Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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23.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (187)




CAPÍTULO 13
Se muestran otros sabrosos efectos que obra en el alma esta oscura noche de contemplación.


1. Por este modo de inflamación podemos entender alguno de los sabrosos efectos que va ya obrando en el alma esta contemplación. Porque algunas veces, según acabamos de decir, en medio de estas oscuridades es ilustrada el alma, y luce la luz en las tinieblas (Jn.1,5), derivándose esta inteligencia mística al entendimiento, quedándose yerma la voluntad, quiero decir, sin unión actual de amor, con una serenidad y sencillez tan sutil y deleitable al sentido del alma que no se le puede poner nombre, unas veces en una manera de sentir de Dios, otras en otra distinta.

2. Algunas veces también hiere juntamente, como queda dicho, en la voluntad, y prende el amor subida, tierna y fuertemente, puesto que como ya decíamos se unen algunas veces estas dos potencias de entendimiento y voluntad. Cuando se va más purgando el entendimiento a la vez tanto más perfecta y calificadamente por tanto ellas más van pero, antes de llegar aquí, más común es sentir en la voluntad el toque de la inflamación que el entendimiento el de la inteligencia.

3. Pero aparece aquí una duda, y es: ¿por qué, pues estas potencias se van purgando a la par, se siente al inicio más comúnmente en la voluntad la inflamación y amor de la contemplación purgativa, que en el entendimiento la inteligencia de ella?

A esto se responde que aquí no impacta directamente este amor pasivo en la voluntad, puesto que la voluntad es libre, y esta inflamación de amor más es pasión de amor que acto libre de la voluntad, puesto que hiere en la sustancia del alma este calor de amor, y así mueve las afecciones pasivamente. Y por lo tanto, esta llama antes se llama pasión de amor que acto libre de la voluntad el cual, en tanto se llama acto de la voluntad en cuanto es libre. Pero, dado que estas pasiones y afecciones se reducen a la voluntad, por eso se dice que si el alma está apasionada con alguna afección lo está la voluntad, y así es la verdad dado que de esta manera se cautiva la voluntad y pierde su libertad, de manera que la lleva tras sí el ímpetu y fuerza de la pasión. Y por eso podemos decir que esta inflamación de amor es en la voluntad, esto es, inflama al apetito de la voluntad, y así ésta antes se llama, como decimos, pasión de amor que obra libre de la voluntad. Y porque la pasión receptiva del entendimiento sólo puede recibir la inteligencia desnuda y pasivamente (y esto no puede ocurrir sin estar purgado) por eso, antes que lo esté, siente el alma menos veces el toque de inteligencia y conocimiento que el de la pasión de amor. Porque para esto no es menester que la voluntad esté tan purgada respecto de las pasiones, pues que aún las pasiones la ayudan a sentir amor apasionado. [Aquí ser impulsado por la "pasión" equivale a ser o estar apasionado, según se descubre fácilmente si leemos atentamente].

4. Esta inflamación y sed de amor, por ser ya aquí del espíritu, es diferentísima de la otra que dijimos en la noche del sentido. Porque, aunque aquí el sentido también lleva su parte -puesto que no deja de participar del trabajo del espíritu-, la raíz y el vivo de la sed de amor se siente en la parte superior del alma, esto es, en el espíritu, sintiendo y entendiendo de tal manera lo que nota y la falta que le hace lo que desea, que todo el penar del sentido, aunque sin comparación es mayor que en la primera noche sensitiva, no le tiene en consideración ya que en su interior conoce una falta de un gran bien, el cual aprecia que no se puede medir con nada [Nótese que resulta equivalente el espíritu a lo que en otras partes San Juan de la Cruz llama "fondo", "íntimo del alma" y también "sustancia"].


22.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (186)



5. Esta inflamación y ansia de amor el alma no siempre la está sintiendo, porque al principio que comienza esta purgación espiritual este divino fuego se centra especialmente sobre todo en enjugar y disponer la madera del alma que en calentarla, pero ya avanzando el tiempo, cuando este fuego va calentando el alma, muy de ordinario el alma siente esta inflamación y calor de amor.

Aquí, como se va más purgando el entendimiento por medio de esta tiniebla, ocurre que algunas veces esta mística y amorosa teología (nota del actualizador: podría interpretarse también como "conocimiento"), juntamente con inflamar la voluntad hiere también ilustrando la otra potencia del entendimiento con alguna comunicación y lumbre divina, tan sabrosa y sutilmente que, ayudada de ella, la voluntad se afervora maravillosamente ardiendo en ella -sin tener que hacer nada esa misma voluntad- y en ese divino fuego de amor en vivas llamas, de manera que ya al alma le parece ser en sí un mismo vivo fuego por causa de la viva inteligencia que se le da. Y de aquí es aquello que dice David en un salmo (38, 4): "Calentóse mi corazón dentro de mí, y cierto fuego, en tanto que yo entendía, se encendía".

6. Y este entendimiento de amor con unión de estas dos potencias, el entendimiento y la voluntad que aquí se juntan, es cosa de gran riqueza y deleite para el alma. Porque ciertamente es de algún modo un toque en la Divinidad y ya unos principios de la perfección de la unión de amor que espera. Y así, a este toque de tan sublime sentir y amor de Dios no se llega sino habiendo pasado muchos trabajos, penalidades y gran parte de la purgación, mas para otros tipos de toques más bajos -que muy ordinariamente también ocurren- no es menester tanta purgación.

7. De lo que hemos dicho aquí se deduce cómo en estos bienes espirituales, que pasivamente se infunden por Dios en el alma, puede muy bien amar la voluntad sin entender el entendimiento, así como el entendimiento puede entender sin que ame la voluntad. Y es que, pues esta noche oscura de contemplación consta de luz divina y amor, así como el fuego tiene luz y calor no es inconveniente que, cuando se comunica esta luz amorosa, algunas veces hiera más en la voluntad, inflamándola con el amor, dejando a oscuras al entendimiento sin incidir en él con la luz. Y otras veces sin embargo actúa alumbrándole específicamente con la luz dando inteligencia, dejando seca la voluntad, como también ocurre poder recibir el calor de un fuego sin ver su luz, y también ver la luz sin recibir el calor del fuego, y esto obrándolo el Señor que lo infunde como Él desea. [En el orden natural no es posible amar sin previo conocimiento; en cambio, sí es posible en el marco de lo sobrenatural, como enseña aquí el Santo].


21.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (185)



CAPÍTULO 12
Se incide algo más sobre cómo esta horrible noche es purgatorio, y cómo en ella ilumina la divina Sabiduría a los hombres en la tierra con la misma iluminación que purga a las almas celestiales e ilumina a los ángeles en el cielo


1. Por lo dicho hasta ahora nos daremos cuenta sobre cómo es esta oscura noche de fuego amoroso, así como de la forma en la que a oscuras va inflamando al alma. Descubriremos también cómo, así como se purgan los espíritus en la otra vida con fuego tenebroso material, en esta vida se purgan y limpian con fuego amoroso tenebroso espiritual, ya que ésta es la diferencia: que allá se limpian con fuego, y acá se limpian e iluminan sólo con amor. El cual amor pidió David (Sal.50,12) cuando dijo: "Cor mundum crea in me, Deus, etc.", ("crea en mí, oh Dios, un corazón puro; y renueva un espíritu correcto dentro de mí"). Porque la limpieza de corazón no es menos que el amor y gracia de Dios, puesto que los limpios de corazón son llamados por nuestro Salvador bienaventurados (Mt. 5, 8), lo cual es tanto como decir "enamorados", pues que la bienaventuranza no se da por menos que amor.

2. Y que se purgue iluminándose el alma con este fuego de sabiduría amorosa (porque nunca da Dios sabiduría mística sin amor, pues el mismo amor la infunde), nos lo muestra bien Jeremías (Lm. 1, 13) donde dice: "Envió fuego en mis huesos y enseñóme". Y David (Sal. 66, 10) dice que la sabiduría de Dios es plata refinada en fuego, esto es, en fuego purgativo de amor. Porque esta oscura contemplación juntamente infunde en el alma amor y sabiduría, a cada uno según su capacidad y necesidad, alumbrando al alma y purgándola, como dice el Sabio (Eclo. 51, 25-26), de sus ignorancias, como dice que lo hizo con él.

3. De aquí también inferiremos que purga estas almas y las ilumina la misma Sabiduría de Dios que purga a los ángeles de sus ignorancias, haciéndoles conocer, alumbrándolos de lo que no sabían, derivándose desde Dios por las jerarquía primeras hasta las postreras, y de ahí a los hombres. Que, por eso, todas las obras que hacen los ángeles e inspiraciones, se dicen con verdad en la Escritura y propiedad hacerlas Dios y hacerlas ellos, ya que de ordinario las deriva por ellos. Y ellos también las realizan de unos en otros sin alguna dilación, así como el rayo del sol comunicado de muchas vidrieras ordenadas entre sí que, aunque es verdad que de suyo el rayo pasa por todas, todavía cada una le envía e infunde en la otra más modificado, conforme al modo de aquella vidriera, algo más abreviada y remísamente, según ella está más o menos cerca del sol.

4. De donde se sigue que los espíritus superiores y los inferiores, cuanto más cercanos están a Dios, más purgados están y clarificados con más general purificación, y que los postreros recibirán esta iluminación mucho más tenue y remota. De esto mismo se sigue que el hombre, que está el postrero -hasta el cual se viene derivando esta contemplación de Dios amorosa cuando Dios se la quiere dar-, el ser humano, decimos, la acaba recibiendo a su modo, es decir de forma muy limitada y penosamente.

Porque la luz de Dios que al ángel ilumina, esclareciéndole y suavizándole en amor por ser puro espíritu y un ser dispuesto para esta tal infusión, al hombre sin embargo por ser impuro y flaco, de forma natural le ilumina -como previamente hemos dicho- oscureciéndole, dándole pena y aprieto, como hace el sol al ojo legañoso y enfermo, y le enamora apasionada y aflictivamente, hasta que este mismo fuego de amor le espiritualice y sutilice, purificándole hasta el momento en el que con la necesaria suavidad pueda recibir la unión de esta amada influencia al modo en la que la reciben los ángeles y ya purgado, como después diremos, mediante la acción del Señor.

Pero, mientras tanto, esa contemplación y comunicación amorosa la recibe con el aprieto y ansia de amor que explicamos aquí.


20.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (184)



2. Se siente aquí el espíritu muy apasionado en amor porque esta inflamación espiritual hace pasión de amor que, por cuanto este amor es infuso, es más pasivo que activo, y así engendra en el alma pasión fuerte de amor. Va teniendo ya este amor algo de unión con Dios, y así participa en cierto grado de sus propiedades, las cuales son más acciones de Dios que de la misma alma y se adhieren en ella pasivamente. Dado que aquí el alma lo que hace es dar el consentimiento, de la misma manera que el calor y fuerza, y temple y pasión de amor o inflamación en que va ardiendo el alma, sólo el amor de Dios que se va uniendo con ella se le pega. El cual amor tanto más lugar y disposición halla con el alma para unirse y obrar en ella cuanto más encerrados, enajenados e inhabilitados le tiene todos los apetitos para abstraerse de gustar ni de cosa del cielo ni de la tierra.

