5. Porque éstos que comienza Dios a llevar por estas soledades del desierto son semejantes a los hijos de Israel, que luego que en el desierto les comenzó Dios a dar el manjar del cielo, que de suyo tenía todos los sabores y, como allí dice (Sab. 16, 20-21), se convertía al sabor que cada uno quería, con todo sentían más la falta de los gustos y sabores de las carnes y cebollas que comían antes en Egipto, por haber tenido el paladar hecho y acostumbrado a ellas, que la dulzura delicada del maná angélico, y lloraban y gemían por las carnes teniendo ante sí los manjares del cielo (Núm. 11, 4-6). Que a tanto llega la bajeza de nuestro apetito, que nos hace añorar nuestras miserias y entorpecer el bien incomunicable del cielo.
6. Pero, como digo, cuando estas sequedades provienen de la vida purgativa del apetito sensible, aunque el espíritu no siente al principio el sabor por las causas que acabamos de decir, siente la fortaleza y brío para obrar en la sustancia que le da el manjar interior, dicho manjar es el principio de la oscura y seca contemplación para el sentido. Esta contemplación, que es oculta y secreta hasta para la misma persona que la tiene, ordinariamente, junto con la sequedad y vacío que hace al sentido, da al alma inclinación y deseos de estarse a solas y en quietud, sin poder pensar en cosa particular ni tener ganas de pensarla.
Y entonces, si a los que esto ocurre se supiesen sosegar, descuidando de esforzarse en cualquier obra interior y exterior, sin solicitud de hacer nada en este estado, comenzarán entonces a sentir delicadamente aquella refección interior en este descuido y ocio. Dicha renovación es tan delicada que, ordinariamente, si tiene gana o cuidado en sentirla no la siente porque, como digo, ella obra en el mayor apaciguamiento y descuido del alma. Viene a ser como el aire que, en queriendo cerrarlo con el puño, se sale.
7. Y a este propósito podemos entender lo que a la Esposa dijo el Esposo en los Cantares (6, 4): "Aparta tus ojos de mí, porque ellos me hacen volar" (nota del actualizador: es decir, "huir"), porque de tal manera pone Dios al alma en este estado y en tan diferente camino la lleva que, si ella quiere obrar con sus potencias, deseos y fuerzas, antes estorba la obra que Dios en ella va haciendo, en lugar de ayudar, lo cual en los estados anteriores era muy al revés (nota del actualizador: en estados previos se requería la participación de la persona; ahora es dejarse llevar o, más bien, guiar). La causa es porque ya en este estado de contemplación, que es cuando sale del discurso y entra en el estado de aprovechamiento o de iniciados, Dios es el que obra en el ánima, porque por eso le ata las potencias interiores, no dejándole inclinación hacia el entendimiento, ni sabor en la voluntad, ni discurso o discurrir en la memoria. Porque, en este tiempo, lo que de suyo puede obrar el alma no sirve sino, como hemos dicho, para entorpecer la paz interior y la obra que en aquella sequedad del sentido hace Dios en el espíritu. Dicha sequedad, como es de naturaleza espiritual y delicada, hace obra quieta, delicada, solitaria, satisfactoria y pacífica, muy ajena de todos esos otros gustos primeros, que eran muy palpables y sensibles, porque es la paz ésta que dice David (Sal. 84, 9), en la que habla Dios en el alma para hacerla espiritual. Y de aquí pasamos a la tercera señal.
8. La tercera señal que hay para que se conozca que uno se encuentra en esta purgación del sentido es el no poder ya meditar ni discurrir mediante el sentido de la imaginación, como solía hacerse antes, por más que uno ponga de su parte. Porque, como aquí comienza Dios a comunicarse, no ya por el sentido, como antes hacía por medio del discurso que componía y dividía las noticias y comunicaciones, sino por el espíritu puro, en que no cabe discurso sucesivamente, comunicándosele con actos de sencilla contemplación no alcanzan ni llegan los sentidos de la parte inferior, exteriores ni interiores. De aquí procede que la imaginativa y fantasía no puedan hacer acompañamiento en consideración alguna ni hallar en ella pie ya de ahí en adelante [nota: esta nueva perspectiva de la contemplación sustituye a la meditación discursiva y produce una situación nueva en el alma al modificarse el mecanismo de su actuación habitual].
9. En esta tercera señal se ha de recordar que esta turbación de las potencias y del gusto de ellas no proviene de algún mal psicológico porque, cuando de aquí nace, en acabando aquel estado de ánimo (porque nunca permanece en un ser), luego con algún cuidado que ponga el alma vuelve a poder lo que antes podía, y hallan sus apoyos las potencias, lo cual en la purgación del apetito no es así porque, en comenzando a entrar en esta purgación, siempre va delante el no poder discurrir con las potencias. Cierto es que, aunque es verdad que en los inicios, en algunas personas a veces no entra con tanta continuación que algunas veces dejen de llevar sus gustos y discursos sensibles, esto es debido a que por su flaqueza no convendría destetarlos de un golpe, sin embargo con todo van siempre entrando más en la purgación y apagando y quebrando su relación con la obra sensitiva, si es que siguen progresando. Porque los que no van por camino de contemplación muy diferente modo llevan, puesto que esta noche de sequedades no suele ser en ellos continua en el sentido, y así ocurre que algunas veces las tienen, otras veces no, y aunque algunas no pueden discurrir, otras pueden. El motivo de ello es que a estas personas sólo les introduce Dios en esta noche con el fin de poder ejercitarlos y humillarlos, así como reformarles el apetito tratando de que no vayan criando golosina viciosa en las cosas espirituales, y no para llevarlos a la vida del espíritu en toda su profundidad, que es la contemplación (porque no todos los que se ejercitan de propósito y de veras en el camino del espíritu les lleva Dios a contemplación, ni aún siquiera la mitad de los que tratan de hacerlo; el por qué esto es así, Dios lo sabe) -[dentro de la vía contemplativa hay diferencias de grados y formas, y la vocación divina de cada uno tiene su correspondencia con la gracia que a cada uno se le concede y a la capacidad que se le ha dado]. Por ello a esas personas nunca les acaba de hecho de separar el sentido de las prácticas que incluyen las consideraciones y discursos, sino algunos ratos a temporadas llegan a cierto grado de contemplación -pero no de forma habitual, como ya hemos dicho-.
| Preparación: Oratorio Carmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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