Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

23.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (160)



CAPÍTULO 7
Se muestran las imperfecciones respecto de la envidia y hastío espiritual.


1. Acerca también de los otros dos vicios, que son envidia y acidia espiritual (nota del actualizador: "acidia" o "acedia" es una palabra del castellano antiguo, que se refiere a hastío o tibieza en el cumplimiento de las obligaciones religiosas), no dejan estos principiantes de tener notables imperfecciones. Porque acerca de la envidia muchos de éstos suelen tener movimientos de molestarles el bien espiritual de los otros, dándoles alguna pena sensible en el caso que les lleven ventaja en este camino, y no querrían ver que a los otros los alaben o feliciten en este aspecto. Debido a ello se entristecen de las virtudes ajenas, y a veces no lo pueden sufrir sin decir ellos lo contrario, deshaciendo aquellas alabanzas como pueden, y se remueven por dentro cuando no hacen con ellos otro tanto, porque querrían ellos ser preferidos en todo. Todo lo cual es muy contrario a la caridad ya que esta virtud, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 6), se goza de la verdad y, si alguna envidia tiene, es envidia santa, pesándole de no tener las virtudes del otro, con gozo de que el otro las tenga, y agradándole el que todos le lleven la ventaja porque sirven a Dios, siendo que esa persona está tan falto en ello (nota del actualizador: puesto que el principiante auténticamente devoto cree no poder ser tan perfecto como los demás, se alegra de que al menos los demás sean en ese aspecto mejores que él, puesto que así sirven mejor también a Dios, que es lo importante).

2. También, acerca de la tibieza espiritual, suelen tener tedio en las cosas que son más espirituales y huyen de ellas, como son aquellas que contradicen al gusto sensible puesto que, como ellos están tan endulzados en las cosas espirituales, en no hallando sabor en ellas las aborrecen. De esta manera, si una vez no hallaron en la oración la satisfacción que pedía su gusto (porque en realidad les conviene que Dios les retire el gozo para probarlos), no querrían volver a ella, o a veces la dejan o van de mala gana. Y así, por este tedio, posponen el camino de perfección, que es el de la negación de su voluntad y gusto por amor a Dios, al gusto y sabor de la voluntad divina, y no de la de ellos, a la cual en esta manera de obrar andan ellos por satisfacer más que a la de Dios.

3. Y muchos de éstos querrían que quisiese Dios lo que ellos quieren, y se entristecen de querer lo que quiere Dios, con repugnancia de acomodar su voluntad a la de Dios. De donde les surge que, muchas veces, en lo que ellos no hallan su voluntad y gusto llegan a pensar que no es voluntad de Dios. Por el contrario cuando ellos se satisfacen creen que Dios se satisface, midiendo a Dios consigo mismos y bajo sus medidas, y no a sí mismos con Dios, siendo muy al contrario lo que el mismo Señor enseñó en el Evangelio (Mt. 16, 25), diciendo que el que perdiese su voluntad por Él, ese la ganaría, y la persona que la quisiese ganar, ése la perdería.

4. Estos también tienen tedio cuando les mandan lo que no tiene gusto para ellos. Ocurre así porque se andan al regalo y sabor del espíritu, con lo cual son muy flojos para la fortaleza y trabajo de perfección, hechos semejantes a los que se crían en regalo, que huyen con tristeza de toda cosa áspera. Este tipo de principiantes se ofenden de la cruz, en la cual están los deleites del espíritu, y en las cosas que son más espirituales más tedio tienen porque, como ellos pretenden andar en las cosas espirituales a sus anchuras y a gusto de su voluntad, se les produce una gran tristeza y repugnancia entrar por el camino estrecho, que dice Cristo (Mt. 7, 14), es el camino que lleva a la vida (nota del actualizador: a este respecto se puede ver la carta a Ana de S. Alberto, de 1582).







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