3. Lo cual en esta oscura purgación, como ya queda dicho, ocurre en gran manera, pues tiene Dios tan desprendidos del alma los gustos y tan recogidos, que ella no puede gustar de cosa que ellos quieran. Todo lo cual hace Dios a fin de que, apartándolos y recogiéndolos todos para sí, tenga el alma más fortaleza y habilidad para recibir esta fuerte unión de amor de Dios, que por este medio purgativo le comienza ya a dar, en donde el alma ha de amar con gran pasión de todas las fuerzas y apetitos espirituales y sensitivos del alma, algo que no podría ser si esos apetitos se derramasen y diluyesen en gustar de otra cosa. Precisamente por eso, para poder David recibir la fortaleza del amor de esta unión de Dios, decía a Dios (Sal. 58, 10): "Mi fortaleza guardaré para ti", esto es, de toda la habilidad y apetitos y fuerzas de mis potencias, no queriendo emplear su operación ni gusto fuera de ti en otra cosa.

4. Según esto podríamos empezar ya a considerar cuánta y cuán fuerte puede llegar a ser esta inflamación de amor en el espíritu, donde Dios tiene recogidas todas las fuerzas, potencias y apetitos del alma, así espirituales como sensitivas, para que en toda esta armonía emplee sus fuerzas y virtud en este amor, y así venga a cumplir de veras con el primer precepto el cual, no desechando nada de los hermanos ni excluyendo cosa suya de este amor, dice (Dt. 6, 5): "Amarás a tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu mente, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas".

5. Recogidos aquí, pues, en esta inflamación de amor todos los apetitos y fuerzas del alma, estando ella herida y tocada respecto a todos ellos, y apasionada, ¿cuáles podremos entender que serán los movimientos y digresiones de todas estas fuerzas y apetitos, viéndose inflamadas y heridas de fuerte amor y sin la posesión y satisfacción completa de ese mismo amor, en oscuridad y duda? Sin duda se encontrarán entonces en un estado como padeciendo hambre, como los canes, que dice David (Sal. 58, 7, 15-16) rodearon la ciudad y, no terminando de estar hartos de este amor, quedaron ahullando y gimiendo. Porque el toque de este amor y fuego divino de tal manera seca al espíritu y le enciende tanto los apetitos por satisfacer su sed de este divino amor, que el alma da mil vueltas en sí y se ve de mil modos y maneras anhelando a Dios con la codicia y deseo del apetito. David da muy bien a entender esto en un salmo (62, 2), diciendo: "Mi alma tuvo sed de ti: ¡cuán de muchas maneras se ha mi carne a ti!", esto es, en deseos. Y otra traducción dice: "Mi alma tuvo sed de ti, mi alma se pierde o perece por ti".

6. Esta es la causa por la que dice el alma en el verso que "con ansias en amores inflamada" y no dice: "con ansias en amor inflamada", porque en todas las cosas y pensamientos que en sí revuelve y en todos los negocios y cosas que se le ofrecen ama de muchas maneras, y desea y padece en el deseo también a este modo en muchas maneras en todos los tiempos y lugares, no sosegándose en elementos, sintiendo esta ansia en la inflamada herida, según el profeta Job (7, 2-4) lo da a entender diciendo: "Así como el siervo desea la sombra y como el mercenario desea el fin de su obra, así tuve yo los meses vacíos y conté las noches prolijas y trabajosas para mí. Si me recostare a dormir, diré: ¿cuándo me levantaré? Y luego esperaré la tarde, y seré lleno de dolores hasta las tinieblas de la noche".

Se le hace a esta alma todo angosto, no cabe en sí, no cabe en el cielo ni en la tierra, y se llena de dolores hasta las tinieblas que aquí dice Job, hablando espiritualmente y a nuestro propósito: esperar y padecer sin consuelo de cierta esperanza de alguna luz y bien espiritual, como aquí lo padece el alma. De donde el ansia y pena de esta alma en esta inflamación de amor es mayor por cuanto es multiplicada por dos partes: por una, de parte de las tinieblas espirituales en las que se ve, que con sus dudas y recelos la afligen. Por otra parte, del amor de Dios que la inflama y estimula, que con su herida amorosa ya maravillosamente la atemoriza.

7. Estas dos maneras de padecer en semejante sazón da bien a entender Isaías (26, 9), diciendo: "Mi alma te deseó en la noche", esto es, en la miseria, siendo ésta una manera de padecer de parte de esta noche oscura. "Pero con mi espíritu" -dice- "en mis entrañas hasta la mañana velaré por ti", y ésta es la segunda manera de penar en deseo y ansia de parte del amor en las entrañas del espíritu, que son las afecciones espirituales.

Pero en medio de estas penas oscuras y amorosas siente el alma cierta compañía y fuerza en su interior, que la acompaña y refuerza tanto que, al terminarse este peso de apretada tiniebla, muchas veces se siente sola, vacía y débil. Y la causa es entonces que, como la fuerza y eficacia del alma era contactada y comunicada pasivamente del fuego tenebroso de amor que en ella embestía, de aquí se desprende que, cesando de embestir en ella este fuego, cesa la tiniebla y la fuerza y calor de amor en el alma.


19.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (183)



6. Lo cuarto, sacaremos de aquí cómo del mismo modo que se va purgando y purificando por medio de este fuego de amor, se va la persona más inflamando también en amor, de la misma forma en la que el madero, al modo y paso que se va disponiendo a arder como llamas, se va más calentando. Aunque esta inflamación de amor no siempre la siente el alma, sino algunas veces cuando deja de impactar la contemplación tan fuertemente, porque es entonces cuando tiene lugar en el alma su capacidad de ver y aun de gozar la labor que se va haciendo, puesto que se la descubren como si pareciera que alzan la mano de la obra y sacan al hierro de la hornaza para que se muestre en alguna manera la labor que se va haciendo, y entonces hay lugar para que el alma eche de ver en sí el bien que no veía cuando estaba en pleno proceso la obra. Así también, cuando deja de herir la llama en el madero, se da lugar para que se vea bien cuánto hay inflamándole.

7. Lo quinto, sacaremos también de esta comparación lo que arriba queda dicho, conviene a saber: cómo es en verdad que después de estos alivios vuelve el alma a padecer más intensa y agudamente que antes. Porque, a continuación de aquella muestra, que se hace después que se han purificado las imperfecciones más del exterior, vuelve el fuego de amor a herir en lo que está por consumir y purificar más en el interior. En lo cual es más íntimo y sutil y espiritual el padecer del alma, cuanto le va minando las más íntimas y sutiles y espirituales imperfecciones, que están más arraigadas en lo más profundo. Y esto ocurre al modo que en el madero: cuando el fuego va entrando más adentro, va con más fuerza y furor disponiendo a lo más interior para poseerlo.

8. Lo sexto, se sacará también de aquí la causa por la que le parece al alma que todo bien se le acabó y que está llena de males, pues no le llega en este tiempo otra cosa sino todo amarguras. Así también como al madero, que ni brisa ni otra cosa da en él más que fuego consumidor. Pero, después que se hagan otras muestras de cómo va la obra al estilo de las primeras, gozará más profundamente, porque ya se hizo la purificación más interior.

9. Lo séptimo sacaremos que, aunque el alma se goza muy ampliamente durante estos intervalos (tanto que, como dijimos, a veces le parece que no han de volver más), con todo, cuando han de volver presto estos embistes no deja de sentir cierta angustia si advierte (y a veces ella se hace advertir) una raíz que queda, que no la deja tener el gozo cumplido, porque parece que está amenazando para volver a embestir, y cuando esto es así, presto vuelve. En fin, aquello que está por purgar e ilustrar más profundamente no se puede bien encubrir al alma con lo ya purificado, de la misma manera como también en el madero lo que más adentro está por ilustrar es bien sensible la diferencia que tiene de lo ya quemado, y cuando vuelve a embestir más adentro esta purificación no hay que sorprenderse de que le parezca al alma otra vez que todo el bien se le acabó, y que llegue a pensar que no volverá más a los bienes pues que, puesta en pasiones más interiores, todo el bien de fuera se le cegó.

10. Llevando, pues, delante de los ojos esta comparación con la explicación que ya queda dada sobre el primer verso de la primera poesía de esta oscura noche y de sus terribles propiedades, será bueno salir de estas cosas tristes del alma y comenzar ya a tratar del fruto de sus lágrimas y de sus propiedades dichosas, que se comienzan a recitar desde este segundo verso:


Con ansias en amores inflamada.


CAPÍTULO 11
Se empieza a explicar el segundo verso de la primera poesía, mostrando cómo el alma, por el fruto de estos rigurosos aprietos, se halla con vehemente pasión de amor divino.


1. En este verso se da a entender al alma el fuego de amor que hemos dicho que, a manera del fuego material en el madero, se va prendiendo en el alma en esta noche de penosa contemplación. La cual inflamación, aunque es en cierta manera como la que arriba explicamos que pasaba en la parte sensitiva del alma, es de alguna forma a su vez tan diferente de aquélla como lo es el alma del cuerpo, o la parte espiritual de la sensitiva. Porque ésta es una inflamación de amor en el espíritu en que, en medio de estos oscuros apuros, se siente estar el alma herida de una forma viva y agudamente en fuerte amor divino, en cierto sentimiento y barrunto de Dios, aunque sin entender cosa particular porque, como decimos, el entendimiento permanece a oscuras.


18.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (182)



CAPÍTULO 10
Se explica, mediante una comparación, la raíz de esta purgación interior.


1. Por ello, y para mayor claridad de lo explicado y de lo que se va también a explicar, conviene aquí notar que esta purgativa y amorosa noticia o luz divina a la que nos estamos refiriendo de la misma manera se da en el alma, purgándola y disponiéndola para unirla consigo perfectamente, que se da en el madero al ser sometido a fuego para transformarle en el mismo fuego. Porque el fuego material, en aplicándose al madero, lo primero que hace es comenzar a secarlo, echándole la humedad fuera y haciéndole llorar el agua que en sí tiene. A continuación le va poniendo negro, oscuro y feo, y aún de mal olor y, yéndole secando poco a poco, le va sacando a luz y echando afuera todos los accidentes feos y oscuros que tiene contrarios a las propiedades del fuego. Finalmente, comenzándole a inflamar por el exterior y a calentarle, viene a transformarlo en sí y ponerlo tan hermoso como el mismo fuego, con su misma lumbre y luz. Llegado ese momento ya de parte del madero ninguna pasión hay ni acción propia, salvo la gravedad y materia más espesa que la del fuego, porque tiene en sí las propiedades del fuego y acciones: debido a que está seco, él seca; debido a que está caliente, calienta; y debido a que está claro y esclarece, además de estar mucho más ligero que antes, obrando el fuego en él estas propiedades y efectos.

2. A este mismo modo, pues, hemos de meditar respecto de este divino fuego de amor de contemplación el cual, antes que fusione y transforme el alma en sí, primero la purga de todos sus elementos contrarios, la hace expulsar sus fealdades y la pone negra y oscura, y así parece peor que antes y más fea y abominable que solía ser. Porque, como esta divina purga se encuentra removiendo todas las malas y viciosas inclinaciones, que por estar ellas muy arraigadas y asentadas en el alma no los alcanzaba esa misma alma a ver -y con ello no entendía que tenía dentro de sí tanto mal- ahora, para echarlas fuera y aniquilarlas se las ponen a la vista y se da cuenta de ellas tan claramente alumbrada por esta oscura luz de divina contemplación (aunque no es peor que antes, ni en sí ni para con Dios), hasta el punto que ve en sí lo que antes no veía, pareciéndole entonces de manera muy patente lo mal que se encuentra, hasta tal punto que no está solo para que Dios no la vea, sino incluso más bien para que la aborrezca, y de hecho se considera que ya la tiene aborrecida. De esta comparación podemos ahora entender muchas cosas acerca de lo que vamos diciendo y pensamos decir.

3. Lo primero, podemos entender cómo la misma luz y sabiduría amorosa que se ha de unir y transformar en el alma es la misma que al principio la purga y dispone, así como el mismo fuego que transforma en sí al madero incorporándose en él, es el que primero le estuvo disponiendo para el mismo efecto.

