Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

4.4.20

La importancia de un oratorio virtual


Durante este tiempo de confinamiento debido a la pandemia, en el que millones de personas alrededor del planeta se ven obligadas a permanecer en sus casas, sin poder salir a la calle ni acudir a misa, acudir a actos religiosos, y ni siquiera visitar iglesias o capillas, están cobrando una importancia especial los sitios de oración y recogimiendo online. Desde el Oratorio Carmelitano venimos, ya mucho tiempo atrás, ofreciendo un servicio de oración, reflexión y acompañamiento espiritual, en una página que funciona como un oratorio virtual. Esto es: facilitando oraciones, incluso ofreciendo distintos libros y tratados gratuitamente, mediante nuestra librería que ya aglutina un voluminoso fondo literario. Además, ofrecemos también una adoración perpetua para aquellas personas que, con dificultades para acceder incluso a plataformas online (por su complejidad, consumo de datos o porque carecen de un sistema informático potente) de vídeo. Así, damos la oportunidad que, en espíritu al menos, cualquiera pueda realizar una visita al Santísimo, recogerse, y rendirle tributo y adoración. Es esta una necesidad si cabe más importante en esta época.

También seguimos facilitando la comunión espiritual, y centrándonos en nuestro carisma carmelitano, la Visita Semanal y el Homenaje Sabatino, porque no debemos olvidar a nuestra querida Madre en estos momentos de drama, lucha y desconsuelo. Ella sabe mejor que nadie cómo aliviarnos.

Durante estos últimos meses hemos ido más allá, ofreciendo a nuestros visitantes, carmelitas y cristianos en general, unas páginas temáticas con oraciones diarias que pueden hacer durante cada jornada, al despertar, al acostarse, o en el momento del día en que más lo consideren o lo necesiten. Este espacio se encuentra dividido en otras tantas temáticas, así, tenemos el Domingo, dedicado a la alabanza al Espíritu Santo. El Lunes, a Nuestra Señora, el Martes, a las ánimas del purgatorio, un recuerdo especial y muy importante de nuestro carisma carmelitano. El Miércoles lo dedicamos a la reflexión, bien en soledad o en comunidad, dentro de una celda de un monasterio o convento, o en medio de la gran ciudad. El Jueves, como no podía ser de otra forma, es el día de la Eucaristía, mientras que el Viernes está centrado en la Pasión de Nuestro Señor. Por último, el Sábado se lo dedicamos y consagramos a Nuestra Señora del Carmelo.

Ahora hemos querido ir un paso más allá, y ofreceros además la oportunidad de descargar, para aquellos que no tienen una conexión permanente a Internet (o la tienen muy deficitaria) nuestro Oratorio, con el fin de que puedan llevar nuestros textos con ellos en su smartphone, en su ordenador o en su tablet, y consultarlos cuando lo necesiten. Dividido en meses, ya se puede acceder a su descarga desde éste link.

Asimismo, ofrecemos la oportunidad de navegar por todo nuestro historial mediante un sencillo formulario que podéis usar, situado en la parte inferior de esa misma página. Confiamos en que todos estos esfuerzos colaboren para enriquecer tu experiencia cristiana, y adherirte más firme y fielmente a Nuestro Señor, cuyo fin es todo nuestro motivo y atención. A Él, pues, sea siempre la gloria y alabanza por los siglos de los siglos. Amén.

| Redacción: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

Solo importa la voluntad divina


Ante cualquier situación y en todo momento, debemos decir como San Pablo: "Señor, ¿qué quieres que haga?" (Hch. 22,10).

No esto o lo sino, sino lo que Tú quieras. El espíritu quiere esto, el cuerpo desea aquello, pero yo, Señor, sólo quiero tu santa voluntad. La contemplación o la acción, la oración vocal o mental, activa o silenciosa, de fe o de luz, con formas claras o en gracia general, todo, Señor, por sí mismo es nada, porque tu voluntad es lo único real y la única fuerza de todo eso. Ella sola es el centro de mi devoción, y no las cosas, por sublimes y elevadas que sean, pues el fin de la gracia no es la perfección de la mente, sino la del corazón.

1.4.20

El tesoro de la castidad


Las cristianas dignas prefieren la virtud a todas las cosas. Ellas, con heroica firmeza, vencen la lógica perversa de sus jueces. "Sea todo lo que Dios quiera", responde la esclava Sabina al neócoro Polemón (Passio S. Afrae 2). "Pienso - dice Teodora al prefecto de Egipto - que tú no ignoras que Dios ve nuestros corazones y considera en nosotros una sola cosa: la firme voluntad de permanecer castas. Si me obligas, pues a sufrir ultraje, padeceré violencia. Estoy dispuesta a entregar mi cuerpo, sobre el que tú tienes poder; pero sólo Dios tiene poder sobre mi alma" (passio S. Pionii 7).

A veces las mártires, para escapar al ultraje de su pudor, provocan furiosamente al juez para conseguir la pena de muerte.

27.3.20

Diálogo de Santa Adriana ante el juez, con ocasión de su martirio


En las Actas del martirio de Santa Adriana, mártir de Frigia, se da este diálogo:

- ¿Cuál es tu nombre? - Le pregunta el juez.

- ¿Qué importa mi nombre? Yo soy cristiana.

- ¿Es éste tu amo?

- Es solamente dueño de mi cuerpo, pero el señor de mi alma es Dios.

- ¿Cómo no adoras a los dioses que tu dueño adora?

- Yo soy cristiana, y no adoro a ídolos mudos, sino al Dios vivo y verdadero, al Dios eterno.

Estas respuestas desconcertaban totalmente la mentalidad pagana de la época.

Nota: Santa Adriana (Santa Ariana o Santa Ariadna) de Frisia o de Prymnesso, mártir del siglo I. Celebra su festividad el 17 de septiembre.

26.3.20

San Luis María Grignion de Monfort y su amor a la cruz


La devoción a la cruz es absolutamente central en la espiritualidad de San Luis María Grignion de Monfort, como en tantos otros santos cristianos. Encabeza con frecuencia sus cartas con el lema: "¡Viva Jesús, viva su cruz!". En una de sus obras principales, "El amor de la Sabiduría eterna", ofrece un programa completo de vida cristiana fundamentado en la cruz de Cristo (capítulos XII-XIV). Son también muy hermosos los cánticos que dedica a la cruz, especialmente el 11, "La fuerza de la paciencia", de treinta y nueve estrofas; el 13, "La necesidad de la penitencia", y el 19, "El triunfo de la cruz".

En la Francia de 1700 existe en muchas diócesis una asociación de fieles llamada "Los Amigos de la Cruz", y Montfort la establece en Nantes, en 1708, al terminar la misión que dio allí en una parroquia.