Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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3.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (168)



CAPÍTULO 13
Se explican otros provechos que causa en el alma esta noche oscura del sentido.


1. Acerca de las imperfecciones que en la avaricia espiritual tenía, en que codiciaba unas y otras cosas espirituales y nunca se veía satisfecha el alma de unos y otros ejercicios debido a la codicia del apetito y gusto que hallaba en ellos, ahora en esta noche seca y oscura anda bien reformada porque, como no halla el gusto y sabor que solía (más bien halla en ella sinsabor y trabajo), con tanta templanza usa de los elementos espirituales que por ventura lo que perdía largamente en el anterior estado, ahora es más difícil echarlo a perder. Aunque a los que Dios pone en esta noche comúnmente les da humildad y prontitud -ciertamente puede que con sinsabor-, tiene su fin en que sólo por Dios hagan aquello que se les manda, y no deteniéndose en muchas cosas al no encontrar agrado en ellas.

2. Respecto a la lujuria espiritual también se ve claro que, por esta sequedad y sinsabor de sentido que halla el alma en las cosas espirituales se librará de aquellas impurezas que allí mencionamos pues, comúnmente, ya dijimos que procedían del gusto que proveniente del espíritu redundaba en el sentido.

3. Sobre las imperfecciones de las que se libra el alma en esta noche oscura acerca del cuarto vicio, que es el de la gula espiritual, se pueden ver allí - aunque no están mostradas todas, puesto que son innumerables-. Por lo tanto aquí no las referiré, porque querría ya concluir con esta noche para pasar a la otra, de la cual tenemos que dar importante palabra y doctrina.

Baste, para entender los innumerables provechos que además de los dichos gana el alma en esta noche acerca de este vicio de la gula espiritual, decir que de todas aquellas imperfecciones que allí quedan dichas se libra, y de otros muchos y mayores males y feas abominaciones que, como digo, allí no están escritas, en que vinieron a dar muchos de los que hemos tenido experiencia, por no tener ellos reformado el apetito en esta golosina espiritual. Porque, como Dios en esta seca y oscura noche en que pone al alma tiene refrenada la concupiscencia y echado el freno del apetito de manera que no se puede cebar de ningún gusto ni sabor sensible de cosa de arriba ni de abajo (y esto lo va continuando de tal manera que queda incrustada en el alma, reformada y frenada según la concupiscencia y apetito), pierde la fuerza de las pasiones y concupiscencia y se hace en ese aspecto estéril, no usándose el gusto, lo mismo que cuando se cesa de sacar leche de la ubre se secan los conductos lácteos y finaliza su producción. Y, atrofiados de esta manera los apetitos del alma se consigue, además de las ventajas mencionadas, admirables provechos por medio de esta sobriedad espiritual. La razón es que, apagados los apetitos y concupiscencias, vive el alma en paz y tranquilidad espiritual, ya que donde no reina apetito y concupiscencia no hay perturbación, sino paz y consuelo de Dios.

4. Surge de aquí otro segundo provecho, y es que no trae a la mente una ordinaria memoria de Dios, con temor y recelo de volver atrás en el camino espiritual, como hemos dicho. Éste es un beneficio muy grande, siendo a su vez sin embargo de los menores en esta sequedad y purgación del apetito, ya que se purifica el alma y limpia de las imperfecciones que se le adherían por medio de los apetitos y afecciones contaminantes, que de suyo embotan y ofuscan el ánima.


2.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (167)



4. Y así nos conviene notar otro excelente provecho que hay en esta noche y sequedad del sensitivo apetito, pues hemos venido a dar con él, y es: que en esta noche oscura del apetito (puesto que se verifica lo que dice el profeta (Is. 58, 10), es a saber: "Lucirá tu luz en las tinieblas"), alumbrará Dios al alma, no sólo dándole conocimiento de su bajeza y miseria, como hemos explicado, sino también de la grandeza y excelencia de Dios. Porque puesto que apagados los apetitos y gustos y apoyos sensibles, queda limpio y libre el entendimiento para comprender la verdad (porque el gusto sensible y apetito, aunque sea de cosas espirituales, ofusca y aprisiona al espíritu) y, además también que ese apagamiento y sequedad del sentido ilustra y aviva el entendimiento, como dice Isaías (28,19), con la vejación hace entender Dios cómo en el alma vacía y desprendida, que es lo que se requiere para su divina influencia, sobrenaturalmente por medio de esta noche oscura y seca de contemplación la va instruyendo en su divina sabiduría, lo cual por los agrados y gustos primeros no hacía, como ya se explicó.

5. Esto da muy bien a entender el mismo profeta Isaías (28,9), diciendo: "¿A quién enseñará Dios su ciencia y a quién hará oír su audición? A los destetados" -dice- "de la leche, a los desarrimados de los pechos", en lo cual se da a entender que para que actúe esta divina influencia no es por la disposición de la leche primera de la suavidad espiritual, ni el arrimo del pecho de los sabrosos discursos de las potencias sensitivas que gustaba el alma, sino el carecer de lo uno y desapego de lo otro, por cuanto para oír a Dios le conviene al alma estar muy en pie y desprendida, según el afecto y sentido, como de sí lo dice el profeta (Hab. 2, 1): "Estaré en pie sobre mi custodia" -esto es, separado del apetito- "y afirmaré el paso", esto es, no discurriré con el sentido, "para contemplar" esto es, para entender "lo que de parte de Dios se me alegare". De manera que ya tenemos que de esta noche seca sale conocimiento de sí primeramente, y de esto, como de su fundamento, sale lo otro, o sea el conocimiento de Dios. Que por eso decía san Agustín a Dios: "Conózcame yo, Señor, a mí, y conocerte he a ti". Porque, como dicen los filósofos, un extremo se conoce bien por el otro [axioma filosófico del "contrariorum eadem est ratio"].

6. Y para probar más claramente la eficacia que tiene esta noche sensitiva en su sequedad y desnudez para ocasionar la luz que de Dios decimos recibir aquí el alma, alegaremos aquella autoridad de David (Sal. 62, 3) en que da bien a entender la gran virtud que tiene esta noche para este alto conocimiento de Dios. Dice, pues, así: "En la tierra desierta, sin agua, seca y sin camino parecí delante de ti para poder ver tu virtud y tu gloria". Lo cual es cosa admirable. No da aquí a entender David que los deleites espirituales y los muchos gustos que él había tenido le fuesen disposición y medio para conocer la gloria de Dios, sino las sequedades y desnudeces de la parte sensitiva, que se entiende aquí por la tierra seca y desierta. Tampoco dice que los conceptos y discursos divinos, de los que él había usado mucho, fuesen camino para sentir y ver la virtud de Dios, sino el no poder fijar el concepto en Dios, ni caminar con el discurso de la consideración imaginaria, que se entiende aquí por la tierra sin camino. De manera que, para conocer a Dios y a sí mismo, esta noche oscura es el medio con sus sequedades y vacíos, aunque no con la plenitud y abundancia que nos ofrece la otra del espíritu, porque este conocimiento es como principio de la otra (nota del actualizador: semejante a una ascendencia de grados; esta noche oscura es elevada, pero la noche oscura del espíritu lo es más aún).

7. Saca también el alma en las sequedades y vacíos de esta noche del apetito humildad espiritual, que es la virtud contraria al primer vicio capital que dijimos ser soberbia espiritual. Por esta humildad, que adquiere por el dicho conocimiento de sí mismo, se purga de todas aquellas imperfecciones en que caía acerca de aquel vicio de soberbia en el tiempo de su prosperidad. Porque, como se ve tan seca y miserable, ni aun por una primera impresión le parece que va mejor que los otros, ni que les lleva ventaja, como antes hacía. Más bien, por el contrario, conoce que los otros van mejor y progresan más (nota del actualizador: aunque de virtudes no estén mejor, puede que progresen más en su propio camino; no a todos exige Dios lo mismo, ni reparte los mismos dones y gracias. Lo íntimo del corazón, en el fondo y al fin, sólo el Señor lo conoce).

8. Y de aquí nace el amor del prójimo, porque los estima y no los juzga como antes solía cuando se veía a sí mismo con mucho fervor y a los otros no. Sólo conoce su miseria y la tiene delante de los ojos: tanto, que no la deja ni da lugar para poner los ojos en nadie, lo cual admirablemente David, estando en esta noche, manifiesta, diciendo: "Enmudecí y fui humillado y tuve silencio en los bienes y renovóse mi dolor" (Sal. 38, 3). Esto dice porque le parecía que los bienes de su alma estaban tan caducos, que no solamente no había ni hallaba motivos ni vocabulario para hablar de ellos, mas acerca de los ajenos también enmudeció con el dolor del conocimiento de su propia miseria (nota del actualizador: el conocimiento de nuestra escasez, pequeñez e indigencia nos espanta tanto y nos aniquila, que anula cualquier juicio a los demás, dado que con todas nuestras miserias y todo lo que tenemos que corregir somos conscientes de que tenemos bastante para no dar a basto en detenernos en las ajenas, habida cuenta además que ni las nuestras somos capaces de superar y mejorar).

9. Aquí también se hacen sujetos y obedientes quienes transitan en este camino espiritual ya que, como se ven tan miserables, no sólo oyen a los que les enseñan (nota del actualizador: es decir, sus maestros, guías, confesores...), mas aun desean que cualquiera los encamine y diga lo que deben hacer, quitándoseles la presunción afectiva (nota del actualizador: gusto por los afectos, o sea, por las adulaciones de los demás) que en la prosperidad a veces tenían. Y, finalmente, de camino se les barren todas las demás imperfecciones que notamos allí respecto a este vicio primero que es la soberbia espiritual.


1.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (166)



CAPÍTULO 12
Se explican los provechos que causa en el alma esta noche oscura.


1. Esta noche y purgación del apetito, dichosa para el alma, tantos bienes y provechos hace en ella (aunque a ella antes le parece, como hemos dicho, que se los quita), que así como Abraham hizo gran fiesta cuando quitó la leche a su hijo Isaac (Gn. 21,8), se gozan en el cielo de que ya saque Dios a esta alma de pañales, de que la baje de los brazos, de que la haga andar por su propio pie, de que también, quitándola el pecho de la leche y blando y dulce manjar de niños, la haga comer pan con corteza, y que comience a gustar el manjar de adultos robustos, que en estas sequedades y tinieblas del sentido se comienza a dar al espíritu mediante la contemplación infusa de la que ya hemos hablado, tras quedarse vacío y seco de las apetencias del sentido.

2. Y éste es el primero y principal provecho que causa esta seca y oscura noche de contemplación: el conocimiento de sí y de su miseria. Porque, aparte de que todas las gracias y favores que Dios hace al alma ordinariamente las hace envueltas en este conocimiento, estas sequedades y vacío de la potencia respecto de la abundancia que antes sentía y la dificultad que halla el alma en las cosas buenas la hacen conocer dentro de sí la bajeza y miseria que en el tiempo de su prosperidad no alcanzaba a ver.