4. Lo segundo, podremos darnos cuenta cómo estas penalidades no las siente el alma de parte de la dicha sabiduría pues, como dice el Sabio (Sab. 7, 11), todos los bienes juntos le vienen al alma con ella, sino de parte de la flaqueza e imperfección que tiene el alma al no poder recibir sin esta purgación su luz divina, su suavidad y deleite (así como el madero, que no puede una vez le sea aplicado el fuego ser transformado hasta que sea dispuesto para ello), y por eso sufre tanto. Lo cual el Eclesiástico (51, 29) aprueba bien, diciendo lo que él padeció para venir a unirse con ella y gozarla, diciendo así: "Mi ánima agonizó en ella, y mis entrañas se enturbiaron en adquirirla; por eso poseeré buena posesión".

5. Lo tercero, podemos sacar de aquí de paso la manera de sufrir de los habitantes del purgatorio. Porque el fuego no tendría en ellos poder, aunque se les aplicase, si ellos no tuviesen imperfecciones en las que padecer, que son la materia en que allí puede incidir el fuego y actuar. Acabada dicha materia de imperfección no hay más que arder, lo mismo que aquí, acabadas las imperfecciones, se acaba el penar del alma y queda el gozar.


17.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (181)



4. También porque en la mencionada unión a la que la dispone y encamina esta oscura noche, ha de estar el alma llena y dotada de cierta magnificencia gloriosa en la comunicación con Dios, que encierra en sí innumerables bienes de deleites que exceden toda la abundancia que el alma naturalmente puede poseer -ya que en tan débil e impuro natural no la puede recibir porque, según dice Isaías (64, 4), "ni ojo lo vio, ni oído lo oyó, ni cayó en corazón humano lo que aparejó", etc.-, conviene que primero sea puesta el alma en vacío y pobreza de espíritu, purgándola de todo apego, consuelo y aprensión natural acerca de todo lo de arriba y de abajo con el fin de que, así vacía, esté lo suficientemente pobre de espíritu y desnuda del hombre viejo para poder vivir aquella nueva y bienaventurada vida que por medio de esta noche se alcanza, que es el estado de la unión con Dios.

5. Y puesto que el alma ha de llegar a tener un sentido y comunicación divina muy generosa y sabrosa respecto de todas las cosas divinas y humanas que superan el común sentir y saber natural del alma (a las cuales mirará con ojos tan diferentes que antes como difiere el espíritu del sentido y lo divino de lo humano), le conviene al espíritu ejercitarse y curtirse para desprenderse del común y natural sentir, poniéndolo por medio de esta purgativa contemplación en una gran angustia y aprieto, y a la memoria muy lejos de toda amigable y pacífica noticia, con sentido interior y temple de peregrinación y migración de todas las cosas, en que le parece que todas son extrañas y de otra manera a como solían ser.

Y de esta forma en esto va sacando esta noche al espíritu de su ordinario y común sentir de las cosas, para llevarle a sentido divino, el cual es extraño y ajeno de toda humana manera. Aquí le parece al alma que anda fuera de sí en penas. Otras veces piensa si es encantamiento el que tiene o embelesamiento, y anda maravillada de las cosas que ve y oye, pareciéndole muy peregrinas y extrañas, siendo las mismas que solía tratar antes comúnmente. Estos síntomas son causa del irse ya haciendo remota el alma y ajena del común sentido y noticia respecto de las cosas comunes para que, aniquilada en éste aspecto, quede informada en el divino, que es más de la otra vida que de ésta.

6. Todas estas aflictivas purgaciones del espíritu para reengendrarlo en vida de espíritu por medio de esta divina influencia las padece el alma, y con estos dolores viene a parir el espíritu de salud. En este fin se cumple entonces la sentencia de Isaías (26, 17-18) que dice: "De tu faz, Señor, concebimos, y estuvimos con dolores de parto, y parimos el espíritu de salud".

Además de esto, debido a que por medio de esta noche contemplativa se dispone el alma para llegar a la tranquilidad y paz interior, que es tal y tan deleitable que, como dice la Iglesia, excede todo sentido (Flp. 4, 7), le conviene al alma que toda la paz primera -la cual, por cuanto estaba envuelta con imperfecciones, no era paz, aunque a la dicha alma le parecía serlo porque andaba a su sabor, que era paz, paz, como dos voces, esto es, que tenía ya adquirida la paz del sentido y del espíritu, según se veía llena de abundancias espirituales aunque esta paz del sentido y del espíritu aún es, como digo, imperfecta-, sea primero purgada en ella y quitada y perturbada de la paz, como lo sentía y lloraba Jeremías en el texto que de él mostramos para declarar las calamidades de esta noche pasada, diciendo: "Quitada y despedida está mi alma de la paz" (Lamentaciones. 3, 17).

7. Esta es una penosa turbación que trae consigo muchos recelos, imaginaciones y combates que tiene el alma dentro de sí en la cual, con la aprehensión y sentimiento de las miserias en que se ve, sospecha que está perdida y acabados sus bienes para siempre. De aquí es que trae en el espíritu un dolor y gemido tan profundo que le causa fuertes rugidos y bramidos espirituales, pronunciándolos a veces por la boca, y resolviéndose en lágrimas cuando hay fuerza y virtud para poderlo hacer, aunque las menos veces llega este alivio.

David declara muy bien esto, como quien tan bien lo experimentó, en un salmo (37, 9) diciendo: "Fui muy afligido y humillado, rugía del gemido de mi corazón". El cual rugido es cosa de gran dolor porque algunas veces, con la súbita y aguda memoria de estas miserias en que se ve el alma, tanto se levanta y se ve cercada en dolor y pena las afecciones del alma que no encuentro la forma en la que se podría dar a entender sino por la semejanza que el profeta Job (3, 24), estando en este mismo trabajo, por estas palabras dice: "De la manera que son las avenidas de las aguas, así el rugido mío". Porque así como algunas veces las aguas hacen tales avenidas que todo lo anegan y llenan, así este rugido y sentimiento del alma algunas veces aumenta tanto que, anegándola y traspasándola toda, llena de angustias y dolores espirituales todos sus afectos profundos y fuerzas de una forma que es superior a todo lo que se puede estimar.

8. Tal es la obra que en ella hace esta noche encubridora de las esperanzas de la luz del día. Porque a este propósito dice también el profeta Job (30, 17): "En la noche es horadada mi boca con dolores, y los que me comen no duermen". Y aquí por la boca se entiende la voluntad, la cual es traspasada con estos dolores que en su labor de despedazar al alma ni cesan ni duermen, porque las dudas y recelos que así traspasan al alma nunca duermen.

9. Profunda es esta guerra y combate, debido a que la paz que espera habrá de ser muy profunda también. Y asimismo el dolor espiritual es íntimo y afilado, porque el amor que ha de poseer ha de ser también muy íntimo y apurado. Esto se debe a que cuanto más íntima y esmerada ha de ser y quedar la obra, tanto más íntima, esmerada y pura ha de ser la labor, y tanto más fuerte cuando el edificio es más firme. Por eso, como dice Job (30, 16. 27), se está marchitando en sí misma el alma, e hirviendo sus interiores sin alguna esperanza.

Y ni más ni menos, porque el alma ha de llegar a poseer y gozar en el estado de perfección -al cual por medio de esta purgativa noche camina- a innumerables bienes de dones y virtudes, así según la sustancia del alma como también según las potencias de ella. Por lo tanto conviene que primero generalmente se vea y sienta ajena y privada de todos ellos y vacía y carente de ellos, y le parezca que de ellos está tan lejos que no se pueda persuadir que jamás ha de alcanzar esos dones y virtudes, sino que todo bien se le acabó, como también lo da a entender Jeremías en el mencionado texto (Lamentaciones. 3, 17), cuando dice: "Olvidado estoy de los bienes".

10. Pero veamos ahora cuál es la causa por la que siendo esta luz de contemplación tan suave y amigable para el alma, hasta tal punto que no es necesario desear más -pues, como arriba queda dicho, es la misma con que se ha de unir el alma y hallar en ella todos los bienes en el estado de la perfección que desea-, le cause con su influencia e impacto unos inicios tan penosos, así como unos esquivos efectos como aquí hemos dicho.

11. A esta duda fácilmente se responde diciendo lo que ya en parte hemos explicado, y es que la causa de esto se debe a que no hay de parte de la contemplación e infusión divina cosa que de suyo pueda dar pena, antes más bien mucha suavidad y deleite -como después se dirá-, sino que la causa de estas penurias que se sienten es debido a la flaqueza e imperfección que en ese momento tiene el alma, así como a las disposiciones que en sí tiene y los movimientos contrarios que ejerce para recibirlos, en los cuales impactando la dicha lumbre divina se produce entonces la confrontación en la cual ha de padecer el alma de la manera ya mencionada.


16.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (180)



CAPÍTULO 9
De qué manera aunque esta noche oscurece al espíritu, es para ilustrarle y darle luz.


1. Resta, pues, decir aquí que en esta dichosa noche, aunque oscurece el espíritu, no lo hace sino con el fin de darle luz en todas las cosas y, aunque lo humilla y pone miserable, no es sino para ensalzarle y levantarle. Además aunque le empobrece y vacía de toda posesión y afección natural, no es sino para que divinamente pueda extender a gozar y gustar de todas las cosas de arriba y de abajo, siendo con auténtica y general libertad de espíritu en todo.

Porque, así como los elementos para que se comuniquen en todos los compuestos y entes naturales, conviene que con ninguna particularidad de color, olor ni sabor estén afectados, para poder concurrir con todos los sabores, olores y colores, así al espíritu le conviene estar sencillo, puro y desnudo de todas formas de afecciones naturales, tanto actuales como habituales, para poder comunicar con libertad con la anchura del espíritu en la divina Sabiduría, en donde por su limpieza gusta todos los sabores de todas las cosas con cierta eminencia de excelencia. Y sin esta purgación de ninguna manera podrá sentir ni gustar la satisfacción de toda esta abundancia de sabores espirituales, porque una sola afición que tenga o particularidad a que esté el espíritu asido, actual o habitualmente, basta ya para no sentir ni gustar ni comunicar la delicadeza e íntimo sabor del espíritu de amor, que contiene en sí todos los sabores con gran eminencia [nota: también procede de la filosofía aristotélico-tomista la teoría sobre los elementos sin color, olor ni sabor: comentario de S. Tomás al "De generatione" de Aristóteles 2, 2.].

2. Porque, así como los hijos de Israel, sólo porque les había quedado una sola afición y recuerdo de las carnes y comidas de Egipto (Ex. 16, 3), no podían gustar del delicado pan de ángeles en el desierto, que era el maná, el cual, como dice la divina Escritura (Sab. 16, 21), tenía suavidad de todos los gustos y se convertía al agrado que cada uno quería, así no puede llegar a gustar los deleites del espíritu de libertad, según la voluntad desea, el espíritu que todavía estuviere afectado con alguna afición actual o habitual, o con particulares inteligencias o cualquiera otra aprehensión.

La razón de esto es porque las afecciones, sentimientos y aprehensiones del espíritu perfecto, puesto que son divinas, son de otra suerte y género tan diferente de lo natural y de lo evidente que, para poseer las unas actual y habitualmente, habitual y actualmente se han de expeler y aniquilar las otras, como hacen dos contrarios, que no pueden estar juntos en un mismo sujeto. Por tanto, conviene mucho y es necesario para que el alma haya de pasar a estas grandezas, que esta noche oscura de contemplación la aniquile y deshaga primero en sus bajezas, poniéndola a oscuras, seca, exprimida y vacía, ya que la luz que se le ha de comunicar es una altísima luz divina que excede toda luz natural, por lo que la cual no cabe naturalmente en el entendimiento.

