Semana en el Oratorio

Mes de febrero, mes del Amor

Visita Semanal


Visita semanal a la Virgen del Carmelo

¡Madre mía del Monte Carmelo! Heme aquí en vuestra presencia a donde vengo a visitaros con todo el afecto de un corazón agradecido. Os saludo y humildemente os doy gracias por todos los beneficios que de Vos he recibido. Soy vuestro devoto hijo/a y llevo amorosamente vuestro santo Escapulario. Y para demostraros mejor mi afecto filial, me uno en vuestro amor a los que conmigo os saludan con la Visita semanal.

Vengo a visitaros, Madre, en nombre de la Iglesia universal. Os saludo en nombre de todos los Santos que os aclaman en el Cielo, de las almas que os esperan en el purgatorio, de vuestros hijos que luchan en la tierra; en nombre de los corazones que os aman, de los labios que os bendicen, de las almas puras que ruegan, de tentados que os llaman...

Vengo a visitaros en nombre de vuestra Orden del Carmelo, vuestra familia querida, a la que un buen día entregásteis bondadosa vuestro santo escapulario, vestido y señal de vuestras predilecciones. Os saludo en nombre de vuestros hijos carmelitas, que en oración, retiro y soledad os sirven en el santo Monte Carmelo; en nombre de los que nos asociamos a sus obras meritorias por medio de vuestro santo Escapulario; en nombre de todos los que visten vuestro sagrado vestido...

Os ruego, Madre del Carmen, por la Iglesia de vuestro Hijo, por las intenciones del papa, por los gobernantes de todas las naciones, por los cristianos que flaquean en la fe, por la juventud que se quiere apartar de Dios, por tantos hogares rotos, por los que lloran en silencio las injusticias humanas, por los enfermos que sufren, por los niños que mueren de hambre, por los obreros que no tienen trabajo, por los ancianos que no encuentran cariño...

Y mirad también compasiva a mis familiares, parientes, allegados, amigos, bienhechores y a todos los que están o en algún momento estuvieron a mi lado. Que os sirvamos todos en la paz y santa alegría de los hijos de Dios, unidos en lazos de amor y de caridad. Por Jesucristo nuestro Señor. Así sea.

PETICIONES:
A. Por todos aquellos que invocan a María como Madre y Protectora, para que encuentren en Ella refugio en las adversidades y estímulo en la vida cristiana...
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

B. Por todos aquellos que llevan el santo Escapulario, signo de consagración y de esperanza, para que aprendan a imitar las virtudes de la Virgen y reflejen en sus obras una vida evangélica...
Dios te salve María...

C. Por todos aquellos que invocan a María, la Virgen del Carmelo, en los peligros de la tierra y del mar, para que por Ella lleguen a Cristo, Salvador de todos los hombres...
Dios te salve María...

D. Por todos nuestros hermanos difuntos que murieron con la esperanza de la Resurrección, para que por intercesión de María puedan gozar cuanto antes de las alegrías del Cielo...
Dios te salve María... y Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN FINAL:
¡Madre mía del Carmelo! Qué dulce es pasar un rato en tu compañía y sentir tus cariños de Madre.

Yo deseo que todos se cobijen bajo la sombra de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti por los amorosos lazos de esta insignia querida.

Míranos, Madre, con ojos de maternal cariño; dispénsanos tu protección poderosa y enciende en nuestros corazones el fuego de tu amor y el de tu Hijo Jesucristo.

Una gracia en especial te pido antes de alejarme de Ti, Madre del Carmen. Que así como yo te visito ahora cual devoto carmelita e hijo cariñoso, así Tú te dignes visitarme en la hora de mi muerte, estés a mi lado y me ayudes con tu gracia a bien morir.

Madre, ahora el trabajo y las ocupaciones me reclaman y me tengo que marchar. Pero confío en que pronto me tendrás de nuevo aquí. Mientras, Madre, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Así sea.