Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

25.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (162)



CAPÍTULO 9
Se muestran las señales en que se conocerá que el espiritual va por el camino de esta noche y purgación sensitiva.


1. Pero, debido a que estas sequedades podrían proceder muchas veces no de la dicha noche y purgación del apetito sensitivo, sino de pecados e imperfecciones o de flojedad y tibieza, o de alguna enfermedad o indisposición corporal, pondré aquí algunas señales en las cuales se podrá conocer si proceden de dicha purgación, o si nace de alguno de los mencionados vicios o afecciones. Para lo cual hallo que hay tres señales principales.

2. La primera es si, así como no encuentra uno gusto ni consuelo en las cosas de Dios, tampoco lo halla en alguna de las cosas creadas. Porque, como pone Dios al alma en esta oscura noche a fin de enjugarle y purgarle el apetito sensitivo, en ninguna cosa le deja engolosinar ni hallar sabor. Y en esto se conoce con mucha probabilidad que esta sequedad y sinsabor no proviene ni de pecados ni de imperfecciones nuevamente cometidas ya que, si esto fuese así, se sentiría en el ser natural alguna inclinación o gana de gustar de otra alguna cosa que de las de Dios. Tengamos en cuenta que cuando quiera que se relaja el apetito en alguna imperfección, luego nos sentimos inclinados hacia ella, poco o mucho, según el gusto y afición que hacia ella se haya aplicado.

Pero, porque este no gustar ni de cosa de arriba ni de abajo podría provenir de alguna indisposición o depresión o tristeza melancólica, lo cual muchas veces no deja hallar gusto en nada, es menester la segunda señal y condición para descubrirlo.

3. La segunda señal para que se demuestra encontrarnos en la mencionada purgación es que ordinariamente nos viene a la memoria el recuerdo de Dios con solicitud y cuidado penoso, pensando que no servimos bien a Dios, sino que antes se vuelve uno atrás, como se muestra en esa forma de sinsabor respecto a las cosas de Dios. Y en esto se ve que este sinsabor y sequedad no sale de flojedad y tibieza, porque la razón -es decir, las consecuencias- de la tibieza es no rememorar mucho ni tener solicitud y ansias interiores por las cosas de Dios.

Por todo ello fijémonos que entre la sequedad y tibieza hay mucha diferencia, porque la que es tibieza tiene mucha flojedad y desgana en la voluntad y en el ánimo, sin solicitud ni anhelo de servir a Dios, mientras que la que sólo es sequedad purgativa tiene consigo ordinaria solicitud y ansia de Dios con cuidado, lástima y pena, como digo, al pensar que no sirve a Dios. Y ésta, aunque algunas veces sea ayudada de la melancolía, tristeza u otro tipo humor o desánimo, como muchas veces lo es, no por eso deja de hacer su efecto purgativo del apetito, pues de todo gusto está privado, y sólo su cuidado pone en Dios. Sin embargo cuando es puro humor y desánimo sólo se va en disgusto y apatía del ser natural -el corporal-, sin estos deseos de servir a Dios que tiene sin embargo la sequedad purgativa, con la cual aunque la parte sensitiva está muy caída, floja y débil para obrar por el poco gusto que halla, el espíritu, empero, está pronto y fuerte.

4. La razón la encontramos en que la causa de esta sequedad es porque muda Dios los bienes y las fuerzas del sentido al espíritu, de los cuales, por no ser capaz el sentido con su fuerza natural, se queda ayuno, seco y vacío. Porque la parte sensitiva no tiene habilidad para lo que es puro espíritu y así, gustando el espíritu se deshace la carne y se debilita para actuar. Mas el espíritu, que va recibiendo el manjar, anda fuerte y más alerto y solícito que antes en el cuidado de no faltar a Dios. Esa parte espiritual, si no siente a continuación o al principio el sabor y deleite también de forma espiritual, sino al contrario siente la sequedad y el sinsabor, es por la novedad del cambio ya que, habiendo tenido el paladar hecho a los otros gustos sensibles (y todavía tiene los ojos puestos en ellos), y debido a que también el paladar espiritual no está acomodado ni purgado para tan sutil, nuevo y elevado gusto, hasta que sucesivamente se vaya disponiendo por medio de esta seca y oscura noche no puede sentir y saborear el gusto y el bien espiritual, sino al contrario, la sequedad y sinsabor -puesto que no está preparado aún para lo otro-, al faltarle el gusto inicial de los principiantes que antes con tanta facilidad lograba.







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