3. Y por ello conviene que, para que el entendimiento pueda llegar a unirse con esa luz y hacerse divino en el estado de perfección, sea primero purgado y aniquilado en su lumbre natural, poniéndole actualmente a oscuras por medio de esta oscura contemplación. La cual tiniebla conviene que le dure tanto cuanto sea menester para expeler y aniquilar el hábito que de mucho tiempo tiene en sí formado sobre su manera de entender y, en su lugar, quede la ilustración y luz divina. Y con ello, por cuanto aquella fuerza que tenía de entender antes era natural, se sigue que las tinieblas que aquí padece son profundas y horribles y muy penosas puesto que, como se sienten en la profunda sustancia del espíritu, parecen tinieblas sustanciales.

Ni más ni menos, por cuanto la afección de amor que se le ha de dar en la divina unión de amor es divina, y por eso muy espiritual, sutil y delicada y muy interior, que excede a todo afecto y sentimiento de la voluntad y a todo apetito de ello, conviene que, para que la voluntad pueda llegar a sentir y gustar por unión de amor esta divina afección y deleite tan elevado que no cabe en la voluntad de forma natural, sea primero purgada y aniquilada en todas sus afecciones y sentimientos, dejándola en sequedad y vacío, tanto cuanto conviene según el hábito que tenía de naturales afecciones, así acerca de lo divino como de lo humano. Todo ello se realiza con el fin de que, extenuada y enjuta y bien exprimida en el fuego de esta divina contemplación de todo género de demonio, como el corazón del pez de Tobías en las brasas (Tb. 6, 19) tenga una disposición pura y sencilla y el paladar purgado y sano para sentir los sublimes y delicados toques del divino amor en que se verá transformada divinamente, expelidas ya todas las contrariedades actuales y habituales, como decimos, que antes tenía.


15.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (179)



CAPÍTULO 8
Otras penas que afligen al alma en este estado de noche oscura.


1. Pero hay aquí otra cosa que al alma aqueja y la desconsuela mucho y es que, como esta oscura noche la tiene impedidas las potencias y afecciones, ni puede levantar afecto ni mente a Dios, ni le puede rogar, pareciéndole lo que a Jeremías (Lamentaciones. 3, 44), que ha puesto Dios una nube delante para que no pase la oración. Porque esto quiere decir lo que en la autoridad mencionada (Lamentaciones. 3, 9) se muestra: "Atrancó y cerró mis vías con piedras cuadradas". Y si algunas veces ruega, es tan sin fuerza y sin sabor, que le parece que ni lo oye Dios ni hace caso de ello, como también este profeta da a entender en la misma Escritura (Lamentaciones. 3, 8): "Cuando clamare y rogare, ha excluído mi oración". A la verdad no es éste tiempo de hablar con Dios, sino de poner, como dice Jeremías (Lamentaciones. 3, 29), su boca en el polvo, si por ventura le viniese alguna actual esperanza, sufriendo con paciencia su purgación. Dios es el que opera aquí haciendo pasivamente la obra en el alma, por eso ella no puede nada. De donde ni rezar ni asistir con advertencia a las cosas divinas puede, ni menos en las demás cosas y tratos temporales. Tiene no sólo esto, sino también muchas veces tales enajenamientos y tan profundos olvidos en la memoria, que se le pasan muchos ratos sin saber lo que se hizo ni en qué pensó, ni qué es lo que hace ni qué va a hacer, ni puede advertir, aunque quiera, a nada de aquello en que está ocupada.

2. Que, por cuanto aquí no sólo se purga el entendimiento de su lumbre y la voluntad de sus afecciones, sino también la memoria de sus discursos y noticias, conviene también aniquilarla respecto de todas ellas, para que se cumpla lo que de sí dice David (Sal. 72, 22) en esta purgación: "Fui yo aniquilado y no supe". El cual "no saber" se refiere aquí a estas insipiencias y olvidos de la memoria, las cuales enajenaciones y olvidos son causados del interior recogimiento en que esta contemplación absorbe al alma. Porque, para que el alma quede dispuesta y templada a lo divino con sus potencias para la divina unión de amor, convenía que primero fuese absorta con todas ellas en esta divina y oscura luz espiritual de contemplación, y así fuese abstraída de todas las afecciones y aprensiones de criatura, lo cual es singularmente duradero según es la intención. Y así, cuanto esta divina luz impacta de manera más sencilla y pura en el alma, tanto más la oscurece, vacía y aniquila respecto de sus aprensiones y afecciones particulares, así de cosas de arriba como de abajo y también, cuanto menos sencilla y pura impacta, tanto menos la priva y menos oscura le resulta al alma. Que es cosa que parece increíble decir que la luz sobrenatural y divina tanto más oscurece al alma cuanto ella tiene más de claridad y pureza, y cuanto menos clara es sin embargo le parezca menos oscura. Lo cual se entiende bien si consideramos lo que arriba queda probado con la sentencia del Filósofo, conviene a saber: que las cosas sobrenaturales tanto son a nuestro entendimiento más oscuras, cuanto ellas en sí son más claras y manifiestas.

3. Y, para que más claramente se entienda, pondremos aquí una semejanza de la luz natural y común. Vemos que el rayo del sol que entra por la ventana, cuanto más limpio y puro es de átomos, tanto menos claramente se ve, y cuanto más de átomos y motas tiene el aire, tanto parece más claro al ojo y se hace visible. La causa es porque la luz no es la que por sí misma se ve, sino el medio con que se ven las demás cosas que embiste y entonces ella, por la reverberación que hace en ellas, también se la ve, y si no diese en ellas, ni ellas ni ella se verían. De tal manera que, si el rayo del sol entrase por la ventana de un aposento y pasase por otra de la otra parte por en medio del aposento, si no se encontrase con alguna cosa ni hubiese en el aire moléculas en las cuales reverberar, no tendría el aposento más luz que antes, ni el rayo se echaría de ver. Aún antes, si el rayo de luz se discerniese claramente, entonces es que hay más oscuridad por donde está el rayo, porque priva y oscurece algo de la otra luz, y si no hay objetos visibles en los que pueda reverberar entonces el mismo rayo no se vería (nota del actualizador: esta doctrina se fundamenta en Santo Tomas, "De veritate", y es bastante familiar con la de S. Teresa y utilizada por los espirituales de su tiempo).

4. Pues ni más ni menos hace este divino rayo de contemplación en el alma que, embistiendo en ella con su luz divina, excede la natural del alma, y en esto la oscurece y priva de todas las aprensiones y afecciones naturales que antes mediante la luz natural discernía. Y así, no sólo la deja oscura, sino también vacía según las potencias y apetitos, así espirituales como naturales y, dejándola de esta forma vacía y a oscuras, la purga e ilumina con divina luz espiritual. Todo ello se realiza sin pensar el alma que está siendo iluminada por esta luz, sino que está en tinieblas, como hemos dicho del rayo que, aunque está en medio del aposento, si está puro y no tiene en qué impactar no se ve. Pero en esta luz espiritual de la que está embestida el alma, cuando tiene en qué reverberar, esto es, cuando se ofrece alguna cosa que entender espiritual y de perfección o de imperfección, por mínimo átomo que sea, o juicio de lo que es falso o verdadero, luego lo ve y entiende mucho más claramente que antes de que se encontrase en estas oscuridades. Y ni más ni menos se da cuenta de la luz que tiene en su ser espiritual para conocer con facilidad la imperfección que se le ofrece, así como cuando el rayo que hemos dicho está oscuro en el aposento, aunque él no se vea, si se ofrece pasar por él una mano o cualquiera cosa se muestra y se ve la mano, conociendo entonces que estaba allí aquella luz del sol.

5. Por todo ello, por ser esta luz espiritual tan sencilla, pura y general, no afectada ni reducida a ningún particular inteligible natural ni divino -pues acerca de todas estas aprensiones tiene las potencias del alma vacías y aniquiladas-, ocurre que con gran agilidad y facilidad conoce y penetra el alma cualquier cosa de arriba o de abajo que se ofrece. Por eso mismo dijo el Apóstol (1 Cor. 2, 10) que el espiritual todas las cosas penetra, hasta los profundos de Dios. Porque de esta sabiduría general y sencilla se entiende lo que por el Sabio (Sab. 7, 24) dice el Espíritu Santo, es a saber: Que toca por doquier por su pureza, es decir, porque no se reduce a ningún particular inteligible ni afección.

Y ésta es la propiedad del espíritu purgado y aniquilado respecto de todas particulares afecciones e inteligencias que, en este no gustar nada ni entender nada en particular, morando en su vacío y tiniebla, lo abraza todo con gran disposición, para que se verifique en él lo de san Pablo (2 Cor. 6, 10): "Nihil habentes, et omnia possidentes" ("como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo"). Porque tal bienaventuranza se debe a tal pobreza de espíritu.


14.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (178)



4. Mas para lograrse alcanzar la meta, aunque sean fuertes estos sufrimientos no por ello son más rápidos, porque duran algunos años. Entretando se superponen en medio ciertos altibajos y alivios, en que por dispensación de Dios, dejando esta contemplación oscura de embestir en forma y modo purgativo, embiste iluminativa y amorosamente y en esos instantes el alma, como si le hubieran dado salida de tales mazmorras y tales prisiones y la hubiesen puesto en recreación de esplendor y libertad, siente y gusta gran suavidad de paz y cercanía amorosa con Dios, con abundancia de una fácil comunicación espiritual.

Lo cual es al alma indicio de la salud que va en ella obrando la dicha purgación y pre-anuncio de la abundancia que la espera. Y aún esto se da en tal grado a veces, que le parece al alma que ya han concluido sus trabajos. Porque de esta cualidad son las cosas espirituales en el alma, cuando son más puramente espirituales, en donde las cuales, cuando son trabajos, le parece al alma que nunca ha de salir de ellos y que se le acabaron ya los bienes, como se ha visto por las escrituras alegadas. Y a su vez, cuando son bienes espirituales también le parece al alma que ya se acabaron sus males, y que no le faltarán ya los bienes, como David (Sal. 29, 7), viéndose en ellos, lo confesó diciendo: "Yo dije en mi abundancia: No me moveré para siempre".

5. Y esto ocurre debido a que la posesión actual de un contrario en el espíritu de suyo remueve la actual posesión y sentimiento del otro contrario, lo cual no sucede así en la parte sensitiva del alma, por ser débil de aprensión. Mas, como quiera que el espíritu aún no está aquí bien purgado y limpio de las afecciones que de la parte inferior tiene contraídas, aunque en cuanto espíritu no se mude, en cuanto está afectado con ellas se podrá mudar en penas, como vemos que después se mudó David (Sal. 29, 7), sintiendo muchos males y penas, aunque en el tiempo de su abundancia le había parecido y dicho que no se había de mover jamás. Así el alma, como entonces se ve actuada con aquella abundancia de bienes espirituales, no echando de ver la raíz de imperfección e impureza que todavía le queda piensa que ya se acabaron sus trabajos.

