuelo, nunca vendría a la sustancia del espíritu, que es el varón perfecto. Y así, no ha de querer el alma admitir las dichas revelaciones para ir creciendo, aunque Dios se las ofrezca, así como el niño ha menester dejar el pecho con el fin de que su paladar se dé a manjar más sustancial y fuerte.

7. Pues luego diréis: ¿será menester que el alma, cuando es pequeñuelo, las quiera tomar, y las deje cuando es mayor, así como el niño es menester que quiera tomar el pecho para sustentarse, hasta que sea mayor para poderlo dejar?
Respondo que, acerca de la meditación y discurso natural en que comienza el alma a buscar a Dios, es verdad que no ha de dejar el pecho del sentido para irse alimentando del mismo hasta que llegue a sazón y tiempo que pueda dejarle, que es cuando Dios pone al alma en trato más espiritual, que es la contemplación, de lo cual dimos ya doctrina en el capítulo 13 de este libro. Pero cuando son visiones imaginarias u otras aprehensiones sobrenaturales que pueden caer en el sentido sin el albedrío del hombre, digo que en cualquier tiempo y sazón, ahora sea en estado perfecto, ahora en menos perfecto, aunque sean de parte de Dios, no las ha el alma de querer admitir, por dos cosas:
- La una porque Dios, como hemos dicho, hace en el alma su efecto sin que ella sea parte para impedirlo, aunque impida y pueda impedir la visión, lo cual acontece muchas veces. Y, por consiguiente, aquel efecto que había de causar en el alma mucho más se le comunica en sustancia, aunque no sea en aquella manera. Porque, como tambien dijimos, el alma no puede impedir los bienes que Dios le quiere comunicar, ni es parte para ello, si no es con alguna imperfección y propiedad. Y en renunciar a estas cosas con humildad y recelo ninguna imperfección ni propiedad hay.
- La segunda es por librarse del peligro y trabajo que hay en discernir las malas de las buenas, y conocer si es ángel de luz o de tinieblas (2 Cor. 11, 14); en lo cual no hay provecho ninguno, sino gastar tiempo y enredar el alma con aquello y ponerse en ocasiones de muchas imperfecciones y de no ir hacia adelante. Si esto ocurre acaba el alma por desviarse de lo importante, y no se pone el alma en lo que hace al caso, con lo cual es mejor desprenderse de menudencias de aprehensiones e inteligencias y opiniones particulares, según queda dicho de las visiones corporales y de las que se dirá más adelante.

8. Y téngase esto en cuenta: que si Nuestro Señor no hubiese de llevar el alma al modo de la misma alma, como aquí decimos, nunca le comunicaría la abundancia de su espíritu por esos arcaduces tan angostos de formas y figuras y particulares inteligencias, por medio de las cuales da el sustento al alma por migajas, en pequeñas gotas. Que por eso dijo David (Sal. 147, 17): "Envía su sabiduría a las almas como a bocados". Lo cual es harto de doler que, teniendo el alma capacidad infinita, la anden dando a comer por bocados del sentido, debido a su poco espíritu e inhabilidad sensual. Y por eso tambien a san Pablo le daba pena esta poca disposición y pequeñez para recibir el espíritu cuando, escribiendo a los de Corinto (1 Cor. 3, 1­2), dijo: "Yo, hermanos, como viniese a vosotros, no os pude hablar como a espirituales, sino como a carnales; porque no pudisteis recibirlo, ni tampoco ahora podéis". Esto es: Como a pequeñuelos en Cristo os di a beber leche y no a comer manjar sólido.

9. Falta, pues, ahora saber que el alma no ha de poner los ojos en aquella corteza de figuras y objetos que se le ponen frente a ella sobrenaturalmente, ahora sea acerca del sentido exterior, como son locuciones y palabras al oído y visiones de santos a los ojos, y resplandores hermosos, y olores a las narices, y gustos y suavidades en el paladar, y otros deleites en el tacto, que suelen proceder del espíritu, lo cual es más ordinario a los espirituales. Ni tampoco ha de poner atención en cualesquiera visiones del sentido interior, como son las imaginarias, antes debe renunciarlas todas. Sólo ha de poner los ojos en aquel buen espíritu que causan, procurando conservarle en obrar y poner por ejercicio lo que es de servicio de Dios ordenadamente, sin advertencia de aquellas representaciones ni de querer algún gusto sensible. Y así, se toma de estas cosas sólo lo que Dios pretende y quiere, que es el espíritu de devoción, puesto que no las da para otro fin principal, con lo cual se deja lo que Él dejaría de dar si se pudiesen recibir estas experiencias directamente en el espíritu sin ningún disfraz de ellas ni corteza (como hemos dicho, cual es el ejercicio y aprehensión del sentido material).