De esto hay buena figura en el Exodo (33, 5) donde, queriendo Dios humillar a los hijos de Israel y que se conociesen les mandó quitar y desnudar el traje y atavío festival con que ordinariamente andaban engalanados en el desierto, diciendo: "Ahora ya de aquí en adelante despojaos del ornato festival y poneos vestidos comunes y de trabajo, para que sepáis el tratamiento que merecéis", lo cual es como si dijera: "Por cuanto el traje que traéis, por ser de fiesta y alegría, os ocasionáis a no sentir de vosotros tan bajamente como vosotros sois, quitaos ya ese traje, para que de aquí en adelante, viéndoos vestidos de vilezas, conozcáis que no merecéis más y quién sois vosotros". De donde se nos muestra entonces la verdad, que el alma antes no conocía, de su miseria: porque en el tiempo que andaba como de fiesta, hallando en Dios mucho gusto y consuelo y apoyo, se encontraba más satisfecha y contenta por parecerle que en algo servía a Dios. Y es que con todo eso, aunque entonces esta sensación y realidad expresamente no las tuviera en sí, a lo menos en la satisfacción que halla en el gusto se le asienta algo de ello, mientras que ya vestida con el otro traje de trabajo, de sequedad y desamparo, oscurecidas sus primeras luces, tiene más de veras una mayor inteligencia sobre esta tan excelente y necesaria virtud del conocimiento propio, no teniéndose ya en nada ni buscando satisfacción ninguna de sí misma, porque ve que de suyo no hace nada ni puede hacer nada.

Y esta poca satisfacción de sí y desconsuelo que tiene de que no sirve a Dios, tiene y estima Dios en más que todas las obras y gustos primeros que tenía el alma y que el alma lograba, por más que ellos fuesen, por cuanto en ellos se ocasionaba lugar para muchas imperfecciones e ignorancias. Y respecto a este vestido de sequedad no sólo aporta lo que hemos dicho, sino también los provechos que ahora diremos, y muchos más que se quedarán por decir, los cuales nacen de este estado como de su fuente y origen, dado que proceden del conocimiento de la realidad que es uno mismo.

3. Fruto del conocimiento de éste su estado, le surge al alma una forma de tratar con Dios más comedida y con más cortesía, que es lo que siempre ha de tener el trato con el Altísimo, lo cual en la prosperidad de su gusto y consuelo no hacía, dado que aquel sabor gustoso que sentía hacía ser al apetito acerca de Dios algo más atrevido de lo que bastaba, así como descortés y mal mirado. Como le ocurrió a Moisés (Ex. 3, 2-6): cuando sintió que Dios le hablaba, cegado de aquel gusto y apetito, sin más consideración se atrevía hasta avanzar y acercarse, si no le mandara Dios que se detuviera y descalzara. Por lo cual se denota el respeto y discreción en desnudez de apetito con que se ha de tratar con Dios, en lo cual, cuando obedeció en esto Moisés, quedó tan puesto en razón y tan advertido que dice la Escritura que no sólo no se atrevió a llegar, más que ni aun siquiera osaba considerar mirar y se cubrió el rostro, puesto que quitados los zapatos de los apetitos y gustos conocía su miseria en sumo grado delante de Dios, porque así le convenía para oír la palabra del Señor.

Como también la disposición que dio Dios a Job para hablar con Él, no fueron aquellos deleites y glorias que el mismo Job allí refiere que solía tener en su Dios (Jb.1,1-8), sino estando desnudo en el muladar, desamparado y aun perseguido de sus amigos, lleno de angustia y amargura, y sembrado de gusanos el suelo (29-30). Y es entonces que, de esta manera, se preció el que levanta al pobre del estiércol (Sal. 112, 7), el Altísimo Dios, el descender y hablar allí cara a cara con él, descubriéndole las altezas profundas, grandes, de su sabiduría, cual nunca antes había hecho en el tiempo de la prosperidad de su siervo (Jb. 38-42).


28.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (165)



5. Y por más escrúpulos que nos lleguen pensando que se pierde tiempo y que sería bueno hacer otra cosa, pues en la oración no puede hacer ni pensar nada, súfrase y estése uno sosegado, como que no va allí más que a estarse a su placer y anchura de espíritu porque, si de suyo quiere uno obrar algo con las potencias interiores, será estorbar y perder los bienes que Dios por medio de aquella paz y recogimiento del alma está asentando e imprimiendo en ella. Esto bien así es como si algún pintor estuviera pintando o retocando un rostro, que si el rostro se moviese tratando de hacer algo (cambiando ángulos de luz y formas), no dejaría hacer nada al pintor, y perturbaría lo que estaba haciendo. Y por lo tanto, cuando el alma se quiere estar en paz y sosiego interior, cualquier acción o afición o advertencia que ella quiera entonces tener la distraerá y trastocará y le hará sentir la sequedad y vacío del sentido porque, cuanto más pretendiere tener alguna experiencia de afecto y noticia, tanto más sentirá la falta de ello, dado que estas experiencias no pueden ser ya suplidas por aquella vía sensitiva.

6. De donde a esta tal alma le conviene no hacer aquí caso que se le pierdan las operaciones de las potencias, antes ha de gustar que se le pierdan presto porque, no estorbando la operación de la contemplación infusa (nota del actualizador: es decir, que el Señor le va infundiendo) que va Dios dando, con más abundancia pacífica la reciba, y dé lugar a que arda y se encienda en el espíritu el amor que esta oscura y secreta contemplación trae consigo y adhiere en el alma. Porque contemplación no es otra cosa que infusión secreta, pacífica y amorosa de Dios que, si la dan lugar, inflama al alma en espíritu de amor, según ella da a entender en el verso siguiente, el cual es a saber.


"Con ansias en amores inflamada".


CAPÍTULO 11
Se explican los tres versos de la estrofa.


1. La cual inflamación de amor, aunque comúnmente a los inicios no se siente, por no haber llegado o comenzado a emprenderse por la impureza del ser natural, o por no darle un lugar pacífico en sí el alma por no entenderse, como hemos dicho (aunque, a veces, sin eso y con eso comienza luego a sentirse alguna ansia de Dios), cuanto más se adentra la persona en esta inflamación de amor más se va viendo el alma aficionada e inflamada en amor de Dios, sin saber ni entender cómo y de dónde le surge el tal amor y afición, sino que ve crecer tanto en sí a veces esta llama e inflamación que con ansias de amor desea a Dios, según David estando en esta noche lo dice de sí por estas palabras (Sal. 72, 21-22): "Porque se inflamó mi corazón", es a saber en amor de contemplación, "también mis renes se mudaron", esto es, mis apetitos de afecciones sensitivas se mudaron, o sea, de la vida sensitiva a la espiritual, que es la sequedad y cese en todos ellos que vamos explicando. "Y yo", -dice-, "fui resuelto en nada y aniquilado, y no supe" porque, como hemos dicho, sin saber el alma por dónde va, se ve aniquilada acerca de todas las cosas de arriba y de abajo que solía gustar, y sólo se ve enamorada sin saber cómo y por qué. Y, dado que a veces crece mucho la inflamación de amor en el espíritu, son las ansias por Dios tan grandes en el alma que parece se le secan los huesos en esta sed, y se marchita el natural, y se deshace su calor y fuerza corporal por la viveza de la sed de amor, porque siente el alma que es viva esta sed de amor. La cual también David (Sal. 41, 3) tenía y sentía, cuando dijo: "Mi alma tuvo sed de Dios vivo", que es tanto como decir: "Muy vívida fue la sed que tuvo mi alma". Dicha sed, por ser viva, podemos decir que mata de sed. Pero es de notar que la vehemencia de esta sed no es continua, sino algunas veces, aunque de ordinario suele sentirse alguna sed.

2. Pero se debe advertir que, como aquí comencé a decir, al principio comúnmente no se siente este amor, sino la sequedad y vacío que vamos diciendo y entonces, en lugar de este amor que después se va encendiendo, lo que trae el alma en medio de aquellas sequedades y vacíos de las potencias es un ordinario cuidado y solicitud de Dios, con pena y recelo de que no le sirve [el santo aclara aquí la relación existente entre la purificación del sentido y del espíritu. El primero necesita una acomodación o dependencia respecto del segundo, como éste de Dios. Es necesario reconstruir la armonía natural destruida por el pecado original], o que uno es para Dios un poco agradable sacrificio viéndose andar el espíritu contrito y solícito por su amor (Sal. 50, 19). Esta solicitud y cuidado pone en el alma aquella secreta contemplación hasta que, por tiempo habiendo purgado algo el sentido, esto es, la parte sensitiva, de las fuerzas y aficiones naturales por medio de las sequedades que en ella inculca esta acción, ya va encendiéndose en el espíritu este amor divino. Pero entretanto, en fin, como el que está puesto en cura, todo es padecer en esta oscura y seca purgación del apetito, curándose de muchas imperfecciones e imponiéndose en muchas virtudes para hacerse capaz del dicho amor, como ahora se dirá sobre el verso siguiente:


"¡Oh dichosa ventura!".


3. Que por cuanto pone Dios el alma en esta noche sensitiva a fin de purgar el sentido de la parte inferior y acomodarle, sujetarle y unirle con el espíritu, oscureciéndole y haciéndole cesar respecto de los discursos, como también después lo hace, al fin de purificar el espíritu para unirlo con Dios (como después se abordará), le pone en la noche espiritual donde gana el alma -aunque a ella no se lo parezca- tantos provechos, que tiene por dichosa ventura haber salido del lazo y atadura del sentido de la parte inferior por esta mencionada noche. Dice el presente verso: "¡oh dichosa ventura!", acerca de tal ventura nos conviene aquí notar los provechos que halla en esta noche el alma, por causa de los cuales tiene por buena ventura pasar por ella. Todos estos provechos encierra el alma en el siguiente verso:


"Salí sin ser notada".


4. Esta "salida" se entiende de la sujeción que tenía el alma con la parte sensitiva en buscar a Dios por operaciones tan débiles, tan limitadas y tan ocasionadas como las de esta parte inferior son, puesto que a cada paso tropezaba con mil imperfecciones e ignorancias, como hemos notado líneas arriba en los siete vicios capitales, de todos los cuales se libra, apagándole esta noche todos los gustos de superiores e inferiores, y oscureciéndole todos los discursos, así como haciéndole otros innumerables bienes en la ganancia de las virtudes, como ahora diremos. Esto será logro gustoso y de gran consuelo para quien por aquí camina, viendo cómo cosa que tan áspera y adversa parece al alma y tan contraria al gusto espiritual como es esta noche obra tantos bienes en ella.

Los cuales, como decimos, se consigue en salir el alma según la afección y operación, por medio de esta noche, de todas las cosas creadas, y caminar con rumbo a las eternas, que es grande dicha y ventura. Por una parte, debido a que es un gran bien el apagar el apetito y afección acerca de todas las cosas mundanas, y por la otra por ser muy pocos los que sufren y perseveran en entrar por esta puerta angosta y por el camino estrecho que guía a la vida, como dice nuestro Salvador (Mt. 7, 14). Porque la angosta puerta es esta noche del sentido, del dicho sentido (nota del actualizador: sentido desde el punto de vista de los placeres, sensaciones y apetencias corporales y mundanas) se despoja y desnuda el alma para entrar en ella, juntándose en fe, que es ajena de todo sentido (nota del actualizador: es decir, de toda experiencia física y material), para caminar después por el camino estrecho, que es la otra noche de espíritu, en que después entra el alma para caminar a Dios en pura fe, que es el medio por donde el alma se une con Dios. Por este mencionado camino, al ser tan estrecho, oscuro y terrible (que no hay comparación de esta noche de sentido a la oscuridad y trabajos de la noche del espíritu, como explicaremos enseguida), son muchos menos los que caminan por él, pero son sus provechos sin comparación mucho mayores que los de la del sentido [la prioridad de la noche del sentido es sólo relativa y parcial; no es completa hasta que no se verifica también la oscura del espíritu]. De los provechos de la noche del sentido comenzaremos ahora a decir algo, con la brevedad que se pudiere, con el fin de pasar luego a la otra noche.


27.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (164)



CAPÍTULO 10
Se muestra el modo en el que se han de disponer los que transitan por el camino de esta noche y purgación sensitiva.


