Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

28.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (165)



5. Y por más escrúpulos que nos lleguen pensando que se pierde tiempo y que sería bueno hacer otra cosa, pues en la oración no puede hacer ni pensar nada, súfrase y estése uno sosegado, como que no va allí más que a estarse a su placer y anchura de espíritu porque, si de suyo quiere uno obrar algo con las potencias interiores, será estorbar y perder los bienes que Dios por medio de aquella paz y recogimiento del alma está asentando e imprimiendo en ella. Esto bien así es como si algún pintor estuviera pintando o retocando un rostro, que si el rostro se moviese tratando de hacer algo (cambiando ángulos de luz y formas), no dejaría hacer nada al pintor, y perturbaría lo que estaba haciendo. Y por lo tanto, cuando el alma se quiere estar en paz y sosiego interior, cualquier acción o afición o advertencia que ella quiera entonces tener la distraerá y trastocará y le hará sentir la sequedad y vacío del sentido porque, cuanto más pretendiere tener alguna experiencia de afecto y noticia, tanto más sentirá la falta de ello, dado que estas experiencias no pueden ser ya suplidas por aquella vía sensitiva.

6. De donde a esta tal alma le conviene no hacer aquí caso que se le pierdan las operaciones de las potencias, antes ha de gustar que se le pierdan presto porque, no estorbando la operación de la contemplación infusa (nota del actualizador: es decir, que el Señor le va infundiendo) que va Dios dando, con más abundancia pacífica la reciba, y dé lugar a que arda y se encienda en el espíritu el amor que esta oscura y secreta contemplación trae consigo y adhiere en el alma. Porque contemplación no es otra cosa que infusión secreta, pacífica y amorosa de Dios que, si la dan lugar, inflama al alma en espíritu de amor, según ella da a entender en el verso siguiente, el cual es a saber.


"Con ansias en amores inflamada".


CAPÍTULO 11
Se explican los tres versos de la estrofa.


1. La cual inflamación de amor, aunque comúnmente a los inicios no se siente, por no haber llegado o comenzado a emprenderse por la impureza del ser natural, o por no darle un lugar pacífico en sí el alma por no entenderse, como hemos dicho (aunque, a veces, sin eso y con eso comienza luego a sentirse alguna ansia de Dios), cuanto más se adentra la persona en esta inflamación de amor más se va viendo el alma aficionada e inflamada en amor de Dios, sin saber ni entender cómo y de dónde le surge el tal amor y afición, sino que ve crecer tanto en sí a veces esta llama e inflamación que con ansias de amor desea a Dios, según David estando en esta noche lo dice de sí por estas palabras (Sal. 72, 21-22): "Porque se inflamó mi corazón", es a saber en amor de contemplación, "también mis renes se mudaron", esto es, mis apetitos de afecciones sensitivas se mudaron, o sea, de la vida sensitiva a la espiritual, que es la sequedad y cese en todos ellos que vamos explicando. "Y yo", -dice-, "fui resuelto en nada y aniquilado, y no supe" porque, como hemos dicho, sin saber el alma por dónde va, se ve aniquilada acerca de todas las cosas de arriba y de abajo que solía gustar, y sólo se ve enamorada sin saber cómo y por qué. Y, dado que a veces crece mucho la inflamación de amor en el espíritu, son las ansias por Dios tan grandes en el alma que parece se le secan los huesos en esta sed, y se marchita el natural, y se deshace su calor y fuerza corporal por la viveza de la sed de amor, porque siente el alma que es viva esta sed de amor. La cual también David (Sal. 41, 3) tenía y sentía, cuando dijo: "Mi alma tuvo sed de Dios vivo", que es tanto como decir: "Muy vívida fue la sed que tuvo mi alma". Dicha sed, por ser viva, podemos decir que mata de sed. Pero es de notar que la vehemencia de esta sed no es continua, sino algunas veces, aunque de ordinario suele sentirse alguna sed.

