Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

13.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (177)



CAPÍTULO 7
Continuación en la misma materia, respecto ahora a otras aflicciones y apuros de la voluntad.


1. Las aflicciones y apuros de la voluntad son aquí también inmensos y de manera que algunas veces traspasan al alma durante la súbita memoria de los males en los que se ve, con la incertidumbre de su remedio. Y se añade a esto la memoria de las prosperidades pasadas puesto que, habitualmente, quienes entran en esta noche han tenido muchos gustos en Dios y le han hecho muchos servicios, y esto les causa más dolor, puesto que ven que están ajenos de aquel bien y que ya no pueden entrar en él. Esto dice también Job (16, 13-17), puesto que lo experimentó, por aquellas palabras: "Yo, aquél que solía ser opulento y rico, de repente estoy deshecho y contrito; asióme la cerviz, quebrantóme y púsome como señuelo suyo para herir en mí; cercóme con sus lanzas, llagó todos mis lomos, no perdonó, derramó en la tierra mis entrañas, rompióme como llaga sobre llaga; embistió en mí como fuerte gigante; cosí saco sobre mi piel, y cubrí con ceniza mi carne; mi rostro se ha hinchado en llanto y cegándose mis ojos".

2. Tantas y tan graves son las penas de esta noche, y tantas referencias hay en la Escritura que a este propósito se podrían alegar, que nos faltaría tiempo y fuerzas escribiendo, porque sin duda todo lo que se puede decir es poco. Por las autoridades ya mencionadas se podrá barruntar algo de ello.

Y para ir concluyendo con este verso y dando a entender más lo que obra en el alma esta noche, diré lo que en ella siente Jeremías (Lm. 3, 1-20), la cual por ser tanto, lo dice y llora él con muchas palabras en esta manera: "Yo, varón, que veo mi pobreza en la vara de su indignación, hame amenazado, y trájome a las tinieblas, y no a la luz. ¡Tanto ha vuelto y convertido su mano sobre mí todo el día! Hizo vieja mi piel y mi carne, desmenuzó mis huesos; en rededor de mí hizo cerca, y cercóme de hiel y de trabajo; en tenebrosidades me colocó, como muertos sempiternos. Cercó en rededor contra mí porque no salga, agravóme las prisiones. Y también, cuando hubiere clamado y rogado, ha excluido mi oración. Cerrádome ha mis salidas y vías con piedras cuadradas: desbaratóme mis pasos. Oso acechador es hecho para mí, león en escondrijos. Mis pisadas trastornó y desmenuzóme, púsome desamparado, extendió su arco, y púsome a mi como señuelo a su saeta. Arrojó a mis entrañas las hijas de su aljaba. Hecho soy para escarnio de todo el pueblo, y para risa y mofa de ellos todo el día. Llenándome ha de amarguras, embriagóme con absintio. Por número me quebrantó mis dientes, apacentóme con ceniza. Arrojada está mi alma de la paz, olvidado estoy de los bienes. Y dije: frustrado y acabado está mi fin y pretensión y mi esperanza del Señor. Acuérdate de mi pobreza y de mi exceso, del absintio y de la hiel. Acordarme he con memoria, y mi alma en mí se deshará en penas".

3. Todos estos llantos hace Jeremías sobre este trabajo, con los que dibuja muy vivamente las pasiones del alma en esta purgación y noche espiritual. Por lo cual una gran compasión conviene tener hacia el alma que Dios pone en esta tempestuosa y horrenda noche porque, aunque le espera muy buena dicha por los grandes bienes que de ella le han de nacer cuando, como dice Job (12, 22), cuando levantare Dios en el alma desde las tinieblas profundos bienes y convierta en luz la sombra de muerte, de manera que, como dice David (Sal. 138, 12), venga a ser su luz como fueron sus tinieblas. Sin embargo y con todo eso, sufre vívidamente debido a la inmensa pena con que está sufriendo y por la gran incertidumbre que tiene de su remedio pues cree, como aquí dice este profeta, que no ha de acabarse su mal, pareciéndole, como también dice David (Sal. 142, 3-4), que la colocó Dios en las oscuridades como lo están los muertos del siglo, angustiándose por esto en ella su espíritu, y turbándose en ella su corazón. Con lo cual es de tenerle gran dolor y lástima.

Porque se añade a esto, a causa de la soledad y desamparo que en esta oscura noche se le produce, no hallar consuelo ni apoyo en ninguna doctrina ni en maestro espiritual puesto que, aunque por muchas vías le testifiquen las causas del consuelo que puede tener por los bienes que hay en estas penas, no lo puede creer. Esto es así debido a que ella está tan embebida e inmersa en aquel sentimiento de males en que ve tan claramente sus miserias que le parece que como quienes tratan de socorrerla no ven lo que ella ve y siente, no entendiéndola dicen aquello y, en vez de consuelo, antes recibe nuevo dolor, pareciéndole que no es aquél el remedio de su mal, y a la verdad así es. Porque hasta que el Señor acabe de purgarla de la manera que Él lo quiere hacer, ningún medio ni remedio le sirve ni aprovecha para su dolor. Y aún más, puesto que puede el alma tan poco en este estado como el que tienen aprisionado en una oscura mazmorra atado de pies y manos, sin poderse mover ni ver, ni sentir algún favor de arriba ni de abajo, hasta que aquí se humille, se someta y purifique el espíritu, y se ponga tan sutil y sencillo y tenue que pueda hacerse uno con el Espíritu de Dios, según el grado que Su Misericordia quisiere concederle de unión de amor, ya que conforme a esto es la purgación más o menos fuerte y de más o menos tiempo.







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