1. En el tiempo, pues, de las sequedades de esta noche sensitiva (en la cual hace Dios la transformacion de la que hemos tratado líneas arriba), sacando Dios al alma de la vida del sentido a la del espíritu que es de la meditación a contemplación, donde ya no hay poder obrar ni discurrir en las cosas de Dios el alma con sus potencias, como también explicamos, es en ese tiempo, decimos, en el que padecen los espirituales grandes penas, no tanto por las sequedades que sufren como por el recelo que tienen de que van perdidos en el camino, pensando que se les ha acabo el bien espiritual y que los ha dejado Dios, pues no hallan apoyo ni gusto en cosa buena. Entonces se fatigan y procuran, como lo han hecho por costumbre, acercar con algún gusto las potencias a algún objeto de discurso, pensando ellos que, cuando no hacen esto y se sienten obrar, no se hace nada. Esta forma de actuar no se lleva a cabo sin harta desgana y repugnancia interior del alma, que gustaba de estarse en aquella quietud y ocio, sin obrar con las potencias. En lo cual, agobiándose en lo uno, no aprovechan en lo otro. Y es que, por buscar espíritu, pierden el espíritu que tenían de tranquilidad y de paz. Y así son semejantes al que deja lo hecho para volverlo a hacer, o al que se sale de la ciudad para volver a entrar en ella, o al que deja la presa que tiene ya cazada para volver a andar a la caza. Y esto en esta parte de su progreso hacia la perfecta contemplación es excusado, porque no hallará nada ya por aquel primer estilo de proceder, como queda dicho.

2. Estos, en este tiempo, si no hay quien los entienda ni los asesore, vuelven atrás, dejando el camino, aflojando o, a lo menos, se dificultan a sí mismos el ir adelante, por las muchas diligencias que ponen de ir por el camino de meditación y discurso, fatigando y trabajando demasiadamente el ser natural, imaginando que se quedan así por su negligencia o pecados. Lo cual les es excusado y es comprensible porque los lleva ya Dios por otro camino, que es de la contemplación, muy diferente del primero dado que el uno es de meditación y discurso, y el otro no es a cuenta de la imaginación ni del discurrir.

3. Los que de esta manera se encuentren les conviene que se consuelen perseverando con paciencia, no teniendo pena, y confiando en Dios, que no deja a los que con sencillo y recto corazón le buscan, ni los dejará de dar lo necesario para el camino hasta llevarlos a la clara y pura luz de amor, que les dará por medio de la noche oscura del espíritu (si merecen que Dios los ponga en ella).

4. El estilo que han de tener en ésta noche del sentido es que no dediquen nada de esfuerzos por el discurso y meditación, pues ya no es tiempo de eso, sino que dejen estar el alma en sosiego y quietud, aunque les parezca claro que no hacen nada y que pierden tiempo, y aunque les parezca que por su debilidad no tienen ganas de pensar nada en ese estado, que sin embargo harán mucho con tener paciencia en perseverar en la oración sin hacer ellos nada. Sólo lo que aquí han de hacer es dejar el alma libre, desprendida y descansada de todas las noticias y pensamientos que les vengan, no teniendo cuidado allí de qué pensarán ni qué meditarán, contentándose sólo con una advertencia (nota del actualizador: "advertencia", es decir, estar en la presencia o bajo la mirada, sin más) amorosa y sosegada en Dios, y estar sin cuidado, sin esmerarse en lograr eficacia, y sin empeño o ahínco por gustar al Señor o de sentirle, ya que todas estas pretensiones desconcentran y distraen el alma de la sosegada quietud y ocio suave de contemplación que aquí se da.


26.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (163)



5. Porque éstos que comienza Dios a llevar por estas soledades del desierto son semejantes a los hijos de Israel, que luego que en el desierto les comenzó Dios a dar el manjar del cielo, que de suyo tenía todos los sabores y, como allí dice (Sab. 16, 20-21), se convertía al sabor que cada uno quería, con todo sentían más la falta de los gustos y sabores de las carnes y cebollas que comían antes en Egipto, por haber tenido el paladar hecho y acostumbrado a ellas, que la dulzura delicada del maná angélico, y lloraban y gemían por las carnes teniendo ante sí los manjares del cielo (Núm. 11, 4-6). Que a tanto llega la bajeza de nuestro apetito, que nos hace añorar nuestras miserias y entorpecer el bien incomunicable del cielo.

6. Pero, como digo, cuando estas sequedades provienen de la vida purgativa del apetito sensible, aunque el espíritu no siente al principio el sabor por las causas que acabamos de decir, siente la fortaleza y brío para obrar en la sustancia que le da el manjar interior, dicho manjar es el principio de la oscura y seca contemplación para el sentido. Esta contemplación, que es oculta y secreta hasta para la misma persona que la tiene, ordinariamente, junto con la sequedad y vacío que hace al sentido, da al alma inclinación y deseos de estarse a solas y en quietud, sin poder pensar en cosa particular ni tener ganas de pensarla.

Y entonces, si a los que esto ocurre se supiesen sosegar, descuidando de esforzarse en cualquier obra interior y exterior, sin solicitud de hacer nada en este estado, comenzarán entonces a sentir delicadamente aquella refección interior en este descuido y ocio. Dicha renovación es tan delicada que, ordinariamente, si tiene gana o cuidado en sentirla no la siente porque, como digo, ella obra en el mayor apaciguamiento y descuido del alma. Viene a ser como el aire que, en queriendo cerrarlo con el puño, se sale.

7. Y a este propósito podemos entender lo que a la Esposa dijo el Esposo en los Cantares (6, 4): "Aparta tus ojos de mí, porque ellos me hacen volar" (nota del actualizador: es decir, "huir"), porque de tal manera pone Dios al alma en este estado y en tan diferente camino la lleva que, si ella quiere obrar con sus potencias, deseos y fuerzas, antes estorba la obra que Dios en ella va haciendo, en lugar de ayudar, lo cual en los estados anteriores era muy al revés (nota del actualizador: en estados previos se requería la participación de la persona; ahora es dejarse llevar o, más bien, guiar). La causa es porque ya en este estado de contemplación, que es cuando sale del discurso y entra en el estado de aprovechamiento o de iniciados, Dios es el que obra en el ánima, porque por eso le ata las potencias interiores, no dejándole inclinación hacia el entendimiento, ni sabor en la voluntad, ni discurso o discurrir en la memoria. Porque, en este tiempo, lo que de suyo puede obrar el alma no sirve sino, como hemos dicho, para entorpecer la paz interior y la obra que en aquella sequedad del sentido hace Dios en el espíritu. Dicha sequedad, como es de naturaleza espiritual y delicada, hace obra quieta, delicada, solitaria, satisfactoria y pacífica, muy ajena de todos esos otros gustos primeros, que eran muy palpables y sensibles, porque es la paz ésta que dice David (Sal. 84, 9), en la que habla Dios en el alma para hacerla espiritual. Y de aquí pasamos a la tercera señal.

8. La tercera señal que hay para que se conozca que uno se encuentra en esta purgación del sentido es el no poder ya meditar ni discurrir mediante el sentido de la imaginación, como solía hacerse antes, por más que uno ponga de su parte. Porque, como aquí comienza Dios a comunicarse, no ya por el sentido, como antes hacía por medio del discurso que componía y dividía las noticias y comunicaciones, sino por el espíritu puro, en que no cabe discurso sucesivamente, comunicándosele con actos de sencilla contemplación no alcanzan ni llegan los sentidos de la parte inferior, exteriores ni interiores. De aquí procede que la imaginativa y fantasía no puedan hacer acompañamiento en consideración alguna ni hallar en ella pie ya de ahí en adelante [nota: esta nueva perspectiva de la contemplación sustituye a la meditación discursiva y produce una situación nueva en el alma al modificarse el mecanismo de su actuación habitual].

9. En esta tercera señal se ha de recordar que esta turbación de las potencias y del gusto de ellas no proviene de algún mal psicológico porque, cuando de aquí nace, en acabando aquel estado de ánimo (porque nunca permanece en un ser), luego con algún cuidado que ponga el alma vuelve a poder lo que antes podía, y hallan sus apoyos las potencias, lo cual en la purgación del apetito no es así porque, en comenzando a entrar en esta purgación, siempre va delante el no poder discurrir con las potencias. Cierto es que, aunque es verdad que en los inicios, en algunas personas a veces no entra con tanta continuación que algunas veces dejen de llevar sus gustos y discursos sensibles, esto es debido a que por su flaqueza no convendría destetarlos de un golpe, sin embargo con todo van siempre entrando más en la purgación y apagando y quebrando su relación con la obra sensitiva, si es que siguen progresando. Porque los que no van por camino de contemplación muy diferente modo llevan, puesto que esta noche de sequedades no suele ser en ellos continua en el sentido, y así ocurre que algunas veces las tienen, otras veces no, y aunque algunas no pueden discurrir, otras pueden. El motivo de ello es que a estas personas sólo les introduce Dios en esta noche con el fin de poder ejercitarlos y humillarlos, así como reformarles el apetito tratando de que no vayan criando golosina viciosa en las cosas espirituales, y no para llevarlos a la vida del espíritu en toda su profundidad, que es la contemplación (porque no todos los que se ejercitan de propósito y de veras en el camino del espíritu les lleva Dios a contemplación, ni aún siquiera la mitad de los que tratan de hacerlo; el por qué esto es así, Dios lo sabe) -[dentro de la vía contemplativa hay diferencias de grados y formas, y la vocación divina de cada uno tiene su correspondencia con la gracia que a cada uno se le concede y a la capacidad que se le ha dado]. Por ello a esas personas nunca les acaba de hecho de separar el sentido de las prácticas que incluyen las consideraciones y discursos, sino algunos ratos a temporadas llegan a cierto grado de contemplación -pero no de forma habitual, como ya hemos dicho-.


25.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (162)



CAPÍTULO 9
Se muestran las señales en que se conocerá que el espiritual va por el camino de esta noche y purgación sensitiva.


1. Pero, debido a que estas sequedades podrían proceder muchas veces no de la dicha noche y purgación del apetito sensitivo, sino de pecados e imperfecciones o de flojedad y tibieza, o de alguna enfermedad o indisposición corporal, pondré aquí algunas señales en las cuales se podrá conocer si proceden de dicha purgación, o si nace de alguno de los mencionados vicios o afecciones. Para lo cual hallo que hay tres señales principales.

2. La primera es si, así como no encuentra uno gusto ni consuelo en las cosas de Dios, tampoco lo halla en alguna de las cosas creadas. Porque, como pone Dios al alma en esta oscura noche a fin de enjugarle y purgarle el apetito sensitivo, en ninguna cosa le deja engolosinar ni hallar sabor. Y en esto se conoce con mucha probabilidad que esta sequedad y sinsabor no proviene ni de pecados ni de imperfecciones nuevamente cometidas ya que, si esto fuese así, se sentiría en el ser natural alguna inclinación o gana de gustar de otra alguna cosa que de las de Dios. Tengamos en cuenta que cuando quiera que se relaja el apetito en alguna imperfección, luego nos sentimos inclinados hacia ella, poco o mucho, según el gusto y afición que hacia ella se haya aplicado.

Pero, porque este no gustar ni de cosa de arriba ni de abajo podría provenir de alguna indisposición o depresión o tristeza melancólica, lo cual muchas veces no deja hallar gusto en nada, es menester la segunda señal y condición para descubrirlo.