2. Pero se debe advertir que, como aquí comencé a decir, al principio comúnmente no se siente este amor, sino la sequedad y vacío que vamos diciendo y entonces, en lugar de este amor que después se va encendiendo, lo que trae el alma en medio de aquellas sequedades y vacíos de las potencias es un ordinario cuidado y solicitud de Dios, con pena y recelo de que no le sirve [el santo aclara aquí la relación existente entre la purificación del sentido y del espíritu. El primero necesita una acomodación o dependencia respecto del segundo, como éste de Dios. Es necesario reconstruir la armonía natural destruida por el pecado original], o que uno es para Dios un poco agradable sacrificio viéndose andar el espíritu contrito y solícito por su amor (Sal. 50, 19). Esta solicitud y cuidado pone en el alma aquella secreta contemplación hasta que, por tiempo habiendo purgado algo el sentido, esto es, la parte sensitiva, de las fuerzas y aficiones naturales por medio de las sequedades que en ella inculca esta acción, ya va encendiéndose en el espíritu este amor divino. Pero entretanto, en fin, como el que está puesto en cura, todo es padecer en esta oscura y seca purgación del apetito, curándose de muchas imperfecciones e imponiéndose en muchas virtudes para hacerse capaz del dicho amor, como ahora se dirá sobre el verso siguiente:


"¡Oh dichosa ventura!".


3. Que por cuanto pone Dios el alma en esta noche sensitiva a fin de purgar el sentido de la parte inferior y acomodarle, sujetarle y unirle con el espíritu, oscureciéndole y haciéndole cesar respecto de los discursos, como también después lo hace, al fin de purificar el espíritu para unirlo con Dios (como después se abordará), le pone en la noche espiritual donde gana el alma -aunque a ella no se lo parezca- tantos provechos, que tiene por dichosa ventura haber salido del lazo y atadura del sentido de la parte inferior por esta mencionada noche. Dice el presente verso: "¡oh dichosa ventura!", acerca de tal ventura nos conviene aquí notar los provechos que halla en esta noche el alma, por causa de los cuales tiene por buena ventura pasar por ella. Todos estos provechos encierra el alma en el siguiente verso:


"Salí sin ser notada".


4. Esta "salida" se entiende de la sujeción que tenía el alma con la parte sensitiva en buscar a Dios por operaciones tan débiles, tan limitadas y tan ocasionadas como las de esta parte inferior son, puesto que a cada paso tropezaba con mil imperfecciones e ignorancias, como hemos notado líneas arriba en los siete vicios capitales, de todos los cuales se libra, apagándole esta noche todos los gustos de superiores e inferiores, y oscureciéndole todos los discursos, así como haciéndole otros innumerables bienes en la ganancia de las virtudes, como ahora diremos. Esto será logro gustoso y de gran consuelo para quien por aquí camina, viendo cómo cosa que tan áspera y adversa parece al alma y tan contraria al gusto espiritual como es esta noche obra tantos bienes en ella.

Los cuales, como decimos, se consigue en salir el alma según la afección y operación, por medio de esta noche, de todas las cosas creadas, y caminar con rumbo a las eternas, que es grande dicha y ventura. Por una parte, debido a que es un gran bien el apagar el apetito y afección acerca de todas las cosas mundanas, y por la otra por ser muy pocos los que sufren y perseveran en entrar por esta puerta angosta y por el camino estrecho que guía a la vida, como dice nuestro Salvador (Mt. 7, 14). Porque la angosta puerta es esta noche del sentido, del dicho sentido (nota del actualizador: sentido desde el punto de vista de los placeres, sensaciones y apetencias corporales y mundanas) se despoja y desnuda el alma para entrar en ella, juntándose en fe, que es ajena de todo sentido (nota del actualizador: es decir, de toda experiencia física y material), para caminar después por el camino estrecho, que es la otra noche de espíritu, en que después entra el alma para caminar a Dios en pura fe, que es el medio por donde el alma se une con Dios. Por este mencionado camino, al ser tan estrecho, oscuro y terrible (que no hay comparación de esta noche de sentido a la oscuridad y trabajos de la noche del espíritu, como explicaremos enseguida), son muchos menos los que caminan por él, pero son sus provechos sin comparación mucho mayores que los de la del sentido [la prioridad de la noche del sentido es sólo relativa y parcial; no es completa hasta que no se verifica también la oscura del espíritu]. De los provechos de la noche del sentido comenzaremos ahora a decir algo, con la brevedad que se pudiere, con el fin de pasar luego a la otra noche.







| Preparación: Oratorio Carmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




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