CAPÍTULO 21.
Se explica cómo, aunque Dios responde a lo que se le pide algunas veces, no gusta de que usen de tal recurso. Y prueba cómo, aunque condesciende y responde, muchas veces se enoja.
1. Se piensan seguros, como hemos dicho, algunos espirituales en tener por buena la curiosidad que algunas veces usan en procurar saber algunas cosas por vía sobrenatural, pensando que, pues como Dios algunas veces responde a instancia de ello, entonces es que es un buen recurso y que Dios gusta que lo usen. Como quiera que sea, no deja de ser verdad que, aunque les responde, ni es buen recurso ni Dios gusta de él, antes aún se disgusta; y no sólo eso, muchas más veces se enoja y ofende mucho.
La razón de esto es porque a ninguna criatura le es lícito salir fuera de los términos que Dios la tiene naturalmente ordenados para su gobierno. Al hombre le puso términos naturales y racionales para su gobierno, por lo que intentar o pugnar en salir de ellos no es lícito, y querer averiguar y alcanzar cosas por vía sobrenatural es salir de los términos naturales que Dios estableció. Luego es cosa no lícita, y luego Dios no gusta de esos recursos, pues de todo lo ilícito se ofende. Bien sabía esto el rey Acab pues que, aunque de parte de Dios le dijo Isaías que pidiese una señal, no quiso hacerlo, diciendo (Is. 7, 12): "No pedire tal cosa y no tentare a Dios". Porque tentar a Dios es querer tratarle por vías extraordinarias, cuales son las sobrenaturales.
2. Alguno dirá: "pues, si así es, que Dios no gusta, ¿por qué algunas veces responde Dios?". Digo que más bien algunas veces responde el demonio; y sobre las veces en que responde Dios digo que es: bien por la flaqueza del alma que quiere ir por aquel camino, para tratar que no se desconsuele y vuelva atrás, o para que no piense que Dios está mal con ella y se sienta demasiado disgustada o abandonada, o por otros fines que Dios sabe, fundados en la flaqueza y debilidad de aquel alma, y así por donde ve que conviene, responde y condesciende por ese tipo de vía. Como también lo hace con muchas almas flacas y y aún neonatas en darles gustos y suavidad en el trato con Dios muy sensible, según hemos mencionado capítulos anteriores, mas no porque Él quiera ni guste que se le trate con ese término ni por esa vía. Mas a cada uno da, como hemos dicho, según su modo, porque Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge según cómo sea el vaso que lleve, y a veces las deja coger por esos caños extraordinarios. Pero sin embargo no es esto excusa para que parezca lícito el querer coger el agua mediante esos utensilios, a no ser que recurra a ciertas experiencias sobrenaturales el mismo Dios, puesto que Él sí puede dar ese agua cuándo, cómo y a quién Él quiere, y por lo que Él quiere, sin que tenga que pretenderlo la otra parte. Y así, como decimos, algunas veces condesciende con el apetito y ruego de algunas almas, que porque son buenas y sencillas, no quiere dejar de acudir por no entristecerlas, mas no porque guste del tal recurso.
3. Lo cual se entenderá mejor por esta comparación. Tiene un padre de familia en su mesa muchos y diferentes manjares y unos mejores que otros. Está un niño pidiéndole de un plato, no del mejor, sino del primero que encuentra, y pide de aquel porque él sabe comer de aquel mejor que de otro. Y, como el padre ve que aunque le dé del mejor manjar no lo ha de tomar, sino aquel que pide, y que no tiene gusto sino en aquel, con el fin que no se quede sin su comida y desconsolado le da de aquel con tristeza. Como vemos que hizo Dios con los hijos de Israel cuando le pidieron rey: se lo dio de mala gana, porque no les iría bien. Y así, dijo a Samuel (1 Sm. 8, 7): "Oye la voz de este tu pueblo y concédeles el rey que te piden, porque no te han desechado a ti, sino a mí, para que no reine yo sobre ellos". A la misma manera condesciende Dios con algunas almas, concediendoles lo que no les está mejor, porque ellas no quieren o no saben ir sino por allí. Y así, tambien algunas alcanzan ternuras y suavidad de espíritu o sentido, y se lo da Dios porque no son para comer el manjar más fuerte y sólido de los trabajos de la cruz de su Hijo, a que Él querría echasen mano más que a ninguna otra cosa.
4. Aunque querer saber cosas por vía sobrenatural, por muy peor lo tengo que querer otros gustos espirituales en el sentido natural. Porque yo no veo por dónde el alma que pretende recurrir a la vía sobrenatural deje de pecar por lo menos venialmente, por más buenos fines que tenga y más puesta esté en perfección, y quien se lo mandase y consintiese también cometería falta. Porque no hay necesidad de nada de eso, pues hay razón natural y ley y doctrina evangélica suficientes por donde muy bastantemente se pueden regir, y no hay dificultad ni necesidad que no se pueda desatar y remediar por estos medios muy a gusto de Dios y provecho de las almas.
Y tanto nos hemos de aprovechar de la razón y doctrina evangélica que, aunque ahora queriendo nosotros, ahora no queriendo, se nos dijesen algunas cosas sobrenaturales, sólo hemos de recibir aquello que cae en dicha razón y ley evangélica. Y entonces recibirlo, no porque sea revelación, sino porque es razón, dejando aparte todo sentido de revelación; y aún entonces conviene mirar y examinar aquella razón mucho más que si no hubiese revelación sobre ella, por cuanto el demonio dice muchas cosas verdaderas y por acontecer, y muchas conformes a razón, solo para engañar.
5. De donde no nos queda en todas nuestras necesidades, trabajos y dificultades, otro medio mejor y más seguro que la oración y esperanza de que Él proveerá por los medios que dispusiere. Y este consejo se nos da en la sagrada Escritura (2 Par. 20, 12), donde leemos que, estando el rey Josafat afligidísimo cercado de enemigos, poniendose en oración, dijo el santo rey a Dios: "Cuando faltan los medios y no llega la razón a proveer en las necesidades, sólo nos queda levantar los ojos a Ti, para que tú proveas como mejor te agradare".
| Preparación: Oratorio Carmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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