3. La segunda señal para que se demuestra encontrarnos en la mencionada purgación es que ordinariamente nos viene a la memoria el recuerdo de Dios con solicitud y cuidado penoso, pensando que no servimos bien a Dios, sino que antes se vuelve uno atrás, como se muestra en esa forma de sinsabor respecto a las cosas de Dios. Y en esto se ve que este sinsabor y sequedad no sale de flojedad y tibieza, porque la razón -es decir, las consecuencias- de la tibieza es no rememorar mucho ni tener solicitud y ansias interiores por las cosas de Dios.

Por todo ello fijémonos que entre la sequedad y tibieza hay mucha diferencia, porque la que es tibieza tiene mucha flojedad y desgana en la voluntad y en el ánimo, sin solicitud ni anhelo de servir a Dios, mientras que la que sólo es sequedad purgativa tiene consigo ordinaria solicitud y ansia de Dios con cuidado, lástima y pena, como digo, al pensar que no sirve a Dios. Y ésta, aunque algunas veces sea ayudada de la melancolía, tristeza u otro tipo humor o desánimo, como muchas veces lo es, no por eso deja de hacer su efecto purgativo del apetito, pues de todo gusto está privado, y sólo su cuidado pone en Dios. Sin embargo cuando es puro humor y desánimo sólo se va en disgusto y apatía del ser natural -el corporal-, sin estos deseos de servir a Dios que tiene sin embargo la sequedad purgativa, con la cual aunque la parte sensitiva está muy caída, floja y débil para obrar por el poco gusto que halla, el espíritu, empero, está pronto y fuerte.

4. La razón la encontramos en que la causa de esta sequedad es porque muda Dios los bienes y las fuerzas del sentido al espíritu, de los cuales, por no ser capaz el sentido con su fuerza natural, se queda ayuno, seco y vacío. Porque la parte sensitiva no tiene habilidad para lo que es puro espíritu y así, gustando el espíritu se deshace la carne y se debilita para actuar. Mas el espíritu, que va recibiendo el manjar, anda fuerte y más alerto y solícito que antes en el cuidado de no faltar a Dios. Esa parte espiritual, si no siente a continuación o al principio el sabor y deleite también de forma espiritual, sino al contrario siente la sequedad y el sinsabor, es por la novedad del cambio ya que, habiendo tenido el paladar hecho a los otros gustos sensibles (y todavía tiene los ojos puestos en ellos), y debido a que también el paladar espiritual no está acomodado ni purgado para tan sutil, nuevo y elevado gusto, hasta que sucesivamente se vaya disponiendo por medio de esta seca y oscura noche no puede sentir y saborear el gusto y el bien espiritual, sino al contrario, la sequedad y sinsabor -puesto que no está preparado aún para lo otro-, al faltarle el gusto inicial de los principiantes que antes con tanta facilidad lograba.


24.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (161)



5. Hasta aquí baste el referirse a estas imperfecciones de entre las muchas en que viven los de este primer estado de principiantes, para que se vea cuánta es la necesidad que tienen de que Dios los ponga en estado de aprovechados, que se hace adentrándolos en la noche oscura que a continuación abordaremos donde, destetándolos Dios de los pechos de estos gustos y sabores en puras sequedades y tinieblas interiores, les quita todas estas impertinencias y niñerías, y hace ganar las virtudes por medios muy diferentes. Porque, por más que en mortificarse por sí mismo en todas sus acciones y pasiones el principiante se ejercite, nunca del todo, ni con mucho, puede llegar a estados avanzados hasta que Dios lo haga pasivamente por medio de la purgación de la dicha noche. En la cual para hablar algo que sea en provecho divino, sea Dios servido darme su divina luz, porque es bien menester en noche tan oscura y materia tan dificultosa para ser comentada y explicada. Es, pues, el verso:


En una noche oscura.


CAPÍTULO 8
Se explica y se aclara el primer verso de la primera poesía, comenzando a explicar esta noche oscura


1. Esta noche, que decimos ser la contemplación, dos maneras de tinieblas causa en los espirituales o purgaciones, según las dos partes del hombre, conviene a saber: sensitiva y espiritual.

Y así, la una noche o purgación será sensitiva, en la cual se purga el alma según el sentido, acomodándolo al espíritu; y la otra es noche o purgación espiritual, en la cual se purga y desnuda el alma según el espíritu, acomodándole y disponiéndole para la unión de amor con Dios. La sensitiva es común y muchos alcanzan, y de este tipo son los principiantes, de la cual trataremos primero. A la noche espiritual llegan muy pocos, siendo estos ya los ejercitados y aprovechados, de los que trataremos más adelante.

2. La primera purgación o noche es amarga y terrible para el sentido, como ahora diremos. La segunda no tiene comparación, porque es horrenda y espantosa para el espíritu, como luego también diremos. Y porque en orden es primero y acontece primero la sensitiva, de ella con brevedad diremos alguna cosa primero, porque de ella, como es más común, se hallan más cosas escritas, para así luego tratar más a fondo sobre la noche espiritual, por ser esta de muy poco lenguaje, ya que apenas hay ni literatura ni conferencias que la traten en profundidad, y hasta hay muy poco aún de experiencia.

3. Pues, como el estilo que llevan los principiantes en el camino de Dios es bajo y que se amolda mucho con su propio amor y gusto, como en líneas arriba ya explicamos, quiere Dios llevarlos adelante y sacarlos de este bajo modo de amor hacia el más alto grado de amor de Dios y librarlos de este bajo ejercicio del sentido y discurso, con que tan tasadamente y con tantos inconvenientes, como hemos comentado también, andan este tipo de personas buscando a Dios, y también para ponerlos en el ejercicio de espíritu, en que más abundantemente y más libres de imperfecciones pueden comunicarse con Dios. Estas personas, puesto que ya se han ejercitado algún tiempo en el camino de la virtud, perseverando en meditación y oración y por lo tanto gracias a ello con el sabor y gusto que allí han hallado se han desprendido de muchas de las cosas del mundo y cobrado algunas espirituales fuerzas en Dios; gracias también a lo cual tienen algo refrenados los apetitos de las criaturas. Por ello podrán sufrir por Dios un poco de carga y sequedad sin volver atrás. Al tiempo adecuado, y cuando más a sabor y gusto andan en estos ejercicios espirituales y cuando más claro -a su parecer- les luce el sol de los divinos favores, les oscurece Dios toda esta luz y les cierra la puerta y manantial de la dulce agua espiritual que andaban gustando en Dios todas las veces y todo el tiempo que ellos querían. Y puesto que, como eran débiles y tiernos, no había puerta cerrada para éstos, como dice san Juan en el Apocalipsis (3, 8). Y así, los deja tan a oscuras que no saben dónde ir con el sentido de la imaginación y el discurrir, porque no pueden dar un paso en meditar como antes solían, anegado ya el sentido interior en estas noches, y los deja el Señor tan a secas que no sólo no hallan fruto y gusto en las cosas espirituales y buenos ejercicios en que solían ellos hallar sus deleites y gustos, mas, en lugar de esto, hallan por el contrario sinsabor y amargura en las mencionadas prácticas. Esto ocurre porque, como he dicho, sintiéndolos ya Dios aquí algo fortalecidos, para que se fortalezcan más y salgan de la cuna los separa del dulce pecho y, soltándolos de sus brazos, los fuerza a andar por sus propios pies para que se acostumbren a caminar. Ante esto sienten ellos gran novedad y sorpresa porque se les ha vuelto todo al revés.

4. Esto a la gente recogida comúnmente ocurre más en breve tiempo tras comenzar, al contrario que a los demás, por cuanto los que no están acostumbrados al recogimiento y la meditación están más predispuestos a caer ante las ocasiones para volver atrás y reanudar más rápidamente los apetitos de las cosas del siglo que habían abandonado, siendo esto, el abandonar los apetitos sensitivos y el ser mundano, lo que se requiere para comenzar a entrar en esta dichosa noche del sentido. Ordinariamente no pasa mucho tiempo, después que comienzan, en entrar en esta noche del sentido. Y la mayoría que entran en ella se les verá adentrarse en este tipo de sequedades.

5. De esta forma de purgación sensitiva, por ser algo tan común, podríamos traer aquí gran número de personalidades de la Escritura divina, donde a cada paso, particularmente en los Salmos y en los Profetas, se hallan muchas. Por tanto, no quiero en esto gastar tiempo, porque el que en la Sagrada Escritura no las supiera encontrar le bastará la común experiencia que de esta purgación sensitiva por lo general ya se tiene.


23.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (160)



CAPÍTULO 7
Se muestran las imperfecciones respecto de la envidia y hastío espiritual.


1. Acerca también de los otros dos vicios, que son envidia y acidia espiritual (nota del actualizador: "acidia" o "acedia" es una palabra del castellano antiguo, que se refiere a hastío o tibieza en el cumplimiento de las obligaciones religiosas), no dejan estos principiantes de tener notables imperfecciones. Porque acerca de la envidia muchos de éstos suelen tener movimientos de molestarles el bien espiritual de los otros, dándoles alguna pena sensible en el caso que les lleven ventaja en este camino, y no querrían ver que a los otros los alaben o feliciten en este aspecto. Debido a ello se entristecen de las virtudes ajenas, y a veces no lo pueden sufrir sin decir ellos lo contrario, deshaciendo aquellas alabanzas como pueden, y se remueven por dentro cuando no hacen con ellos otro tanto, porque querrían ellos ser preferidos en todo. Todo lo cual es muy contrario a la caridad ya que esta virtud, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 6), se goza de la verdad y, si alguna envidia tiene, es envidia santa, pesándole de no tener las virtudes del otro, con gozo de que el otro las tenga, y agradándole el que todos le lleven la ventaja porque sirven a Dios, siendo que esa persona está tan falto en ello (nota del actualizador: puesto que el principiante auténticamente devoto cree no poder ser tan perfecto como los demás, se alegra de que al menos los demás sean en ese aspecto mejores que él, puesto que así sirven mejor también a Dios, que es lo importante).

2. También, acerca de la tibieza espiritual, suelen tener tedio en las cosas que son más espirituales y huyen de ellas, como son aquellas que contradicen al gusto sensible puesto que, como ellos están tan endulzados en las cosas espirituales, en no hallando sabor en ellas las aborrecen. De esta manera, si una vez no hallaron en la oración la satisfacción que pedía su gusto (porque en realidad les conviene que Dios les retire el gozo para probarlos), no querrían volver a ella, o a veces la dejan o van de mala gana. Y así, por este tedio, posponen el camino de perfección, que es el de la negación de su voluntad y gusto por amor a Dios, al gusto y sabor de la voluntad divina, y no de la de ellos, a la cual en esta manera de obrar andan ellos por satisfacer más que a la de Dios.

3. Y muchos de éstos querrían que quisiese Dios lo que ellos quieren, y se entristecen de querer lo que quiere Dios, con repugnancia de acomodar su voluntad a la de Dios. De donde les surge que, muchas veces, en lo que ellos no hallan su voluntad y gusto llegan a pensar que no es voluntad de Dios. Por el contrario cuando ellos se satisfacen creen que Dios se satisface, midiendo a Dios consigo mismos y bajo sus medidas, y no a sí mismos con Dios, siendo muy al contrario lo que el mismo Señor enseñó en el Evangelio (Mt. 16, 25), diciendo que el que perdiese su voluntad por Él, ese la ganaría, y la persona que la quisiese ganar, ése la perdería.