6. Mas este pensamiento ocurre las menos de las veces porque, hasta que está terminada de hacer la purificación espiritual, muy raras veces suele ser la comunicación suave tan abundante que le cubra la raíz que queda, de manera que deje el alma de sentir allá en el interior un no sé qué sobre lo que le falta o lo que está aún por hacer, que no le deja cumplidamente gozar de aquel alivio, sintiendo ella dentro como un enemigo suyo que, aunque está como sosegado y dormido, se recela que volverá a revivir y hacer de las suyas. Y así es que, cuando más segura está y menos se da cuenta, vuelve a tragar y absorber el alma en otro grado peor y más duro, oscuro y lastimero que el pasado, el cual dura otra temporada, por ventura más larga que la primera. Y aquí el alma otra vez viene a creer que todos los bienes están acabados para siempre, que no le basta la experiencia que tuvo del bien pasado que gozó después del primer trabajo en que también pensaba que ya no había más que penar, para dejar de creer en este segundo grado de aprieto que ya todo está acabado y que no volverá a gozar como la vez pasada. Porque, como digo, esta creencia tan confirmada se causa en el alma de la actual aprensión del espíritu, que aniquila en él todo lo que a ella es contrario.

7. Esta es la causa por la que los que yacen en el purgatorio padecen grandes dudas de que han de salir de allí jamás y de que se han de acabar sus penas. Porque, aunque habitualmente tienen las tres virtudes teologales, que son fe, esperanza y caridad, la actualidad que tienen del sentimiento de las penas y privación de Dios no les deja gozar del bien actual y consuelo de estas virtudes. Porque, aunque ellos echan de ver que quieren bien a Dios, no les consuela esto dado que les parece que no les quiere Dios a ellos ni que de tal cosa son dignos. Por contra, como se ven privados de Él y puestos en sus miserias, les parece que con lógica y mucha razón tienen por qué ser aborrecidos y desechados de Dios para siempre.

Y así, el alma situada en esta purgación, aunque ella ve que quiere bien a Dios y que daría mil vidas por Él (como es así la verdad, porque en estos trabajos aman con mucha veracidad estas almas a su Dios), con todo no les es alivio esto, antes les causa más pena. Y es que, queriéndole ellas tanto hasta el punto en que no tienen otra cosa que les dé cuidado ni les preocupe, como se ven tan miserables no pudiendo creer que Dios las quiera a ellas ni que tienen ni tendrán jamás motivos por qué quererlas, sino antes encuentran muchos motivos y muestras de por qué ser aborrecidas no sólo de Él, sino de toda criatura para siempre, se duelen de ver en sí tantas causas por las cuales merezcan ser desechadas de quien ellas tanto quieren, anhelan y desean.


13.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (177)



CAPÍTULO 7
Continuación en la misma materia, respecto ahora a otras aflicciones y apuros de la voluntad.


1. Las aflicciones y apuros de la voluntad son aquí también inmensos y de manera que algunas veces traspasan al alma durante la súbita memoria de los males en los que se ve, con la incertidumbre de su remedio. Y se añade a esto la memoria de las prosperidades pasadas puesto que, habitualmente, quienes entran en esta noche han tenido muchos gustos en Dios y le han hecho muchos servicios, y esto les causa más dolor, puesto que ven que están ajenos de aquel bien y que ya no pueden entrar en él. Esto dice también Job (16, 13-17), puesto que lo experimentó, por aquellas palabras: "Yo, aquél que solía ser opulento y rico, de repente estoy deshecho y contrito; asióme la cerviz, quebrantóme y púsome como señuelo suyo para herir en mí; cercóme con sus lanzas, llagó todos mis lomos, no perdonó, derramó en la tierra mis entrañas, rompióme como llaga sobre llaga; embistió en mí como fuerte gigante; cosí saco sobre mi piel, y cubrí con ceniza mi carne; mi rostro se ha hinchado en llanto y cegándose mis ojos".

2. Tantas y tan graves son las penas de esta noche, y tantas referencias hay en la Escritura que a este propósito se podrían alegar, que nos faltaría tiempo y fuerzas escribiendo, porque sin duda todo lo que se puede decir es poco. Por las autoridades ya mencionadas se podrá barruntar algo de ello.

Y para ir concluyendo con este verso y dando a entender más lo que obra en el alma esta noche, diré lo que en ella siente Jeremías (Lm. 3, 1-20), la cual por ser tanto, lo dice y llora él con muchas palabras en esta manera: "Yo, varón, que veo mi pobreza en la vara de su indignación, hame amenazado, y trájome a las tinieblas, y no a la luz. ¡Tanto ha vuelto y convertido su mano sobre mí todo el día! Hizo vieja mi piel y mi carne, desmenuzó mis huesos; en rededor de mí hizo cerca, y cercóme de hiel y de trabajo; en tenebrosidades me colocó, como muertos sempiternos. Cercó en rededor contra mí porque no salga, agravóme las prisiones. Y también, cuando hubiere clamado y rogado, ha excluido mi oración. Cerrádome ha mis salidas y vías con piedras cuadradas: desbaratóme mis pasos. Oso acechador es hecho para mí, león en escondrijos. Mis pisadas trastornó y desmenuzóme, púsome desamparado, extendió su arco, y púsome a mi como señuelo a su saeta. Arrojó a mis entrañas las hijas de su aljaba. Hecho soy para escarnio de todo el pueblo, y para risa y mofa de ellos todo el día. Llenándome ha de amarguras, embriagóme con absintio. Por número me quebrantó mis dientes, apacentóme con ceniza. Arrojada está mi alma de la paz, olvidado estoy de los bienes. Y dije: frustrado y acabado está mi fin y pretensión y mi esperanza del Señor. Acuérdate de mi pobreza y de mi exceso, del absintio y de la hiel. Acordarme he con memoria, y mi alma en mí se deshará en penas".

3. Todos estos llantos hace Jeremías sobre este trabajo, con los que dibuja muy vivamente las pasiones del alma en esta purgación y noche espiritual. Por lo cual una gran compasión conviene tener hacia el alma que Dios pone en esta tempestuosa y horrenda noche porque, aunque le espera muy buena dicha por los grandes bienes que de ella le han de nacer cuando, como dice Job (12, 22), cuando levantare Dios en el alma desde las tinieblas profundos bienes y convierta en luz la sombra de muerte, de manera que, como dice David (Sal. 138, 12), venga a ser su luz como fueron sus tinieblas. Sin embargo y con todo eso, sufre vívidamente debido a la inmensa pena con que está sufriendo y por la gran incertidumbre que tiene de su remedio pues cree, como aquí dice este profeta, que no ha de acabarse su mal, pareciéndole, como también dice David (Sal. 142, 3-4), que la colocó Dios en las oscuridades como lo están los muertos del siglo, angustiándose por esto en ella su espíritu, y turbándose en ella su corazón. Con lo cual es de tenerle gran dolor y lástima.

Porque se añade a esto, a causa de la soledad y desamparo que en esta oscura noche se le produce, no hallar consuelo ni apoyo en ninguna doctrina ni en maestro espiritual puesto que, aunque por muchas vías le testifiquen las causas del consuelo que puede tener por los bienes que hay en estas penas, no lo puede creer. Esto es así debido a que ella está tan embebida e inmersa en aquel sentimiento de males en que ve tan claramente sus miserias que le parece que como quienes tratan de socorrerla no ven lo que ella ve y siente, no entendiéndola dicen aquello y, en vez de consuelo, antes recibe nuevo dolor, pareciéndole que no es aquél el remedio de su mal, y a la verdad así es. Porque hasta que el Señor acabe de purgarla de la manera que Él lo quiere hacer, ningún medio ni remedio le sirve ni aprovecha para su dolor. Y aún más, puesto que puede el alma tan poco en este estado como el que tienen aprisionado en una oscura mazmorra atado de pies y manos, sin poderse mover ni ver, ni sentir algún favor de arriba ni de abajo, hasta que aquí se humille, se someta y purifique el espíritu, y se ponga tan sutil y sencillo y tenue que pueda hacerse uno con el Espíritu de Dios, según el grado que Su Misericordia quisiere concederle de unión de amor, ya que conforme a esto es la purgación más o menos fuerte y de más o menos tiempo.


12.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (176)



CAPÍTULO 6
Sobre otras formas de pena que el alma padece en esta noche oscura.


1. La tercera forma de pasión y pena que el alma aquí padece es a causa de otros dos extremos, conviene a saber: divino y humano, que aquí se juntan.

El divino es esta contemplación purgativa, y el humano es el alma del sujeto. Y puesto que el divino incide a fin de renovarla para hacerla divina, desnudándola de las afecciones habituales y propiedades del hombre viejo con las cuales el alma está muy unida, conglutinada y conformada, de tal manera la desarma y la reordena en su sustancia espiritual, absorbiéndola en una profunda y honda tiniebla, que el alma se siente estar deshaciendo y derritiendo con la muestra y la vista de sus miserias en una muerte cruel de espíritu. Es como si hubiese sido tragada de una bestia y en su vientre tenebroso se sintiese estar digiriéndose, padeciendo estas angustias como Jonás (2, 1) en el vientre de aquella marina bestia. Porque en este sepulcro de oscura muerte la conviene estar para la espiritual resurrección que espera.

2. La manera de esta pasión y pena, aunque de verdad ella es extrema, la describe David (Sal. 17, 5-7) diciendo: "Me cercaron los gemidos de la muerte, los dolores del infierno me rodearon, en mi tribulación clamé".

Pero lo que esta doliente alma aquí más siente es el parecerle claro que Dios la ha desechado y, aborreciéndola, la ha arrojado en las tinieblas, que para ella es grave y lastimera pena creer que la ha dejado Dios. Esta experiencia también David, sintiéndola mucho en este caso, dice (Sal. 87, 6-8): "De la manera que los llagados están muertos en los sepulcros, dejados ya de tu mano, de los que no te acuerdas más, así me pusieron a mí en el lago más hondo e inferior en tenebrosidades y sombra de muerte, y está sobre mí confirmado tu furor, y todas tus olas descargaste sobre mí". Porque verdaderamente, cuando esta contemplación purgativa aprieta, sombra de muerte y gemidos de muerte y dolores de infierno siente el alma muy vivamente, los cuales consisten en sentirse sin Dios y castigada y arrojada e indigna de Él, y que está enojado. Todo ello se siente en este punto y aún más, hasta el extremo que le parece que ya es un penar para siempre.

3. Y el mismo desamparo siente de todas las criaturas y desprecio procedente de ellas, particularmente de los amigos. Que por eso prosigue luego David (Sal. 87, 9), diciendo: "Alejaste de mí mis amigos y conocidos, me tuvieron por abominación". Todo lo cual, como quien tan bien lo experimentó en el vientre de la bestia corporal y espiritualmente, el mismo Jonás (2, 4-7), lo testifica así: "Me arrojaste al profundo en el corazón de la mar, y la corriente me cercó; todos sus golfos y olas pasaron sobre mí y dije: arrojado estoy de la presencia de tus ojos; pero otra vez veré tu santo templo" - lo cual dice porque aquí purifica Dios al alma para ver al Señor - "me cercaron las aguas hasta el alma, el abismo me ciñó, el piélago me cubrió mi cabeza, a los extremos de los montes descendí; los cerrojos de la tierra me encerraron para siempre". Estos "cerrojos" se entienden aquí a este propósito por las imperfecciones del alma, que la impiden el gozar de esta sabrosa contemplación [La comparación de Jonás con el abandono y encarcelamiento del alma (nn. 1 y 3) y su referencia secreta a la cárcel toledana sufrida por el Santo (cf. carta 1ª), confirma que el simbolismo básico de la noche arranca genéticamente de la situación vivida por el Santo en Toledo, pero transportada espiritualmente a la secreta escala disfrazada del alma].

