4. Mas para lograrse alcanzar la meta, aunque sean fuertes estos sufrimientos no por ello son más rápidos, porque duran algunos años. Entretando se superponen en medio ciertos altibajos y alivios, en que por dispensación de Dios, dejando esta contemplación oscura de embestir en forma y modo purgativo, embiste iluminativa y amorosamente y en esos instantes el alma, como si le hubieran dado salida de tales mazmorras y tales prisiones y la hubiesen puesto en recreación de esplendor y libertad, siente y gusta gran suavidad de paz y cercanía amorosa con Dios, con abundancia de una fácil comunicación espiritual.
Lo cual es al alma indicio de la salud que va en ella obrando la dicha purgación y pre-anuncio de la abundancia que la espera. Y aún esto se da en tal grado a veces, que le parece al alma que ya han concluido sus trabajos. Porque de esta cualidad son las cosas espirituales en el alma, cuando son más puramente espirituales, en donde las cuales, cuando son trabajos, le parece al alma que nunca ha de salir de ellos y que se le acabaron ya los bienes, como se ha visto por las escrituras alegadas. Y a su vez, cuando son bienes espirituales también le parece al alma que ya se acabaron sus males, y que no le faltarán ya los bienes, como David (Sal. 29, 7), viéndose en ellos, lo confesó diciendo: "Yo dije en mi abundancia: No me moveré para siempre".
5. Y esto ocurre debido a que la posesión actual de un contrario en el espíritu de suyo remueve la actual posesión y sentimiento del otro contrario, lo cual no sucede así en la parte sensitiva del alma, por ser débil de aprensión. Mas, como quiera que el espíritu aún no está aquí bien purgado y limpio de las afecciones que de la parte inferior tiene contraídas, aunque en cuanto espíritu no se mude, en cuanto está afectado con ellas se podrá mudar en penas, como vemos que después se mudó David (Sal. 29, 7), sintiendo muchos males y penas, aunque en el tiempo de su abundancia le había parecido y dicho que no se había de mover jamás. Así el alma, como entonces se ve actuada con aquella abundancia de bienes espirituales, no echando de ver la raíz de imperfección e impureza que todavía le queda piensa que ya se acabaron sus trabajos.
6. Mas este pensamiento ocurre las menos de las veces porque, hasta que está terminada de hacer la purificación espiritual, muy raras veces suele ser la comunicación suave tan abundante que le cubra la raíz que queda, de manera que deje el alma de sentir allá en el interior un no sé qué sobre lo que le falta o lo que está aún por hacer, que no le deja cumplidamente gozar de aquel alivio, sintiendo ella dentro como un enemigo suyo que, aunque está como sosegado y dormido, se recela que volverá a revivir y hacer de las suyas. Y así es que, cuando más segura está y menos se da cuenta, vuelve a tragar y absorber el alma en otro grado peor y más duro, oscuro y lastimero que el pasado, el cual dura otra temporada, por ventura más larga que la primera. Y aquí el alma otra vez viene a creer que todos los bienes están acabados para siempre, que no le basta la experiencia que tuvo del bien pasado que gozó después del primer trabajo en que también pensaba que ya no había más que penar, para dejar de creer en este segundo grado de aprieto que ya todo está acabado y que no volverá a gozar como la vez pasada. Porque, como digo, esta creencia tan confirmada se causa en el alma de la actual aprensión del espíritu, que aniquila en él todo lo que a ella es contrario.
7. Esta es la causa por la que los que yacen en el purgatorio padecen grandes dudas de que han de salir de allí jamás y de que se han de acabar sus penas. Porque, aunque habitualmente tienen las tres virtudes teologales, que son fe, esperanza y caridad, la actualidad que tienen del sentimiento de las penas y privación de Dios no les deja gozar del bien actual y consuelo de estas virtudes. Porque, aunque ellos echan de ver que quieren bien a Dios, no les consuela esto dado que les parece que no les quiere Dios a ellos ni que de tal cosa son dignos. Por contra, como se ven privados de Él y puestos en sus miserias, les parece que con lógica y mucha razón tienen por qué ser aborrecidos y desechados de Dios para siempre.
Y así, el alma situada en esta purgación, aunque ella ve que quiere bien a Dios y que daría mil vidas por Él (como es así la verdad, porque en estos trabajos aman con mucha veracidad estas almas a su Dios), con todo no les es alivio esto, antes les causa más pena. Y es que, queriéndole ellas tanto hasta el punto en que no tienen otra cosa que les dé cuidado ni les preocupe, como se ven tan miserables no pudiendo creer que Dios las quiera a ellas ni que tienen ni tendrán jamás motivos por qué quererlas, sino antes encuentran muchos motivos y muestras de por qué ser aborrecidas no sólo de Él, sino de toda criatura para siempre, se duelen de ver en sí tantas causas por las cuales merezcan ser desechadas de quien ellas tanto quieren, anhelan y desean.
| Preparación: Oratorio Carmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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