4. Estos también tienen tedio cuando les mandan lo que no tiene gusto para ellos. Ocurre así porque se andan al regalo y sabor del espíritu, con lo cual son muy flojos para la fortaleza y trabajo de perfección, hechos semejantes a los que se crían en regalo, que huyen con tristeza de toda cosa áspera. Este tipo de principiantes se ofenden de la cruz, en la cual están los deleites del espíritu, y en las cosas que son más espirituales más tedio tienen porque, como ellos pretenden andar en las cosas espirituales a sus anchuras y a gusto de su voluntad, se les produce una gran tristeza y repugnancia entrar por el camino estrecho, que dice Cristo (Mt. 7, 14), es el camino que lleva a la vida (nota del actualizador: a este respecto se puede ver la carta a Ana de S. Alberto, de 1582).


22.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (159)



6. Lo mismo tienen éstos en la oración que ejercitan, que piensan que todo el negocio de ella está en hallar gusto y devoción sensible, y procuran sacar ese gusto, como se suele decir, a fuerza de brazos, cansando y fatigando las potencias y la cabeza y, cuando no han hallado el tal gusto, se desconsuelan enormemente pensando que no han hecho nada. Y por esta pretensión pierden la verdadera devoción y espíritu, que consiste en perseverar en esos ejercicios con paciencia y humildad, desconfiando de uno mismo, sólo por agradar a Dios. A esta causa, cuando no han hallado una vez sabor en este u otro ejercicio, tienen mucha desgana y repugnancia de volver a él y a veces lo dejan. Son, en fin, como hemos dicho, semejantes a los niños, que no se mueven ni obran por razón, sino por el gusto.

Todo se les va a este tipo de personas en buscar gusto y consuelo de espíritu, y por esto nunca se hartan de leer libros, y ahora toman una meditación, ahora otra, andando a la caza de estos gustos con las cosas de Dios, a los cuales les niega Dios muy justa, discreta y amorosamente consuelos y gozos porque, si esto no lo hiciese, crecerían por esta gula y chuchería espiritual en males sin cuento. Por lo cual conviene mucho a éstos entrar en la noche oscura que vamos a mostrar, para que se purguen de estas niñerías.

7. Estos que así están inclinados a estos gustos también tienen otra imperfección muy grande, y es que son muy flojos y remisos en ir por el camino áspero de la cruz, puesto que su alma está dada al sabor, con lo cual de forma natural les supone un esfuerzo y un desagrado exagerado todo sinsabor de negación propia.

8. Tienen éstos otras muchas imperfecciones que de aquí les surgen, las cuales el Señor a su tiempo les trata de corregir a base de tentaciones, sequedades y otros trabajos, que todo es parte de la noche oscura. De estas imperfecciones, por no alargarme, no quiero tratar aquí más, sino sólo decir que la sobriedad y templanza espiritual lleva otro temple muy diferente hecho a base de mortificación, temor y sujeción en todas sus cosas, poniendo atención en que no está la perfección y valor de las cosas en la multitud y gusto de las obras, sino en saberse negar a sí mismo en ellas. Esto es lo que ellos han de procurar hacer cuanto pudieren de su parte, hasta que Dios quiera purificarlos de lleno haciéndolos entrar en la noche oscura, y con el fin de abordar la mencionada noche oscura paso deprisa y sin detenerme más en la exposición de este tipo de imperfecciones.


21.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (158)



CAPÍTULO 6
Se abordan ahora las imperfecciones acerca de la gula espiritual


1. Acerca del cuarto vicio, que es referente a la gula espiritual, hay mucho que decir, porque apenas hay uno de estos principiantes que, por muy bien que proceda, no caiga en algo de las muchas imperfecciones que acerca de este vicio les surgen a estos principiantes por medio del sabor que hallan en los inicios de los ejercicios espirituales.

Porque muchos de éstos, engolosinados con el sabor y gusto que hallan en los tales ejercicios, procuran más el sabor del espíritu que la pureza y discreción de él, que es lo que Dios mira y acepta en todo el camino espiritual. Por lo cual, además de las imperfecciones que tienen en pretender estos sabores e inclinarse hacia ellos, la golosina que ya tienen les hace en probando un poco querer tomarlo todo, pasando de los límites del medio en que consisten y se granjean las virtudes. Porque, atraídos del gusto que allí hallan, algunos se matan a penitencias, y otros se debilitan con ayunos, haciendo más de lo que su flaqueza sufre, sin orden y consejo. Tratan y procuran sobrepasar los límites de su cuerpo, cuando deberían obedecer en lo tal (nota del corrector: en otras palabras, deberían atender las necesidades básicas e imprescindibles del cuerpo material que poseen -higiene, manutención...-, puesto que aún no son seres espirituales aunque pretendan serlo), y aún algunos se atreven a hacerlo aunque les hayan mandado lo contrario.

2. Estos son imperfectísimos, gente sin razón, que posponen la sujeción y obediencia (que es en sí una penitencia de razón y discreción), y por eso es esa penitencia de obediencia y sujeción para Dios un sacrificio más aceptable y gustoso que todos los demás, también que a la penitencia corporal la cual, dejada esta parte de obediencia y disciplina, no es más que penitencia de bestias, a que también como bestias se mueven por el apetito y gusto que allí hallan. En todo esto, por cuanto todos los extremos son viciosos y en esta manera de proceder estas personas en realidad hacen su voluntad, antes van creciendo en vicios que en virtudes porque, por lo menos, ya en esta manera adquieren gula espiritual y soberbia, pues no va en obediencia lo que hacen .

Y tanto empuja el demonio a muchos de éstos, atizándoles a inclinarse hacia esta gula por gustos y apetitos que les acrecienta, que ya que más no pueden hacer llegan a mudar o añadir o variar lo que les mandan, porque les es desagradable y repulsiva toda obediencia acerca de esto. En lo cual algunos llegan a tanto mal que, por el mismo caso que los tales ejercicios van y se desarrollan mediante la obediencia, se les quita la gana y devoción de hacerlos, porque en el fondo es solo hacer su gana y gusto lo que les mueve, todo lo cual por ventura les valiera entonces más no hacerlo.

3. Veréis a muchos de éstos muy empeñados con sus maestros espirituales para convencerles en que les concedan lo que quieren, y medio por la fuerza lo logran y si no, se entristecen como niños y andan de mala gana, y les parece que no sirven a Dios cuando no les dejan hacer lo que querrían. Porque, como andan arrimados al gusto y a la voluntad propia, y es eso lo que tienen por su Dios, luego que se lo quitan y les quieren poner en voluntad de Dios se entristecen y aflojan y faltan. Piensan éstos que el gustar ellos y estar satisfechos, es servir a Dios y satisfacerle (nota del corrector: lo cual no tiene nada que ver).

4. Hay también otros que por razón de esta chuchería tienen tan poco conocida su bajeza y propia miseria y tan echado aparte el amoroso temor y respeto que deben a la grandeza de Dios, que no dudan de insistir mucho con sus confesores sobre que les dejen comulgar muchas veces. Y lo peor es que muchas veces se atreven a comulgar sin licencia y parecer del ministro y despensero de Cristo, sólo por su parecer, y le procuran encubrir la verdad. Y a esta causa, con intención de ir comulgando, hacen como fuese las confesiones, teniendo más codicia en comer que en comer limpia y perfectamente, mientras que sería más sano y santo tener la inclinación contraria, esto es: rogando a sus confesores que no les manden acudir a la mesa del Señor tan a menudo. Obviamente entre lo uno y lo otro lo mejor es la resignación humilde y la abnegación, pero los atrevimientos sobre estos aspectos dan en grande mal y en castigo de quienes se atreven a tal temeridad.

5. Este tipo de personas, en comulgando, todo se les va en procurar algún sentimiento y gusto más que en reverenciar y alabar en sí con humildad a Dios, y de tal manera se apropian y dedican y empeñan en esto que, cuando no han sacado algún gusto o sentimiento sensible, piensan que no han hecho nada, lo cual es juzgar muy bajamente de Dios, no entendiendo que el menor de los provechos que hace este Santísimo Sacramento es el que toca al sentido, porque mucho mayor es el invisible de la gracia que da. Debe tenerse en cuenta que, al poner los ojos de la fe en la comunión, muchas veces quita Dios ese otro tipo de gustos y sabores sensibles. Y así, quieren sentir a Dios y gustarle como si fuese comprensible y accesible, no sólo en éste, sino también en los demás ejercicios espirituales, todo lo cual es una muy grande imperfección y muy contra la condición de Dios, porque es impureza en la fe (nota del corrector: "...el querer sentir o añadir los gustos corporales o sensibles", cabría completar la frase).

20.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (157)



CAPÍTULO 5
Se abordan ahora las imperfecciones en las que caen los principiantes respecto del vicio de la ira.


1. Por causa de la concupiscencia que tienen muchos principiantes en los gustos espirituales, son poseídos muy de ordinario por muchas imperfecciones del vicio de la ira ya que, cuando se les acaba el sabor y gusto en las cosas espirituales, en su ser natural se hallan desabridos y, con aquel sinsabor que traen consigo, traen mala gracia y desgana en las cosas que tratan, y se aíran muy fácilmente por cualquier cosilla, y aun a veces no hay quien los sufra. Lo cual muchas veces acontece después que han tenido algún muy gustoso recogimiento sensible en la oración que, como se les acaba aquel gusto y sabor, en su parte material les queda el cuerpo desabrido y desganado, similar a lo que le ocurre a un niño cuando le apartan del pecho del que estaba gustando a su sabor. En lo que respecta a su ser natural, cuando de esto no se dejan llevar por la desgana, no hay culpa, sino imperfección que se ha de purgar por la sequedad, las estrecheces y el aprieto de la noche oscura.

2. También hay otros de estos espirituales que caen en otra manera de ira espiritual, y es que se enfadan contra los vicios ajenos con cierto celo desasosegado, haciendo notar los defectos de los otros. Llega a veces a darles ímpetus de reprenderles enojosamente, y aun lo llevan a cabo en algunas ocasiones, como si ellos fueran dueños de la virtud. Todo lo cual es contra la mansedumbre espiritual.

3. Hay otros que, cuando se ven imperfectos, con impaciencia no humilde se enfadan y se enojan contra sí mismos. Llegan a tener tanta impaciencia por ser perfectos que querrían ser santos en un día. De éstos hay muchos que se levantan muchas metas y hacen grandes propósitos, y como no son humildes ni desconfían de sí mismos y de sus fuerzas y capacidades, cuantos más propósitos hacen tanto más caen y tanto más se enojan, no teniendo paciencia para esperar a que se lo dé Dios cuando Él fuere servido y cuando Él disponga. Esta forma de obrar también es contra la dicha mansedumbre espiritual, y en este sentido es una imperfección que del todo no se puede remediar sino por la purgación de la noche oscura. Aunque algunos tienen por el contrario tanta paciencia en esto del querer progresar, que les ocurre al contrario y tampoco querría Dios que lo que en unos sea grave por exceso, en los otros lo sea por escasez.


19.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (156)



5. Hay también algunas almas, con un ser natural tan sensiblero y reprochable que, en cuanto les llega cualquier gusto de espíritu o de oración, enseguida se van al espíritu de la lujuria, cuyo fuego de tal manera les embriaga y se gozan en la sensualidad que se hallan como engolfados en esa sustancia y en el gusto que sienten por este vicio, y se mantiene así lo uno con lo otro pasivamente hasta llegar algunas veces a llevarles a realizar sucesiones de algunos actos torpes y rebeldes. La causa es que, como estas personas por su ser e inclinación natural son, como digo, frágiles y sensibleros, con cualquier alteración se les conmueve el temperamento y los sentidos, y de ahí proceden esos movimientos. Esto se ve ya que lo mismo les pasa cuando se encienden en ira o tienen algún alboroto o pena.