4. La cuarta forma de pena causa en el alma otra excelencia de esta oscura contemplación, que es a su vez la majestad y grandeza de ella. Y es que hace sentir en el alma otro extremo que hay en ella de íntima pobreza y miseria, siendo esta una de las principales penas que se padecen en esta purgación. Porque siente en sí un profundo vacío y pobreza de tres maneras de bienes que se ordenan al gusto del alma, que son temporal, natural y espiritual, viéndose puesta en los males contrarios, conviene a saber: miserias de imperfecciones, sequedades y vacíos de las aprensiones de las potencias y desamparo del espíritu en tiniebla. Que, por cuanto aquí purga Dios al alma según la sustancia sensitiva y espiritual y según las potencias interiores y exteriores, conviene que el alma sea puesta en vacío y pobreza y desamparo de todas estas partes, dejándola seca, vacía y en tinieblas, con el fin de que la parte sensitiva sea purificada en sequedad, y las potencias en su vacío de sus propias aprensiones, y el espíritu en tiniebla oscura.

5. Todo lo dicho hace Dios por medio de esta oscura contemplación, en la cual no sólo padece el alma el vacío y suspensión de estos apoyos naturales y aprensiones, que es un padecer muy tormentoso como si a uno le suspendiesen o detuviesen el aire dejándole sin respirar, mas también está purgando el alma, aniquilando y vaciando o consumiendo en ella, así como hace el fuego al orín y moho del metal, todas las afecciones y hábitos imperfectos que ha contraído durante toda la vida. Y puesto que por estar estos hábitos muy arraigados en la sustancia del alma, sobrepadece grave deshacimiento y tormento interior, además de la dicha pobreza y vacío natural y espiritual, con lo que se hace patente aquí lo escrito en Ezequiel: "Juntaré los huesos, y los encenderé en el fuego, se consumirán las carnes y toda la composición se cocerá, y se desharán los huesos" (Ez. 24, 10). En lo cual se entiende la pena que padece en el vacío y pobreza de la sustancia del alma sensitiva y espiritual. Y sobre esto dice luego (24, 11): "Ponedla también así vacía sobre las ascuas, para que se caliente y se derrita su metal, y se deshaga en medio de ella su inmundicia y sea consumido su moho". En lo cual se da a entender la grave pasión que el alma aquí padece en la purgación del fuego de esta contemplación, pues dice el profeta que para que se purifiquen y deshagan las impurezas de las afecciones que están en medio del alma es menester en cierta manera que ella misma se aniquile y se deshaga, según estén en ella de naturalizadas estas pasiones e imperfecciones.

6. De todo ello, para que en esta fragua se purique el alma como el oro en el crisol, según el Sabio dice (Sab. 3,6), siente este gran desmenuzamiento en la misma sustancia del alma, con extremada pobreza, en cuyo proceso se siente como acabando, como se puede ver por lo que a este propósito dijo David (Sal. 68,2-4) por estas palabras, clamando a Dios: "Sálvame, Señor, porque han entrado las aguas hasta el alma mía; fijado estoy en el limo del profundo, y no hay donde me sustente; vine hasta el profundo del mar, y la tempestad me anegó; trabajé clamando, se enronquecieron mis gargantas, desfallecieron mis ojos en tanto que espero en mi Dios".

En este proceso Dios humilla mucho al alma para ensalzarla mucho también después y, si Él no ordenase que estos sentimientos, cuando se avivan en el alma, se adormeciesen presto, el alma moriría muy en breves días. Sin embargo son intercalados los ratos en que se siente su íntima viveza. Lo cual algunas veces se siente tan a lo vivo, que le parece al alma que ve abierto el infierno y la perdición. Porque de éstos son los que de veras descienden al infierno viviendo (Sal. 54,16), pues aquí se purgan a la manera que allí, puesto que al fin y al cabo esta purgación es la que allí se había de hacer (nota del actualizador: según las experiencias del Purgatorio, aquí podría también sustituirse el término "infierno" por "purgatorio", dado que en el primero las penas no tienen final, como sí lo tienen en el purgatorio y, obviamente, también en esta noche contemplativa. En la siguiente frase se nos aclara mejor este punto, ya que vemos cómo el Santo se refiere al purgatorio, ya que del infierno no se sale una vez que el alma condenada entre en él, tal y como nos enseña la Iglesia). Y así el alma que por aquí pasa, o no entra en aquel lugar, o se detiene allí muy poco, porque aprovecha más una hora aquí que muchas allí.


11.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (175)



5. Cuanto a lo primero, debido a que la luz y sabiduría de esta contemplación es muy clara y pura y el alma en que ella impacta está oscura e impura, da como resultado que el alma pena mucho recibiéndola en sí, como cuando los ojos están dañados, impuros y enfermos, y se ven desbordados del deslumbramiento de la clara luz, con lo cual reciben pena.

Y esta pena en el alma, a causa de su impureza, es inmensa cuando de veras es embestida de esta divina luz, porque impactando en el alma esta luz pura a fin de expeler la impureza del alma se siente el alma tan impura y miserable que le parece estar Dios contra ella y que ella está hecha contraria a Dios. Lo cual es de tanto sentimiento y pena para el alma, porque le parece aquí que la ha arrojado Dios de sí, el cual era uno de los mayores disgustos que sentía Job (7, 20) cuando Dios le tenía en este ejercicio, diciendo: "¿Por qué me has puesto contrario a ti, y soy grave y pesado para mí mismo?". Y es que viendo el alma claramente aquí por medio de esta pura luz, aunque a oscuras, su impureza, conoce claro que no es digna de Dios ni de criatura alguna. Y lo que más le entristece es que piensa que nunca lo será, y que ya se le acabaron sus bienes. Esto le causa también pesadumbre por la profunda inmersión que tiene de la gente en el conocimiento y sentimiento de sus males y miserias, porque aquí se las muestra todas al entendimiento esta divina y oscura luz, y de modo que vea claro cómo de suyo propio no podría tener ya otra cosa que miserias. Podemos entender en este sentido aquellas palabras de David (Sal. 38, 12): "Por la iniquidad corregiste al hombre, e hiciste deshacer y consumirse su alma; como la araña se desentraña" (nota del actualizador: dado que en la tradición Septuaginta/Vulgata el salmo 9 y el 10 del hebreo forman uno solo, a partir del 11 todos los salmos tienen un número menos que la numeración hebrea, de manera que este salmo correspondería al 39 actual que, en la traducción Reina-Valera de 1960 se leería de la siguiente manera: "Con castigos por el pecado corriges al hombre, y deshaces como polilla lo más estimado de él").

6. La segunda manera en que pena el alma es a causa de su flaqueza natural, moral y espiritual porque, como esta divina contemplación embiste en el alma con cierta fuerza al fin de irla robusteciendo y amansando, de tal manera infiere en su flaqueza que poco menos se siente desfallecer, particularmente algunas veces cuando con cierta intensidad embiste. Y es que el sentido y el espíritu, así como si estuviese debajo de una inmensa y oscura carga, está penando y agonizando tanto que tomaría por alivio y recompensa el morir. Lo cual habiendo experimentado el profeta Job (23, 6), decía: "No quiero que trate conmigo con mucha fortaleza, para que no me oprima con el peso de su grandeza".

7. En la fuerza de esta opresión y peso se siente el alma tan ajena de ser favorecida y agraciada que le parece, y así es, que aun en lo que solía hallar algún apoyo se acabó junto con todo lo demás, y que no hay quien se compadezca de ella. A cuyo propósito dice también Job (19, 21): "Compadeceos de mí, a lo menos vosotros mis amigos, porque me ha tocado la mano del Señor".

¡Cosa de gran maravilla y también lástima que sea aquí tanta la flaqueza e impureza del alma que, siendo la mano de Dios de suyo tan blanda y suave, la sienta el alma aquí tan pesada, contundente y contraria, y con todo aún sin colisionar ni asentarse con todo su peso, sino solamente tocando, y eso misericordiosamente, pues lo lleva a cabo a fin de hacer favores al alma y no de castigarla!


10.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (174)




CAPÍTULO 4

Se muestra la primera estrofa y su explicación.


Estrofa 1ª:

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.


Explicación
1. Entendiendo ahora esta estrofa respecto de la purgación contemplativa, o desnudez y pobreza de espíritu (puesto que en ese sentido todo ello, llegados a este punto, es casi una misma cosa), la podemos aclarar de esta manera, en donde el alma dice así:

En pobreza, desamparo y desapego de todas las aprensiones de mi alma, esto es, en oscuridad de mi entendimiento y aprieto de mi voluntad, en afición y angustia acerca de la memoria, dejándome a oscuras en pura fe (la cual es noche oscura para las mencionadas potencias naturales), sólo la voluntad tocada de dolor y aflicciones y ansias de amor de Dios, salí de mí misma, esto es, de mi bajo modo de entender, y de mi débil forma de amar, así como de mi pobre y escasa manera de gustar de Dios, sin que la sensualidad ni el demonio me lo estorben.

2. Lo cual fue una gran dicha y buena ventura para mí porque, en terminando de aniquilarse y sosegarse las potencias, pasiones, apetitos y afecciones de mi alma, con los que bajamente sentía y gustaba de Dios, salí del trato y de mis operaciones de formas humanas a la operación y el trato de Dios, es a saber:

Mi entendimiento salió de sí, volviéndose de humano y natural en divino porque, uniéndose por medio de esta purgación con Dios, ya no entiende por su vigor y luz natural, sino por la divina Sabiduría con que se unió.

Y mi voluntad salió de sí, haciéndose divina porque, unida con el divino amor, ya no ama bajamente con su fuerza natural, sino con fuerza y pureza del Espíritu Santo, y así la voluntad no obra humanamente en cuanto a Dios. Y, ni más ni menos, la memoria se ha trocado en aprensiones eternas de gloria.

Y, finalmente, todas las fuerzas y afectos del alma, por medio de esta noche y purgación del viejo hombre, todas se renuevan en temples y deleites divinos.

Se continúa ahora con el verso:

En una noche oscura.


CAPÍTULO 5
Se comienza a explicar respecto a ese verso, y cómo esta contemplación oscura no sólo es noche para el alma, sino también pena y tormento


1. Esta noche oscura es una influencia de Dios en el alma, que la purga de sus ignorancias e imperfecciones habituales, naturales y espirituales, que llaman los contemplativos contemplación infusa o mística teología, en que de secreto enseña Dios al alma y la instruye en perfección de amor, sin ella hacer nada ni entender cómo ocurre semejante transformación. Esta contemplación infusa, por cuanto es sabiduría de Dios amorosa, hace dos principales efectos en el alma, porque la dispone purgándola e iluminándola para la unión de amor de Dios. De donde la misma sabiduría amorosa que purga los espíritus bienaventurados ilustrándolos es la que aquí purga al alma y la ilumina.

2. Pero podría surgir la duda: ¿por qué, pues es lumbre divina que, como decimos, ilumina y purga el alma de sus ignorancias, la llama aquí el alma "noche oscura"? A lo cual se responde que por dos cosas es esta divina Sabiduría no sólo noche y tiniebla para el alma, mas también pena y tormento. La primera es debido a la superioridad de la Sabiduría divina, que excede al talento del alma, y de esta manera le parece tiniebla. La segunda, es pena y tormento por la bajeza e impureza del alma humana, y de esta manera le es penosa y aflictiva, y también oscura [Incide aquí el Santo con los principios en que se basa su doctrina de la noche oscura. Pueden reducirse al clásico axioma de los dos contrarios que no caben en un sujeto: Dios con su pureza no puede conjugarse con la miseria del hombre, puesto que necesariamente chocan, y debe realizarse una adaptación radical. Son principios repetidos o supuestos habitualmente].

