CAPÍTULO 6.
Se explica lo provechoso que es para el alma estar en el olvido y vacío de todos los pensamientos y noticias que la memoria de forma natural o mundana puede tener.
1. Por los daños que hemos dicho que al alma tocan por las aprehensiones de la memoria, podemos también deducir los provechos a ellos contrarios que se le siguen del olvido y vacío de ellas pues, según dicen los naturales, la misma doctrina que sirve para un contrario sirve también para el otro.
Así, cuanto a lo primero, goza de tranquilidad y paz del ánimo, pues carece de la turbación y alteración que nacen de los pensamientos y noticias de la memoria y por el consiguiente, de pureza de conciencia y de alma, que es más. Y en esto tiene gran disposición para la sabiduría humana y divina, y así para las virtudes.
2. Cuanto a lo segundo, se libra uno de muchas sugestiones y tentaciones, ardices y movimientos del demonio, que por medio de los pensamientos y noticias este maligno ingiere en el alma y la hace caer en muchas impurezas y pecados, según dice David (Sal. 72, 8): "Pensaron y hablaron maldad". Y así, quitados los pensamientos de en medio, no tiene el demonio con qué combatir al espíritu en su forma natural.
3. Cuanto a lo tercero, tiene en sí el alma, mediante este olvido y recogimiento de todas las cosas, disposición para ser movida del Espíritu Santo y enseñada por Él. Éste Espíritu, como dice el Sabio (Sab. 1, 5), se aparta de los pensamientos que son fuera de razón.
Pero, aunque otro provecho no se siguiese a la persona que las penas y turbaciones de que se libra por este olvido y vacío de memoria, es ya de por sí gran ganancia y bien para ella. Y es que se debe tener en cuenta que las penas y turbaciones que de las cosas y casos adversos en el alma se crean y surgen, de nada sirven ni aprovechan para la bonanza de los mismos casos y cosas, antes de ordinario, no sólo a sus cuerpos, sino a la misma alma dañan. Por lo cual dijo David (Sal. 38, 7): "De verdad, vanamente se conturba todo hombre". Porque claro está que siempre es vano el conturbarse, pues nunca sirve para provecho alguno. Y así, aunque todo se acabe y se hunda y todas las cosas sucedan al revés y adversas, vano es el turbarse puesto que haciendo eso antes se dañan más que se remedian. Y llevarlo todo con igualdad tranquila y pacífica, con equilibrio de mente y sosiego, no sólo aprovecha al alma para muchos bienes, sino también para que en esas mismas adversidades se acierte mejor a juzgar de ellas y ponerles el remedio más conveniente.
4. Por esto conociendo bien Salomón (Ecli. 3, 12) el daño y provecho en este aspecto, dijo: "Conocí que no había cosa mejor para el hombre que alegrarse y hacer bien en su vida". Donde da a entender que en todos los casos, por adversos que sean, antes nos hemos de alegrar que turbar con el fin de no perder el mayor bien en toda la prosperidad, que es la tranquilidad del ánimo y paz en todas las cosas adversas y prósperas, llevándolas todas de una misma manera. La gente nunca perdería esta alegría si no sólo se olvidase de las noticias y dejase sus pensamientos, más aún se apartase incluso de oír, y ver, y tratar cuanto en sí fuese. Pues que nuestro ser es tan fácil y deleznable que, aunque esté bien ejercitado, apenas dejará de tropezar con la memoria en cosas que turben y alteren el ánimo que estaba en paz y tranquilidad, por lo que es mejor no acordarse de todas esas cosas. Que por eso dijo Jeremías (Lm. 3, 20): "Con memoria me acordaré, y mi alma en mí desfallecerá con dolor".
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