6. Algunas veces también en estos espirituales, así al ponerse a hablar como en obrar cosas espirituales se les enciende cierto brío y bravura con enardecimiento hacia las personas que tienen delante, y se deleitan con alguna manera de vano gusto, lo cual puede ser motivo también de lujuria espiritual al modo en el cual aquí la entendemos, y que ordinariamente aparece con complacencia en la voluntad (nota del corrector: hay que notar que Jesús se complacía en cierta manera también al ver el amor de su Padre y su misericordia para con los pecadores, como leemos en San Mateo (11,25-27): "Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a la gente sencilla". Sin embargo, se debe tener en cuenta que la principal diferencia en la que nos quiere hacer incidir y darnos cuenta San Juan de la Cruz es en la disposición interior, que es en realidad el valor y el impulso con el que se realizan las obras espirituales -y los que las da valor, valga la redundancia, asimismo-. Nuestro Señor se deleitaba por la generosidad y la bondad del Padre, muy diferente a quienes se deleitan por el gusto que les da a ellos, no por la gloria o el agrado de Dios, como aquí podemos ver muy claramente dicha diferencia, y aunque a ojos inexpertos o superficiales parezcan cosas semejantes, pero obviamente en su sustancia son radicalmente diferentes. Un ejemplo para que se entienda sería quien da limosna para que la gente le alabe y le estime, y quien la da como acto de amor a Dios en el hermano. Lo primero es muy habitual en el hacer del mundo, incluso entre compañías comerciales, que publican a los cuatro vientos e incluso redactan adornados informes para hacer que todo el mundo sepa y aplauda sus gestos de beneficencia. Lo segundo es más difícil de encontrar).

7. Vienen a dar algunas de estas personas a tener aficiones con ciertos semejantes por vía espiritual, que muchas veces proceden de la lujuria y no de espíritu, lo cual se conoce ser así cuando, con el recuerdo de aquellas aficiones, no aumenta más la impronta y el amor de Dios, sino remordimiento en la conciencia. Porque, cuando la afición es puramente espiritual, creciendo ella, crece también la afición de Dios, y cuanto más se acuerda uno de ella, tanto más se acuerda de Dios y le da deseo y ansia de Dios, con lo que aumentando en lo uno se aumenta también en lo otro. Y es que eso tiene el espíritu de Dios, que lo bueno aumenta con lo bueno, por cuanto hay semejanza y conformidad. Pero cuando el tal amor nace del mencionado vicio sensual, tiene los efectos contrarios y creciendo más lo uno, tanto más decrece lo otro y la experiencia de su sabor juntamente. Y así es que si crece aquel amor vanal, luego verá que se va enfriando el que siente por Dios y olvidándose de él con aquella experiencia y algún que otro remordimiento en la conciencia. Así también, por el contrario, si crece el amor de Dios en el alma, se va enfriando en el otro y olvidándole porque, como son contrarios amores, no sólo no ayuda el uno al fortalecimiento del otro, sino que antes el que predomina apaga y confunde al otro y se fortalece en sí mismo, como dicen los filósofos (nota del corrector: principio filosófico de los dos contrarios, tan habitual en este tipo de textos de San Juan de la Cruz). Por lo cual dijo nuestro Salvador en el Evangelio (Jn. 3, 6) que lo que nace de carne, es carne, y lo que nace de espíritu, es espíritu, esto es: el amor que nace de sensualidad, da a parar en sensualidad, y el que de espíritu, va a fortalecernos en nuestro espíritu hacia Dios y lo acrecienta. Y ésta es la diferencia que hay entre los dos amores para conocerlos y poder diferenciarlos.

8. Cuando el alma haya entrado en la noche oscura todos estos amores pone en razón, porque al uno fortalece y purifica, que es el que es según Dios, y al otro quita y reduce, y al principio a ambos los hace perder de vista, como después se explicará.


18.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (155)



CAPÍTULO 4
Se explican otro tipo de imperfecciones que suelen tener estos principiantes acerca del tercer vicio, que es el de la lujuria.

1. Otras muchas imperfecciones más de las que acerca de cada vicio voy diciendo tienen muchos de estos principiantes, que por evitar prolijidad dejo de abordarlas, tocando solamente algunas de las más principales, que en todo caso son como origen y causa de las otras.

Y así, acerca de este vicio de lujuria (dejado aparte lo que es caer en este pecado en los espirituales, pues mi intento es tratar de las imperfecciones que se han de purgar por la noche oscura) tienen muchas imperfecciones un gran número de personas, que se podría denominar una "lujuria espiritual", no porque así lo sea, sino porque procede de cosas espirituales.

Porque muchas veces ocurre que en los mismos ejercicios espirituales, sin ser en manos de ellos (es decir, sin estar en su mano el hacerlo o provocarlo), se levantan y se sumergen en la sensualidad de movimientos y actos torpes, y a veces aun cuando el espíritu está en mucha oración, o ejercitando los Sacramentos de la Penitencia o de la Eucaristía. Estos actos sin estar, como digo, en su mano o a propósito realizarlos, sí proceden sin embargo de una de estas tres causas:

2. La primera, proceden muchas veces del gusto que tiene el ser natural en las cosas espirituales porque, como gusta el espíritu y el sentido, con aquella recreación se mueve cada parte del hombre a deleitarse según su porción y propiedad. Ocurre que entonces el espíritu se mueve a recreación y gusto de Dios, que es la parte superior, y la sensualidad, que es la sección inferior, se mueve a gusto y deleite sensual, porque no sabe ella tener y tomar otro tipo de goce, y toma entonces el más cercano a sí, que es el sensual torpe. Y así, ocurre que el alma está en mucha oración con Dios según el espíritu y, por otra parte, según el sentido siente rebeliones y movimientos y actos sensuales pasivamente, no sin harta desgana suya. Esto muchas veces aparece en la Comunión que, como en este acto de amor recibe el alma alegría y regalo, porque le hace el Señor este deleite, pues para eso se da a Sí mismo, la sensualidad toma también el suyo, como hemos dicho, a su modo particular. Y dado que, en fin, estas dos partes son un conjunto, ordinariamente participan ambas de lo que una recibe, cada una mostrándolo a su modo. Y es que, como dice el Filósofo, cualquier cosa que se recibe está en el recipiente al modo de cómo es ese mismo recipiente (nota del corrector: la obra de Dios en el alma se realiza según la capacidad de la misma). Y así en estos principios, y aun cuando ya el alma está aprovechada, como está la sensualidad imperfecta recibe el espíritu de Dios muchas veces con la misma imperfección. No obstante cuando esta parte sensitiva está reformada por la purgación de la noche oscura que más adelante abordaremos, ya no tiene ella estas flaquezas, puesto que no es ella la que ya recibe, sino que más bien está recibida ella en el espíritu (nota del corrector: o inmersa en el ser espiritual), y por ello así lo tiene todo entonces al modo del espíritu.

3. La segunda causa de donde a veces proceden estas rebeliones es el demonio que, por desquitar y turbar el alma al tiempo que está en oración o mientras trata de hacer oración, procura levantar en el ser natural estos movimientos torpes con los cuales, si al alma le llegan algo de ellos, le hace harto daño. Porque no sólo por el temor de esto aflojan en la oración, que es lo que él pretende, por ponerse a luchar contra ellos, sino que algunos llegan a dejar la oración del todo, pareciéndoles que en aquel ejercicio les ocurren más aquellas cosas que fuera de él, como en verdad es, porque se las pone el demonio más en aquella que en otra cosa con el fin de que dejen el ejercicio espiritual. Y no sólo eso, sino que llega a representarles muy al vivo cosas muy feas y torpes, y a veces muy enzarzadamente respecto a cualesquieras cosas espirituales y personas que hacen aprovecho a sus almas, para aterrarlas y acobardarlas de manera que, si de todo ello hacen caso, lleguen incluso a no atreverse a mirar nada ni poner la consideración en nada, porque saben que acaban tropezando con todos estos inconvenientes.

Y esto en los que son tocados de melancolía (depresión, pena..., mal humor, desgana) ocurre con tanta eficacia y frecuencia, que es de tenerles una gran lástima, puesto que padecen vida triste, porque llega a tanto en algunas personas este trabajo cuando tienen este mal humor que les parece claro que sienten tener consigo acceso el demonio, sin ser libres para poderlo evitar, aunque algunas personas de éstas puedan evitar el tal acceso -o ataque maligno- con gran fuerza y trabajo. Cuando estas cosas torpes acontecen a los tales por medio de la melancolía, ordinariamente no se libran de ellas hasta que sanan de aquella calidad de humor o estado de ánimo, o bien una vez entrase en la noche oscura el alma, en la cual esa noche les priva sucesivamente de todo.

4. El tercer origen de donde suelen proceder y hacer guerra estos movimientos torpes, suele ser el temor que ya tienen cobrado estos tales a estos movimientos y representaciones torpes, porque el temor que les da la súbita memoria o recuerdo en lo que ven o tratan o piensan, les hace padecer estos actos sin culpa suya (nota del corrector: es decir, ellos mismos se autosugestionan y acaban haciéndoles aparecer).


17.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (154)



CAPÍTULO 3
Se explican algunas imperfecciones que suelen tener algunos de éstos principiantes respecto al vicio capital, que es la avaricia, espiritualmente hablando.


1. Tienen muchos de estos principiantes también a veces mucha avaricia espiritual, porque apenas les verán contentos en el espíritu que Dios les da y andan muy desconsolados y quejosos porque no encuentran el consuelo que querrían en las cosas espirituales.

Muchos no se acaban de hartar de oír consejos y aprender preceptos espirituales y tener y leer muchos libros que traten de eso, y se les va más en esto el tiempo que en obrar la mortificación y perfección de la pobreza interior de espíritu, que es lo que deberían hacer. Porque, además de esto, se cargan de imágenes y rosarios muy adornados y bonitos, y cuando ahora dejan unos, ya toman otros; ahora truecan, ahora destruecan; ya los quieren de esta manera, ya de esa otra, aficionándose más a este tipo de cruz que a aquélla otra, por ser más curiosa, y cosas semejantes. Y veréis a otros cargados de "agnusdeis" (los "agnusdeis" eran láminas de cera con la imagen de Cristo o de algún santo, y bendecidas por el Papa), y reliquias y nóminas (las "nóminas" eran reliquias con los nombres de santos escritas en ellas), como los niños de dijes ("dijes" se refiere a alhajas, abalorios y adornos engarzados).

En lo cual yo condeno el apego de su corazón y el asimiento que tienen al modo, multitud y curiosidad de cosas, lo cual es muy contrario a la pobreza de espíritu, que sólo mira en la sustancia de la devoción, aprovechándose de aquello en lo tocante a lo exterior sólo en cuanto le basta para esa devoción, y cansándose de ese otro lado de multiplicidad, adornos, estéticas y curiosidades de las devociones. Y es que la verdadera devoción ha de salir del corazón, sólo en la verdad y sustancia de lo que representan las cosas espirituales, y todo lo demás es asimiento y apego de imperfección que, para pasar de alguna manera adelante en cuanto a la perfección, es necesario que se acabe el tal apetito.

2. Yo conocí una persona que durante más de diez años se aprovechó de una cruz hecha toscamente de un ramo bendito, clavada con un alfiler retorcido alrededor, y nunca la había dejado, trayéndola consigo hasta que yo se la retiré. Y esa no era persona de poca razón y entendimiento. Y vi otra que rezaba por las cuentas que estaban hechas de huesos de las espinas del pescado, cuya devoción es cierto que por eso no era de menos quilates delante de Dios, en lo cual se ve claramente que esos dos ejemplos de personas no tenían su devoción simplemente en la imagen exterior, la estética, el acabado, el material, la lujosidad ni en el valor económico.