3. Para probar la primera conviene suponer cierta doctrina de Aristóteles, que dice que cuanto las cosas divinas son en sí más claras y manifiestas, tanto más son al alma natural oscuras y ocultas. De la misma manera que la luz, cuanto más clara es, tanto más ciega y oscurece la pupila de la lechuza [el Santo llama a Aristóteles "el Filósofo" (con mayúsculas), al que recurre para demostrar su teoría y probar la incompatibilidad entre la luz divina y la capacidad humana; el exceso de luz natural ciega la vista del cuerpo, mientras que el exceso de luz interior ciega la de las potencias del alma], y cuanto el sol se mira más directamente, tanto más tinieblas causa a la potencia visiva y la priva, excediéndola por su flaqueza.

De donde, cuando esta divina luz de contemplación embiste en el alma que aún no está ilustrada totalmente, le hace parecer tinieblas espirituales, porque no sólo la excede sino que también la priva y oscurece el acto de su inteligencia natural. Precisamente por esta causa san Dionisio y otros místicos teólogos llaman a esta contemplación infusa "rayo de tiniebla", conviene a saber: tiniebla para el alma no ilustrada y purgada, porque de su gran luz sobrenatural es vencida la fuerza natural intelectiva y privada (es decir, personal).

Por lo cual David (Sal. 96, 2) también dijo que cerca de Dios y alrededor de Él está oscuridad y nube, no porque en sí ello sea de esa manera, sino desde el punto de vista de nuestros débiles entendimientos, que en tan inmensa luz se oscurecen y quedan ofuscados, no alcanzando a ver la magnitud de la luz divina. También por ello el mismo David (Sal. 17, 13) lo declaró luego, diciendo: "Por el gran resplandor de su presencia se atravesaron nubes", es a saber, entre Dios y nuestro entendimiento. Y ésta es la causa por la que, en derivando de sí Dios este esclarecido rayo de su sabiduría secreta hacia el alma que aún no está transformada, le hace tinieblas oscuras en el entendimiento.

4. Y que esta oscura contemplación también le sea al alma penosa en estos inicios es algo claro porque, como esta divina contemplación infusa tiene muchas excelencias en extremo buenas y el alma que las recibe, por no estar purgada, tiene muchas miserias también en extremo malas, de aquí es que, no pudiendo caber dos contrarios en el mismo sujeto del alma, de necesidad haya de penar y padecer el alma, siendo ella el sujeto o el terreno en el que contra sí se ejercitan y pugnan estos dos contrarios, haciendo los unos contra los otros por razón de la purgación que de las imperfecciones del alma por medio de esta contemplación se realiza. Lo cual probaremos por inducción en esta manera.


9.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (173)




CAPÍTULO 3
Notas a tener en cuenta para los temas que luego se abordarán.

1. Estando ya, pues, estas personas espirituales ya aprovechados gracias al tiempo que han pasado alimentando los sentidos con dulces comunicaciones, con lo cual la parte sensitiva se ve atraída y saboreada del espiritual gusto, una relación que del espíritu le manaba, llega la mencionada parte sensitiva a unirse y acomodarse en armonioso conjunto con el espíritu, comiendo cada uno en su manera de ser de un mismo manjar espiritual y en un mismo plato, así como de un solo supuesto y sujeto. Con esto ambas naturalezas, la sensitiva y espiritual, en alguna manera juntos y conformes en uno, se encuentran entonces colocados también para que juntos estén en disposición para sufrir la áspera y dura purgación del espíritu que les espera. Porque en esta purgación se han de encontrar expiando cumplidamente estas dos partes del alma, espiritual y sensitiva, porque la una nunca se purga de manera adecuada sin la otra ya que la purgación válida para el sentido se realiza cuando, de propósito, comienza la del espíritu. Con lo cual la noche que hemos dicho del sentido, más se la puede y debe llamar cierta reformación y enfrenamiento del apetito que purgación. La causa es porque todas las imperfecciones y desórdenes de la parte sensitiva tienen su fuerza y raíz en el espíritu, donde se sujetan todos los hábitos buenos y malos y así, hasta que éstos no sean purgados, las rebeliones y siniestros del sentido no se pueden purgar tampoco bien [en consecuencia, la noche, en su sentido pleno, es algo global del sentido y espíritu: "entrambas partes se purgan juntas" (nn. 2-3). No conviene, pues, forzar las divisiones en detrimento del conjunto].

2. Por todo ello en esta noche que se sigue se purgan las dos partes juntas, que éste es el fin para el cual convenía haber pasado por la reformación de la primera noche y la bonanza que de ello se obtiene para que, aunado con el espíritu el sentido, en cierta manera se purgue y padezca aquí con más fortaleza, porque para tan fuerte y dura purga es menester (o sea, disposición) tan grande. Y es que, sin haberse reformado antes la flaqueza de la parte inferior y cobrado fortaleza en Dios por el dulce y sabroso trato que con Él después ha tenido, no se conseguirían las fuerzas ni las disposiciones el ser natural para poder sufrirla.

3. Por tanto téngase en cuenta que estos aprovechados todavía el trato y operaciones que tienen con Dios son muy bajas y muy naturales (a causa de no tener purificado e ilustrado el oro del espíritu), por lo cual todavía entienden de Dios como pequeñuelos, y saben y sienten de Dios como pequeñuelos, según dice san Pablo (1 Cor. 13, 11), por no haber llegado a la perfección, que es la unión del alma con Dios. Mediante la unión se logrará el que, como grandes, obren grandezas en su espíritu, siendo ya sus obras y potencias más divinas que humanas, como después se dirá. Queriendo Dios desnudarlos de hecho de este viejo hombre y vestirlos del nuevo, que según Dios es creado en la novedad del sentido, que dice el Apóstol, les desnuda las potencias y afecciones y sentidos, así espirituales como sensitivos, así exteriores como interiores, dejando a ocuras el entendimiento y la voluntad a secas, vacía la memoria, y las afecciones del alma en suma aflicción, amargura y aprieto, privándola del sentido y gusto que antes experimentaba de los bienes espirituales, dada que esta privación es uno de los principios que se requiere en el espíritu para que se introduzca y una en él la forma espiritual del espíritu, que es la unión de amor.

Todo lo cual opera el Señor en ella por medio de una pura y oscura contemplación, como el alma lo da a entender por la primera poesía. La cual, aunque está declarada al propósito de la primera noche del sentido, principalmente la entiende el alma por esta segunda del espíritu, por ser la principal parte de la purificación del alma. Y así, a este propósito la pondremos y declararemos aquí otra vez.


8.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (172)



CAPÍTULO 2
Se continúan mostrando otras imperfecciones que tienen estos contemplativos ya aprovechados.

1. Dos maneras de imperfecciones tienen estos aprovechados: unas son habituales, otras actuales.

Las imperfecciones habituales son las afecciones y hábitos imperfectos que todavía, como raíces, han quedado en el espíritu, donde la purgación del sentido no pudo llegar. En esta purgación del sentido la diferencia que hay con la otra es como la diferencia existente entre la raíz a la rama, o sacar una mancha fresca o una muy asentada y vieja. Porque, como dijimos, la purgación del sentido sólo es puerta y principio de contemplación para la del espíritu que, como también hemos dicho, más sirve de acomodar el sentido al espíritu, que de unir el espíritu con Dios. Mas todavía se quedan en el espíritu las manchas del hombre viejo, aunque a él no se lo parezca ni se dé cuenta de ellas, las cuales si no salen por el jabón y fuerte lejía de la purgación de esta noche, no podrá el espíritu llegar a la pureza de la unión divina.

2. Tienen éstos también la "hebetudo mentis" [es decir, "el embotamiento de la mente", similar al "spiritus vertiginis" -espíritu de confusión- que antes mencionamos. En realidad, es poca la diferencia existente entre los males ahora apuntados y los señalados en el lib. 1º. Aquí apunta más bien la raíz de los mismos, que se eliminan únicamente a través de la purificación del espíritu, que es donde están asentados. Afirma con claridad el Santo que la raíz más profunda de esos males es el pecado, lo que ha de tenerse presente para comprender su antropología] y la rudeza natural que todo hombre contrae por el pecado, así como la distracción y exterioridad del espíritu, lo cual conviene que se ilustre, clarifique y recoja por la penalidad y aprieto de esta noche. Estas habituales imperfecciones, todos los que no han pasado de este estado de aprovechados las tienen; las cuales no pueden estar, como decimos, con el estado perfecto de unión por amor.

3. En las imperfecciones actuales (nota del actualizador: que podrían definirse también como "de actividad") no caen todos de la misma manera. Mas algunos, como traen estos bienes espirituales tan afuera y tan al alcance de su mano en el sentido, caen en mayores inconvenientes y peligros que a sus inicios mencionamos. Porque, como ellos hallan tan a manos llenas tantas comunicaciones y aprehensiones espirituales al sentido y espíritu, donde muchas veces ven visiones imaginarias y espirituales (porque todo esto, con otros sentimientos sabrosos, acontece a muchos de éstos en este estado, en lo cual el demonio y la propia fantasía muy ordinariamente hace trampantojos -es decir, artificios, engaños...- al alma), y como con tanto gusto suele imprimir y sugerir el demonio al alma las aprensiones dichas y sentimientos, con gran facilidad la embelesa y engaña, no teniendo ella cautela para resignarse y defenderse fuertemente en fe (nota del actualizador: o "agarrándose en la fe") de estas visiones y sentimientos.

Porque aquí hace el demonio a muchos creer visiones vanas y profecías falsas. Es en este puesto donde les procura hacer presumir que habla Dios y los santos con ellos, y creen muchas veces a su fantasía. Aquí también los suele llenar el demonio de presunción y soberbia y, atraídos de la vanidad y arrogancia, se dejan ser vistos en actos exteriores que parezcan de santidad, como son arrobamientos y otras apariencias. Se hacen así atrevidos a Dios, perdiendo el santo temor, que es llave y custodia de todas las virtudes, y llegan a tantas falsedades y engaños, las cuales suelen multiplicarse en algunos de éstos, y tanto se enraízan en ellos, que es muy dudosa la vuelta de ellos al camino puro de la virtud y verdadero espíritu. En las cuales miserias vienen a dar, comenzando a darse con demasiada confianza a las aprensiones y sentimientos espirituales, cuando comenzaban a aprovecharse en el camino correcto.

4. Habría tanto que decir sobre las imperfecciones de éstos y de cómo les son más incurables por tenerlas ellos como más espirituales que las primeras, que prefiero dejarlo. Sólo digo, para fundar la necesidad que hay de la noche espiritual -que es la purgación para el que ha de avanzar adelante- que casi ninguno de estos aprovechados, por bien que le hayan ido las cosas en su camino de elevación, deja de tener muchas de ese tipo de afecciones naturales y hábitos imperfectos, que dijimos primero ser necesario que preceda la purificación para pasar a continuación a la divina unión.

5. Y, demás de esto, lo que ya dejamos dicho líneas arriba, a saber: que, por cuanto todavía participa la parte inferior en estas comunicaciones espirituales, no pueden ser ellas tan intensas, puras y fuertes como se requieren para la dicha unión. Con lo cual, para poder llegar a esa unión le conviene al alma entrar en la segunda noche del espíritu, donde desnudando al sentido y espíritu de forma perfectamente de todas estas aprensiones y sabores, le han de hacer caminar en oscura y pura fe, que es el propio y el adecuado medio por donde el alma se une con Dios, según vemos por Oseas (2, 20), diciendo: "Yo te desposaré", esto es, te uniré conmigo, por fe.


7.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (171)



LIBRO SEGUNDO


CAPÍTULO 1
Primeros pasos para tratar sobre la noche oscura del espíritu, empezando por el tiempo en el que comienza.


