5. Cuanto a lo primero, debido a que la luz y sabiduría de esta contemplación es muy clara y pura y el alma en que ella impacta está oscura e impura, da como resultado que el alma pena mucho recibiéndola en sí, como cuando los ojos están dañados, impuros y enfermos, y se ven desbordados del deslumbramiento de la clara luz, con lo cual reciben pena.
Y esta pena en el alma, a causa de su impureza, es inmensa cuando de veras es embestida de esta divina luz, porque impactando en el alma esta luz pura a fin de expeler la impureza del alma se siente el alma tan impura y miserable que le parece estar Dios contra ella y que ella está hecha contraria a Dios. Lo cual es de tanto sentimiento y pena para el alma, porque le parece aquí que la ha arrojado Dios de sí, el cual era uno de los mayores disgustos que sentía Job (7, 20) cuando Dios le tenía en este ejercicio, diciendo: "¿Por qué me has puesto contrario a ti, y soy grave y pesado para mí mismo?". Y es que viendo el alma claramente aquí por medio de esta pura luz, aunque a oscuras, su impureza, conoce claro que no es digna de Dios ni de criatura alguna. Y lo que más le entristece es que piensa que nunca lo será, y que ya se le acabaron sus bienes. Esto le causa también pesadumbre por la profunda inmersión que tiene de la gente en el conocimiento y sentimiento de sus males y miserias, porque aquí se las muestra todas al entendimiento esta divina y oscura luz, y de modo que vea claro cómo de suyo propio no podría tener ya otra cosa que miserias. Podemos entender en este sentido aquellas palabras de David (Sal. 38, 12): "Por la iniquidad corregiste al hombre, e hiciste deshacer y consumirse su alma; como la araña se desentraña" (nota del actualizador: dado que en la tradición Septuaginta/Vulgata el salmo 9 y el 10 del hebreo forman uno solo, a partir del 11 todos los salmos tienen un número menos que la numeración hebrea, de manera que este salmo correspondería al 39 actual que, en la traducción Reina-Valera de 1960 se leería de la siguiente manera: "Con castigos por el pecado corriges al hombre, y deshaces como polilla lo más estimado de él").
6. La segunda manera en que pena el alma es a causa de su flaqueza natural, moral y espiritual porque, como esta divina contemplación embiste en el alma con cierta fuerza al fin de irla robusteciendo y amansando, de tal manera infiere en su flaqueza que poco menos se siente desfallecer, particularmente algunas veces cuando con cierta intensidad embiste. Y es que el sentido y el espíritu, así como si estuviese debajo de una inmensa y oscura carga, está penando y agonizando tanto que tomaría por alivio y recompensa el morir. Lo cual habiendo experimentado el profeta Job (23, 6), decía: "No quiero que trate conmigo con mucha fortaleza, para que no me oprima con el peso de su grandeza".
7. En la fuerza de esta opresión y peso se siente el alma tan ajena de ser favorecida y agraciada que le parece, y así es, que aun en lo que solía hallar algún apoyo se acabó junto con todo lo demás, y que no hay quien se compadezca de ella. A cuyo propósito dice también Job (19, 21): "Compadeceos de mí, a lo menos vosotros mis amigos, porque me ha tocado la mano del Señor".
¡Cosa de gran maravilla y también lástima que sea aquí tanta la flaqueza e impureza del alma que, siendo la mano de Dios de suyo tan blanda y suave, la sienta el alma aquí tan pesada, contundente y contraria, y con todo aún sin colisionar ni asentarse con todo su peso, sino solamente tocando, y eso misericordiosamente, pues lo lleva a cabo a fin de hacer favores al alma y no de castigarla!
| Preparación: Oratorio Carmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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