Los que van, pues, bien encaminados desde estos principios, no se sujetan a los instrumentos visibles, ni se cargan de ellos, ni les mueve para nada el saber más de lo que conviene saber para obrar, porque sólo ponen los ojos en ponerse bien con Dios y agradarle, y esta es toda su "codicia". Y así con gran generosidad y desprendimiento dan cuanto tienen, y su gusto es saberse quedar sin ello por Dios y por la caridad del prójimo, dando igual que sean cosas espirituales que temporales porque, como digo, sólo ponen los ojos en lo importante de la perfección interior: dar a Dios gusto, y no a sí mismo en nada.

3. Pero de estas imperfecciones, como de las demás, no se puede el alma purificar cumplidamente hasta que Dios la ponga en la pasiva purgación de la oscura noche que luego abordaremos. Mas conviene al alma, en cuanto pudiere, procurar poner de su parte para hacer esfuerzos por perfeccionarse, con el fin de que merezca con sus intentos que Dios le ponga en aquella divina cura, donde sana el alma de todo lo que ella no alcanzaba a remediarse. Y es que, por más que el alma se ayude, no puede ella por sí misma activamente purificarse de manera que esté dispuesta siquiera en la menor parte para la divina unión de perfección de amor si Dios no la tomase de la mano y la purgase en aquel fuego oscuro a la medida de ella (nota del corrector: es decir, de todo lo que sea contrario al Señor), cómo y de la manera que más adelante vamos a explicar.


16.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (153)



6. De este tipo de imperfecciones llegan algunos tener muchas y muy intensamente, y también llegan a mucho mal en ellas. Obviamente algunos tienen menos, algunos más, y algunos solo como unos primeros movimientos o poco más. Sin embargo apenas hay unos pocos de estos principiantes que en el tiempo de estos fervores no caigan en algo de todo esto.

Pero los que en este tiempo van en perfección, muy de otra manera proceden y con muy diferente temple de espíritu. Porque se aprovechan y edifican mucho con la humildad, no sólo teniendo sus propias cosas en nada, mas también poseen una muy poca satisfacción y estimación de sí mismos. A todas las demás personas tienen por muy mejores, y les suelen tener una santa envidia, con gana de servir a Dios como ellos porque, cuanto más fervor llevan y cuantas más obras hacen y gusto tienen en ellas, como van en humildad, tanto más conocen lo mucho que Dios merece y lo poco que es todo cuanto hacen por Él. Así es que, cuanto más hacen, tanto menos se satisfacen. Que tanto es lo que de caridad y amor querrían hacer por el Señor que todo lo que hacen no les parece sino nada, y tanto les solicita, ocupa y embebe este cuidado de amor, que nunca advierten en si los demás hacen o no hacen, y acaso algo de eso advierten todo es, como digo, creyendo que todos los demás son mucho mejores que ellos. De donde, teniéndose en poco, tienen gana también que los demás los tengan en poco y que los desprecien y desestimen sus cosas (obras, pareceres, opiniones, etc). Y aún más: que, aunque de fuera se les quiera alabar y estimar, ellos en ninguna manera lo pueden creer, y les parece cosa extraña que digan de ellos aquellos halagos.

7. Estos, con mucha tranquilidad y humildad, tienen gran deseo que les enseñe cualquiera que los pueda aprovechar; harta contraria cosa de la que tienen el tipo de personas de las que hemos tratado líneas arriba, que lo querrían ellos enseñar todo, y aun cuando parece les enseñan algo, ellos mismos toman la palabra de la boca como que ya se lo saben. Pero éstos otros, estando muy lejos de querer ser maestros de nadie, están muy prontos para ponerse a andar y tomar por otro camino del que llevan, si se lo mandaren, porque nunca piensan que aciertan en nada. De que alaben a los demás se gozan, y sólo sienten pena de que no sirven a Dios como lo sirven los demás que, a su parecer, son más perfectos.

No tienen gana de decir sus cosas, sus hechos, sus experiencias, porque las estiman en tan poco, que aun a sus maestros espirituales tienen vergüenza de decirlas, pareciéndoles que no son cosas que merezcan hacer lenguaje de ellas. Más gana tienen de decir sus faltas y pecados, o que los entiendan como llenos de faltas, que no sus virtudes. Con esto se inclinan más a tratar su alma con la persona que menos pone en valor sus cosas y su espíritu, lo cual es propiedad de espíritu sencillo, puro y verdadero, y muy agradable a Dios. Porque, como mora en estas humildes almas el espíritu sabio de Dios, luego las mueve e inclina a guardar adentro sus tesoros en secreto y echar afuera sus males. Porque da Dios a los humildes, junto con las demás virtudes, esta gracia, así como a los soberbios se la niega (Sant. 4, 6).

8. Darán éstos la sangre de su corazón a quien sirve a Dios, y ayudarán, cuanto en esto dependa de ellos, a que sea Dios servido. En las imperfecciones que se ven caer, con humildad se sufren, y con blandura de espíritu y temor amoroso de Dios, esperando confiandamente en Él (nota del corrector: para que venga a rescatarlos y a socorrerlos).

Pero almas que al principio caminen con esta manera de perfección, entiendo son, como queda dicho, las menos y muy pocas; tanto que nos quedaríamos contentos con que simplemente no cayesen los que estén en este camino en las cosas contrarias. Que, por eso, como después diremos, pone Dios en la noche oscura a los que quiere purificar de todas estas imperfecciones para así llevarlos hacia adelante.


15.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (152)



CAPÍTULO 2
Se abordan algunas imperfecciones espirituales que tienen los principiantes acerca del hábito de la soberbia


1. Como estos principiantes se sienten tan fervorosos y diligentes en las cosas espirituales y ejercicios devotos, de esta propiedad (aunque es verdad que las cosas santas de suyo humillan) por su imperfección les surge muchas veces cierto atisbo de soberbia oculta, de donde vienen a tener alguna satisfacción de sus obras y de sí mismos. Y de aquí también les nace cierta ansia algo vana, y a veces muy vana, de hablar cosas espirituales delante de otros, y aun a veces de enseñarlas más que de aprenderlas, y condenan en su corazón a otros cuando no los ven con la manera de devoción que ellos querrían, e incluso a veces lo dicen de palabra y abiertamente, pareciéndose en esto al fariseo, que se jactaba alabando a Dios sobre las obras que hacía, despreciando a la vez al publicano (Lc. 18, 11-12).

2. A éstos muchas veces los acrecienta el demonio el fervor y gana de hacer más estas y otras obras para que les vaya creciendo la soberbia y presunción. Porque sabe muy bien el demonio que todas estas obras y virtudes que hacen no solamente no les valen nada, mas antes se les acaban volviendo en vicio. Y a tanto mal suelen llegar algunos de éstos, que no querrían que pareciese bueno otro sino ellos y así, tanto de obra como con su palabra, cuando la ocasión se les ofrece condenan y detraen al prójimo, mirando la motica en el ojo de su hermano y no considerando la viga que está en el suyo (Mt. 7, 3). En suma: filtran el mosquito ajeno y y se tragan su camello (Mt. 23, 24).

3. A veces también, cuando sus maestros espirituales, como son confesores y prelados, no les aprueban su espíritu y modo de proceder (porque tienen gana de que les estimen y les alaben lo que hacen), entonces juzgan que lo que ocurre es que no les entienden el espíritu, o que sus maestros no son espirituales, pues no aprueban lo que les interesa a ellos y condescienden con ello. Y así, luego desean y procuran tratar con otro que cuadre con su gusto, porque ordinariamente desean tratar su espíritu con aquellos que entienden que han de alabar y estimar sus cosas y huyen, como de la muerte, de aquellos que se las pone en entredicho y se las revelan para ponerlos en camino seguro, y aun a veces toman ojeriza con ellos. Presumiendo, suelen proponer mucho y hacen muy poco. Tienen algunas veces gana de que los otros entiendan su espíritu y su devoción, y para esto a veces hacen muestras exteriores de movimientos, suspiros y otras ceremonias y, hasta incluso, algunos arrobamientos, en público más que en secreto, a los cuales les ayuda el demonio, y tienen complacencia en que les valoren todo esto que hacen y en gran medida también muchas veces codicia.

4. Muchos quieren intimidar y tratar a solas con los confesores, y de aquí les nacen mil envidias e inquietudes. Tienen empacho de decir sus pecados al desnudo para que no los tengan sus confesores en menos, y a la vez los van coloreando para que no parezcan tan malos, lo cual es már irse a excusar que a acusarse uno mismo. Y a veces buscan otro confesor para decirle a él lo malo con el fin de que el otro confesor no piense que en realidad tienen y hacen cosas malas, sino que todo lo que hacen es bueno. Y así, siempre gustan de decirle lo bueno, y a veces por términos que parezca antes más de lo que es que menos, con gana de que le parezca bondadoso, cuando en el fondo el provecho lo sacarían -como diremos- actuando con más humildad, huir de estos ardides y falsedades, y buscar en todo que ni su confesor ni nadie lo tengan o estimen en algo.

5. También algunos de éstos tienen en poco sus faltas, y otras veces se entristecen demasiado de verse caer en ellas, pensando que ya habían de ser santos, y se enojan contra sí mismos con impaciencia, lo cual es otra imperfección. Tienen muchas veces grandes ansias con Dios porque les quite sus imperfecciones y faltas, más por verse sin la molestia de ellas en paz que por Dios, no mirando que, si se las quitase, por ventura se harían aún más soberbios y presuntuosos. Son enemigos de alabar a otros y amigos de que los alaben, y a veces lo pretenden explícitamente, en lo cual son semejantes a las vírgenes necias que, teniendo sus lámparas apagadas, buscaban óleo por fuera (Mt. 25, 8) (nota del corrector: por medio de las virtudes y de la vigilancia de las otras, cuando deberían buscar en ellas mismas sus virtudes y vigilar por sus fallos para no caer).


14.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (151)



EXPLICACIÓN:
1. Cuenta el alma en esta primera estrofa el modo y manera que tuvo en salir, según la afición, de sí y de todas las cosas, muriendo por verdadera mortificación a todas ellas y a sí misma, para llegar a vivir vida de amor dulce y sabrosa con Dios. Y dice que este salir de sí y de todas las cosas fue una noche oscura, que aquí entiende por la contemplación purgativa, como después se dirá, la cual pasivamente causa en el alma la dicha negación de sí misma y de todas las cosas.

2. Y esta salida dice ella aquí que la pudo hacer con la fuerza y calor que para ello le dio el amor de su Esposo en la mencionada contemplación oscura. En lo cual le supone de gran valor la buena dicha que tuvo en caminar a Dios por esta noche con tan próspero suceso que ninguno de los tres enemigos, que son mundo, demonio y carne (los cuales siempre contrarían este camino) se lo pudiesen impedir, por cuanto la dicha noche de contemplación purificativa hizo adormecer y amortiguar en la casa de su sensualidad todas las pasiones y apetitos según sus impulsos y movimientos contrarios. Dice, pues, el verso:

En una noche oscura...

CAPITULO 1
Tras estre primer verso se empieza a tratar de las imperfecciones de los principiantes.

1. En esta noche oscura es en la que comienzan a entrar las almas cuando Dios las va sacando del estado de principiantes, que es de los que meditan en el camino espiritual, y las comienza a poner en el de los aprovechantes, que es ya el de los contemplativos para que, pasando por aquí, lleguen al estado de los perfectos, que es el de la divina unión del alma con Dios. Por tanto, para entender y declarar mejor qué noche sea ésta por la que el alma transita, y por qué causa la pone Dios en ella, primero convendrá tocar aquí algunas propiedades de los principiantes. Lo cual, aunque será con la brevedad que pudiere, no dejará también de servir a los mismos principiantes para que, entendiendo la flaqueza del estado que llevan, se animen y deseen que los ponga Dios en esta noche, donde se fortalece y confirma el alma en las virtudes y para los inestimables deleites del amor de Dios. Y, aunque nos detengamos un poco, no será más de lo que basta para tratar luego de esta noche oscura.