1. Un alma que Dios ha de llevar adelante no sale de forma inmediata de las sequedades y trabajos de la primera purgación y noche del sentido, poniéndola enseguida Su Majestad en esta noche de espíritu, sino que más bien antes suele pasar harto tiempo y años en que, salida el alma del estado de principiantes, se ejercita en el de aprovechados en el cual, así como el que ha salido de una estrecha cárcel, anda en las cosas de Dios con mucha más anchura y satisfacción del alma y con más abundante e interior deleite que experimentaba en sus inicios, antes que entrase en la dicha noche, puesto que ya no lleva atada la imaginación y las potencias al discurso y cuidado espiritual, como solía. Así, con una gran facilidad halla luego en su espíritu muy serena y amorosa contemplación y sabor espiritual sin trabajo ni esfuerzos del discurso. Aunque, como no está bien hecha la purgación del alma, porque falta la parte principal que es la del espíritu (sin la cual, por la comunicación que hay de la una parte a la otra, por razón de ser un solo sujeto, tampoco la purgación sensitiva -por más fuerte que haya sido- queda acabada y perfecta), nunca le faltan a veces algunas necesidades, sequedades, tinieblas y aprietos, en ocasiones mucho más intensos que los pasados, que son como presagios y mensajeros de la noche venidera del espíritu [nota: del conjunto se deduce con claridad que la noche del sentido, "en que Dios purga pasivamente" al alma, corresponde al paso de los principiantes al de aprovechados.], aunque no son éstos aprietos y dificultades duraderos, como sin embargo serán en un grado mayor durante la noche que espera. Porque, habiendo pasado un rato, o varios momentos, o incluso días en medio de esta noche y tempestad, a continuación regresa a su acostumbrada serenidad, y de esta manera va purgando Dios a algunas almas que no han de subir a tan alto grado de amor como las otras, metiéndolas a ratos alternativos y a intevalos (nota del actualizador: como en amaneceres y anocheceres, con peores y mejores momentos) en esta noche de contemplación y purgación espiritual, haciendo anochecer y amanecer a menudo, por lo que se cumple lo que dice David (Sal. 147, 17), que envía su cristal, esto es, su contemplación, como "a bocados". Aunque estos bocados de oscura contemplación nunca son tan intensos como lo son en aquella horrenda noche de la contemplación que hemos de abordar, en donde a propósito pone Dios al alma para llevarla a la divina unión.

2. Este sabor, pues, y gusto interior que decimos, que con abundancia y facilidad hallan y gustan estos aprovechantes en su espíritu, con mucha más abundancia que antes se les comunica, redundando de ahí en el sentido más de lo que solía ocurrirles antes de esta sensible purgación. Eso es debido a que, por cuanto espiritualmente están ya más puros, con más facilidad pueden sentir los gustos del espíritu a su mismo modo (es decir, espiritual). Y como, en fin, esta parte sensitiva del alma es débil e incapaz para las cosas fuertes del espíritu, de aquí es que estos aprovechados, a causa de esta comunicación espiritual que se hace en la parte sensitiva, padecen en ella muchas debilitaciones y dolencias y flaquezas de estómago (es decir, del cuerpo), y en el espíritu, consiguientemente, fatigas porque, como dice el Sabio (Sab. 9, 15): "El cuerpo que se corrompe, agrava el alma" (nota del actualizador: si el cuerpo sufre corrupción o desprendimientos, al alma también se le puede ver transmitido de alguna forma esa transformación). De aquí es que las comunicaciones de éstos no pueden ser muy fuertes, ni muy intensas, ni muy espirituales, como son las que se requieren para la divina unión con Dios, debido a la flaqueza y corrupción de la sensualidad que participa en esas mismas comunicaciones (nota del corrector: por debilidad y la todavía flaqueza y viciosidad del meditante, y obviamente también por las embestidas que sufra en la parte corporal).

De aquí vienen los arrobamientos, espasmos y desligamientos de huesos, que siempre acontecen cuando las comunicaciones no son puramente espirituales, esto es, afectadas hacia únicamente el espíritu, como son las de los perfectos que están ya purificados por la noche segunda del espíritu. En estas comunicaciones al espíritu cesan ya estos arrobamientos y tormentos del cuerpo, gozando ellos de la libertad del espíritu, sin que se nuble ni trasponga el sentido (nota del corrector: "el sentido", se entiende aquí que aunque el cuerpo sufra, la parte superior del espíritu está ascendidad; se puede leer algo de esto en el librillo de San Luis María Grignion de Monfort titulado "Carta a los amigos de la cruz").

3. Y con el fin de que se entienda la necesidad que los aún no perfectos tienen de entrar en esta noche de espíritu, mostraremos aquí algunas imperfecciones y peligros que tienen estos aprovechados.


5.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (170)



14. Como el alma, pues, conoce que en esta purgación seca por donde pasó, obtuvo y consiguió tantos y tan preciosos provechos como aquí se han referido, no tarda mucho en suspirar palabras similares a las que en la poesía estamos explicando, en concreto el verso que dice:

¡Oh dichosa ventura!
Salí sin ser notada

Aquí podemos percatarnos de que se refiere a que salió de los lazos y sujeción de sus apetitos sensitivos y afecciones, sin ser notada, es a saber, sin que los mencionados tres enemigos se lo pudiesen impedir. Los cuales, como hemos explicado, mediante los apetitos y los gustos, así como si fuera con lazos, aprisionan en sus redes al alma y la detienen con el fin de que no salga de sí misma hacia la libertad de amor de Dios, porque entonces ellos no pueden combatir al alma, como ya se ha dicho.

15. Por todo ello, en sosegándose mediante la continua mortificación las cuatro pasiones del alma, que son: gozo, dolor, esperanza y temor, y en declinándose en su sensualidad con la acción de las ordinarias sequedades los apetitos naturales, rematan entonces la obra la armonía de los sentidos y potencias interiores, cesando sus operaciones discursivas, como hemos explicado, lo que viene a ser toda la gente, pobladores y la morada de la parte inferior del alma, que es lo que aquí llama "su casa", diciendo:


Estando ya mi casa sosegada.


CAPÍTULO 14
Se explica el último verso de la primera poesía.


1. Estando ya esta casa de la sensualidad sosegada, esto es, mortificada, sus pasiones apagadas y apetitos calmados y dormidos por medio de esta venturosa noche de la purgación sensitiva, salió el alma a iniciar el camino y vía del espíritu, que es de los aprovechantes y aprovechados el cual, por otro nombre, también llaman "vía iluminativa" o "de contemplación infusa", en la que Dios de suyo anda apacentando y depurando y clarificando al alma, sin discurso ni ayuda activa de esa misma alma.

Tal es, como hemos dicho, la noche y purgación del sentido en el alma la cual, en los que después han de entrar en la otra más grave del espíritu para pasar a la divina unión de amor (porque no todos, sino los menos, pasan ordinariamente esta etapa), suele ir acompañada con graves trabajos y tentaciones sensitivas, que duran mucho tiempo, aunque en unos más que en otros. Porque a algunos se les da el ángel de Satanás (2 Cor. 12, 7), que es el espíritu de fornicación, para que les azote los sentidos con abominables y fuertes tentaciones, y les atribule el espíritu con feas insinuaciones, imágenes y representaciones más visibles en la imaginación, que a veces les es mayor pena que el morir.

2. Otras veces se les añade en esta noche el espíritu de blasfemia, el cual en todos sus conceptos y pensamientos se anda atravesando con intolerables blasfemias, y a veces con tanta fuerza sugeridas en la imaginación que casi se las hace pronunciar, lo que les supone un grave tormento.

3. En otras ocasiones se les da otro abominable espíritu, que llama Isaías (19, 14) "spiritus vertiginis" (llamado también "espíritu de revuelta y confusión", que podríamos traducir también para más aclaración como "espíritu de entender al revés", es decir, dedicado a trastornar y a "malmeter" mediante el desorden, el caos y el alboroto, los pensamientos y el buen juicio, consignas, leyes y preceptos), no con el fin de que los contemplativos caigan, sino para que se ejerciten. Este espíritu abominable de tal manera les oscurece el sentido, que los llena de mil escrúpulos y perplejidades tan intrincadas al juicio de sus víctimas que nunca pueden satisfacerse con nada, ni apoyar su juicio en consejo ni concepto, convirtiéndose así en uno de los más agudos y graves estímulos y horrores de esta noche, muy cercano a lo que ocurre en la noche espiritual.

4. Estas tempestades y trabajos son los que por lo general envía Dios en esta noche de purgación sensitiva a los que, como digo, ha de poner después en la otra (aunque no todos pasan luego a ella), para que castigados y abofeteados de esta manera se vayan ejercitando y disponiendo y curtiendo los sentidos y potencias para la unión de la Sabiduría que allí les han de dar. Porque si el alma no es tentada, ejercitada y probada con trabajos y tentaciones, no puede avivar su sentido para la sabiduría. Por eso mismo dijo el Eclesiástico (34, 9-11): "El que no es tentado, ¿qué sabe? Y el que no es probado, ¿cuáles son las cosas que reconoce?". De la cual verdad da Jeremías con un buen testimonio, diciendo (31, 18): "Me castigaste, Señor, y fui enseñado". Y la manera más propia de aplicar este castigo para entrar en sabiduría son los trabajos interiores que aquí decimos, por cuanto son de los que más eficazmente purgan el sentido de todos los gustos y consuelos a los que con flaqueza natural estaba siendo afectado, y donde es humillada el alma de veras para el ensalzamiento que ha de tener.

5. Sin embargo el tiempo que al alma tengan en este ayuno y penitencia del sentido, y cuánta es su duración, no es cosa cierta decirlo puesto que no pasa en todos de una manera ni con unas mismas tentaciones. La razón es que esto va medido por la voluntad de Dios conforme a lo más o menos que cada uno tiene de imperfección que purgar y, asimismo, conforme al grado de amor de unión a que Dios la quiera levantar la humillará más o menos intensamente, o más o menos tiempo. Los que tienen sujeto y más fuerza para sufrir con más intensidad son a los que purga más presto. Porque a los muy débiles les lleva por esta noche con mucha remisión y flojas tentaciones durante mucho tiempo, dándoles habituales refecciones al sentido con el fin de que no vuelvan atrás, con lo cual llegan bastante tarde a la pureza de perfección en esta vida, y algunos de éstos nunca dado que ni bien están en la noche, ni bien fuera de ella. Este tipo de personas aunque no avanzan, para que se conserven en humildad y conocimiento propio los ejercita Dios algunos ratos y días en ciertas tentaciones y sequedades, y les acude y les socorre con el consuelo otras veces a temporadas, para que no acaben desmayando y no se vuelvan a buscar el consuelo del mundo. A otras almas más endebles anda Dios con ellas como mostrándose y trasponiéndose para poder ejercitarlas en su amor, puesto que a ciertas almas sin tomarles ciertos desvíos no aprenderían a llegarse a Dios.

6. Pero las almas que han de pasar a tan dichoso y alto estado como es la unión de amor, por muy deprisa que Dios las lleve, por lo general harto tiempo suelen durar en estas sequedades y tentaciones, como nos lo dice la experiencia. [Nota: Estos párrafos finales tratan de enlazar lo dicho hasta ahora respecto de la noche del sentido, con la propia noche del espíritu, partiendo del comentario al verso 2º. Deben tenerse en cuenta los criterios apuntados respecto al tiempo o duración de la misma. También son de destacar las dos consideraciones complementarias: la primera, no es un camino para todos indiscriminadamente; la segunda, debe distinguirse bien lo activo y lo pasivo -es decir, el alma obrando, y el alma dejándose obrar, respectivamente-, aunque en la práctica resulte difícil su distinción. De ahí expresiones tan elásticas como "Dios los ejercita"].

Ahora ha llegado el momento, pues, de comenzar a tratar de la segunda noche.