2. Es, pues, de saber que el alma, después que determinadamente se decide a servir a Dios una vez ya convertida, ordinariamente la va Dios alimentando en espíritu y mimando, al modo que la amorosa madre hace al niño tierno, al cual al calor de sus pechos le calienta, y con leche sabrosa y manjar blando y dulce le cría, y en sus brazos le lleva y le mima. Pero, a la medida que va creciendo, le va la madre retirando los mismos y, escondiendo el tierno amor, pone el amargo acíbar en el dulce pecho y, bajándole de los brazos, le hace andar por su pie con el fin de que, perdiendo las propiedades de niño, se dé a cosas más grandes y sustanciales. La amorosa madre de la gracia de Dios, luego que por nuevo calor y hervor de servir a Dios reengendra al alma, eso mismo hace con ella. Inicialmente la hace hallar dulce y sabrosa la leche espiritual sin demasiado esfuerzo de su parte por todas las cosas de Dios, y en los ejercicios espirituales gran gusto, porque le da Dios aquí su pecho de amor tierno, bien así como a niño pequeño (1 Pe. 2, 2-3).

3. Por tanto, su deleite halla en pasarse grandes ratos en oración, e incluso las noches enteras. Sus gustos son las penitencias, sus contentos los ayunos, y sus consuelos usar de los sacramentos y comunicar en las cosas divinas. Estos elementos divinos (nota del corrector: ceremonias religiosas, etc.), aunque con gran eficacia, anhelo y ganas asisten a ellos y los usan y tratan con gran cuidado los espirituales, hablando espiritualmente, comúnmente se encuentran de una forma muy superficial e imperfectamente en ellos. Esto es debido a que, como son movidos a estas cosas y ejercicios espirituales por el consuelo y gusto que allí hallan, y, como también ellos no están habilitados por ejercicios de fuerte lucha en las virtudes, acerca de estas sus obras espirituales tienen muchas faltas e imperfecciones porque, en suma, cada uno obra conforme al hábito de perfección que tiene y, dado que este tipo de personas no han logrado aún adquirir los hábitos fuertes, de necesidad han de obrar como flacos niños, débil e imperfectamente.

Lo cual para que más claramente se vea, y cuán faltos van estos principiantes en las virtudes y cómo obran respecto con el mencionado gusto de forma fácil y dejándose llevar, lo iremos viendo por los siete vicios capitales, diciendo algunas de las muchas imperfecciones que en cada uno de ellos tienen, en que se verá claro cuán de niños es el ser actual con el que éstos actúan, y por ello se verá también cuántos bienes trae consigo la noche oscura de la que luego hemos de tratar, pues de todas estas imperfecciones limpia al alma y la purifica.


13.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (150)



LA NOCHE OSCURA
(continuación de "Subida al monte carmelo")


Composición en forma de canciones o poemas, sobre el modo que tiene el alma en el camino espiritual para llegar a la perfecta unión de amor con Dios, en cuando sea posible en este plano material. Se muestran también las propiedades que tiene en sí la persona que ha llegado a la mencionada perfección.


PRÓLOGO
En este libro se ponen primero todos los versos que se han de explicar. A continuación se detiene en cada verso de por sí, poniendo cada uno de los versos antes de explicarlo, y luego se va declarando cada verso de cada estrofa de por sí, colocando dicho verso también al principio de cada explicación. En las dos primeras estrofas se declaran los efectos de las dos purgaciones espirituales: de la parte sensitiva de la persona, y de la espiritual. En las otras seis se muestras los diferentes y admirables efectos de la iluminación espiritual y unión de amor con Dios, como se puede ver en los distintos versos del poema.


CANCIONES DEL ALMA

1. En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.

2. A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

3. En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

4. Ésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
hacia donde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

5. ¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

6. En mi pecho florido,
que entero para Él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

8. Me quedé y me olvidé,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y me dejé,
perdiendo mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

F I N


A continuación se da inicio a la explicación de las canciones que tratan del modo y manera que tiene el alma en el camino de la unión del amor con Dios, por el padre fray Juan de la Cruz.



Antes que entremos en los pormenores de estas estrofas, conviene saber aquí que el alma las dice estando ya en la perfección, que es la unión de amor con Dios, habiendo ya pasado por los estrechos trabajos y aprietos, mediante el ejercicio espiritual del camino estrecho de la vida eterna que dice nuestro Salvador en el Evangelio (Mt. 7, 14), por ese camino ordinariamente pasa para llegar a esta alta y dichosa unión con Dios. El cual por ser tan estrecho este sendero y por ser tan pocos los que entran por él, como también dice el mismo Señor (Mt. 7, 14), tiene el alma por gran dicha y ventura haber pasado por él a la mencionada perfección de amor, como ella lo canta en esta primera estrofa, llamando "noche oscura" con gran razón a este camino estrecho, como se mostrará más adelante en los versos del poema. Dice, pues, el alma, gozosa de haber pasado por este angosto camino de donde tanto bien acabó por cosechar, en esta manera:


LIBRO PRIMERO
En esta parte del libro se abordará la noche del sentido.


Esfrofa primera:

1. En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.


11.2.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (y149)



CAPÍTULO 45.
Se explican el segundo género de bienes distintos en que se puede gozar vanamente la voluntad.


1. La segunda manera de bienes distintos sabrosos en que vanamente se puede gozar la voluntad, son los que provocan o persuaden a servir a Dios, que llamamos bienes provocativos. Estos son bienes que llegan mediante las predicaciones, de los cuales podríamos hablar de dos maneras, es a saber: cuanto a lo que toca a los mismos predicadores, y cuanto a los oyentes. Porque a los unos y a los otros no deben dejarse de advertir cómo han de dirigir hacia Dios el gozo de su voluntad, así los predicadores como los que los oyen, acerca de esta práctica de predicación.

2. Cuanto a lo primero, el predicador, para aprovechar al pueblo y no aprisionarse a sí mismo con vano gozo y presunción le conviene advertir que aquel ejercicio es más espiritual que vocal porque, aunque se ejercita con palabras hacia fuera, su fuerza y eficacia no la tiene sino del espíritu interior. Por lo tanto, por más alta que sea la doctrina que predica y por más esmerada la retórica y subido el estilo con que ella va vestida, no hace de suyo ordinariamente más provecho que el que tuviere de espíritu. Porque, aunque es verdad que la palabra de Dios de suyo es eficaz, según aquello de David (Sal. 67, 34) que dice "Cantad, que Él dará a su voz, voz de virtud", recordemos sin embargo que tambien el fuego tiene virtud de quemar, y no quemará cuando en el sujeto no hay disposición.

3. Y para que la doctrina llegue con toda su fuerza, dos disposiciones ha de haber: una del que predica y otra del que escucha. Porque ordinariamente es el provecho tanto como hay la disposición de parte del que enseña. Que por eso se dice que, cual es el maestro, tal suele ser el discípulo.
Recordemos cuando en los Hechos de los Apóstoles aquellos siete hijos de aquel príncipe de los sacerdotes de los judíos que acostumbraban a conjurar los demonios con la misma forma que san Pablo, se embraveció el demonio contra ellos, diciendo: "A Jesús confieso yo y a Pablo conozco, pero vosotros ¿quien sois?" (19, 15) y, embistiendo contra ellos, los desnudó y llagó. Lo cual no fue sino porque ellos no tenían la disposición que convenía, y no porque Cristo no quisiese que en su nombre no lo hiciesen (ya que una vez hallaron los Apóstoles a uno que no era discípulo echando un demonio en nombre de Cristo, y se molestaron, y el Señor se lo reprendió diciendo: "No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí. Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es" (Mc. 9, 38). Pero tiene ojeriza con los que, enseñando ellos la ley de Dios, no la guardan, y predicando ellos buen espíritu, no lo tienen. Por eso mismo por san Pablo se nos dice (Rm. 2, 21): "Tú enseñas a otros, y no te enseñas a ti. Tú que predicas que no hurten, hurtas". Y por David (Sal. 49, 16­17) dice el Espíritu Santo: "Al pecador dijo Dios: ¿Por qué platicas tú mis justicias y tomas mi ley con tu boca, y tú has aborrecido la disciplina y echado mis palabras a las espaldas?". En lo cual se da a entender que a este tipo de gente tampoco les dará espíritu para que hagan fruto.

4. También comúnmente vemos que, en cuanto podemos juzgar, cuando el predicador es de mejor vida mayor es el fruto que hace, aún por bajo que sea su estilo y poca su retórica, e incluso siendo su doctrina común. Porque del espíritu vivo se pega el calor, pero el otro muy poco provecho hará, aunque más subido sea su estilo y doctrina. No debemos olvidar que aunque es verdad que el buen estilo y acciones y subida doctrina y buen lenguaje mueven y hacen efecto cuando va acompañado de buen espíritu, sin esa parte de fervor espiritual aunque dé sabor y gusto el sermón al sentido y al entendimiento, muy poco o nada de fruto llega a la voluntad, debido a que comúnmente se queda tan floja y remisa como antes para obrar, aunque se le hayan predicado maravillosas cosas y todas ellas maravillosamente dichas, que al final sólo sirven para deleitar el oído como una música concertada o sonido de campanas armonioso; mas el espíritu, como digo, no sale de sus quicios más que antes, no teniendo la voz virtud para resucitar al muerto de su sepultura.

5. Poco importa oír una música mejor que otra sonar si no me mueve esta más que aquella a hacer obras, porque aunque hayan dicho maravillas, luego se olvidan, debido a que no incendiaron su fuego en la voluntad. Y es que, aparte que de suyo no hace mucho fruto aquella asimilación que hace el sentido en el gusto de la tal doctrina, impide asimismo que no pase al espíritu, quedándose sólo en estimación del modo y accidentes con que va dicha la palabra y alabando al predicador en esto o aquello y simplemente siguiendole por las formas y los modos, más que por la enmienda que de ahí saca.
Esta doctrina da muy bien a entender san Pablo a los de Corinto (1 Cor. 2, 1­4), diciendo: "Yo, hermanos, cuando vine a vosotros, no vine predicando a Cristo con alteza de doctrina y sabiduría, y mis palabras y mi predicación no eran retórica de humana sabiduría, sino en manifestación del espíritu y de la verdad". Aunque obviamente la intención del Apóstol y la mía aquí no es condenar el buen estilo y retórica y el buen término, ya que antes hace mucho al caso al predicador como también a todos los negocios. Y es que la buena redacción, vocabulario y estilo aun las cosas caídas y aburridas las levanta y reedifica, así como los malos modos y dialéctica a las buenas las estropea y pierde.



11 de febrero de 2023, Sábado de Nuestra Señora del Monte Carmelo y festividad de Nuestra Señora de Lourdes. FIN DE LA OBRA.


Nota del corrector:
Esta es considerada la primera parte de la Subida al Monte Carmelo, y como se puede ver, queda inconclusa. San Juan de la Cruz la continuará en la llamada "Noche oscura". Y es que hasta aquí el Tratado ha afrontado la denominada "noche activa", y en el siguiente afrontará la llamada "noche pasiva". Podríamos decir que este tratado es de purgación o limpieza, necesario para avanzar hacia la noche oscura en donde nos sustenta la fe en completo abandono de uno mismo.